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¿Qué le ha ocurrido a la moralidad?¡Despertad! 1993 | 8 de agosto
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¿Qué le ha ocurrido a la moralidad?
FUNCIONARIOS del gobierno, candidatos políticos, líderes religiosos... Esperaríamos que personas de este calibre fueran modelos de conducta. Sin embargo, recientemente personas que ocupan puestos como estos han sido los protagonistas principales de escándalos sorprendentes. Su mala conducta ha recorrido toda la gama de vicios, desde el adulterio y la mentira descarada hasta el escándalo económico y la malversación.
El libro The Death of Ethics in America (La muerte de la ética en América) lamenta: “Mientras la nación ha estado preocupada por una enfermedad mortal [...], el síndrome de inmunodeficiencia adquirida, otro tipo de sida [el síndrome de integrodeficiencia adquirida] parece haberse convertido en una epidemia. Sin embargo, no ha provocado las mismas demandas urgentes de una cura”. (Las cursivas son nuestras.) La revista Time menciona que Estados Unidos “se revuelca en un sumidero moral”.
El sumidero moral no se limita a Estados Unidos. En los últimos tiempos China, Alemania, Grecia, Francia, Italia, India, Indonesia, Israel y Japón también se han visto conmocionados por escándalos que afectan a personas importantes. Y no nos debe sorprender, pues la conducta inmoral de los líderes de la sociedad es un mero reflejo de la del público en general. El primer ministro de Tailandia dijo que la corrupción de su país era “cancerosa”. Añadió que toda la sociedad sufre una enfermedad enraizada en la avaricia y la distorsión de los valores sociales.
Las personas se preguntan con todo derecho: “¿Cuáles son las causas de que la moralidad vaya a la deriva? Más importante aún, ¿qué rumbo sigue?”.
Cuando “robar no es robar”
En Columbus (Ohio, E.U.A.), la puerta trasera de un camión blindado se abrió de súbito y dos sacas llenas de dinero cayeron al suelo. Mientras unos dos millones de dólares volaban al viento y tapizaban la autopista, docenas de conductores se precipitaban desde sus automóviles para llenarse de billetes los bolsillos y carteras. Algunos conductores llamaron a otros por radio de banda ciudadana para que se unieran al saqueo.
Las peticiones oficiales y la promesa de dar un 10% de recompensa a quien devolviera el dinero se pasaron por alto casi totalmente. La mayoría optó por “el que lo encuentra se lo queda”. Solo se consiguió recuperar una parte del dinero. Un hombre llegó a justificar el robo diciendo que el dinero era “un regalo de Dios”. Este incidente no es un caso aislado. Los transeúntes han demostrado una avaricia similar cuando ha caído dinero de vehículos blindados en San Francisco (California, E.U.A.) y Toronto (Canadá).
El hecho de que personas que normalmente son honradas y rectas se rebajen a robar con tanta facilidad tiene implicaciones preocupantes. Como mínimo, indica lo distorsionados que están los conceptos populares de moralidad. Thomas Pogge, profesor adjunto de Filosofía de la Universidad de Columbia, de Nueva York, sostiene que aunque la mayoría de la gente considera que robar a una institución es tan inmoral como robarle a una persona, en cierto modo piensa que es mucho menos censurable.
Las costumbres sexuales van a la deriva
También se observa una concepción distorsionada de la moralidad en el campo de la actividad sexual. Una encuesta reciente mostraba que las personas son extremadamente tolerantes con los candidatos políticos adúlteros. Un escritor sugiere que tales votantes quizás se resistan a condenar el adulterio debido a que “están demasiado ocupados con el suyo”.
De hecho, las estadísticas recientes revelan que el 31% de todas las personas casadas de Estados Unidos ha tenido o tiene en la actualidad una aventura extramarital. La mayoría de los americanos, el 62%, “cree que no hay nada moralmente malo en hacerlo”. Las opiniones respecto al sexo premarital son igualmente permisivas. Una entrevista efectuada en 1969 mostraba que el 68% del público de Estados Unidos desaprobaba entonces el sexo premarital. Hoy lo desaprueba solo el 36%. En la década de los sesenta, aproximadamente la mitad de las mujeres entrevistadas eran vírgenes el día de su boda. Hoy tan solo lo son el 20%.
¿Qué es ético?
La falta de guía moral queda clara también en el sector de los negocios. Hace dos décadas, solo el 39% de los estudiantes de primer año entrevistados pensaban que “el éxito económico era importante o esencial”. En 1989 la cifra casi se había doblado. Queda claro, entonces, que el dinero ha llegado a dominar la mente de muchos jóvenes, con consecuencias morales alarmantes.
Cuando se entrevistó a 1.093 estudiantes de escuela secundaria, el 59% dijo que estaría dispuesto a negociar un acuerdo ilegal por valor de 10 millones de dólares, incluso a riesgo de pasar seis meses en libertad condicional. Además, el 67% declaró que inflaría una cuenta de gastos de negocios; el 66% reconoció que mentiría para conseguir un objetivo comercial. A pesar de todo, los jóvenes simplemente responden a la tendencia ética fijada por sus mayores. Cuando se preguntó a 671 directores comerciales cuál era su opinión sobre la ética en los negocios, casi la cuarta parte afirmó que la ética puede impedir el éxito en una carrera. Más de la mitad admitió haberse saltado las normas para su propio beneficio.
Con el propósito de controlar esta perturbadora tendencia, algunas facultades ofrecen cursos de ética. Pero muchas personas son escépticas en cuanto a la eficacia de tales esfuerzos. “Simplemente, no sé cómo pueden ayudar unas clases de ética —declaró un eminente hombre de negocios canadiense—. Los estudiantes con valores sanos no aprenderán nada nuevo, y los que carecen de honradez puede que solo empleen lo que aprendan para encontrar nuevos modos de ver los actos inmorales que a pesar de todo van a cometer.”
Con esta misma idea, muchos negocios han establecido códigos oficiales de ética. Sin embargo, los expertos afirman que tales códigos son simples escaparates y que rara vez se les presta alguna atención, salvo en casos de escándalos perjudiciales. Resulta irónico que una encuesta reciente revelara que las firmas con códigos de ética escritos se vieran más afectadas por la conducta poco ética que las que no los tenían.
Es evidente que en toda actividad humana la moral va a la deriva, y nadie parece saber qué rumbo sigue. Un ejecutivo dice: “Las marcas que diferenciaban lo malo de lo bueno ya no existen. Han sido destruidas poco a poco”. ¿Por qué se han desvanecido esos límites morales? ¿Qué los está reemplazando? Estas preguntas se analizarán en los artículos siguientes.
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¿Qué rumbo sigue la moralidad?¡Despertad! 1993 | 8 de agosto
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¿Qué rumbo sigue la moralidad?
LA BIBLIA fue la norma moral indiscutible de muchos países durante siglos. Aunque no todo el mundo vivía a la altura de sus elevados principios, la Biblia confería a la sociedad que la reconocía un lenguaje moral común, una piedra de toque para juzgar la conducta. Sin embargo, Joseph O’Hare, rector de una universidad jesuita, se lamentó en estos términos: “Se ha cuestionado el conjunto tradicional de valores que teníamos hasta ahora, y se le ha declarado deficiente o anticuado. Parece que ya no existe ningún tipo de límite moral”.
¿Qué hizo que la moralidad basada en la Biblia cayera en desgracia? Un factor decisivo fue la extensa aceptación de la teoría de la evolución. El libro American Values: Opposing Viewpoints (Puntos de vista opuestos sobre la escala de valores estadounidense) dice: “En toda civilización conocida, las personas han creído en dos mundos: el visible y el invisible. [...] El mundo invisible aportaba la base de los valores y su significado [...]. Era la fuente de cohesión de la sociedad. Sin embargo, hacia mediados del siglo pasado se empezó a decir a la gente que no había mundo invisible, que ni existía ni había existido nunca”. Fue en particular a partir de entonces cuando se produjeron ataques sin precedente a la Biblia y su moralidad. La denominada crítica textual de la Biblia y la publicación del libro El origen de las especies, de Darwin, fueron algunos de esos ataques filosóficos.a
Así que para muchas personas la teoría de la evolución minó la autoridad de la Biblia. Como dijo un artículo de la revista Harvard Magazine, a la Biblia se la considera hoy una simple “alegoría hermosa”. El impacto sobre la moralidad fue devastador. La teoría de la evolución se convirtió en lo que el renombrado científico Fred Hoyle llamó “un capítulo abierto a todo tipo de oportunismos”.
Desde luego, la teoría de la evolución es solo una parte del cuadro. Dos guerras mundiales alimentaron la desilusión generalizada que había con la religión. La revolución industrial produjo grandes cambios sociales y morales. Además, la rápida expansión de los medios de comunicación de masas, ha hecho posible exponer a grandes sectores de la población a costumbres morales decadentes.
¿Es todo relativo?
Poco sorprende, entonces, que muchas personas carezcan de un punto de referencia moral. Van a la deriva como un barco sin timón. Por ejemplo, muchos se suman a la corriente popular del relativismo moral, el punto de vista de que “las verdades éticas dependen de los individuos y grupos que las defienden”. Según esta filosofía, no hay verdades morales absolutas, todo es relativo. “Lo que es malo para usted, puede ser correcto para otro”, afirman los relativistas. Como su indicador moral apunta a toda dirección, están dispuestos a considerar aceptable casi cualquier tipo de conducta.
Así, un acto que antes se habría definido como “pecaminoso” o “incorrecto”, ahora es simplemente “tonto”. Puede que la acción se considere “desagradable”, pero no se condenará como “inmoral”. Evoca los tiempos del antiguo profeta Isaías, cuando había aquellos que ‘decían que lo bueno es malo y lo malo es bueno, los que ponían oscuridad por luz y luz por oscuridad’. (Isaías 5:20.)
Culpar a otros
Otra tendencia moral es culpar a otros. Adán culpó a Eva, quien, a su vez, culpó a la serpiente. En la actualidad, los criminales juegan también a eludir sus responsabilidades, y a menudo las profesiones legal y psiquiátrica los ayudan a conseguirlo. Un artículo de U.S.News & World Report reprendió a la comunidad psiquiátrica por “inventar enfermedades nuevas que presentan a los criminales como víctimas indefensas”. Por ejemplo, la Asociación Americana de Psiquiatría pensó seriamente en la posibilidad de considerar a los violadores como víctimas de una enfermedad que se denominó caprichosamente “violación parafílica”. Algunas personas pensaron que esto equivaldría a conceder permiso legal para violar con impunidad. “Las mujeres organizaron tal escándalo que rápidamente se descartó tratar la violación como un tipo de enfermedad.”
Por supuesto, es innegable que los traumas infantiles pueden tener un efecto adverso en la persona de un adulto. Pero es erróneo afirmar que el pasado excusa una conducta adulta violenta o inmoral.
Los jóvenes están sin guía moral
La confusión moral del mundo ha marcado sobre todo a jóvenes impresionables. El investigador Robert Coles, de la Universidad de Harvard, descubrió que no hay ni un solo modelo de supuestos fundamental que guíe la vida moral de los niños estadounidenses. Se guían por una diversidad de normas morales y sistemas de valores. Casi el 60% de un grupo de jóvenes en edad escolar que fueron entrevistados, dijeron guiarse por lo que les ayuda a abrirse camino o a sentirse bien.
Las escuelas a veces contribuyen a dicha confusión moral. Piense en un prestigioso programa llamado “clarificación de valores” que se introdujo hace algunos años en las escuelas de Estados Unidos. ¿Cuáles son sus principales enseñanzas? Los niños deberían sentirse libres para escoger sus propios valores morales.
El vacío moral que crea este planteamiento queda patente por la experiencia de una estudiante de una escuela de Nueva York. Esta joven decidió devolver una bolsa que se había encontrado y que contenía 1.000 dólares en efectivo. ¿Cuál fue la respuesta de sus compañeros en la clase de valores morales? Se burlaron de ella y la reprendieron por hacerlo. Lo peor fue que ni un solo profesor ni autoridad escolar alabó su conducta honrada. Un profesor excusó este silencio absoluto diciendo: “Si me erijo en juez de lo bueno y lo malo, no puedo ser su consejero”.
¿Pueden las iglesias detener la decadencia moral?
No sorprende que el lamentable estado moral del mundo haya provocado una reacción. Muchas personas reivindican ahora la vuelta a los valores tradicionales, lo que para algunos significa volver a la religión. Sin embargo, las iglesias tienen un historial muy pobre en la aportación de dirección moral. La Asamblea General de la Iglesia Presbiteriana (E.U.A.) admitió: “Nos encaramos a una crisis de proporciones e implicaciones colosales”. ¿Cuál es la naturaleza de la crisis? “Entre el 10 y el 23% del clero de todo el país ha participado en comportamiento de índole sexual o ha tenido relaciones sexuales con parroquianos, clientes, empleados, etc.”
Impera una desilusión generalizada con respecto a la religión. El presidente del U.S. Business and Industrial Council lo resumió bien con estas palabras: “Las instituciones religiosas no han conseguido transmitir sus valores históricos, y en muchos casos han llegado a ser parte del problema [moral], fomentando la teología de la liberación y las apreciaciones no críticas de la conducta humana”.
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