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  • El cambio de actitudes plantea nuevas preguntas
    ¡Despertad! 1997 | 8 de junio
    • El cambio de actitudes plantea nuevas preguntas

      “REVOLUCIÓN SEXUAL”, “sexoadicción”, “revolución moral”. Estos términos anunciaron un cambio de actitudes con relación a la sexualidad, especialmente a partir de mediados de los años sesenta. Muchos adoptaron el lema de “amor libre”, que caracterizó un estilo de vida en el que se rechazaban el matrimonio y la virginidad.

      La máxima del escritor Ernest Hemingway: “Es moral todo lo que hace que me sienta bien, e inmoral todo lo que hace que me sienta mal”, resume muy bien la actitud de los que se dejan llevar por las promesas de libertad y gratificación sexuales. La aceptación de esta filosofía justificaba las relaciones sexuales pasajeras con varias parejas para que hombre y mujer exploraran su propia sexualidad. La “gratificación” sexual no conocía límites. La píldora anticonceptiva, introducida en el mercado durante aquella misma década, contribuyó a fomentar la experimentación sexual sin inhibiciones.

      Sin embargo, aquella promiscuidad dejó como legado el sida y otras enfermedades de transmisión sexual. Las actitudes de aquella generación libertina frente al sexo sufrieron una sacudida. Hace unos años apareció en la revista Time el titular “Comportamiento sexual en los años ochenta: la revolución ha terminado”. La razón principal por la que se dijo que la revolución había terminado fue la gran proliferación de enfermedades de transmisión sexual entre muchos estadounidenses. Hasta la fecha, la cantidad total de casos de sida en todo el mundo ha alcanzado la alarmante cifra de casi treinta millones.

      El temor a las enfermedades de transmisión sexual provocó un nuevo giro en la actitud de muchos con respecto a las relaciones sexuales pasajeras. En 1992 la revista de ocio US publicó un artículo sobre una encuesta oficial y dijo: “Unas seis millones ochocientas mil mujeres solteras han efectuado cambios en su comportamiento sexual a causa del sida y otras enfermedades de transmisión sexual”. Según el artículo, el mensaje es muy claro: “Las relaciones sexuales son un asunto serio. Practíquelas por su cuenta y riesgo”.

      ¿Qué efecto han tenido estas décadas turbulentas en la actitud de la gente respecto a las relaciones sexuales? ¿Se ha aprendido algo del temerario desenfreno de los últimos decenios, caracterizado por el amor libre, y de la aleccionadora proliferación de enfermedades de transmisión sexual en los años ochenta? ¿Ha ayudado la educación sexual en las escuelas públicas a que la juventud lleve bien las riendas de su sexualidad? ¿Cuál es la mejor manera de afrontar la situación creada por el cambio actual de actitudes con respecto a la sexualidad?

  • ¿Qué factores influyen en su actitud?
    ¡Despertad! 1997 | 8 de junio
    • ¿Qué factores influyen en su actitud?

      HACE unos dos mil setecientos años, un escritor inspirado compuso este proverbio que induce a la reflexión: “Para el estúpido el ocuparse en conducta relajada es como un juego”. (Proverbios 10:23.) La veracidad de estas palabras se ha hecho particularmente patente desde que empezó la revolución sexual. Antes de que surgiera la alarma del sida, una de las actitudes que predominaban era que las relaciones sexuales habían de verse como un ‘juego en el que participar’, y que el instinto sexual tenía que satisfacerse ‘sin importar las consecuencias’. ¿Ha cambiado esta actitud? En realidad, no.

      La obsesión actual por el sexo sigue produciendo “adictos a la atracción”, ‘polígamos en serie’ y “depredadores sexuales”, que alegan que la moralidad es una cuestión personal y que el amor libre con múltiples parejas es normal. (Véase el recuadro “Comportamientos sexuales”, página 6.) Afirman que las relaciones sexuales promiscuas ‘no perjudican a nadie’ siempre y cuando se practiquen entre adultos y por consentimiento mutuo. En 1964, Ira Reiss, sociólogo de la Universidad Estatal de Iowa, calificó tal proceder de “permisividad con afecto”.

      Al parecer, el obispo anglicano de Edimburgo (Escocia) opina lo mismo, pues dijo que se nace para tener muchos amantes. En un discurso sobre la sexualidad y el cristianismo, dijo: “Cuando Dios nos hizo, sabía que nos había dotado de un impulso sexual inherente para buscar la gratificación de nuestros deseos sexuales. Nos dio genes promiscuos. Creo que no estaría bien que la Iglesia condenara a personas que han obedecido sus instintos”.

      ¿Es este un buen criterio? ¿Qué precio hay que pagar por el amor libre? ¿Proporcionan satisfacción y felicidad las relaciones sexuales pasajeras con múltiples parejas?

      La epidemia mundial de enfermedades de transmisión sexual y los millones de embarazos fuera del matrimonio, especialmente entre adolescentes, son prueba del fracaso de dicha filosofía. Según la revista Newsweek, se calcula que, tan solo en Estados Unidos, las enfermedades de transmisión sexual afectan todos los años a tres millones de adolescentes. Además, muchos de los adultos que tienen relaciones “por consentimiento mutuo” no manifiestan “cariño natural” ni sentido de responsabilidad para con la criatura no nacida que han engendrado, pues enseguida recurren al aborto. (2 Timoteo 3:3.) Tal decisión le cuesta la vida a la criatura que está por nacer, ya que se la arranca cruelmente de su madre. Y el precio que puede pagar la joven embarazada es una depresión profunda y un sentimiento de culpa que tal vez la atormente el resto de su vida.

      El doctor Patrick Dixon calculó que a mediados de los años noventa, tan solo en Gran Bretaña, el costo monetario de los efectos de la revolución sexual ascendía a la pasmosa suma de 20.000 millones de dólares anuales. En su libro The Rising Price of Love (El creciente precio del amor), el doctor Dixon llegó a esta cifra tras documentar el costo del tratamiento de enfermedades de transmisión sexual, incluido el sida; el costo de las rupturas matrimoniales; el costo que representan para la comunidad las familias monoparentales, y el costo de las terapias familiares e infantiles. Según se publicó en el diario canadiense The Globe and Mail, el doctor Dixon concluye: “Una revolución sexual que nos prometía libertad ha dejado a muchas personas esclavizadas, en un mundo destruido por el caos sexual, la tragedia, la soledad, el dolor emocional, la violencia y el abuso”.

      ¿A qué se debe la constante obsesión por el sexo, la preferencia por las relaciones pasajeras y la insistencia en el amor libre sin responsabilidades? En vista de los obvios malos resultados que ha tenido esta destructiva obsesión durante los últimos tres decenios, ¿qué la fomenta?

      La pornografía distorsiona el sexo

      Se ha dicho que la pornografía es un factor que fomenta la obsesión por el sexo. Un hombre que se confiesa “sexoadicto” escribió en el periódico The Toronto Star: “Dejé el tabaco hace cinco años, el alcohol hace dos, pero nada en la vida me ha sido tan difícil como dejar mi adicción al sexo y a la pornografía”.

      También está convencido de que los adolescentes que ven habitualmente pornografía se forman una visión distorsionada de la conducta sexual. Viven fantasías sexuales, y las relaciones reales les parecen complicadas y difíciles. Acaban aislándose y sufriendo una serie de problemas, entre los que se destaca el de no ser capaces de formar vínculos de amor duraderos.

      El mundo del espectáculo explota el sexo

      En el mundo del espectáculo es muy común la promiscuidad sexual con múltiples parejas, llegando o no a casarse, y se alardea públicamente de ello. Las escenas de relaciones sexuales degradantes y carentes de amor en la pantalla fomentan la obsesión por el sexo y dan a esta generación una visión distorsionada de la sexualidad humana. En los espectáculos se confunden muchas veces las relaciones sexuales no maritales con las relaciones íntimas lícitas entre personas que se aman. Los que idolatran a los artistas parecen incapaces de distinguir entre la lujuria y el amor, entre una aventura sexual y una relación duradera y responsable o entre la fantasía y la realidad.

      La publicidad también suele explotar el sexo como un instrumento mercadotécnico. Lo ha convertido en “un artículo impersonal destinado a atraer la atención hacia un producto”, dijo cierto terapeuta sexual. Los anunciantes han explotado el sexo y relacionado la expresión sexual con la buena vida, pero esta es otra “distorsión de la sexualidad” propia del siglo XX, como dice la revista Family Relations (Relaciones familiares).

      Los cambios sociales tuercen las actitudes

      Los cambios en el entorno social y la introducción de la píldora anticonceptiva en el mercado en 1960 transformaron la conducta sexual de millones de mujeres. La píldora les confirió una supuesta igualdad sexual con los hombres, una libertad o independencia sexual que nunca antes habían tenido. Al igual que los hombres, ahora podían experimentar con relaciones pasajeras, sin inhibiciones por temor a embarazos no deseados. Satisfechos con su liberación sexual, tanto el hombre como la mujer desplazaron la función natural de la familia y la sexualidad hasta casi el borde de la extinción.

      Un escritor bíblico del siglo primero dijo de tales personas: “Tienen ojos llenos de adulterio, y no pueden desistir del pecado [...]. Tienen un corazón entrenado en la codicia. [...] Abandonando la senda recta, han sido extraviados”. (2 Pedro 2:14, 15.)

      Educación sexual en las escuelas

      Un estudio efectuado en Estados Unidos entre unas diez mil adolescentes solteras de 15 a 17 años, reveló que “el conocimiento, medido por los cursos de educación sexual y por las nociones de control de la natalidad que ellas dicen tener”, no influyó en absoluto en el índice de embarazos de las adolescentes. No obstante, algunas escuelas públicas reaccionan a la epidemia ofreciendo preservativos gratuitos a los estudiantes, aunque dicha práctica es objeto de acalorados debates.

      Una estudiante de 17 años entrevistada por el periódico Calgary Herald dijo: “Es un hecho que la mayoría de los estudiantes de secundaria tienen relaciones sexuales [...], algunos incluso a los 12 años”.

      ¿Qué es amor y sentido de responsabilidad?

      El amor, la confianza y el preciado espíritu de familia no son la consecuencia automática ni de la atracción sexual espontánea ni de la satisfacción de los impulsos sexuales. El acto sexual por sí solo no puede crear amor verdadero. El amor y la intimidad se generan en el corazón de dos personas afectuosas que se comprometen a forjar una relación permanente.

      Las relaciones pasajeras con el tiempo dejan al individuo inseguro, solo y tal vez con una enfermedad de transmisión sexual como el sida. A los defensores del amor libre les encajan bien las palabras de 2 Pedro 2:19: “A la vez que les están prometiendo libertad, ellos mismos existen como esclavos de la corrupción. Porque cualquiera que es vencido por otro queda esclavizado por este”.

      En junio de 1995 la junta de responsabilidad social de la Iglesia Anglicana publicó un informe titulado “Algo que celebrar”. En marcado contraste con el consejo bíblico, dicha junta instó a la Iglesia, según The Toronto Star, a “suprimir la frase ‘vivir en pecado’ y a descartar su actitud condenatoria hacia los que cohabitan sin casarse”. El informe recomendaba que “las congregaciones acogieran a los que viven en concubinato, los escucharan, aprendieran de ellos, [...] para que todos pudieran descubrir la presencia de Dios en su vida”.

      ¿Cómo hubiera llamado Jesús a semejantes caudillos religiosos? Sin duda alguna: “guías ciegos”. ¿Y qué diría de los que siguen a tales guías? Él razonó: “Por eso, si un ciego guía a un ciego, ambos caerán en un hoyo”. Jesús dijo claramente, sin lugar a dudas, que entre “las cosas que contaminan al hombre” están los “adulterios” y las “fornicaciones”. (Mateo 15:14, 18-20.)

      En vista de todos estos factores que distorsionan y explotan el sexo, ¿cómo puede una persona, y en particular un joven, dejar de ser un obseso sexual? ¿Cuál es el secreto para una relación dichosa y duradera? El siguiente artículo se centra en lo que pueden hacer los padres para ayudar a sus hijos a prepararse para el futuro.

  • ¿Qué factores influyen en su actitud?
    ¡Despertad! 1997 | 8 de junio
    • Comportamientos sexuales

      Adictos a la atracción. Les encanta enamorarse; por eso pasan de un romance a otro tan pronto como la euforia del encaprichamiento se desvanece. Esta frase traduce la expresión inglesa attraction junkies, acuñada por el doctor Michael Liebowitz, del Instituto Psiquiátrico del Estado de Nueva York.

      Polígamos en serie. Los sociólogos identifican así a las personas que pasan por una sucesión de aventuras amorosas con sus correspondientes procedimientos legales de matrimonio, divorcio y nuevas nupcias.

      Depredadores sexuales. Tratan de demostrar sus proezas sexuales teniendo múltiples parejas, dice Luther Baker, profesor de relaciones familiares y terapeuta sexual diplomado. El término también se aplica actualmente a los que abusan sexualmente de niños.

  • Cómo afrontar la situación
    ¡Despertad! 1997 | 8 de junio
    • Cómo afrontar la situación

      LOS embates contra la moralidad sexual comienzan en las primeras etapas de la vida con programas de televisión, libros, revistas, películas y música que destacan el sexo. La juventud se ve empujada a adoptar los patrones de conducta sexual de los adultos sin poseer todavía la debida estabilidad emocional. Y por si la presión sexual fuera poca, algunos padres incluso permiten los noviazgos a una edad temprana. La influencia de los amigos también fomenta en los jóvenes el deseo de salir con alguien del otro sexo, y muchos de los que tienen novio o novia formal pronto bajan la guardia e inician una vida sexual activa. “Cuántas veces sucede [...] que una quinceañera que no se siente querida por sus padres [...] se funde en un abrazo sexual con su novio con la idea equivocada de encontrar amor e intimidad”, comentó Luther Baker, profesor de relaciones familiares.

      Los jóvenes tienden a vivir los años de la adolescencia como si se les estuviera acabando la vida, en lugar de verlos como una preparación para la vida. “Entusiasmados con su nueva capacidad y convencidos por los amigos de que para ser hombre hace falta un cúmulo de proezas sexuales, muchos jóvenes se convierten en depredadores sexuales” durante la adolescencia, dijo el profesor Baker. Hace unos treinta años, el historiador Arnold Toynbee se lamentó de esta traición que se perpetra contra nuestra juventud, pues, en su opinión, la historia ha demostrado que parte de la energía creativa del mundo occidental moderno proviene de la aptitud para posponer el ‘despertar de la sexualidad’ en los adolescentes a fin de permitirles concentrarse en adquirir conocimiento.

      Padres que constituyen una influencia positiva

      Los padres que no permiten que sus hijos adolescentes salgan a divertirse a solas con alguien del sexo opuesto demuestran un verdadero interés por la salud y felicidad futuras de sus hijos. Cuando los progenitores tienen normas morales elevadas y mantienen abiertas las líneas de comunicación con sus hijos, constituyen una influencia positiva en la vida de estos. Los estudios sobre el comportamiento sexual de los jóvenes indican que “dicha influencia puede motivar a los hijos a postergar las relaciones sexuales”, mencionó la revista Journal of Marriage and the Family.

      Los padres que obtienen mejores resultados son los que inculcan en sus hijos un marcado sentido de autodisciplina y responsabilidad. “Cuando los padres y sus hijos adolescentes poseen valores que enfatizan el sentido de responsabilidad, las posibilidades de que estos tengan hijos sin estar casados se reducen considerablemente”, testifica cierto estudio. Para ello hace falta que los padres se interesen por las actividades de sus hijos: que supervisen sus tareas escolares, que sepan adónde van y con quién están, que les fijen metas educativas realistas y que les impartan valores espirituales. Los hijos que crecen en este ambiente de estrecha interacción con sus padres se sienten más a gusto consigo mismos y con su sexualidad.

      El mejor consejo tanto para padres como para hijos se encuentra en las sabias palabras de la Biblia. A los padres de la nación de Israel se les mandó que comunicaran a sus hijos elevados valores morales. Jehová les formuló esta pregunta: “¿Qué gran nación hay que tenga disposiciones reglamentarias y decisiones judiciales justas como toda esta ley que estoy poniendo delante de ustedes hoy?”. Estas “disposiciones reglamentarias” eran las que tenían que enseñar a sus hijos en el calor y la intimidad del entorno familiar. “Tienes que inculcarlas en tu hijo y hablar de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino y cuando te acuestes y cuando te levantes.” A los hijos se les dio la siguiente admonición: “Observa [...] el mandamiento de tu padre, y no abandones la ley de tu madre”. La comunicación y la instrucción íntima y afectuosa por parte del padre y de la madre ayudaría a los hijos a desarrollar una actitud equilibrada con relación a la vida y a la sexualidad, la cual ‘vigilaría’ al joven a lo largo de toda su vida. (Deuteronomio 4:8; 6:7; Proverbios 6:20, 22.)

      Jóvenes, ¿por qué arruinar su futuro cediendo a los impulsos sexuales? Los años de la adolescencia son aproximadamente siete. Deberían utilizarlos para madurar mental, emocional y espiritualmente, y para cultivar una actitud equilibrada tocante a la sexualidad, en preparación para los siguientes cincuenta o sesenta años de su vida. Padres, tomen en serio la responsabilidad que Dios les ha impuesto, y protejan a sus hijos del sufrimiento de corazón que ocasionan las enfermedades de transmisión sexual y los embarazos no deseados. (Eclesiastés 11:10.) Permitan que sus hijos vean en ustedes cómo el amor y la consideración ayudan a entablar relaciones duraderas con otras personas.

      Cómo salir airosos de la situación

      No permitan que la obsesión que reina hoy día por el sexo distorsione su modo de ver la vida y arruine su oportunidad de gozar de un futuro satisfaciente y feliz. Mediten en los muchos ejemplos de relaciones humanas que hay en la Biblia. Pueden estar seguros de que la vida y el amor continúan teniendo fuerza y sentido mucho después de la adolescencia. Reconocer este hecho, teniendo presente la voluntad divina para los hombres y mujeres cristianos, es el fundamento para una unión verdaderamente íntima y duradera entre dos personas enamoradas.

      Cuando examinen algunas parejas bíblicas como Jacob y Raquel, Boaz y Rut, y el pastor y la doncella sulamita, percibirán un elemento de atracción sexual en sus relaciones. Sin embargo, al leer detenidamente los capítulos 28 y 29 de Génesis, el libro de Rut y El Cantar de los Cantares, observarán que hay otros elementos importantes que enriquecen estas relaciones.a

      Acepten las provisiones de Jehová para la vida

      Jehová, el Creador del hombre, comprende la sexualidad humana y los impulsos que la acompañan. Él nos ha creado amorosamente a su imagen, no con “genes promiscuos”, sino con la capacidad de controlar nuestras emociones de acuerdo con la voluntad divina. “Esto es la voluntad de Dios: [...] que se abstengan de la fornicación; que cada uno de ustedes sepa tomar posesión de su propio vaso en santificación y honra, no en codicioso apetito sexual tal como el que también tienen las naciones que no conocen a Dios; que nadie llegue al punto de perjudicar y abuse de los derechos de su hermano en este asunto.” (1 Tesalonicenses 4:3-6.)

      Los testigos de Jehová viven de acuerdo con estas pautas en todo el mundo. Respetan las elevadas normas de Dios para los hombres y mujeres cristianos. A los hombres mayores se les trata como a padres, “a los de menos edad como a hermanos, a las mujeres de más edad como a madres, a las de menos edad como a hermanas, con toda castidad”. (1 Timoteo 5:1, 2.) ¡Qué ambiente tan sano para que los jóvenes crezcan hasta convertirse en hombres y mujeres, sin la presión de un noviazgo o matrimonio prematuro o de una enfermedad de transmisión sexual! La familia cristiana practicante, fortalecida por la congregación cristiana, constituye un refugio seguro en un mundo enloquecido por el sexo.

      Al aplicar los principios bíblicos en su vida, los jóvenes cristianos se mantienen libres de la obsesión por el sexo y hallan deleite en prestar atención a la admonición que se da en la Palabra de Dios: “Regocíjate, joven, en tu juventud, y hágate bien tu corazón en los días de tu mocedad, y anda en los caminos de tu corazón y en las cosas vistas por tus ojos. Pero sabe que debido a todas estas el Dios verdadero te traerá a juicio. Por eso, quita de tu corazón la irritación, y evita a tu carne la calamidad; pues la juventud y la flor de la vida son vanidad”. (Eclesiastés 11:9, 10.)

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