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El milagro de la sabiduría instintiva¡Despertad! 2007 | julio
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Superior al instinto
El hombre, corona de la creación de Dios, no actúa primariamente por instinto. Al contrario, posee libre albedrío, además de una conciencia y la capacidad de amar (Génesis 1:27; 1 Juan 4:8). Gracias a estas dádivas puede tomar decisiones justas y morales, que en ciertas ocasiones ponen de manifiesto un amor y una abnegación extraordinarios.
Desde luego, el comportamiento y la actitud de un individuo dependen en gran medida de los preceptos morales y valores espirituales que le hayan inculcado o no de niño. Por ello, la gente difiere en su percepción de lo que es bueno o malo, aceptable o inaceptable. A su vez, estas diferencias pueden originar malentendidos, intolerancia y hasta odios, sobre todo cuando factores como la cultura, el nacionalismo y la religión ejercen una poderosa influencia.
Si todos nos rigiéramos por un único conjunto de normas morales y verdades espirituales, del mismo modo que todos estamos sujetos a un único conjunto de leyes físicas en el universo, ¡qué distinto sería el mundo! Ahora bien, ¿hay alguien con la capacidad y los conocimientos necesarios para establecer normas de carácter universal? Y si lo hay, ¿tendrá la voluntad de hacerlo? Examinaremos estas preguntas en los siguientes artículos.
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Guía superior al instinto¡Despertad! 2007 | julio
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Guía superior al instinto
“Si la moralidad personal se reduce simplemente a un asunto de libre elección, sin que existan principios con que juzgar la cualidad moral de lo que se elige, entonces será inevitable utilizar la ley para llenar el vacío moral resultante.”—DANIEL CALLAHAN.
POR desgracia, los temores del doctor Callahan se han hecho realidad, pues el creciente vacío moral que existe en muchas partes del mundo ha obligado a los gobiernos a dictar numerosas leyes para frenar el delito. Durante la primera Cumbre de Madres Nigerianas, el presidente de Nigeria expresó su gran preocupación por el futuro del país. No pensaba en la política ni la pobreza, sino en “un problema de mayores dimensiones”: la “erosión general de los valores fundamentales en el seno de la familia, el trabajo, la comunidad y la nación”.
Un sondeo realizado en Gran Bretaña entre 1.736 madres señaló que “la familia tradicional está desapareciendo por el desplome de los valores morales y el aumento de madres y padres solteros”. En China, la moralidad también va en picada. La gente inicia su vida sexual a una edad más temprana y con más parejas que nunca, según la revista Time. “Es mi vida, y puedo hacer lo que me venga en gana”, dijo una joven china que presumía de haber tenido más de cien parejas sexuales.
La erosión moral ha afectado asimismo a quienes ostentan el poder. “La gente ya no ve a sus líderes como dechados de moralidad”, escribió Javed Akbar en el periódico canadiense Toronto Star, y añadió que muchos políticos, altos ejecutivos y hasta clérigos “parecen carecer de la debida fibra moral”.
¿A qué obedece el derrumbe?
Son varios los factores que contribuyen al declive. Uno de ellos es el espíritu generalizado de rebelión contra los valores tradicionales. Por ejemplo, en una encuesta hecha en el sur de Estados Unidos, la mayoría de los universitarios dijeron que “el bien y el mal son un asunto de opinión personal”.
El politólogo Zbigniew Brzezinski mencionó otro factor cuando escribió que la sociedad actual “se centra principalmente en la satisfacción inmediata de los deseos individuales en un ambiente en el que el hedonismo individual y colectivo es la fuerza motriz de la conducta”.a Puede que la autonomía moral, la codicia y la gratificación personal tengan su atractivo, pero ¿producen verdadera felicidad, satisfacción y buenas relaciones?
“La sabiduría queda probada justa por sus obras”, afirmó Jesús (Mateo 11:19). ¿Ha generado el desplome de los valores más felicidad y un mayor sentido de seguridad? Piense en las consecuencias que ha traído: más desconfianza, inseguridad, relaciones rotas, hijos criados en hogares monoparentales, una epidemia de enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados, drogadicción y violencia. Es obvio que estas realidades no son sinónimo de satisfacción y éxito, sino más bien de dolor y fracaso (Gálatas 6:7, 8).
Al ver problemas similares, Jeremías, un profeta de Dios, hizo la siguiente observación inspirada: “Bien sé yo, oh Jehová, que al hombre terrestre no le pertenece su camino. No pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso” (Jeremías 10:23). En efecto, Dios no nos creó para que determináramos lo que es bueno y lo que es malo sin contar con él. Lo que a nuestro juicio puede parecer bueno, tal vez resulte muy nocivo. “Existe un camino que es recto ante el hombre, pero los caminos de la muerte son su fin después”, advierte la Biblia en Proverbios 14:12.
Un enemigo interno
¿Cuál es una razón por la que los humanos precisamos orientación moral? Que nuestro corazón es engañoso. “El corazón es más traicionero que cualquier otra cosa, y es desesperado. ¿Quién puede conocerlo?”, sentencia Jeremías 17:9. ¿Confiaría usted en alguien que actuara traicionera y desesperadamente? ¡Claro que no! Y, sin embargo, nuestro corazón puede manifestar esas mismas características. De ahí que Dios nos advierta con firmeza y amor a la vez: “El que confía en su propio corazón es estúpido, pero el que anda con sabiduría es el que escapará” (Proverbios 28:26).
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