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Página 2¡Despertad! 1989 | 22 de marzo
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El mundo ha rechazado de muchas maneras los valores auténticos. ¿Hace usted lo mismo? ¿Rechaza los valores que han demostrado ser provechosos a lo largo de los siglos como si fueran basura? ¿O es usted sensato y reserva el cubo de la basura para lo que su nombre indica, permitiendo que los verdaderos valores rijan su vida?
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¿Qué ha sucedido con los valores?¡Despertad! 1989 | 22 de marzo
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¿Qué ha sucedido con los valores?
En un discurso pronunciado en 1948 con motivo del día del Armisticio, el general Omar N. Bradley dijo: “Tenemos demasiados hombres de ciencia y muy pocos hombres de Dios. Hemos captado el misterio del átomo y hemos rechazado el Sermón del Monte. [...] El nuestro es un mundo de gigantes en el campo nuclear y enanos en el campo de la ética. Sabemos más de la guerra que de la paz, de matar que de vivir”. También dijo: “La humanidad está en peligro de verse entrampada en este mundo debido a su inmadurez moral”.
HUBO un tiempo en el que existían valores tradicionales basados en los principios bíblicos; pero ya no es así. Ahora se considera que esos valores están pasados de moda y son puestos a un lado. Están en boga nuevos estilos de vida. La “verdad” es relativa. El concepto del bien y del mal ya no existe. No hay que emitir juicios. Cada uno tiene su propio conjunto de valores, decide lo que a su juicio está bien y va a lo suyo. Se disculpa la fornicación. Se disculpa el adulterio. Se disculpa el divorcio. Se disculpa el descuidar a los niños. Y a nadie se le reprochan las consecuencias: la creciente cantidad de adolescentes embarazadas, los millones de abortos, el elevado número de niños con la vida destrozada. Así que, como no se comete ninguna falta y a nadie se le reprocha nada, no existe ningún sentimiento de culpabilidad. El mundo ha repudiado los verdaderos valores como si fueran basura.
La primera pareja humana decidió determinar por sí misma lo que estaba bien y lo que estaba mal. (Génesis 2:17; 3:5.) Hoy día, millones de personas han adoptado el criterio de que el bien y el mal no existen. Impulsadas por el deseo de hacer lo que les plazca, echan a un lado los valores tradicionales y exclaman: “¡Por fin somos libres! ¡Todo es admisible!”. Sin embargo, de lo que están libres es de las restricciones, no de los ayes que vienen después.
En una prestigiosa revista apareció el siguiente titular: “¿Una nación de mentirosos?”, y a continuación se resaltaron las siguientes frases: “Funcionarios gubernamentales fingen ser lo que no son. Científicos falsifican sus investigaciones. Trabajadores modifican sus credenciales profesionales para conseguir empleos. ¿Qué es lo que ocurre? Como teme un número cada vez mayor de críticos sociales, la respuesta es que el concepto básico de honradez está decayendo de forma alarmante”.
Otra importante revista publica una serie de artículos sobre la ética en los que aparecen desconcertantes noticias relativas a negocios marcados por el escándalo, actos que socavan la confianza popular y transgresiones que manifiestan todo el espectro de las debilidades humanas. Se admite que se cometen faltas, pero no faltas graves, y nada tan execrable que pueda ser considerado un pecado.
Dicha serie de artículos termina con las siguientes palabras: “Si los americanos desean conseguir una ética verdaderamente equilibrada, puede que necesiten reexaminar los valores que de manera tan seductora exhibe ante ellos la sociedad: un empleo importante, poder político, atractivo sexual, un apartamento de lujo o una casa en un terreno situado a las orillas de un lago, una magnífica operación en la bolsa. El verdadero desafío estribaría en redefinir los anhelos para que repercutan no solo en el bien de uno mismo, sino también en el de la sociedad, de modo que se establezca un solo conjunto de normas éticas que al mismo tiempo que consigue unos fines justos, encauce también los medios para conseguir dichos fines”.
En el periódico The New York Times apareció el siguiente titular: “Funcionarios públicos de todo el estado aceptaron ciento cinco de los ciento seis sobornos que les ofrecieron, dice el FBI”. ¿Significa esto que el soborno número 106 le fue ofrecido a un hombre honrado? No, “él opinó que la cantidad que le ofrecían no era suficiente”.
Matthew Troy, anterior concejal y líder del partido democrático del barrio de Queens (Nueva York), habló a una clase de universitarios sobre el tema: “La corrupción e integridad en el gobierno”, y dijo que los sobornos son una cosa común. Los votos del Parlamento estatal se trocan por judicaturas. “El precio habitual de una judicatura en el Tribunal Supremo del estado era de 75.000 dólares, mientras que los cargos en tribunales inferiores oscilaban alrededor de los 35.000 dólares.”
El novelista James A. Michener pone de relieve una serie de actividades dudosas: oportunistas de las finanzas meten grandes cantidades de dinero de otros en su propio bolsillo; traficantes de información confidencial provocan escándalos; greenmailers (revendedores con plusvalías) procuran apoderarse de empresas; movimientos religiosos van descaradamente a la búsqueda de dinero; terroristas menoscaban el buen funcionamiento de la sociedad; políticos arruinan parques nacionales y consienten desastres ecológicos; una administración vende armas a un enemigo declarado y luego encauza ilegalmente las ganancias hacia una revolución en América Central; además de todo esto, el SIDA aterroriza a las masas.
Michener llegó a la siguiente conclusión: “En vista de las muchas cosas desagradables que han salido a la luz, la década de los ochenta tendrá que ser recordada como la Década Deplorable”. Y todo debido a una sencilla tendencia: se han repudiado los valores verdaderos.
Cuando era ministro de Educación de Estados Unidos, William J. Bennett criticó el hecho de que no se enseñasen valores morales en las escuelas, y detalló algunos problemas a los que se enfrentan los adolescentes por causa de esta falta de orientación:
“Alrededor del cuarenta por ciento de las jóvenes que hoy tienen catorce años quedarán embarazadas por lo menos una vez antes de cumplir los veinte, y más de la mitad de esos nacimientos serán ilegítimos.
”El suicidio entre adolescentes ha llegado a niveles exorbitantes y ocupa el segundo lugar entre las principales causas de defunción de adolescentes.
”Estados Unidos es el país del mundo industrializado que tiene un mayor porcentaje de jóvenes consumidores de drogas.
”¿Pueden ‘resolver’ estos problemas nuestras escuelas? No. ¿Pueden ayudar? Sí. ¿Están haciendo todo lo posible por ayudar? No.
”¿Por qué? En parte, porque son reacias a orientar sus esfuerzos hacia una de las principales metas de la educación: la educación moral. Puede ilustrar esto un artículo reciente en el que se citan las palabras de varios educadores de la zona de Nueva York que proclaman que ‘ellos deliberadamente evitan decir a los estudiantes lo que está bien o lo que está mal desde un punto de vista ético’.
”El artículo menciona una sesión concreta de asesoramiento en la que estaban presentes quince estudiantes de edades comprendidas entre los dieciséis y los dieciocho años. Durante la sesión, los estudiantes llegaron a la conclusión de que una compañera había sido tonta por devolver 1.000 dólares que se había encontrado en la escuela dentro de una cartera.” El consejero explicó la razón por la que no había juzgado aquella conclusión: “Si introduzco el concepto de lo que está bien y lo que está mal, entonces no soy su consejero”.
Bennett comentó lo siguiente: “Hubo un tiempo en que los consejeros ofrecían consejo. Asesoraban a los estudiantes sobre muchas cosas, y entre ellas, sobre lo que está bien y lo que está mal”.
El fracaso de los hogares, las escuelas y las iglesias
En lo que se refiere a enseñar valores, el hogar se está convirtiendo rápidamente en un erial. La desintegración familiar convierte al hogar en una escuela deficiente: familias en las que tanto el padre como la madre trabajan fuera de casa; divorcios; familias que solo cuentan con uno de los padres, quien, además, trabaja fuera de casa; niños dejados al cargo de una “canguro” (persona contratada para cuidar niños en ausencia de sus padres), en la guardería o hasta solos en casa con la única compañía de la televisión, en la que ven programas que fomentan el sexo por puro placer y enseñan que la violencia es el modo de solucionar los problemas. Norman Podhoretz, columnista que escribe para varios periódicos, comenta sobre los resultados de dicho fracaso: “Uno de los efectos es el incremento del comportamiento delictivo: aumenta el consumo de drogas y de alcohol; aumentan los embarazos entre adolescentes, los abortos y las enfermedades venéreas; aumenta el índice de mortalidad juvenil por causas violentas (homicidio, accidentes de tráfico, suicidio). Lo único que parece haber disminuido es el éxito en los estudios”.
Podhoretz continúa: “Dos sociólogos encuentran datos innegables para lo que todos sabemos con simplemente echar un vistazo a nuestro alrededor. Cada vez encuentran a más personas para quienes la realización de sus propias ambiciones tiene prioridad sobre todos los demás valores. Cada vez encuentran a menos personas que sean partidarias de sacrificarse o de sacrificar su conveniencia personal a favor de las necesidades y demandas de sus hijos. Dos terceras partes de todos los padres americanos —una cifra asombrosa— opina que ‘los padres deberían tener la libertad de vivir su propia vida aunque eso signifique pasar menos tiempo con sus hijos’”.
Cuando era decano de instrucción de la universidad estatal de Fort Hays (Kansas, E.U.A.), John D. Garwood comentó lo siguiente sobre la pérdida de los verdaderos valores: “El fracaso de nuestros hogares, escuelas e iglesias a la hora de transmitir un sistema de valores sólido y duradero a las personas sobre las que ejercen influencia, ha producido muchos de los problemas que padecemos hoy día. El famoso historiador británico Arnold Toynbee ve en el mundo occidental de nuestros días cada vez menos honradez, falta de metas nacionales y un desastroso énfasis en lo material, menos sentido de orgullo por el trabajo bien hecho, un afán por un elevado nivel de consumo en el que se resalta la gratificación personal. Ve en los estilos de vida de nuestra nación muchos de los factores que condujeron a la caída del Imperio romano”.
Debido a haber rechazado los valores auténticos, el mundo se ha encontrado en una inútil carrera en pos de más y más cosas materiales. El hombre, rico en posesiones pero pobre de espíritu, se ha quedado tambaleando y sin rumbo. La única salida que tiene es regresar a la fuente de los verdaderos valores.
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El origen de los valores¡Despertad! 1989 | 22 de marzo
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El origen de los valores
TODAS las sociedades tienen un código moral. Todos los pueblos, quieran admitirlo o no, sienten la necesidad de contar con una fuerza suprema que los guíe. Como algo connatural a su naturaleza, adoran o sirven a un poder superior, que puede ser el Sol, la Luna, una estrella, una montaña, un río, un animal, un hombre o una organización. Su código moral quizás esté registrado en uno de los muchos escritos sagrados que tienen las diferentes culturas. Esta necesidad se observa en gente de todas partes; es innata en el hombre.
Según el prominente psiquiatra C. G. Jung, la “religión es una actitud innata típica del hombre, y encontramos manifestaciones de esta actitud durante toda la historia humana”. El famoso científico Fred Hoyle escribió sobre “el código moral vigente en todas las sociedades humanas”, y añadió: “Sería fácil elaborar una bien tramada argumentación para demostrar que el sentido moral persiste en el hombre, a pesar de todas las tentaciones [y persecuciones] que se le presentan constantemente en sentido contrario”.
La Biblia, el libro sagrado más conocido y de mayor tirada, reconoce la existencia de este sentido moral inherente en el hombre. En Romanos 2:14, 15 dice: “Porque siempre que los de las naciones que no tienen ley hacen por naturaleza las cosas de la ley, estos, aunque no tienen ley, son una ley para sí mismos. Son los mismísimos que demuestran que la sustancia de la ley está escrita en sus corazones, mientras su conciencia da testimonio con ellos y, entre sus propios pensamientos, están siendo acusados o hasta excusados”.
Hoyle considera que la evolución “es un capítulo abierto a todo tipo de oportunismos”, y sigue diciendo: “Sinceramente, me obsesiona la idea de que las concepciones nihilistas —que la llamada opinión cualificada prefirió adoptar tras la publicación de El origen de las especies— comprometieron a la humanidad en una vía de autodestrucción automática. Se puso una bomba de relojería. [...] Son muchas las personas que hoy advierten graves desajustes en la sociedad, pero por desgracia disipan sus energías protestando contra un asunto inconsecuente tras otro”.
La inteligencia que hay detrás del origen de la vida
Entonces, con precisión matemática, Hoyle pasa a mostrar que las posibilidades de que la vida en la Tierra se haya originado al azar son nulas. Según él, los científicos ortodoxos se han apartado de la idea de una fuerza creadora por causa de “los excesos religiosos del pasado”. No obstante, él cree que la vida fue creada por alguna fuerza inteligente que hay en el espacio. Opina que lo que fue imposible en la Tierra, fue posible en el espacio exterior, pero sigue dando por sentado que aun allí hubo envuelta alguna clase de inteligencia. Hasta la forma de vida más simple, una bacteria, es tan asombrosamente compleja, que se requirió inteligencia para que viniese a la existencia; pero no es capaz de llamar a dicha inteligencia Dios.
Otros que “advierten graves desajustes en la sociedad” no son tan reacios a hacerlo. Uno de ellos es Jung, el psiquiatra del que ya citamos anteriormente. Él dice: “La persona que no está anclada a Dios no puede oponer resistencia con sus propios recursos a las lisonjas físicas y morales del mundo. Por eso necesita la evidencia de la experiencia interna y trascendente, la única que puede protegerle de la inmersión, de otro modo inevitable, en la masa de gente”.
Francis T. Murphy, juez presidente de la Sala de Apelación, dice que el hombre moderno “no conoce el significado primario de su vida y duda que tenga algún significado. Sean cuales fueren sus ambiciones morales, en realidad lo que ha hecho ha sido echar a Dios de su vida, de su oficina, de su hogar. Por consiguiente, carece de núcleo moral”. Howard Cosell, personalidad del mundo de los deportes, expresó esta misma opinión al tratar el problema del consumo de drogas por parte de los atletas. Dijo: “Ya no existe un núcleo moral definible en América [...], y ese es un problema para toda su cultura”.
Una columnista de varios periódicos llamada Georgie Anne Geyer dice que “es imposible que una comunidad o una nación sean morales si no se tiene fe en Dios, porque, entonces, todo se reduce rápidamente al ‘yo’, y el ‘yo’ por sí solo no tiene sentido. [...] Cuando el ‘yo’ se convierte en la regla para medir todas las cosas, pasando por alto a Dios, la Iglesia, la familia y las normas aceptadas del comportamiento humano civil y cívico, tenemos problemas”.
Alexander Solzhenitsin dijo que si se le pidiese que definiera en pocas palabras la característica principal del siglo XX, diría: “Los hombres se han olvidado de Dios”. Y añadió: “Todo el siglo XX está siendo absorbido por la vorágine del ateísmo y la autodestrucción. [...] Todos los intentos por hallar una salida a la difícil situación en la que se encuentra el mundo de hoy son infructuosos, a menos que orientemos nuestra conciencia, arrepentidos, al Creador de todos. Sin esto, no se iluminará ninguna salida, y la buscaremos en vano”.
Desde el mismo principio, el hombre ha tratado de hacer las cosas a su manera, ha querido decidir por sí mismo lo que está bien y lo que está mal. Actualmente, la tendencia moderna es la de que cada uno vaya a lo suyo: no existe el concepto del bien y del mal. La historia ha registrado las horrendas consecuencias de seguir cualquiera de esos dos caminos, y ha demostrado que el hombre no está capacitado para dirigir sus pasos. “Hay camino que parece recto a los ojos del hombre, pero su final es camino de muerte.” (Proverbios 14:12, Franquesa y Solé; Jeremías 10:23.) Jehová Dios hizo al hombre, lo conoce bien y ha dejado unas pautas para que pueda alcanzar la felicidad: “Tu palabra es una lámpara para mi pie, y una luz para mi vereda”. (Salmo 119:105.) Su Palabra, la Biblia, indica cuáles son los verdaderos valores que pueden resultar en bendición para el hombre. En el recuadro adjunto se relacionan algunos ejemplos de lo que se debe y no se debe hacer.
[Recuadro en la página 7]
VALORES QUE DEBEN REGIR SU VIDA
▸ Ame a Jehová Dios con todo su corazón, mente, alma y fuerzas.
▸ Ame al prójimo como a sí mismo.
▸ Haga a otros lo que quiera que le hagan a usted.
▸ Siga el ejemplo de Jesús como su Dechado.
▸ Perdone a otros como quiera ser perdonado.
▸ Honre a su padre y a su madre.
▸ Dé honra y prioridad a los demás.
▸ Sea fiel en todos sus tratos.
▸ Procure la paz con todos.
▸ Esfuércese por mostrar apacibilidad, bondad, autodominio.
▸ No devuelva mal por mal a nadie.
▸ Venza el mal con el bien.
▸ No adore a dioses falsos.
▸ No se incline ante imágenes.
▸ No asesine.
▸ No hurte.
▸ No dé falso testimonio.
▸ No tome el nombre de Dios en vano.
▸ No codicie los bienes ajenos.
▸ No permita que se ponga el Sol estando encolerizado.
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¿Cuáles son los valores que rigen su vida?¡Despertad! 1989 | 22 de marzo
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¿Cuáles son los valores que rigen su vida?
ANTES de responder a esta pregunta, probablemente necesite meditar en esta otra cuestión: ¿qué espera usted de la vida? ¿Riquezas, fama, emociones, aventuras apasionantes, satisfacción sexual? ¿O es su objetivo ganarse la reputación de ser una persona honrada, caritativa, compasiva, servicial y espiritual? Tanto en un caso como en otro, la siguiente regla bíblica será cierta: ‘Lo que usted esté sembrando, esto también segará’. (Gálatas 6:7.)
Si rechaza los verdaderos valores, debe estar dispuesto a aceptar las consecuencias. Paul R. Huot, juez de un alto tribunal de Estados Unidos, indica cuáles son algunas de esas consecuencias. Al comentar sobre la falta de respeto por la ley, el decoro social y la disciplina, dijo: “Las cosas ya han dejado de ser blancas o negras; ahora todo es gris. Hemos perdido los buenos modales. Hemos perdido la cortesía. Hemos perdido la decencia. Cada vez son menos las personas que reconocen la diferencia entre el bien y el mal. Hoy día ya no se considera pecado violar la ley, sino ser descubierto”.
Puesto que el conocimiento crece y el poder aumenta, se hace aún más necesario disponer de normas morales que rijan el uso de dicho conocimiento y poder. (Proverbios 24:5.) Es lamentable, pero este aumento de conocimiento y poder ha venido acompañado de un desplome moral. Con relación a esto, el historiador Arnold Toynbee comentó: “Resulta trágico pensar que aunque hemos tenido mucho éxito en el campo tecnológico, nuestro registro de fracasos morales es casi inmensurable. [...] Si la brecha moral sigue ensanchándose, preveo un tiempo en el que el ciudadano medio irá por la calle con bombas atómicas de bolsillo”.
La tendencia actual es la de devaluar los verdaderos valores y relegar el pecado al olvido. Es la misma actitud que manifiesta la adúltera de Proverbios 30:20: “Aquí está el camino de la mujer adúltera: ha comido y se ha limpiado la boca y ha dicho: ‘No he cometido mal alguno’”. Pero el pecado todavía está con nosotros, y ahora más fuerte que nunca, solo que actúa bajo los seudónimos de la amplitud de miras, la libertad, el relativismo, el esclarecimiento de los valores, la actitud de no juzgar a los demás: todo ello resumido en el concepto de “la nueva moralidad”.
Hacen que lo que está mal parezca que está bien
En realidad, la situación no ha cambiado mucho desde el tiempo de Isaías. Sus palabras siguen siendo válidas: “¡Ay de los que dicen que lo bueno es malo y lo malo es bueno, los que ponen oscuridad por luz y luz por oscuridad, los que ponen amargo por dulce y dulce por amargo!”. (Isaías 5:20.) Para dar a lo malo una apariencia de bueno, modifican la escala del termómetro, de modo que, aunque haya fiebre, parezca que la temperatura es normal.
¿Cuáles son los valores que resultan en mayor beneficio? ¿Cuáles son los que le hacen feliz, le proporcionan amigos leales y contribuyen a su propia paz y contentamiento interior? ¿Desea ganarse la reputación de ser una persona honrada, veraz y que se interesa por los demás? ¿Quiere granjearse las simpatías, el respeto y el amor de otros? ¿O valora más el poseer una inmensa cantidad de bienes, el saborear el poder que viene con las riquezas? ¿Es la satisfacción de los deseos carnales de suprema importancia para usted? ¿Considera vital el concentrarse en la realización de sus ambiciones particulares?
Las relaciones sexuales ilícitas están muy extendidas, tanto, que hasta gozan de la aprobación de los medios de información y de la sociedad en general. Pero ¡qué destructivas son para el matrimonio, la familia y el bienestar de los hijos! De esta permisividad sexual se derivan los indecentes extremos a los que han llegado las contranaturales perversiones homosexuales, perversiones muy difundidas hoy día y toleradas, e incluso aprobadas, por algunas de las principales religiones de la cristiandad. Con relación a tales prácticas, la Palabra de Dios formula una pregunta que ella misma responde: “¿Se avergüenzan cuando cometen abominaciones? Ni se avergüenzan ni conocen el sonrojo”. (Jeremías 6:15, Nueva Biblia Española, edición Latinoamericana.)
Jesús hizo hincapié en la necesidad espiritual que tenemos los humanos cuando dijo: “Felices son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual, puesto que a ellos pertenece el reino de los cielos”. (Mateo 5:3.) Pero muchas personas dejan a un lado esta necesidad como si fuese de poco valor y no hacen nada para satisfacerla; sin embargo, las vidas que están desprovistas del factor espiritual terminan siendo superficiales. Aunque se consigan muchos logros mundanos, tales vidas siguen siendo superficiales y no gozan de verdadera felicidad y contentamiento de espíritu. Además, lamentablemente, los que tienen conciencia de esta necesidad y procuran su satisfacción en las iglesias de la cristiandad salen vacíos, pues en la cristiandad lo que hay es, como predijo el profeta Amós, “un hambre, no de pan, y una sed, no de agua, sino de oír las palabras de Jehová”. (Amós 8:11.)
Por otra parte, a muchos de los que asisten a las iglesias no les apetece la enseñanza espiritual saludable, sino que, ‘de acuerdo con sus propios deseos, acumulan para sí mismos maestros para que les regalen los oídos; y apartan sus oídos de la verdad, puesto que son desviados a cuentos falsos’. (2 Timoteo 4:3, 4.) Tanto el clero como los legos opinan lo mismo que sus semejantes del día de Isaías, quienes decían a los que veían la necesidad espiritual: “‘No deben ver’, y a los que tienen visiones: ‘No deben ver en visiones para nosotros cosas de derechura. Háblennos cosas melosas; vean en visiones cosas engañosas. Apártense del camino; desvíense de la senda. Hagan cesar al Santo de Israel simplemente a causa de nosotros’”. (Isaías 30:10, 11.)
Hay que tener profundamente arraigados los valores piadosos. Si usted ha decidido reflejar en su vida los verdaderos valores recomendados por Dios, encontrará que en su Palabra se delinea lo que debe hacer: “Desnúdense de la vieja personalidad con sus prácticas, y vístanse de la nueva personalidad, que mediante conocimiento exacto va haciéndose nueva según la imagen de Aquel que la ha creado”. (Colosenses 3:9, 10.)
Sin embargo, quizás usted no esté convencido de que la Biblia sea la Palabra de Dios. Es posible que se haya visto defraudado por doctrinas como la del tormento eterno de almas inmortales en un infierno de fuego, por el hecho de que la alta crítica juzgue la Biblia como un simple mito o por la conducta beata, ávida e hipócrita de predicadores que falsamente afirman representarla.
Si usted investiga personalmente, verá que “el salario que el pecado paga es muerte”, no tormento de fuego; que la arqueología moderna confirma que el registro bíblico es históricamente exacto, no un mito; que muchos clérigos de la cristiandad son como los clérigos falsos de tiempos bíblicos, no como los profetas y apóstoles fieles de aquellos días. (Romanos 6:23; Mateo, capítulos 5–7, 23.)
La Biblia es la fuente de los verdaderos valores. Si rige su vida de acuerdo con dichos valores, obtendrá la aprobación de Dios y podrá alcanzar la vida eterna en un nuevo mundo de justicia, donde Dios “limpiará toda lágrima de sus ojos [de la humanidad], y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado”. (Revelación 21:4; Juan 17:3.)
Por consiguiente, deje que los verdaderos valores, realzados por la Palabra de Dios, rijan su vida, de modo que así pueda beneficiarse a sí mismo: “Yo, Jehová, soy tu Dios, Aquel que te enseña para que te beneficies a ti mismo, Aquel que te hace pisar en el camino en que debes andar. ¡Oh, si realmente prestaras atención a mis mandamientos! Entonces tu paz llegaría a ser justamente como un río, y tu justicia como las olas del mar”. (Isaías 48:17, 18.)
[Fotografía en la página 9]
Paz como un río
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