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Moisés: ¿realidad o leyenda?¡Despertad! 2004 | 8 de abril
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Moisés: ¿realidad o leyenda?
MOISÉS vio amenazada su vida nada más nacer. Descendía de un grupo de familias nómadas que, huyendo del hambre, se habían asentado en Egipto junto con su padre, Jacob (también conocido como Israel), y quienes por décadas habían convivido en paz con los naturales del país. Pero la situación dio un giro espantoso. Según una respetada crónica, “se levantó sobre Egipto un rey nuevo [...]. Y procedió a decir a su pueblo: ‘¡Miren! El pueblo de los hijos de Israel es más numeroso y poderoso que nosotros. ¡Vamos! Tratemos astutamente con ellos, por temor de que se multipliquen’”. ¿Cuál era el plan? Para controlarlos, los convirtió en “esclavos bajo tiranía” y mandó a las parteras hebreas que, cuando asistieran en los alumbramientos, mataran a todo varón que naciera (Éxodo 1:8-10, 13, 14). Sin embargo, ellas fueron valientes y se negaron a obedecer tales órdenes. Al ver que no había logrado frenar el crecimiento demográfico de los israelitas, el monarca promulgó el siguiente decreto: “Todo hijo recién nacido lo han de arrojar al río Nilo” (Éxodo 1:22).
Pues bien, unos padres israelitas, Amram y Jokébed, “no temieron la orden del rey” cuando les nació un hijo varón, calificado siglos después de “divinamente hermoso”a (Hebreos 11:23; Hechos 7:20). Tuvieran o no indicios de que el niño contaba con el favor divino, se negaron a entregarlo para su ejecución y lo ocultaron a riesgo de sus vidas.
A los tres meses, ya era imposible esconderlo. Sin otra alternativa, Jokébed lo colocó en una canastilla de papiro y lo dejó flotando en el Nilo. Así, involuntariamente, lo embarcó en las aguas de la historia (Éxodo 2:3, 4).
¿Es verosímil?
Muchos estudiosos desacreditan tales sucesos tildándolos de pura ficción. “Lo cierto —afirma la revista Christianity Today— es que la arqueología no ha encontrado el menor indicio directo de [los años] que pasaron los hijos de Israel en Egipto.” Pese a la carencia de pruebas físicas directas, hay bastantes testimonios indirectos que respaldan la credibilidad de la crónica bíblica. En su libro Israel in Egypt, el egiptólogo James K. Hoffmeier señala: “Los datos arqueológicos demuestran concluyentemente que los pueblos del Levante [es decir, de la región costera del Mediterráneo oriental] frecuentaban Egipto, sobre todo a consecuencia de las sequías. [...] Así, entre los años 1800 y 1540 a.C., aproximadamente, esta nación atrajo a emigrantes de los pueblos de lenguas semíticas localizados en Asia occidental”.
Además, desde hace tiempo se admite que la Biblia da una imagen fiel del esclavismo en aquel país. “Una famosa pintura funeraria del antiguo Egipto, que detalla la fabricación de adobes por una cuadrilla de esclavos, corrobora la narración bíblica de la opresión israelita”, dice el libro Moses—A Life.
La descripción de la cestita que usó Jokébed también es realista. Según las Escrituras, estaba hecha de papiro, material que, como explica el biblista Cook, “era muy empleado en Egipto para construir naves ligeras y veloces”.
Pero ¿no es increíble que el cabeza de una nación ordene el exterminio implacable de recién nacidos? No, en opinión del docto George Rawlinson, quien asegura que “el infanticidio [...], común en diversos lugares y épocas, era visto como una práctica normal”. Y no hay por qué ir tan lejos, pues en fechas recientes han acontecido matanzas igual de espantosas. Por perturbadora que resulte la crónica bíblica, es verosímil.
Adoptado por la familia de Faraón
Jokébed no abandonó al pequeño a su suerte, sino que tomó la canastilla y “la puso entre las cañas, junto a la margen del río Nilo”, probablemente donde esperaba que la descubrieran. Y fue justo allí adonde acudió a bañarse la hija de Faraón, tal vez en conformidad con su costumbre (Éxodo 2:2-4).b
La canastilla no tardó en ser vista. “Cuando la abrió [la hija de Faraón], pudo ver al niño, y resultó que el muchachito estaba llorando. Ante esto, ella tuvo compasión de él, aunque dijo: ‘Este es uno de los niños de los hebreos’.” De modo que la princesa decidió adoptarlo. Sea cual fuere el nombre que le dieron sus padres, lleva siglos olvidado, y hoy se le conoce en todo el mundo por el que recibió de su madre adoptiva: Moisésc (Éxodo 2:5-10).
Pero ¿no es descabellado que una princesa de Egipto acogiera a un niño así? No, pues la religión del país enseñaba que las obras de misericordia eran un trampolín hacia el cielo. En cuanto a las prácticas adoptivas, la arqueóloga Joyce Tyldesley señala: “La mujer egipcia estaba en paridad con el hombre. Gozaba de igualdad legal y económica y, al menos en teoría, [...] podía ejercer el derecho de adopción”. De hecho, el antiguo Papiro de Adopción atestigua que una dama reconoció como hijos a sus esclavos. ¿Y la contratación de Jokébed como nodriza? Dice The Anchor Bible Dictionary: “En los acuerdos de adopción mesopotámicos hallamos similitudes con el hecho de que se pagara a la madre natural de Moisés por amamantarlo”.
Una vez adoptado, ¿le ocultarían su legado hebreo como un secreto vergonzoso? Aunque así lo hayan planteado ciertas películas de Hollywood, las Escrituras indican todo lo contrario. Con gran ingenio, su hermana, Míriam, consiguió que lo amamantara su propia madre, Jokébed. Es inconcebible que esta mujer devota ocultara la verdad a su propio hijo. Y dado que entonces la lactancia duraba años, tuvo oportunidades de sobra para enseñarle las verdades referentes al “Dios de Abrahán, [...] Isaac y [...] Jacob” (Éxodo 3:6). Esos fundamentos espirituales le fueron muy provechosos a Moisés, pues, una vez entregado a la hija de Faraón, “fue instruido en toda la sabiduría de los egipcios”.
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Moisés: ¿realidad o leyenda?¡Despertad! 2004 | 8 de abril
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d Dice el libro Israel in Egypt: “La idea de que Moisés se criara en la corte egipcia pudiera sonar legendaria, pero un examen detenido de la vida palaciega durante el Imperio nuevo da a entender lo contrario. Tuthmosis III [...] introdujo la costumbre de traer a su nación príncipes de los reinos vasallos de Asia occidental para instruirlos en su cultura. [...] Por consiguiente, en la corte egipcia no causaban extrañeza los príncipes y princesas de origen extranjero”.
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