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Las primeras tres plagasLecciones que aprendo de la Biblia
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Las primeras tres plagas
Los israelitas eran esclavos, y los egipcios los obligaban a trabajar muy duro. Jehová envió a Moisés y a Aarón a darle este mensaje al faraón: “Deja que mi pueblo se vaya para que me adore en el desierto”. El faraón era muy orgulloso y respondió: “No me importa lo que diga Jehová. No voy a dejar que los israelitas se vayan”. Después de eso, el faraón los obligó a trabajar aún más duro. Pero Jehová le iba a dar una lección. ¿Qué hizo? Envió las 10 plagas a Egipto. Jehová le dijo a Moisés: “El faraón no me hace caso. Por la mañana él estará en el río Nilo. Ve y dile que toda el agua del río se convertirá en sangre porque no ha dejado que mi pueblo se vaya”. Moisés obedeció y fue a ver al faraón. El faraón vio a Aarón golpear el Nilo con su bastón, y el agua se convirtió en sangre. El río empezó a oler mal, no se podía beber agua de él, y los peces murieron. Pero el faraón todavía no quería dejarlos ir al desierto.
Siete días después, Jehová volvió a mandar a Moisés a darle un mensaje al faraón: “Si no dejas salir a mi pueblo, Egipto se llenará de ranas”. Como el faraón no hizo caso, Aarón levantó su bastón, y todo el país se llenó de ranas. Había ranas en las casas de la gente, en sus camas, en sus platos de comida... ¡Estaban por todas partes! El faraón le dijo a Moisés: “Pídele a Jehová que la plaga termine. Luego, dejaré salir a los israelitas”. Así que Jehová paró la plaga, y los egipcios hicieron muchos montones de ranas muertas. La tierra empezó a oler mal, pero de nuevo el faraón no dejó que el pueblo se fuera.
Después, Jehová le dijo a Moisés: “Que Aarón golpee el suelo con su bastón. Cuando lo haga, el polvo se convertirá en mosquitos”. Y así fue, por todos lados aparecieron mosquitos que picaban a la gente. Algunos egipcios le dijeron al faraón: “¡Esta plaga viene de Dios!”. Pero, de todos modos, el faraón no dejó que los israelitas se marcharan.
“Les haré conocer mi fuerza y poder, y tendrán que saber que mi nombre es Jehová” (Jeremías 16:21).
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Seis plagas másLecciones que aprendo de la Biblia
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Seis plagas más
Moisés y Aarón fueron a ver al faraón para darle este mensaje de Dios: “Si no dejas que mi pueblo se vaya, enviaré tábanos al país”. Los tábanos son moscas grandes que pican. Miles y miles de esas moscas se metieron en las casas de los egipcios: de ricos y de pobres. Todo el país estaba lleno de tábanos. Pero en la tierra de Gosén, donde vivían los israelitas, no había ni uno. Esta cuarta plaga y las que vinieron después solo hicieron daño a los egipcios, pero no hicieron daño a los israelitas. El faraón le suplicó a Moisés: “Pídele a Jehová que quite estas moscas, y luego tu pueblo se podrá ir”. Pero, cuando Jehová las quitó, el faraón cambió de opinión. ¿Crees que el faraón aprendería la lección algún día?
Luego Jehová dijo: “Si el faraón no deja salir a mi pueblo, los animales de los egipcios se enfermarán y morirán”. Al día siguiente, sucedió lo que Jehová había dicho, pero a los animales de los israelitas no les pasó nada. De todas maneras, el faraón no se dio por vencido porque era terco.
Entonces, Jehová le mandó a Moisés que volviera adonde el faraón y que lanzara cenizas al aire. Las cenizas se convirtieron en un tipo de polvo que llenó el aire y que cayó sobre todos los egipcios. Ese polvo hizo que a ellos y a sus animales les salieran heridas muy dolorosas. Pero otra vez el faraón les dijo a los israelitas que no podían irse.
Jehová volvió a enviar a Moisés a ver al faraón para que le diera este mensaje: “¿Todavía no quieres dejar salir a mi pueblo? Pues mañana haré que caiga granizo”. Al día siguiente, Jehová mandó granizo, truenos y fuego. Fue la peor tormenta que había tenido Egipto. Destruyó todos los árboles y campos, aunque no los de Gosén. Entonces el faraón dijo: “Pídele a Jehová que esto se acabe, y se podrán ir”. Pero, tan pronto como el granizo y la lluvia pararon, el faraón cambió de opinión.
Así que Moisés dijo: “Ahora las langostas se comerán las plantas que han quedado después de la tormenta”. Las langostas son un tipo de saltamontes grande. Millones de langostas se comieron todo lo que había quedado en los árboles y los campos. El faraón le suplicó a Moisés: “Pídele a Jehová que quite las langostas de aquí”. Pero, después que Jehová se llevó las langostas, el faraón siguió siendo terco.
Luego, Jehová le dijo a Moisés: “Levanta la mano hacia el cielo”. Enseguida todo se puso muy muy oscuro. Los egipcios no pudieron ver nada durante tres días. Solo los israelitas tenían luz en sus casas.
El faraón le dijo a Moisés: “Tú y tu pueblo se pueden ir, pero dejen sus animales aquí”. Moisés le respondió: “Tenemos que llevarnos los animales para dárselos como ofrendas a nuestro Dios”. El faraón se puso furioso y gritó: “¡Vete de aquí! Si te veo de nuevo, te mataré”.
“Ustedes de nuevo verán la diferencia entre alguien justo y alguien malvado, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve” (Malaquías 3:18).
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La décima plagaLecciones que aprendo de la Biblia
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La décima plaga
Moisés le prometió al faraón que no trataría de volver a verlo. Pero antes de irse le dijo: “A medianoche, el primogénito o hijo mayor de todas las familias de Egipto morirá, tanto el hijo del faraón como los hijos de los esclavos”.
Jehová les dijo a los israelitas: “Preparen una comida especial. Maten un cordero o un cabrito de un año de edad, y salpiquen el marco de la puerta con algo de la sangre. Asen la carne y cómanla con pan sin levadura. Estén listos para irse, vestidos y con las sandalias puestas. Esta noche los liberaré”. ¿Te imaginas qué contentos estarían los israelitas?
A medianoche, el ángel de Jehová fue a todas las casas de Egipto. En las que no había una señal de sangre en el marco de la puerta, el primogénito murió. Pero en las casas que sí tenían la señal de sangre, el ángel no les hizo nada a los hijos. Todas las familias de Egipto, ricas y pobres, perdieron un hijo. En cambio, ningún hijo de los israelitas murió.
El primogénito del faraón también murió. El faraón ya no pudo soportarlo más y les dijo a Moisés y a Aarón: “¡Váyanse de aquí! ¡Salgan y adoren a su Dios! ¡Llévense los animales y váyanse!”.
Esa noche había luna llena. Los israelitas se marcharon de Egipto organizados por familias y tribus. Había 600.000 hombres, además de un grupo grande de mujeres y niños. Muchos que no eran israelitas también se fueron con ellos para adorar a Jehová. ¡Los israelitas por fin eran libres!
Para recordar que Jehová los había salvado, tendrían que preparar la misma comida especial todos los años. La llamaron Pascua.
“Te he dejado vivir por esta razón: para demostrar mi poder en tu caso y para que se proclame mi nombre por toda la tierra” (Romanos 9:17).
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