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  • Día de Expiación
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
    • El sumo sacerdote únicamente podía entrar en el Santísimo del tabernáculo —o del templo— una vez al año, el Día de Expiación. (Heb 9:7; Le 16:2, 12, 14, 15.)

  • Día de Expiación
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
    • A continuación, tomaba incienso fino perfumado y el braserillo lleno de brasas del altar y pasaba la cortina para entrar en el Santísimo. Ya en este compartimiento más interior, donde se encontraba el arca del testimonio, se quemaba el incienso, y la nube del incienso quemado se extendía sobre la cubierta de oro del Arca, encima de la cual estaban los dos querubines laminados en oro. (Le 16:12, 13; Éx 25:17-22.) Todo esto preparaba el camino para que después Aarón pudiese volver a entrar en el Santísimo sin recibir castigo.

      Luego Aarón salía del Santísimo, tomaba parte de la sangre del toro y volvía a entrar, para a continuación salpicar la sangre con su dedo siete veces delante de la cubierta del Arca, por su lado oriental. De esta forma se completaba la expiación a favor del sacerdocio, y así los sacerdotes quedaban limpios y podían mediar entre Jehová y su pueblo. (Le 16:14.)

  • Día de Expiación
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
    • Posteriormente, el sumo sacerdote introducía la sangre del macho cabrío para Jehová dentro del Santísimo, usándola para hacer expiación por las doce tribus no sacerdotales de Israel. De manera similar a como se hacía con la sangre del toro, la sangre del macho cabrío se rociaba “hacia la cubierta y delante de la cubierta” del Arca. (Le 16:

  • Día de Expiación
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
    • El apóstol también indica que la entrada del sumo sacerdote en el Santísimo una vez al año con la sangre de los animales sacrificados prefiguraba la entrada de Jesucristo en el cielo mismo con su propia sangre para hacer expiación a favor de aquellos que ejercen fe en su sacrificio. Por supuesto, como Jesucristo no tenía pecado, no tuvo que ofrecer sacrificio alguno debido a pecados personales, como debía hacer el sumo sacerdote de Israel. (Heb 9:11, 12, 24-28.)

      Así como Aarón sacrificaba el toro por los sacerdotes y por el resto de la tribu de Leví rociando su sangre en el Santísimo (Le 16:11, 14), Cristo presentó el valor de su sangre humana a Dios en los cielos, donde podía aplicarse para beneficiar a aquellos que llegarían a gobernar con él como reyes y sacerdotes. (Rev 14:1-4; 20:6.) Asimismo, al igual que se sacrificaba el macho cabrío para Jehová y se salpicaba su sangre delante del Arca en el Santísimo para beneficio de las tribus no sacerdotales de Israel (Le 16:15), el sacrificio de Jesucristo beneficia a la humanidad que no forma parte del Israel espiritual o sacerdotal.

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