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  • EL SIDS... cómo enfrentarse al dolor que produce
    ¡Despertad! 1988 | 22 de enero
    • Doug, un analista informático, y Anne, ambos sobre cuarenta años de edad, perdieron a su hija Rachel hace doce años. Entonces el SIDS aún era relativamente desconocido. Aunque un médico había visitado a la niña el día anterior, el policía insistió en que el juez de primera instancia requiriera una autopsia. Anne recuerda: “En aquel tiempo no cuestionamos la decisión. Después nos dimos cuenta de que el policía se había apercibido de unas marcas azules en la garganta de Rachel, ¡y sospechó que había sido maltratada! Pero resultó que estas marcas solo eran una evidencia de la muerte, llamada livor mortis: dos manchas de sangre que se forman parecidas a magulladuras. La autopsia no reveló ninguna razón de la muerte, y finalmente se consideró muerte infantil repentina”.

      ¿Cómo se enfrentaron Doug y Anne a la pérdida de su hija? Doug explica: “Estaba en el Salón del Reino cuando un compañero me dijo que debía ir urgentemente a casa. Cuando llegué a mi hogar, me enteré de lo peor. No podía creerlo. Había sido la última persona que tocó a Rachel aquella noche. Ahora estaba muerta. Me derrumbé y lloré con Anne. Aquella fue la única vez que lloré”.

      ¡Despertad!: “¿Qué pasó en el entierro? ¿Cómo le afectó?”.

      “Lo sorprendente es que ni Anne ni yo lloramos en el entierro. Todos los demás estaban llorando.” Entonces Anne interrumpió: “Sí, pero yo he llorado mucho por ambos. Creo que me afectó de modo especial unas cuantas semanas después de la tragedia, cuando por fin un día estuve sola en casa. Lloré todo el día. Pero creo que me ayudó. Me sentí mejor. Tenía que lamentar la muerte de mi hija. Creo sinceramente que se debe dejar a las personas dolientes que lloren. Aunque es una reacción natural que los demás te digan ‘no llores’, en realidad no te ayuda nada”.

      ¡Despertad!: “¿Cómo le ayudaron los demás durante la crisis? Y ¿qué cosas no sirven de ayuda?”.

      Anne respondió: “Una amiga vino y me limpió la casa sin que yo tuviera que decir una palabra. Otros nos prepararon comidas. Algunos me ayudaron simplemente dándome un abrazo, sin palabras, solo un abrazo. No quería hablar sobre ello. No quería explicar una y otra vez lo que había sucedido. No estaba para preguntas curiosas, que me daban a entender que había fallado en algo. Yo era la madre; hubiera hecho cualquier cosa por salvar a Rachel”.

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    ¡Despertad! 1988 | 22 de enero
    • Anne añadió: “Otro comentario que no nos ayudó nada fue: ‘Sé cómo te sientes’. Sabemos que se dice con las mejores intenciones, pero a menos que la persona haya perdido a un niño como yo lo perdí, no hay forma de que pueda saber cómo uno se siente. Los sentimientos son muy personales. Es cierto que la mayoría de las personas pueden mostrar compasión, pero muy pocas pueden mostrar verdadera empatía”.

      ¡Despertad!: “¿Causó tensión entre ustedes la muerte de Rachel?”.

      Anne respondió con rapidez: “Sí. Supongo que teníamos maneras diferentes de lamentar la pérdida. Doug quería poner fotografías de Rachel por toda la casa. Eso era lo que yo menos deseaba. No necesitaba esos recordatorios. No quería que pareciera que estábamos haciendo un culto de su muerte. De todos modos, Doug entendió mis sentimientos y quitó las fotos”.

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    ¡Despertad! 1988 | 22 de enero
    • ¡Despertad! preguntó a Doug qué les sostuvo a él y a su esposa durante su aflicción.

      “Recuerdo que el discurso de funeral nos ayudó. Lo que más nos confortó aquel día fue nuestra esperanza cristiana en la resurrección. Sentimos muy profundamente la pérdida, pero la promesa de Dios a través de Jesucristo de ver a nuestra hijita de nuevo en la Tierra alivió nuestro dolor. En la Biblia hemos aprendido que los efectos de la muerte son reversibles. El orador mostró con la Biblia que Rachel no estaba en el cielo ‘como un angelito’ ni en ningún limbo, esperando salir de allí para ir al cielo. Simplemente estaba dormida en el sepulcro común de la humanidad.” (Véanse Juan 5:28, 29; 11:11-14; Eclesiastés 9:5.)

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