BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
Español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • Las montañas: por qué las necesitamos
    ¡Despertad! 2005 | 22 de marzo
    • Las montañas: por qué las necesitamos

      “Asciende a las montañas y oirás sus buenas nuevas. Igual que el Sol irradia luz al árbol, te irradiará paz la naturaleza. Te darán frescor los vientos y energía las tormentas, y al suelo caerán tus cuitas como caen las hojas secas.” John Muir, escritor y naturalista estadounidense.

      COMO constató John Muir hace más de cien años, las montañas tienen la capacidad de conmovernos, sí, de asombrarnos con su majestad, deleitarnos con su fauna y sosegarnos con su paz. A ellas acuden millones de personas todos los años para recrear la vista y elevar el espíritu. “Desde tiempos inmemoriales son fuente de inspiración de sociedades y culturas”, dice Klaus Töpfer, director ejecutivo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.

      Pero no todo son buenas nuevas para las serranías. Aunque por siglos su ubicación apartada bastó para resguardarlas de la sobreexplotación del hombre, hoy se encuentran en peligro. Según un comunicado de las Naciones Unidas emitido hace pocos años, “algunas de estas regiones silvestres están desapareciendo con mucha rapidez a consecuencia de la agricultura, de la creación de infraestructuras y de otros factores preocupantes”.

      Las montañas cubren buena parte del globo. Brindan recursos a la mitad de la población mundial y un hogar a millones de personas. En efecto, nos regalan mucho más que paisajes idílicos de indescriptible belleza. Veamos algunas de sus aportaciones a nuestro bienestar.

      La importancia de las montañas

      ◼ ALMACENES DE AGUA. Son el origen de las corrientes más caudalosas y proporcionan la mayor parte del agua a los embalses. Dos importantes ríos de Norteamérica —el Colorado y el Bravo, o Grande— reciben casi todo su caudal de las montañas Rocosas (o Rocallosas). Alrededor de la mitad de la población mundial vive en el sur y el este de Asia, y por lo general depende de las precipitaciones que caen sobre las grandes cordilleras del Himalaya, el Karakorum, el Pamir y la región del Tíbet.

      “Estos depósitos de agua del mundo son esenciales para la vida terrestre y el bienestar de toda la humanidad —indica Töpfer—. [...] Lo que ocurre en los picos más altos incide en las tierras bajas, en las fuentes de agua dulce e incluso en los mares.” En muchos países, las cumbres conservan la nieve invernal y liberan paulatinamente el líquido elemento en primavera y verano. En las regiones áridas, el riego depende del deshielo de cimas lejanas. Y muchas laderas cuentan con bosques que absorben las lluvias como esponjas, permitiendo que el agua descienda gradualmente hasta los ríos sin provocar inundaciones destructivas.

      ◼ ECOSISTEMAS Y BIODIVERSIDAD. Dado que muchas de estas regiones están apartadas y ofrecen un potencial agrícola limitado, el hombre no las ha invadido tanto. De ahí que se hayan convertido en reservas de animales y plantas que con frecuencia ya desaparecieron de las tierras bajas. Por ejemplo, pese a ser más pequeño que la ciudad de Nueva York, el montañoso Parque Nacional Kinabalu, de Malaysia, alberga 4.500 especies botánicas, lo que equivale a más de la cuarta parte de las existentes en todo Estados Unidos. Además, muchas criaturas amenazadas viven en ecosistemas montañosos, como los pandas gigantes de China, los cóndores de los Andes y los leopardos de las nieves de Asia central.

      Según la revista National Geographic en Español, un equipo de ecologistas calculó que “más de la tercera parte de las plantas y vertebrados terrestres están confinados en menos del dos por ciento del planeta”. Gran número de especies se concentran en zonas de gran riqueza biológica que no han sido alteradas por el hombre, las cuales reciben la denominación científica de puntos calientes o zonas de alta biodiversidad. Estas áreas de importancia crítica —muchas de ellas montañosas— contienen una gran biodiversidad que nos beneficia a todos. Por ejemplo, algunos de los cultivos más importantes del mundo proceden de plantas silvestres que aún crecen en las serranías, como el maíz de las altiplanicies mexicanas, las papas y los tomates de los Andes peruanos o el trigo del Cáucaso, por mencionar solo unas pocas.

      ◼ ZONAS DE OCIO Y TURISMO. Las áreas montañosas también preservan la belleza natural. Albergan imponentes cascadas y hermosos lagos, ofreciendo algunos de los paisajes más espectaculares del planeta. No es de extrañar que un tercio de las regiones protegidas del mundo sean montañosas, ni que constituyan el destino favorito de tantos visitantes.

      Hasta parques nacionales muy retirados reciben a millones de turistas de todo el globo. Hay quienes se desplazan miles de kilómetros para llegar al Parque Nacional Denali, en Alaska, y admirar el monte McKinley, el más alto de Norteamérica. Y muchos visitan el Gran Valle del Rift para maravillarse con los grandiosos montes Kilimanjaro y Meru, o sencillamente para observar las grandes manadas silvestres que deambulan entre ambas elevaciones. Aunque muchas comunidades serranas se benefician de la afluencia del turismo, si este se descontrola puede convertirse en una amenaza para sus frágiles ecosistemas.

      Depósitos de conocimiento

      En el transcurso de los siglos, las comunidades montañesas han aprendido a salir adelante en un medio hostil. Así, construyeron terrazas que les han permitido realizar cultivos viables durante más de dos milenios. También domesticaron animales de la zona, como la llama y el yak, que soportan los rigores de la vida a gran altitud. Además, los conocimientos tradicionales de los lugareños pudieran ser utilísimos para proteger las montañas, que tanto nos aportan.

      “Los pueblos aborígenes son los únicos guardianes de vastos hábitats casi inalterados en partes remotas de todos los continentes —explica Alan Thein Durning, del Instituto Worldwatch—. [...] Poseen un cúmulo de conocimientos ecológicos [...] que rivalizan con los contenidos en las bibliotecas de la ciencia moderna.” Estos depósitos de conocimiento deben protegerse tanto como otros recursos de las regiones montañosas.

      En 2002, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente patrocinó el Año Internacional de las Montañas. A fin de destacar cuánto dependemos de ellas, los organizadores adoptaron el lema “Todos somos gente de montaña”. El objetivo era sensibilizar a la población sobre los problemas que afrontan estos ecosistemas y buscar soluciones para protegerlos.

      Esta inquietud es ciertamente válida. “Muy a menudo suele verse a las montañas como fuente de recursos naturales, y no se presta la debida atención a las condiciones precarias de sus habitantes ni a la sostenibilidad de sus ecosistemas”, señaló en 2002 un destacado orador en la Cumbre Mundial de las Montañas, que tuvo lugar en Bishkek (Kirguizistán).

      ¿Qué dificultades afrontan las montañas del mundo y sus pobladores? ¿Cómo nos afectan a todos?

  • Las montañas bajo ataque
    ¡Despertad! 2005 | 22 de marzo
    • Las montañas bajo ataque

      “Todos saldremos ganando si conseguimos garantizar que las regiones montañosas del planeta continúen aportando sus riquezas a las generaciones futuras.” Kofi Annan, secretario general de las Naciones Unidas.

      MAJESTAD, solidez y estabilidad son las ideas que evocan estos gigantes de la naturaleza. En efecto, a muchos les cuesta creer que corran peligro y se preguntan si habrá algo capaz de amenazarlos. Pero lo cierto es que se encuentran en situación precaria. Los conservacionistas apuntan a varios problemas importantes, de creciente gravedad, que pudieran minar las bases de estos ecosistemas. Veamos algunos.

      ◼ PROYECTOS DE EXPLOTACIÓN. La estabilidad de un 25% de las regiones montañosas del mundo se ve comprometida por las carreteras, minas, conductos, represas y otras infraestructuras cuya construcción está prevista para los próximos treinta años. El trazado vial con frecuencia provoca erosión en las grandes pendientes, y las nuevas calzadas facilitan el acceso a los taladores, quienes incrementan los daños. La extracción anual de unos 10.000 millones de toneladas de minerales se realiza principalmente en las montañas y produce cantidades aún mayores de desechos.a

      ◼ CALENTAMIENTO GLOBAL. “Los años más calurosos de los que tenemos registro son posteriores a 1990”, indica el Instituto Worldwatch. Y los ecosistemas montañosos se han visto muy afectados por ello. Los glaciares se derriten y se reduce la cubierta de nieve en las cimas, proceso que, según algunos científicos, afectará a las reservas de agua y provocará graves deslizamientos de tierras. En el Himalaya hay muchos lagos glaciares que amenazan con desbordarse y ocasionar inundaciones catastróficas, fenómeno recurrente en las últimas décadas.

      ◼ AGRICULTURA DE SUBSISTENCIA. La presión demográfica obliga a la población a cultivar zonas improductivas. Según fuentes dignas de crédito, casi la mitad de las serranías de África se dedican en la actualidad a la labranza y la ganadería (10% a cosechas y 34% a pastos). La rentabilidad que se obtiene es mínima, pues los suelos no son adecuados para el cultivo.b Para colmo, el sobrepastoreo acaba fácilmente con la frágil vegetación de los campos. Según una investigación realizada en años recientes, solo un 3% de los terrenos montañosos son aptos para la agricultura sostenible.

      ◼ ENFRENTAMIENTOS BÉLICOS. Las guerras civiles han asolado en los últimos años muchas serranías, que los insurgentes utilizan como base de operaciones. Un informe de las Naciones Unidas señala que el 67% de las regiones montañosas africanas se han visto afectadas por “los conflictos violentos del hombre”. Además, algunas tierras altas se han convertido en focos de producción de narcóticos, lo que a menudo desata conflictos armados y degrada el medio ambiente.

      ¿Se necesitan más medidas?

      Ya se sienten en las montañas los efectos de la agresión del hombre. Inundaciones, aludes y sequías son muestras de que algo no anda bien. Los gobiernos han empezado a actuar en consecuencia, reforestando bosques, prohibiendo la tala en ciertas zonas y creando parques nacionales destinados a salvaguardar las vistas más espectaculares y los ecosistemas más amenazados.

      Pero los problemas ambientales dejan su huella hasta en sectores protegidos (véase el recuadro “Reductos naturales”). Cada vez se extinguen más especies, lo que indica que no se ha ganado la lucha por salvar las montañas. Los expertos conocen los problemas, pero las medidas conservacionistas a gran escala no han dado demasiados resultados. “Me alienta ver todos los conocimientos científicos que hemos acumulado —señala el famoso biólogo E. O. Wilson—, pero me desanima la aniquilación de los principales reductos de la biodiversidad.”

      ¿Importa tanto que desaparezcan? Entre los biólogos está muy extendida la convicción de que el hombre se beneficia inmensamente de la diversidad de la flora y fauna. Como botón de muestra presentan una planta de la cual se obtiene un valioso medicamento contra la leucemia: la hierba doncella, originaria de Madagascar, un área de gran biodiversidad. De igual modo, el quino —árbol nativo de los Andes— lleva decenios proporcionándonos quinina y otros antipalúdicos. Y hay muchas otras especies de las serranías que han salvado la vida de millones. Aunque es cierto que es posible cultivar algunas fuera de su hábitat, existe la inquietud de que la destrucción a gran escala de la flora de montaña elimine recursos útiles para la medicina y la nutrición antes de que se descubran.

      ¿Habrá forma de poner freno a estas fuerzas destructivas? ¿Será posible subsanar los daños? ¿Mantendrán las montañas su función de baluartes de la belleza y la biodiversidad?

      [Notas]

      a La producción de un anillo de oro genera tres toneladas de desperdicios.

      b Cabe señalar que a lo largo de los siglos los indígenas de las serranías han aprendido a cultivar sus tierras sin dañar el medio ambiente.

      [Ilustraciones y recuadro de la página 7]

      La fauna de las alturas

      El puma. Se encuentra principalmente en las montañas, sobre todo en las Rocosas y en los Andes. Como a muchos grandes predadores, la amenaza del hombre lo ha llevado a retirarse de forma paulatina a regiones más inaccesibles.

      El panda menor. Vive únicamente en el Himalaya (incluso en las laderas más bajas del Everest). Pese a residir en un hábitat tan apartado, ve peligrar su supervivencia por la destrucción de los bosques de bambú donde obtiene su alimento.

      [Reconocimiento]

      Cortesía del Zoo de la Casa de Campo (Madrid)

      El oso pardo. Antaño recorría buena parte de Europa, Asia y Norteamérica. Mientras que en el Viejo Continente se mantiene únicamente en regiones montañosas aisladas, es más común en las Rocosas de Canadá, en Alaska y en Siberia. En Estados Unidos, su población se redujo en un 99% el siglo pasado.

      El águila real. Domina las serranías de la mayor parte del hemisferio norte. Por desgracia, la cifra de parejas ha descendido en Europa por debajo de 5.000 a consecuencia de su anterior estigma de “ave odiada”.

      El panda gigante. “Su propia existencia —señala el naturalista chino Tang Xiyang— depende de tres elementos imprescindibles: montañas altas con valles profundos, densos bosques de bambú y arroyos impetuosos.” Se calcula que quedan menos de mil seiscientos ejemplares en su medio natural.

      [Ilustraciones y recuadro de las páginas 8 y 9]

      Reductos naturales

      Parque Nacional Yosemite (California, EE.UU.). Fundado en 1890 gracias a la incansable labor del naturalista John Muir, atrae con sus bellos paisajes a 4.000.000 de visitantes anuales. Los encargados del parque, sin embargo, luchan por encontrar un equilibrio entre la protección del medio ambiente y el suministro de instalaciones a los amantes de la naturaleza.

      Parque Nacional Podocarpus (Ecuador). Preserva una región de los bosques nubosos andinos que alberga una amplia variedad de flora y fauna (unas cuatro mil especies de plantas y más de seiscientas de aves). Es el lugar donde se descubrió la quinina, remedio que ha salvado millones de vidas. Como tantos otros parques, es víctima de la tala incontrolada y la caza furtiva.

      Monte Kilimanjaro (Tanzania). Es uno de los mayores volcanes del mundo y la montaña más alta de África. En sus laderas bajas pastan los elefantes, y en la zona alpina crecen especies vegetales singulares, como la lobelia gigante y el senecio gigante. Las principales amenazas son la caza furtiva, la deforestación y el pastoreo.

      Parque Nacional del Teide (islas Canarias). Protege especies vegetales únicas que alegran el agreste paisaje. Al tratarse de islas montañosas de origen volcánico, se caracterizan por tener ecosistemas frágiles, muy sensibles a las especies introducidas.

      Parques nacionales de los Pirineos Occidentales y de Ordesa (Francia y España). Conservan majestuosos paisajes alpinos junto con su flora y fauna. Al igual que otras cordilleras europeas, los Pirineos se ven invadidos por pistas de esquí y centros turísticos. El abandono de las técnicas agrícolas tradicionales también ha contribuido a su deterioro medioambiental.

      Parque Nacional Seorak (Corea del Sur). Con sus espectaculares cumbres graníticas y sus laderas arboladas —bellísimas en otoño—, es el más popular del país. Por esta razón, algunas de sus veredas parecen calles atestadas durante los fines de semana.

      [Ilustraciones y recuadro de la página 10]

      Flora de montaña

      Taginaste rojo. Durante unas pocas semanas de primavera, esta magnífica flor alcanza la altura de un hombre. Crece a unos 1.800 metros [6.000 pies] de altura únicamente en dos picos volcánicos de las islas Canarias. Muchas otras especies de montaña ocupan un ámbito geográfico igual de reducido.

      Carlina angélica. Crece en los Alpes y en los Pirineos. Como pequeños soles, sus flores alegran las altas praderas al final del verano y constituyen un festín para los insectos.

      Lirio azul. Los híbridos de esta hermosa flor silvestre se emplean en jardinería. Muchas plantas ornamentales proceden de la flora alpina.

      Siempreviva de montaña. Esta planta nativa del sur de Europa, cuyo nombre alude a su tenacidad y perdurabilidad, es una de tantas especies alpinas que se aferran a las grietas de las rocas.

      Bromeliáceas. Muchas bromeliáceas y orquídeas medran en los bosques nubosos de los trópicos a alturas de hasta 4.500 metros [14.500 pies].

      Lirio de Argelia. Crece en las cordilleras norteafricanas del Rif y Atlas, región considerada punto caliente de la flora mediterránea.

      [Ilustración de la página 6]

      Explotación de cobre y oro cerca de los montes Maoke (Indonesia)

      [Reconocimiento]

      © Rob Huibers/Panos Pictures

      [Ilustración de la página 8]

      Hierba doncella

  • Las montañas: ¿quién las salvará?
    ¡Despertad! 2005 | 22 de marzo
    • Las montañas: ¿quién las salvará?

      DURANTE cuatro días, Bishkek, capital de la nación centroasiática de Kirguizistán, acogió en 2002 la Cumbre Mundial de las Montañas. Era el primer encuentro internacional sobre el tema, y sus promotores esperaban que señalara “el inicio de una nueva era en la que se reconozca el auténtico valor de las montañas”.

      Se adoptó por unanimidad el Programa de Bishkek para las Montañas, que ofrecía pautas para todos los interesados en su conservación. El documento establece este objetivo para las serranías: “Mejorar la calidad de vida de sus habitantes, proteger sus ecosistemas y usar de modo más prudente sus recursos”.

      Ciertamente, se han registrado progresos. Hay una red mundial de parques nacionales que protege zonas destacadas por su belleza o biodiversidad. En muchos puntos del globo, los grupos ecologistas han logrado frenar un poco la destrucción medioambiental. Una iniciativa de la citada cumbre fue el compromiso firme de limpiar de desechos nucleares las montañas de Kirguizistán. Estos materiales altamente tóxicos podrían contaminar el agua que usa el 20% de la población centroasiática.

      Con todo, los obstáculos a la protección de estos ecosistemas son enormes. Por ejemplo, en 1995, las autoridades canadienses implantaron un código forestal encaminado a preservar los restos de su bosque lluvioso de Columbia Británica. Sin embargo, una investigación posterior reveló que las compañías madereras por lo general hicieron caso omiso del código y continuaron talando los árboles hasta en las laderas más empinadas. Además, en 1997 se suavizó la normativa, pues los empresarios del sector alegaron que era demasiado rigurosa.

      Pero los intereses comerciales no son la única traba. La declaración final de la cumbre precisó que la guerra, la pobreza y el hambre contribuyen a la erosión implacable de las serranías. En efecto, tanto estas como otras zonas del globo seguirán sufriendo hasta que se eliminen los citados factores destructivos.

      Dios se interesa por su creación

      A pesar de este cuadro tan sombrío, tenemos motivos para el optimismo. Al Todopoderoso no le resulta indiferente lo que le pase a su creación. La Biblia lo presenta como Aquel “a quien pertenecen los picos de las montañas” (Salmo 95:4). También se preocupa de las criaturas que las pueblan, pues dice en el Salmo 50:10, 11: “Me pertenece todo animal silvestre del bosque, las bestias sobre mil montañas. Conozco bien toda criatura alada de las montañas, y los tropeles de animales del campo abierto están conmigo”.

      ¿Dispone él de medios para salvar estos ecosistemas amenazados? Claro que sí. La Biblia dice que ha establecido “un reino que nunca será reducido a ruinas” (Daniel 2:44). Ha nombrado rey de este gobierno celestial a Jesucristo, quien tiene gran interés por la Tierra y sus habitantes (Proverbios 8:31). Dicha administración implantará la paz en el mundo, acabará con los abusos y sanará las heridas del planeta (Revelación [Apocalipsis] 11:18).

      Si usted ansía que llegue esa solución, no deje de seguir pidiéndole a Dios: “Venga tu reino” (Mateo 6:9, 10). Tales ruegos no quedarán sin respuesta. El Reino de Dios terminará en breve con la injusticia y restituirá el equilibrio del planeta. Cuando esto ocurra, será el momento de que, por así decirlo, las montañas “clamen gozosamente” (Salmo 98:8).

Publicaciones en español (1950-2025)
Cerrar sesión
Iniciar sesión
  • Español
  • Compartir
  • Configuración
  • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
  • Condiciones de uso
  • Política de privacidad
  • Configuración de privacidad
  • JW.ORG
  • Iniciar sesión
Compartir