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Maravillas y misterios de las profundidades¡Despertad! 2000 | 22 de noviembre
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La región de las Galápagos era prometedora, pues forma parte de una zona de fractura de gran actividad volcánica flanqueada por la gigantesca dorsal mediooceánica (intrincado sistema de macizos montañosos de más de 65.000 kilómetros que, como la costura de una pelota de tenis, ciñe el planeta). Si se retiraran los océanos, “[sería] con mucho el accidente geográfico más notable del globo y ocuparía un área mayor que el conjunto de las grandes cadenas de las tierras emergidas”, escribe Jon Erickson en su libro Marine Geology.
La dorsal mediooceánica se destaca por tratarse, en esencia, de dos grandes cordilleras paralelas que se elevan 3.000 metros por encima del fondo marino. En su parte central se encuentran las mayores hendiduras de la Tierra —de hasta 20 kilómetros de anchura y seis de profundidad, cuatro veces más hondas que el Gran Cañón del Colorado (E.U.A.)—, cuyas bases son asiento de una gran actividad volcánica. Cuando se estudió por primera vez la dorsal medioatlántica (el segmento atlántico), el instrumental reveló tal actividad volcánica que “daba la impresión de que las entrañas de la Tierra fueran a salirse”, comenta Erickson.
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Se desentrañan los secretos del fondo oceánico¡Despertad! 2000 | 22 de noviembre
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se desplazan unas con respecto a otras. En el punto donde se separan disminuye su grosor, lo que da paso al surgimiento de los valles de fractura de la dorsal mediooceánica. La velocidad de desplazamiento varía, siendo el promedio mundial de tres centímetros anuales.
De acuerdo con la teoría de la tectónica de placas, la divergencia de las placas a lo largo de la dorsal permite que emerjan a la superficie rocas incandescentes del manto (capa inferior a la corteza). Tales materiales generan nueva corteza oceánica por toda la zona de fractura, pero en lugar de unir las placas, las separan cada vez más, lo que confiere al valle la apariencia de una enorme herida que nunca cicatriza.
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