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  • Se ofrecieron de buena gana para servir en Micronesia
    La Atalaya 2014 | 15 de julio
    • KATHERINE, de Estados Unidos, se bautizó cuando tenía 16 años. Ella se tomó muy a pecho su ministerio; sin embargo, en la zona donde predicaba prácticamente no encontraba personas interesadas en el mensaje del Reino. Ella recuerda: “Leía relatos de personas que le habían pedido a Dios que les enviara a alguien que les ayudara a conocerlo. Yo deseaba encontrar una persona así, pero eso nunca sucedió”.

      Después de predicar por años en el mismo territorio, Katherine comenzó a pensar en la posibilidad de mudarse a alguna zona donde la gente estuviera más dispuesta a escuchar el mensaje. Pero algo la inquietaba. La única vez en su vida que se había separado de su familia había sentido nostalgia cada día. ¡Y tan solo habían sido dos semanas! ¿Podría aguantar ahora la separación? No obstante, su anhelo de sentir la alegría de ayudar a quienes buscan a Jehová pudo más. Así que después de considerar varios lugares, escribió a la sucursal de Guam, que le envió la información que necesitaba. En julio de 2007, a sus 26 años, se mudó a Saipán, una isla del Pacífico, a unos 10.000 kilómetros (6.000 millas) de su hogar. ¿Cómo le fue?

      DOS ORACIONES RECIBEN RESPUESTA

      Al poco tiempo de llegar a su nueva congregación, Katherine encontró a Doris, una mujer de unos 45 años que aceptó estudiar la Biblia. Cuando habían analizado los tres primeros capítulos del libro Enseña, Katherine empezó a preocuparse. Ella relata: “Doris era muy buena estudiante, y yo no quería echar todo a perder. Nunca había dado clases bíblicas de manera regular, y me parecía que ella necesitaba una hermana con más experiencia, quizás de su misma edad”. Por eso le pidió a Jehová que le ayudara a encontrar a la hermana adecuada para confiarle a su estudiante. Entonces decidió hablarle a Doris acerca del cambio.

      “Antes de que pudiera tocar el tema —recuerda Katherine—, Doris quiso hablarme de un problema que tenía. Yo la escuché y después le conté cómo había sentido el apoyo de Jehová en una situación muy parecida.” A su vez, Doris le dio las gracias a Katherine y le dijo: “Jehová te está usando. El día que llegaste a mi casa, yo había estado leyendo la Biblia durante horas. Estaba llorando, suplicándole a Dios que me enviara a alguien para ayudarme a entender la Biblia. Entonces, tú llamaste a mi puerta. ¡Jehová había escuchado mi oración!”. A Katherine se le corren las lágrimas cuando revive aquel momento tan especial. “Las palabras de Doris fueron la respuesta a mi oración —asegura—. Jehová me hizo ver que estaba capacitada para continuar enseñándole.”

      Doris se bautizó en el 2010, y actualmente ella misma dirige varios cursos bíblicos. Katherine dice: “¡Cuánto agradezco que mi deseo de tantos años se hiciera realidad!”. Ahora, ella es una feliz precursora especial en Kosrae, otra isla del Pacífico.

  • Se ofrecieron de buena gana para servir en Micronesia
    La Atalaya 2014 | 15 de julio
    • Erica, que llegó a Guam en el 2006 a la edad de 19 años, expresa bien los sentimientos de estos entusiastas trabajadores: “Cuando uno es precursor en un territorio donde la gente está sedienta de la verdad, lo pasa muy bien. Estoy muy agradecida a Jehová por ayudarme a servir de esta manera. ¡Esto es vida!”. Ella ahora disfruta de ser precursora especial en Ebeye (Islas Marshall).

      Erica

      Erica

  • Se ofrecieron de buena gana para servir en Micronesia
    La Atalaya 2014 | 15 de julio
    • Combatir la nostalgia. Erica admite: “Estoy tan unida a mi familia que tenía temor de que la nostalgia afectara mi ministerio”. ¿Qué hizo para estar preparada emocionalmente? “Antes de viajar, leí artículos de La Atalaya acerca de la nostalgia —agrega—. En uno de ellos se relataba la experiencia de una madre que le aseguró a su hija: ‘Jehová puede cuidarte mejor que yo’. Esas palabras me animaron muchísimo.”

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    La Atalaya 2014 | 15 de julio
    • Simon

      Simon

      Erica comenta: “Al principio me sentía excluida, pero eso me hizo recordar por qué me había mudado. No estaba allí para obtener beneficios personales sino para hacer más por Jehová”. Y añade: “Con el tiempo llegué a cultivar amistades buenísimas, que valoro mucho”.

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