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Myanmar (Birmania)Anuario de los testigos de Jehová 2013
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Una ocasión inolvidable
A principios de 2007, la sucursal de Myanmar recibió una emocionante carta. “El Cuerpo Gobernante nos pidió que organizáramos una asamblea internacional en Yangón —cuenta Jon Sharp, quien junto con su esposa, Janet, había llegado a la sucursal el año anterior—. La asamblea sería en el 2009, y a ella asistirían cientos de hermanos de diez países, algo nunca visto en la historia de nuestra sucursal.
”Nos surgieron todo tipo de preguntas: ‘¿En qué local reuniríamos a tanta gente? ¿Podrían venir los publicadores de las zonas remotas? ¿Dónde se alojarían? ¿Cómo viajarían? ¿Tendrían con qué alimentar a sus familias?’. Además, teníamos que pedir autorización al gobierno, ¿nos la concederían? Los obstáculos parecían interminables. No obstante, tuvimos presentes las palabras de Jesús: ‘Las cosas que son imposibles para los hombres son posibles para Dios’ (Luc. 18:27). Así que, poniendo toda nuestra confianza en Jehová, comenzamos a hacer planes concretos.
”Enseguida encontramos un lugar apropiado, el Estadio Cubierto Nacional, con capacidad para once mil personas, ubicado cerca del centro de Yangón y equipado con aire acondicionado. De inmediato, solicitamos a las autoridades permiso para utilizarlo. Sin embargo, pasaron los meses, y aunque solo faltaban semanas para la asamblea, no nos lo concedían. Entonces recibimos una noticia demoledora: la administración del estadio había programado un torneo de kickboxing en la misma fecha de nuestra asamblea. Como ya no teníamos tiempo para encontrar otro local, negociamos pacientemente con el promotor del evento y una multitud de funcionarios para resolver la situación. Por fin, el promotor accedió a posponer el torneo, pero solo si los 16 participantes estaban dispuestos a modificar sus contratos. Cuando los competidores se enteraron de que los testigos de Jehová querían celebrar allí una asamblea especial, todos aceptaron el cambio de fechas.”
Comité de Sucursal, de izquierda a derecha: Kyaw Win, Hla Aung, Jon Sharp, Donald Dewar y Maurice Raj
“Pero todavía necesitábamos la autorización del gobierno para usar el estadio —continúa Kyaw Win, otro miembro del Comité de Sucursal—, y nuestra solicitud ya había sido rechazada cuatro veces. Después de orarle a Jehová, nos reunimos con el general que controlaba todos los estadios de Myanmar. Solo quedaban dos semanas para la asamblea, y era la primera vez que se nos permitía hablar con alguien de tan alto rango. Para gran alegría nuestra, aprobó la solicitud.”
Ajenos a todo lo que estaba ocurriendo, miles de Testigos —extranjeros y de todos los rincones de Myanmar—, viajaban hacia Yangón en avión, tren, barco, autobús, camión... y a pie. Muchas familias del país habían ahorrado durante meses para asistir. Cultivaron alimentos, criaron cerdos, hicieron ropa y hasta hubo quienes buscaron oro en los ríos. Muchos hermanos no habían estado nunca en una gran ciudad ni habían visto a alguien de otro país.
Más de mil trescientos asistentes que procedían del norte de Myanmar se juntaron en la estación de Mandalay a fin de subir a un tren especialmente alquilado para llevarlos a Yangón. Un grupo de los montes Naga había viajado durante seis días. Tuvieron que cargar sobre sus espaldas a dos publicadores, ya que las sillas de ruedas que les habían improvisado se rompieron al principio del viaje. Cientos acamparon en el andén de la estación, hablando, riendo y entonando cánticos del Reino. “Todo el mundo estaba entusiasmado —dice Pum Cin Khai, que ayudó a organizar el transporte—. Les proporcionamos alimento, agua y esterillas para dormir. Cuando finalmente llegó el tren, los ancianos ayudaron a cada grupo a subir a su vagón asignado. Entonces se oyó por un altavoz a todo volumen: ‘¡El tren de los testigos de Jehová está saliendo!’. Eché un vistazo para asegurarme de que no quedaba nadie rezagado y subí de un salto al tren.”
Mientras tanto, cerca de setecientos Testigos extranjeros estaban acomodándose en hoteles de Yangón. Pero ¿dónde se alojarían los más de tres mil asistentes birmanos? “Jehová abrió el corazón de los Testigos de Yangón para que cuidaran de sus hermanos —cuenta Myint Lwin, que trabajó en el Departamento de Alojamiento—. Algunas familias hospedaron hasta a 15 visitantes, pagaron para registrarlos ante el gobierno, y les proporcionaron desayuno y transporte de ida y vuelta al estadio cada día. Decenas durmieron en los Salones del Reino, y en una fábrica grande pudimos acomodar a varios centenares más. Pero a pesar de todos nuestros esfuerzos, todavía se necesitaba alojamiento para quinientas personas. Expusimos nuestro problema a la administración del estadio, la cual permitió que se quedaran allí mismo, una concesión sin precedentes.”
“Jehová abrió el corazón de los Testigos de Yangón para que cuidaran de sus hermanos”
La asamblea internacional de 2009 “¡Manténganse alerta!” fortaleció la fe de los hermanos y fue un excelente testimonio en Yangón
Como el estadio se hallaba en malas condiciones, más de trescientos cincuenta voluntarios trabajaron diez días para dejarlo listo para la asamblea. “Arreglamos la plomería y los sistemas de electricidad y aire acondicionado, y pintamos y limpiamos todas las instalaciones —relata Htay Win, el superintendente de asamblea—. Esta monumental tarea fue un excelente testimonio. El oficial del ejército encargado del estadio nos dijo: ‘¡Gracias, gracias! Le pido a Dios que usen mi estadio todos los años’.”
Más de cinco mil personas asistieron a la asamblea, que se celebró del 3 al 6 de diciembre de 2009. El último día, muchos llevaron sus trajes típicos, creando un pintoresco despliegue de color. “Todos nos abrazábamos y llorábamos, incluso antes de que empezara el programa”, cuenta una hermana. Después que Gerrit Lösch, del Cuerpo Gobernante, pronunciara la oración de conclusión, los presentes se quedaron varios minutos aplaudiendo y saludando. Una hermana de 86 años resumió así los sentimientos de la mayoría: “¡Era como estar en el nuevo mundo!”.
A muchos funcionarios del gobierno también les impresionó la asamblea. Uno de ellos dijo: “Esta reunión es excepcional. Nadie dice malas palabras ni fuma ni masca nuez de betel. Se ve unidad entre personas de diferentes razas. Nunca había visto gente así”. Maurice Raj relata: “Hasta el comandante militar de mayor rango de Yangón nos dijo que ni él ni sus colegas habían visto un evento tan extraordinario”.
Para los hermanos también se trató de una ocasión muy especial. Un publicador birmano lo expresó de esta manera: “Antes de la asamblea, solo conocíamos de oídas la hermandad internacional. Pero ahora la hemos vivido. Jamás olvidaremos el amor de nuestros hermanos”.
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