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  • Myanmar (Birmania)
    Anuario de los testigos de Jehová 2013
    • A principios de 1957, seis nuevos precursores especiales llegaron a Mandalay. Allí servían ya Robert Richards y su esposa de la etnia karen, Baby, quienes se habían casado recientemente. Enseguida comprobaron que la ciudad era un territorio difícil: Mandalay es un destacado centro del budismo y el hogar de casi la mitad de los monjes budistas del país. Con todo, los precursores se dieron cuenta de que, como en la antigua Corinto, Jehová tenía “mucha gente en esta ciudad” (Hech. 18:10).

      Un ejemplo de ello fue Robin Zauja, un estudiante kachin que entonces tenía 21 años. Él recuerda: “Cierta mañana, Robert y Baby Richards llamaron a mi puerta y se presentaron como testigos de Jehová. Me dijeron que estaban anunciando las buenas nuevas de casa en casa, tal como lo había mandado Jesús (Mat. 10:11-13). Me hablaron del mensaje bíblico y me dieron su dirección, así como varios libros y revistas. Por la noche me puse a leer uno de los libros y no pude parar hasta que lo terminé, al amanecer. Ese mismo día fui a la casa de Robert y pasé horas haciéndole preguntas. Él me respondió todas con la Biblia”. Robin Zauja pronto se convirtió en el primer kachin que aceptó la verdad. Sirvió por años de precursor especial en el norte de Birmania y ayudó a casi cien personas a hacerse Testigos. Actualmente, dos de sus hijos son miembros de la familia Betel de Yangón.

  • Myanmar (Birmania)
    Anuario de los testigos de Jehová 2013
    • Jehová me dio “un nuevo espíritu”

      WILSON THEIN

      AÑO DE NACIMIENTO 1924

      AÑO DE BAUTISMO 1955

      OTROS DATOS Este ex ladrón tuvo que esforzarse mucho para cambiar su personalidad. Ha sido precursor especial por cincuenta y cuatro años.

      ◆ DE JOVEN aprendí boxeo, lucha y yudo. Como consecuencia, desarrollé una personalidad violenta y agresiva. Con 19 años ya pertenecía a una banda que cometía robos a mano armada. Tiempo después me atraparon, y pasé ocho años en prisión. Allí tuve la oportunidad de reflexionar sobre el mal camino que llevaba en mi vida y me di cuenta de que necesitaba acercarme a Dios. Así que le pedí que me ayudara.

      Cuando salí en libertad, me trasladé a Yangón, donde asistí a las reuniones de los testigos de Jehová. Gracias a que varios hermanos me ayudaron con amor y paciencia, llené los requisitos para bautizarme.

      Aun después de mi bautismo, se me hacía difícil manifestar la personalidad cristiana (Efes. 4:24). Tenía la tendencia a criticar a los demás y a enojarme con facilidad. Quería cambiar y ser una mejor persona, pero me costaba controlar mi genio. A veces me sentía tan frustrado que me iba al río, donde pasaba horas llorando.

      A veces me sentía tan frustrado que me iba al río, donde pasaba horas llorando.

      En 1957, me nombraron precursor especial, y mi primera asignación fue Mandalay. Mi compañero era Robert Richards, un misionero que llegó a ser como un padre para mí. Él me enseñó a concentrarme en las buenas cualidades de la gente y a reconocer humildemente que yo también cometía errores (Gál. 5:22, 23). Siempre que me irritaba, le pedía a Jehová que me diera “un espíritu nuevo, uno que [fuera] constante” y pacífico (Sal. 51:10). Jehová contestó mis oraciones, y mi personalidad fue mejorando.

      Andando el tiempo, le di clases bíblicas a un señor de 80 años que pertenecía a una iglesia bautista. Los miembros de su iglesia se enojaron conmigo y me acusaron de “robarles las ovejas”. Uno de ellos me amenazó con un cuchillo y me preguntó: “¿Es pecado matar a alguien?”. Sentí que la ira me cegaba, pero de inmediato oré en silencio a Jehová y le respondí al hombre con voz firme: “Usted mismo lo ha dicho”. Desconcertado, dio media vuelta y se fue. Le agradecí a Jehová que me hubiera ayudado a mantenerme tranquilo. El estudiante se bautizó poco después y se mantuvo fiel hasta su muerte.

      A través de los años, he servido como precursor especial en 17 lugares y he ayudado a 64 personas a hacerse Testigos. Se me llenan los ojos de lágrimas al pensar en lo bueno que Jehová ha sido conmigo. Yo era un joven violento, agresivo e infeliz, pero él me enseñó a cultivar un espíritu nuevo y pacífico.

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