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Página 2¡Despertad! 1987 | 22 de agosto
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En 1985, Estados Unidos importó de Japón productos por un valor que superaba en 40.000 millones de dólares el importe de los que exportó a dicho país. A pesar de los esfuerzos internacionales para equilibrar la balanza comercial entre los países, el déficit comercial de Estados Unidos con Japón en 1986 aumentó a 58.000 millones de dólares.
¿A qué se debe este creciente desequilibrio comercial? ¿Cómo le afecta a usted? ¿Por qué pueden ser peligrosas las consecuencias? ¿Cuál es la solución duradera de este problema? Los siguientes artículos de ¡Despertad! consideran estas preguntas.
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La guerra comercial... ¿cómo le afecta a usted?¡Despertad! 1987 | 22 de agosto
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La guerra comercial... ¿cómo le afecta a usted?
EL MES de noviembre de 1985, un misionero americano que vive en Japón recibió de su madre 2.000 dólares para que al verano siguiente volviese a casa a pasar las vacaciones. Si hubiera cambiado ese dinero inmediatamente, habría recibido 400.000 yenes, al cambio de 200 yenes por dólar. Pero decidió esperar hasta julio de 1986, poco antes de comprar los pasajes de avión. Para entonces, el cambio había bajado a 160 yenes el dólar, de modo que su dinero valía solo 320.000 yenes. Perdió 80.000 yenes (cerca de 500 dólares E.U.A.) sólo por retener el dinero siete meses. Había recibido suficiente para sus billetes y los de su esposa, y ahora le faltaba bastante.
Los que viajan al extranjero no son los únicos que se han visto afectados por la desvalorización del dólar estadounidense. Si usted ha comprado últimamente artículos importados de Japón o de Europa occidental, también lo habrá notado. Los informes muestran que durante el último año, los precios de productos importados, como automóviles, cámaras, relojes e incluso los vinos y los quesos, han aumentado entre un 10% y un 20%. Por ejemplo: una cámara japonesa de calidad que en octubre de 1985 costaba unos 400 dólares, en junio de 1986 se vendía a 450 dólares, un aumento de un 12,5%. “Más fluctuaciones en el cambio de la moneda resultarán, probablemente, en más aumentos de precios de los que hemos visto hasta ahora”, dice un analista financiero de Estados Unidos.
El aumento de precios al consumidor solamente refleja un aspecto del problema. Las industrias de Japón y Alemania occidental están recibiendo fuertes presiones debido a este giro económico. Aunque el precio de la misma cámara mencionada antes aumentó de 400 a 450 dólares E.U.A. en unos pocos meses, en realidad bajó de 98.000 a 78.000 yenes, en moneda japonesa. De modo que se informó que uno de los mayores fabricantes de productos eléctricos de Japón pierde 30 millones de dólares cada vez que el valor del dólar baja un yen. El efecto es similar en las industrias siderúrgicas, textiles, del automóvil y en otros productos para la exportación.
A fin de mantener la competitividad, los gigantes industriales recurrieron a reducciones drásticas de precios y de márgenes gananciales. Las compañías más pequeñas no pudieron soportar las pérdidas y fueron a la quiebra. El periódico Mainichi Shimbun, el más importante de Tokio, informó que entre octubre de 1985 y agosto de 1986 quebraron 292 firmas. Como resultado, el año pasado los trabajadores japoneses recibieron el menor aumento salarial de los últimos treinta y un años: un promedio de un 4,5%. El desempleo alcanzó el 2,9% de la fuerza laboral, el más alto desde 1953. Se teme que la proporción “empeore hasta llegar al 7%-8%”, según lo expresó el presidente de la Federación Japonesa de Asociaciones Patronales.
Resultado del desequilibrio comercial
Pero ¿por qué se desvalorizó el dólar? Explicado sencillamente, fue debido a la guerra comercial en el competitivo mundo del comercio internacional. Algunas naciones exportan más productos de los que importan, lo que resulta en un superávit comercial. Canadá, por ejemplo, tiene un superávit comercial anual de 18.600 millones de dólares, y Japón exportó mercancías por un valor que excedía en 82.700 millones de dólares a las que importó en 1986.
Por otra parte, también hay países que, como Estados Unidos, importan muchas más mercancías de las que exportan. Es fácil ver lo que una situación como esta provoca en la economía nacional. El déficit comercial resultante crea graves problemas de desempleo y asesta un golpe a la estabilidad económica.
Dándose cuenta de que la economía mundial depende, en su mayor parte, del vigor de la de Estados Unidos, los ministros de Economía y los banqueros de las cinco naciones más industrializadas se reunieron en septiembre de 1985 y concordaron en devaluar el dólar estadounidense con respecto a las monedas más importantes del mundo. La idea fue que, al bajar el dólar, las mercancías de Estados Unidos serían más baratas y competitivas en otros países. Esto fomentaría la exportación en Estados Unidos. Por otra parte, la demanda de mercancías importadas menguaría, pues ahora estas serían más caras. Teóricamente, el resultado final sería la reducción del déficit comercial de Estados Unidos.
Desde que se puso en marcha este plan, el valor del dólar ha caído cerca de un 20% con respecto al marco, al yen, al franco y a otras monedas importantes. Pero, ¿han mejorado estas medidas el desequilibrio comercial? “A pesar de los ajustes realizados en la paridad de las monedas, el déficit comercial bilateral no se reducirá este año”, dijo el año pasado Malcolm Baldridge, secretario de Comercio de Estados Unidos, en un discurso a hombres de negocios y a miembros del gobierno de Japón.
En realidad, las mercancías importadas continúan siendo tan atractivas para los consumidores de Estados Unidos como lo han sido siempre. Según algunos informes publicados, Estados Unidos ha importado en 1986 aproximadamente tantos automóviles japoneses como en 1985. Puesto que el precio por automóvil subió, pero el número total de automóviles importados fue el mismo, el efecto final fue que el valor de las importaciones en dólares continuó subiendo en vez de bajar. El déficit comercial de Estados Unidos se disparó de un total de 118.000 millones de dólares en 1985 a la cifra récord de 175.000 millones en 1986, y aproximadamente una tercera parte de esta gigantesca cantidad corresponde al déficit con Japón. Lo que está pasando en Japón y Estados Unidos está sucediendo también en otros lugares. La guerra comercial nos afecta a todos. ¿Cuál es su causa? ¿Qué se puede hacer? ¿Hay alguna solución duradera?
[Fotografía en la página 3]
¿Por qué subieron los precios de las cámaras de calidad japonesas en Estados Unidos de 400 a 450 dólares en unos pocos meses?
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¿Cuál es la causa del problema?¡Despertad! 1987 | 22 de agosto
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¿Cuál es la causa del problema?
“LOS países están enzarzados en un recíproco desafío geopolítico”, dijo el periódico The New York Times a principios de este año. Estados Unidos ha permitido que baje aún más el dólar con respecto al yen japonés y al marco alemán debido al déficit comercial que sigue aumentando. Por eso, el informe del periódico Times continuaba diciendo: “Cada uno está intentando forzar a los demás a que cambien su política doméstica [...] a fin de ayudar a equilibrar el comercio [internacional]”.
¿Por qué no ha conseguido la devaluación del dólar las mejoras esperadas en el comercio internacional? ¿A qué se debe que Estados Unidos siga teniendo un déficit comercial tan grande? Y ¿por qué algunos países, como Japón y Alemania occidental, han seguido aumentando su superávit comercial con respecto a Estados Unidos a pesar de que ha mejorado la paridad de sus monedas con relación al dólar?
Los mejores economistas de todo el mundo están intentando hallar la respuesta a estas preguntas. En cualquier caso, es obvio que la solución de los problemas comerciales del mundo no depende de seguir ajustando el valor del dólar. Entre tanto, las acusaciones y contraacusaciones entre los diferentes países han alcanzado un nivel explosivo, tanto política como económicamente.
Crecientes fricciones comerciales
Muchas personas en Estados Unidos, por ejemplo, piensan que, aunque este país ha abierto sus mercados al comercio extranjero, algunas naciones —entre ellas Japón y, a un grado menor, Alemania occidental y otras— no han hecho lo mismo. Dicen que, por el contrario, esos países adoptan medidas comerciales injustas para promover las exportaciones y proteger sus propios mercados de las importaciones. Como resultado, según piensan, se han perdido puestos de trabajo en Estados Unidos y se ha perjudicado considerablemente el nivel de vida de los afectados. Esto ha causado considerable fricción, incluso animosidad, entre Estados Unidos y los países con los que esta nación mantiene relaciones comerciales.
También existe la queja de que las compañías japonesas pagan a sus empleados salarios muy bajos, comparados con los correspondientes de Estados Unidos, de modo que pueden permitirse el lujo de vender más barato que sus competidores de otros países. Por otra parte, para entrar en el mercado japonés, las compañías extranjeras tienen que enfrentarse a las costumbres comerciales tradicionales y particulares, los complicados sistemas de distribución y de impuestos, las normas de calidad, la barrera del idioma, el sentido japonés de lo que gusta y lo que no gusta, y la renuencia a aceptar mercancías extranjeras. Todo ello, dicen los hombres de negocios de otros países, los coloca en franca desventaja.
El secretario de Comercio de Estados Unidos, Malcolm Baldridge, sintetizó estas quejas cuando dijo en un discurso dirigido a un grupo de hombres de negocios de Tokio: “Japón no puede seguir conviviendo con los países con los que mantiene relaciones comerciales sobre la base de un incremento continuo de las exportaciones y un aumento mínimo o nulo de las importaciones. En muchos aspectos, Japón tiene una gran influencia en la economía mundial, pero no ha asumido la responsabilidad que conlleva esa influencia”.
Las contraacusaciones
Por otra parte, los hombres de negocios de Japón aluden a la mentalidad de ganancia inmediata de Estados Unidos. Mientras que un japonés está dispuesto a esperar plazos largos, el hombre de negocios estadounidense tiene que conseguir ganancias inmediatas para satisfacer a sus accionistas. Por ejemplo: en 1970, algunas compañías estadounidenses y japonesas se embarcaron en una costosa investigación para comercializar aparatos lectores de música e imágenes por rayo láser. Pronto, al no conseguir los resultados esperados, las compañías estadounidenses se retiraron. Sin embargo, una compañía japonesa siguió intentándolo y se convirtió en una fuerza importante en el mercado multimillonario del disco compacto digital.
Un importante factor en el desequilibrio comercial, según los japoneses, es que su sociedad está orientada hacia el ahorro, mientras que la americana es fundamentalmente consumista. Como promedio, el japonés ahorra cuatro veces más que el norteamericano, y sus ahorros totales sobrepasan el 30% de su producto nacional bruto.
Por lo general, el japonés piensa que su competitividad depende, no de la reducción del coste de producción, sino de una mayor productividad y mejor gestión. Un entendido norteamericano apunta que “la productividad laboral en las cinco mayores compañías siderúrgicas de Estados Unidos, por ejemplo, alcanza solo las dos terceras partes de las correspondientes japonesas. Esto significa que, aunque los salarios de los dos países fueran iguales, la siderurgia norteamericana no podría competir con la japonesa en un mercado verdaderamente libre. Y tampoco podrían hacerlo los fabricantes americanos de automóviles”.
En cuanto a la acusación de que ponen trabas a la importación de ciertas mercancías, muchos japoneses piensan que sencillamente no es cierto. Afirman que ellos han aceptado los productos importados siempre y cuando los fabricantes extranjeros los hayan adaptado al gusto japonés. Por ejemplo: un fabricante estadounidense de juguetes cambió el diseño de una muñeca haciéndola más pequeña, con piernas más cortas y ojos de color marrón oscuro. Se vendieron millones. De manera similar, una compañía de refrescos estadounidense consiguió el 60% del mercado de refrescos de Japón haciendo su producto más dulce, justo lo que los japoneses querían. Las compañías extranjeras que emplean estas estrategias comerciales han tenido un gran éxito.
Algunos japoneses piensan incluso que Estados Unidos ha exagerado la cuestión del déficit comercial para descargarse de la culpa por su mala gestión. Dicen que, como Japón sólo tiene la mitad de habitantes que Estados Unidos, los japoneses probablemente nunca consumirán tantos productos americanos como los americanos productos japoneses. Además, dicen que las cifras que se citan son engañosas, pues no incluyen el valor de los productos y los servicios vendidos por compañías de Japón que son propiedad de empresas norteamericanas o están controladas por estas. Una empresa asesora dice que hay tres mil de esas compañías en Japón, y que en 1984 las trescientas más importantes vendieron en dicho país productos por valor de 44.000 millones de dólares.
Ese traslado de negocios americanos a otros países para aprovecharse de la mano de obra barata agrava el desequilibrio comercial. Cada vez hay un mayor número de televisores, computadoras, automóviles y otros productos con marcas estadounidenses que se fabrican en Japón, México, Taiwan y otros lugares, y que se venden en el mercado americano. Esto se traduce, no solamente en pérdida de empleos en Estados Unidos, dicen los japoneses, sino también en cifras infladas de “importación”.
De modo que parece que cada lado tiene razones legítimas para quejarse de la otra parte o justificar sus propias acciones. Sin embargo, estas acusaciones y contraacusaciones continúan produciéndose, y hay pocas señales de que la guerra comercial, o el desequilibrio comercial, vaya a moderarse. Puede que las naciones solo se estén fijando en los síntomas. Las verdaderas causas de las tensas relaciones comerciales son mucho más profundas.
¿Cuál es la verdadera causa?
Imagínese que hubiera un mayor intercambio de mercancías entre estados dentro de Estados Unidos o entre prefecturas en Japón. ¿Causaría esto una guerra comercial o una crisis económica? No. Esto se debe a que a los consumidores no les importa de dónde vienen los productos, mientras estos sean de calidad y tengan un precio razonable. ¿Por qué es diferente en el comercio internacional?
“Nacionalismo económico” es como lo llama Asahi Shimbun, uno de los periódicos más importantes de Japón. Más bien que preocuparle la prosperidad de la economía mundial, cada nación está preocupada principalmente por su propio bienestar. “La idea japonesa de que solamente los productos nacionales son de calidad [...] está muy arraigada y es fundamental”, observó en Tokio el responsable de la compañía American Telephone and Telegraph International. Lo mismo puede decirse de los estadounidenses, alemanes, británicos, etc. Las naciones están divididas de más de una manera.
En realidad, los problemas económicos y la devaluación del dólar son solo síntomas de un sistema plagado por la guerra, la violencia, el nacionalismo, la ambición egoísta y, sobre todo, la desesperanza. ¿Hay alguien que pueda liberar al mundo de esas infranqueables barreras, restaurar la salud de la economía mundial y mejorar todo aspecto de nuestra vida?
[Fotografía en la página 7]
¿Es posible que la mayor productividad de los trabajadores japoneses esté contribuyendo al déficit comercial con Japón?
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¿Hay una solución duradera?¡Despertad! 1987 | 22 de agosto
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¿Hay una solución duradera?
LOS primeros ministros y los presidentes han hablado sobre ello. Por su parte, los hombres de negocios y los banqueros lo han intentado. Los ejecutivos de corporaciones gigantes han hecho lo que han podido. Pero, ¿cuál es el estado actual del comercio internacional?
De Washington, D.C., viene este informe del secretario del Tesoro, James Baker: “Aunque hay perspectivas de algunas reducciones en los desequilibrios [comerciales] en 1987, muy bien pueden aumentar de nuevo en 1988 y permanecer a unos niveles inaceptables desde el punto de vista político y económico”.
De Seúl, Corea del Sur, viene esta noticia: “El sentimiento antiamericano ha ido creciendo entre los disidentes y estudiantes de Corea del Sur, en parte por lo que consideran que son medidas proteccionistas americanas contra los productos coreanos. [...] Estados Unidos ha intentado sacrificar a Corea para ayudar a recortar su déficit comercial”.
De Europa nos llega este informe: “Las doce naciones de la Comunidad Económica Europea, el mayor bloque comercial del mundo, [...] dicen que las compañías japonesas están intentando compensar las ventas perdidas en Estados Unidos por medio de exportar más a Europa [...]. [A las naciones miembros de la C.E.E.] les preocupa que aumente el desempleo como resultado de las importaciones, y están amenazando a Japón con nuevas restricciones”.
Está claro que aunque los líderes políticos y los ministros de Economía del mundo lo han intentado a toda costa, sus ideas no han dado resultado. Las relaciones comerciales entre las naciones continúan empeorando y las acusaciones recíprocas están alcanzando niveles explosivos. ¿Hay alguien que sepa solucionar esos problemas?
El que tiene la solución
El que pueda resolver con éxito los problemas financieros y otros males del mundo también tiene que ser capaz de resolver los obstáculos profundamente arraigados del nacionalismo, la ambición egoísta, la incertidumbre y la desesperanza. Sus ideas deben ser diferentes, aun opuestas, a la ley de la jungla en la que está basado el sistema económico actual. ¿Existe tal persona?
Sí, existe, y sus enseñanzas se conocen internacionalmente. Esta persona expuso lo que se ha llegado a conocer como la Regla áurea: “Por lo tanto, todas las cosas que quieren que los hombres les hagan, también ustedes de igual manera tienen que hacérselas a ellos”. Y también enseñó: “Practiquen el dar, y se les dará. Derramarán en sus regazos una medida excelente, apretada, remecida y rebosante. Porque con la medida con que ustedes miden, se les medirá en cambio”. (Mateo 7:12; Lucas 6:38.)
¿Sabe quién es esa persona? No es otra que Jesucristo, cuyas enseñanzas han sido muy alabadas, pero rara vez seguidas. De hecho, mucha gente piensa que estas son demasiado idealistas, demasiado imprácticas, y que nunca podrán aplicarse. ¿Piensa usted, quizás, del mismo modo? Entonces, ¿por qué no examina lo que hacían los seguidores de Jesucristo del primer siglo y ve cómo se aplicaban estos principios basados en el amor verdadero?
La solución duradera
Alrededor del año 55 E.C., el apóstol Pablo escribió a la congregación cristiana de Corinto y habló de una ofrenda o contribución que hicieron los cristianos de Macedonia y Acaya, Europa, para ayudar a sus compañeros cristianos de Palestina, Asia. Por supuesto, este era un gesto noble de su parte, pero Pablo explicó: “Mediante una igualación, el sobrante de ustedes precisamente ahora compense lo que les falta a ellos, para que el sobrante de ellos también llegue a compensar lo que les falte a ustedes, para que se efectúe una igualación”. (2 Corintios 8:14.)
Aunque aquí no se habla de negocios comerciales, el principio implícito es digno de tenerse en cuenta. Lo que se conseguía era una igualación entre lo que sobraba y lo que faltaba. Pero, ¿es realista esperar que los principios basados en el amor funcionen en el agresivo y egoísta mundo actual del comercio internacional? No, no lo es. De modo que la única solución duradera implica un cambio radical, cambio que Dios mismo se propone realizar.
Hablando de estos problemáticos días, la profecía bíblica predijo: “En los días de aquellos reyes el Dios del cielo establecerá un reino que [...] triturará y pondrá fin a todos estos reinos, y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos”. (Daniel 2:44; Salmo 110:2.) Este Reino que “el Dios del cielo establecerá” es aquel por el que Jesucristo enseñó a orar a sus seguidores con estas palabras: “Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra”. (Mateo 6:10.) Los acontecimientos mundiales y las profecías bíblicas cumplidas confirman que el tiempo para que este Reino intervenga está ya cerca.
¿Puede imaginarse las condiciones que existirán cuando un solo gobierno rija sobre toda la Tierra? No habrá más tipos de cambio. No habrá más aranceles ni guerras comerciales. No habrá más fijación de precios ni proteccionismo. Todo el mundo llegará a estar bajo un nuevo sistema justo, no solo en sentido económico, sino también político, religioso y en todo otro aspecto.
[Ilustración en la página 9]
Solo cuando las personas trabajen juntas, en un ambiente de amor, se resolverán los problemas de la humanidad
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