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“Objeto de odio de parte de todas las naciones”Los testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
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Trato brutal en los campos de concentración
Adolf Hitler fue un aliado complaciente del clero. En 1933, el año de la firma del concordato entre el Vaticano y la Alemania nazi, Hitler lanzó una campaña para aniquilar a los testigos de Jehová de Alemania. En 1935 los proscribió en toda la nación. Pero ¿quién instigó estas medidas?
El 29 de mayo de 1938 un sacerdote católico escribió lo siguiente en Der Deutsche Weg (un periódico alemán publicado en Lodz [Polonia]): “Ahora hay un solo país en la Tierra donde están prohibidos los llamados [...] Estudiantes de la Biblia [testigos de Jehová]. ¡Ese país es Alemania! [...] Cuando Adolf Hitler subió al poder, y el obispado católico alemán volvió a presentar su petición, Hitler dijo: ‘Estos llamados Estudiantes Sinceros de la Biblia [los testigos de Jehová] son perturbadores; [...] los considero farsantes; no tolero que este juez estadounidense Rutherford mancille así a los católicos alemanes; disuelvo a [los testigos de Jehová] en Alemania’”. (Cursivas nuestras.)
¿Era tan solo el episcopado católico de Alemania el que quería que se adoptara esta medida? Según informó el 21 de abril de 1933 el periódico Oschatzer Gemeinnützige, el 20 de abril el pastor luterano Otto habló en un discurso radiado de la “muy estrecha cooperación” de la Iglesia Luterana del Estado de Sajonia con los dirigentes políticos de la nación, y luego explicó: “Los primeros resultados de esta cooperación se concretan en la proscripción que hoy se ha impuesto a la Asociación Internacional de Estudiantes Sinceros de la Biblia [testigos de Jehová] y sus subdivisiones en Sajonia”.
Tras esto, el Estado nazi desató una de las persecuciones de cristianos más brutales de toda la historia. Miles de testigos de Jehová —de Alemania, Austria, Polonia, Checoslovaquia, los Países Bajos, Francia y otras naciones— fueron recluidos en campos de concentración. Allí se les trató con una crueldad y un sadismo inimaginables. Los maldecían, les daban patadas y luego los obligaban a estar durante horas haciendo flexiones de piernas, saltando y gateando hasta que se desmayaban o caían exhaustos, mientras los guardias reían a carcajadas. A algunos los hicieron quedarse de pie en el patio, desnudos o con poca ropa, en pleno invierno. Muchos fueron flagelados hasta quedar inconscientes o con la espalda ensangrentada. A otros los utilizaron de conejillos de Indias en experimentos médicos. A algunos les ataron los brazos a la espalda y los colgaron por las muñecas. Aunque estaban débiles por el hambre y mal vestidos para el tiempo frío, les hacían trabajar duro por muchas horas, a menudo sin más ayuda que las manos, en labores para las que necesitaban palas y otras herramientas. Se abusó de este modo de hombres y mujeres por igual. Las edades iban desde la adolescencia hasta más de los setenta años. Sus atormentadores lanzaban gritos de desafío a Jehová.
Con la intención de doblegar el espíritu de los Testigos, el comandante del campo de Sachsenhausen ordenó que August Dickmann, joven Testigo, fuera ejecutado ante todos los prisioneros, con los testigos de Jehová al frente, para que aquello les impresionara más. Tras la ejecución, despidió a todos los reclusos salvo a los testigos de Jehová. Con gran énfasis, el comandante preguntó: ‘¿Quién está dispuesto ahora a firmar la declaración?’, un documento por el que repudiaban su fe e indicaban que estaban dispuestos a hacerse soldados. De los 400 o más Testigos, ninguno respondió. Luego, ¡dos dieron un paso al frente!, pero no para firmar, sino para pedir que se anularan las firmas que habían dado un año antes.
En el campo de Buchenwald aguantaron presiones parecidas. El oficial nazi Rödl notificó a los Testigos: “Si alguno de ustedes rehúsa luchar contra Francia e Inglaterra, ¡todos morirán!”. Dos compañías de las SS plenamente armadas esperaban en la casa del guarda. Ni un solo Testigo cedió. Por esto los trataron con crueldad, pero no se llevaron a cabo las amenazas del oficial. Vino a ser de dominio público que, aunque los Testigos de los campos harían casi cualquier trabajo que les mandaran hacer, se negarían rotundamente a realizar cualquier labor que apoyara la guerra o atentara contra sus compañeros de cautiverio, aun cuando los castigaran dejándolos sin comida y haciéndoles trabajar en exceso.
Las penalidades por las que pasaron son indescriptibles. Centenares de Testigos murieron. Al acabar la guerra, cuando los sobrevivientes fueron liberados de los campos de concentración, un Testigo de Flandes escribió: “Únicamente el deseo inquebrantable de seguir viviendo, la esperanza y la confianza en Él, Jehová, que es todopoderoso, y el amor por la Teocracia, hizo posible que soportáramos todo esto y ganáramos la victoria. (Rom. 8:37.)”.
Los padres fueron apartados de sus hijos. Los cónyuges fueron separados uno de otro y algunos nunca supieron del paradero de su esposo o esposa. Poco después de casarse, Martin Poetzinger fue detenido y llevado al infame campo de Dachau y luego a Mauthausen. Su esposa, Gertrud, fue internada en Ravensbrück. No se volvieron a ver en nueve años. Al recordar sus experiencias en Mauthausen, el hermano Poetzinger escribió: “La Gestapo puso en práctica todo método para inducirnos a quebrantar nuestra fe en Jehová. Dieta de inanición; amistades engañosas; brutalidades; el tener que permanecer de pie en un armazón día tras día; el colgarnos de un poste de tres metros por las muñecas que teníamos sujetas a la espalda; azotes... todo esto y otras cosas demasiado bajas para mencionarlas se pusieron en práctica”. Pero él siguió leal a Jehová, sobrevivió y posteriormente fue miembro del Cuerpo Gobernante de los Testigos de Jehová.
Encarcelados por su fe
Los testigos de Jehová no estuvieron en los campos de concentración por ser delincuentes. Cuando los oficiales querían que alguien los afeitara, daban sin reparos la navaja a un Testigo, pues sabían que ninguno de estos atacaría con ella a otra persona. Cada vez que los oficiales de las SS del campo de exterminio de Auschwitz necesitaban que alguien limpiara sus hogares o cuidara de sus hijos, elegían a Testigos, porque sabían que no intentarían envenenarlos ni fugarse. Durante la evacuación del campo de Sachsenhausen, al acabar la guerra, los guardias colocaron una carreta con su botín en medio de una columna de Testigos. ¿Por qué? Sabían que no les robarían.
A los testigos de Jehová se les encarceló por su fe. En varias ocasiones se les prometió que saldrían de los campos de concentración con tan solo firmar una declaración en la que repudiaran su fe. Las SS hicieron todo lo posible para que los Testigos firmaran la declaración, con engaños o a la fuerza. No había nada que desearan más.
Con la excepción de unos pocos, la integridad de los Testigos fue inquebrantable. Pero hicieron más que sufrir por lealtad a Jehová y devoción al nombre de Cristo. Hicieron más que aguantar las torturas inquisitoriales a que los sometieron. Mantuvieron fuertes los vínculos de su unión espiritual.
No tenían la actitud de querer sobrevivir a toda costa. Tenían amor abnegado entre sí. Cuando uno se debilitaba, los demás compartían con él su reducida ración de comida. Cuando no les daban tratamiento médico, se cuidaban con cariño unos a otros.
A pesar de que sus perseguidores trataban de impedirlo, los Testigos recibían información para el estudio de la Biblia: oculta en paquetes de regalo del exterior, memorizada y relatada por los nuevos prisioneros que llegaban e incluso escondida en la pierna de madera de un nuevo recluso, o por otros medios cuando trabajaban fuera de los campos de concentración. Se pasaban copias de la información recibida unos a otros; a veces hasta duplicaban las copias a escondidas en las máquinas de las oficinas de los oficiales del campo. Aunque corrían un gran riesgo, celebraron algunas reuniones cristianas en los campos.
Los Testigos siguieron predicando que el Reino de Dios es la única esperanza para el hombre, ¡y lo hicieron allí mismo en los campos de concentración! En Buchenwald, como resultado de la actividad organizada, miles de presos escucharon las buenas nuevas. En el campo de Neuengamme, situado cerca de Hamburgo, se planeó con cuidado una campaña intensiva de testificación que se llevó a cabo a principios de 1943. Se elaboraron tarjetas de testimonio en los diferentes idiomas que se hablaban en el campo. Se hizo cuanto se pudo por llegar a todos los reclusos. Se organizaron estudios de la Biblia con los que tenían interés. Los Testigos predicaron con tanto celo que algunos prisioneros políticos presentaron la queja: “¡Dondequiera que uno va, todo lo que oye tiene que ver con Jehová!”. Cuando llegaron órdenes de Berlín de esparcir a los Testigos entre los demás prisioneros para que se debilitara su fe, esta medida hizo posible que dieran testimonio a más personas.
Respecto a las 500 o más Testigos fieles recluidas en Ravensbrück, una sobrina del general francés Charles de Gaulle escribió tras ser puesta en libertad: “Tengo verdadera admiración por ellas. Eran de varias nacionalidades: alemanas, polacas, rusas y checas, y resistieron sufrimientos muy grandes por sus creencias. [...] Todas ellas mostraron gran valor, y su actitud con el tiempo impuso el respeto aun de las SS. Hubieran podido ser puestas en libertad inmediatamente si hubieran renunciado a su fe. Pero, al contrario, no cejaron en su resistencia, y hasta lograron introducir libros y tratados en el campo”.
Al igual que Jesucristo, vencieron al mundo que quería obligarlos a conformarse a su molde satánico. (Juan 16:33.) En su libro New Religious Movements: A Perspective for Understanding Society (Nuevos movimientos religiosos: Una perspectiva para comprender la sociedad), Christine King dijo lo siguiente de ellos: “Los testigos de Jehová presentaron un obstáculo al concepto totalitario de la nueva sociedad, y este, así como la persistencia en que sobreviviera, perturbó claramente a los arquitectos del nuevo orden. [...] Los antiguos métodos de persecución —tortura, encarcelamiento y mofas— no estaban ocasionando la conversión al nazismo de ninguno de los Testigos, y estaban produciendo, en efecto, resultados negativos en contra de sus instigadores. [...] La lucha fue fuerte entre los dos rivales de estos pretendientes a la lealtad, más aún cuando los nazis —físicamente más fuertes— en muchos aspectos estaban menos seguros de sí mismos, menos arraigados en la firmeza de su propia convicción, menos seguros de la supervivencia de su Reich de mil años. Los Testigos no tenían dudas de sus propios cimientos, puesto que su fe había sido manifiesta desde los días de Abel. Mientras que los nazis tenían que reprimir la oposición y convencer a sus apoyadores, con frecuencia adoptando un vocabulario tanto literal como figurativo sacado de la cristiandad sectaria, los Testigos estaban seguros de la completa e inflexible lealtad de sus miembros, aun hasta la muerte”. (Editado en 1982.)
Al finalizar la guerra, más de mil Testigos habían sobrevivido a los campos de concentración, con su fe intacta y el amor mutuo fortalecido. Al aproximarse las tropas rusas, los guardias se apresuraron a evacuar Sachsenhausen. Agruparon a los prisioneros por nacionalidades. Sin embargo, los testigos de Jehová permanecieron juntos en un solo grupo: 230 prisioneros de este campo. Los guardas se pusieron nerviosos teniendo a los rusos pisándoles los talones. No había alimento, y los prisioneros estaban débiles; no obstante, los guardas disparaban a todo el que se rezagaba o desmayaba de cansancio. Miles de personas quedaron tendidas a lo largo de la ruta de la marcha. Pero los Testigos se ayudaron unos a otros, de modo que ni el más débil quedó tirado en la carretera. Sin embargo, algunos tenían entre 65 y 72 años. Otros prisioneros trataron de hurtar comida, y a muchos los mataron al descubrirlos. Los testigos de Jehová, por el contrario, aprovecharon las oportunidades para hablar de los propósitos amorosos de Jehová a los que encontraban a lo largo de la ruta de evacuación, y algunas de estas personas, agradecidas por el mensaje consolador, les dieron alimento para ellos y sus hermanos cristianos.
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“Objeto de odio de parte de todas las naciones”Los testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
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[Recuadro/Ilustración en la página 661]
Traducción de la declaración que los soldados de las SS trataban de obligar a los Testigos a firmar
Campo de concentración . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Departamento II
D E C L A R A C I Ó N
Yo, . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
nacido(a) en . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
el . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
por la presente hago la siguiente declaración:
1. Me he dado cuenta de que la Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia proclama enseñanzas erróneas y de que al amparo de la religión persigue fines hostiles al Estado.
2. Por lo tanto, he dejado por completo esta organización y me he liberado totalmente de las enseñanzas de esta secta.
3. Por la presente doy constancia de que nunca volveré a participar en las actividades de la Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia. Denunciaré inmediatamente a cualquier persona que me aborde con las enseñanzas de los Estudiantes de la Biblia, o que de algún modo manifieste tener relación con ellos. Toda publicación de los Estudiantes de la Biblia que reciba en mi casa la entregaré de inmediato al cuartel de policía más cercano.
4. En el futuro mostraré mi aprecio por las leyes del Estado; especialmente en caso de guerra defenderé, con arma en la mano, a la patria, y me uniré, de todo modo posible, a la comunidad.
5. Estoy al tanto de que si actúo contrario a la declaración hecha por mí hoy, se me pondrá nuevamente en prisión preventiva de inmediato.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . , Fechado . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Firma
[Recuadro en la página 662]
Cartas de algunos que estaban sentenciados a muerte
De Franz Reiter (condenado a morir en la guillotina) a su madre, con fecha 6 de enero de 1940, desde el centro penitenciario de Berlin-Plötzensee:
“Estoy plenamente convencido de que mi manera de actuar es la correcta. Mientras esté aquí, aún puedo cambiar de idea, pero para Jehová eso sería deslealtad. Todos los que estamos aquí deseamos permanecer fieles a Dios, para su honra. [...] Si con el conocimiento que tengo hubiese prestado el juramento [militar], habría cometido un pecado por el que merecería la muerte. Eso hubiese sido nefasto para mí. No tendría resurrección. Pero me apego a lo que dijo Cristo: ‘El que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la hallará’. Hoy, mi querida madre, y todos mis hermanos y hermanas, me han comunicado la sentencia; no se alarmen, he sido sentenciado a muerte. Seré ejecutado mañana por la mañana. Dios me da fortaleza, al igual que siempre lo hizo con todos los verdaderos cristianos del pasado. El apóstol escribe: ‘Todo nacido de Dios no peca’. Lo mismo me [afecta] a mí. Te lo he probado, y has podido darte cuenta de ello. Querida madre, no dejes que esto te apesadumbre. Sería provechoso para todos ustedes que llegaran a conocer mejor las Santas Escrituras. Si permanecen firmes hasta la muerte, nos volveremos a ver en la resurrección. [...]
”Tu Franz.
”Hasta que volvamos a encontrarnos.”
De Berthold Szabo, fusilado en Körmend (Hungría) el 2 de marzo de 1945:
“Querida hermanita Marika:
”En esta hora y media de vida que me queda trataré de escribirte algunas palabras para que informes a nuestros padres acerca de mi situación: pronto me encararé a la muerte.
”Desearía que sintieran la misma paz interior que experimento en estos últimos momentos que pasaré en este mundo lleno de calamidad. Son ahora las diez, y seré ejecutado a las once y media; pero estoy muy calmado. Mi vida futura la dejo en manos de Jehová y de su Amado Hijo, Jesucristo, el Rey, quienes nunca olvidarán a los que los aman con sinceridad. También sé que pronto habrá una resurrección de los que han muerto o, más bien, de los que se han dormido en Cristo. También quisiera mencionar que te deseo las más abundantes bendiciones de Jehová por el amor que me has mostrado. Por favor, dales a papá y mamá un beso de parte mía, y a Annus también. Que no se preocupen por mí; pronto estaremos juntos de nuevo. Mi mano está calmada ahora, y me iré a descansar hasta que Jehová me llame de nuevo. Aun en estas circunstancias voy a cumplir el voto que le hice.
”Se me ha acabado el tiempo. Que Dios nos acompañe a los dos.
”Con mucho amor, . . .
”Berthi”
[Recuadro en la página 663]
Conocidos por su valor y sus convicciones
◆ “Contra toda fuerza superior, los Testigos en los campos se reunían y oraban juntos, producían literatura y hacían conversos. Sostenidos por su compañerismo, y, a diferencia de muchos otros prisioneros, muy al tanto de las razones por las cuales existían lugares como aquéllos y por qué debían sufrir así, los Testigos resultaron ser un grupo pequeño pero memorable de prisioneros, marcados con un triángulo violeta y célebres por su valor y sus convicciones.” Así se expresó la Dra. Christine King, en su libro “The Nazi State and the New Religions: Five Case Studies in Non-Conformity”.
◆ “Los valores y la violencia en Auschwitz”, de Anna Pawelczyńska, dice: “Ese grupito de prisioneros era una fuerza ideológica sólida y ganó su batalla contra el nazismo. El grupo alemán de esta secta había sido una islita de resistencia incesante que existía en el seno de una nación aterrorizada, y con ese mismo espíritu de intrepidez funcionaron en el campo de Auschwitz. Se las arreglaron para ganarse el respeto de sus compañeros de prisión [...] de los funcionarios de la prisión, y hasta de los oficiales de las SS. Todo el mundo sabía que ningún ‘Bibelforscher’ [testigo de Jehová] llevaría a cabo una orden que fuera contraria a su creencia religiosa”.
◆ Rudolf Hoess, en su autobiografía, publicada en el libro “Commandant of Auschwitz”, mencionó la ejecución de algunos testigos de Jehová por negarse a violar su neutralidad cristiana. Dijo: “De la misma manera imagino que deben haberse visto los primeros mártires cristianos, mientras esperaban en el circo que las fieras los despedazaran. Iban hacia la muerte con el rostro totalmente transformado, los ojos alzados al cielo y las manos juntas levantadas en señal de oración. Todos los que presenciaban su muerte quedaban sumamente conmovidos, y hasta el pelotón de fusilamiento quedaba afectado”. (Este libro se publicó en Polonia con el título “Autobiografía Rudolfa Hössa-komendanta obozu oświęcimskiego”.)
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