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La mano de Jehová ha estado con nosotrosLa Atalaya 1986 | 1 de febrero
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En 1939 hubo otro suceso histórico que contribuyó a fortalecer mi fe en Jehová y su organización visible. A medida que nubarrones de guerra se cernían sobre nosotros, se publicó en la revista La Atalaya un artículo intitulado “Neutralidad”. Por este artículo llegué a comprender y apreciar que el pueblo de Dios tiene que estar en paz con todos, aun en medio de amenazas de guerra. Gracias a este artículo, estaba preparado para enfrentarme a los tiempos difíciles que se avecinaban.
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La mano de Jehová ha estado con nosotrosLa Atalaya 1986 | 1 de febrero
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Se pone a prueba mi fe
Fue entonces cuando fue puesta a prueba mi fe por causa de la neutralidad. Yo era gerente de la sección de repuestos y accesorios de la compañía de automóviles General Motors. Me habían permitido trabajar de media jornada, lo cual hacía posible que mantuviera en primer lugar mis actividades como ministro religioso. Pero, dado que la guerra estaba haciendo estragos y los Estados Unidos se veían implicados, ¿participaría yo en el conflicto, o trataría de ser eximido debido a mi trabajo seglar? No escogí ninguna de las dos. Yo era ministro ordenado y tenía derecho legal a ser eximido del servicio militar por esa razón. Sin embargo, la Junta de Servicio Militar Obligatorio no estaba de acuerdo con esto.
La Junta sugirió: “Usted podría unirse a las fuerzas armadas y servir de ministro”. “No —contesté—. Mi conciencia me dicta que como ministro del evangelio he dedicado mi vida a este trabajo.”
“Pero usted puede ejercer de ministro en el ejército también.”
“No. Solo puedo servir a mi prójimo al compartir las ‘buenas nuevas’ que se hallan en la Biblia.”
Mi caso fue remitido a un tribunal superior. En el Tribunal Federal hice notar que mi padre había huido de Austria y había emigrado a los Estados Unidos debido a sus convicciones religiosas contra el llevar armas y formar parte del ejército.
“Pero usted no tendría que pelear —dijo el juez—. Con su experiencia y preparación sería un excelente capellán, joven.”
“Su señoría, ¿cómo? Si mi conciencia no me permite llevar armas, ¿cómo podría yo instar a otros a hacerlo?”
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