BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
Español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • Albania
    Anuario de los testigos de Jehová 2010
    • En 1947, Albania se alió con la Unión Soviética y Yugoslavia, pero tuvo conflictos con Grecia. Al año siguiente, cortó sus lazos con Yugoslavia y se acercó más a la Unión Soviética. Cualquiera que no apoyase la ideología del gobierno era marginado. Por eso, la postura neutral de los Testigos provocó un aumento de la oposición hacia ellos.

      Por ejemplo, en 1948 un grupo de seis hermanos se reunieron en cierta aldea para celebrar la Conmemoración. La policía irrumpió en la reunión y los golpeó durante horas. Dos semanas después arrestaron al hermano que había pronunciado el discurso de Conmemoración y lo tuvieron doce horas de pie. A medianoche, el jefe de policía le gritó: “¿Por qué violaste la ley?”.

      “No podemos poner la ley del Estado por encima de la ley del Señor”, respondió el hermano.

      Lleno de rabia, el jefe de policía le dio una bofetada al hermano, y al ver que este volvía la cabeza hacia un lado, preguntó: “¿Qué haces?”.

      “Como ya le he dicho, somos cristianos —contestó el hermano—. Y Jesús enseñó que cuando alguien te golpea, debes volver la otra mejilla.”

      “Pues si eso es lo que ordena tu Señor —vociferó el enfurecido policía—, no pienso obedecerle, y no te golpearé más. ¡Fuera de aquí!”

  • Albania
    Anuario de los testigos de Jehová 2010
    • En aquellos años, la Sigurimi (Dirección de Seguridad del Estado) era la encargada de velar por la seguridad de la nación. Sus agentes, siempre atentos a cualquier supuesta amenaza para el comunismo, enseguida observaron la audacia con que Sotir predicaba. Lo arrestaron, lo retuvieron durante horas, lo golpearon y le ordenaron que no predicara más.

      Cuando lo soltaron, Sotir se puso en contacto con Leonidha, quien lo llevó a casa de Spiro Karajani, un médico que había aprendido la verdad algunos años antes. Spiro no solo atendió a Sotir, sino que también lo ayudó a comprender mejor la verdad.

      Spiro le aconsejó: “Si vuelven a arrestarte, no firmes nada sin leer primero cada línea y cada palabra. Haz una raya después de lo que ellos escriban. No dejes espacios en blanco. Lee todo con mucho cuidado, y asegúrate de que lo que firmes sea lo que tú dijiste”.

      Solo dos días después, la policía atrapó a Sotir predicando de nuevo. En la comisaría le ordenaron que firmara una declaración. Cuando estaba a punto de hacerlo, recordó el consejo de Spiro. A pesar de que lo estaban presionando para que firmara rápidamente, Sotir se tomó su tiempo y lo leyó todo.

      Entonces dijo: “Lo siento, no puedo firmar. Yo no dije estas palabras. Si firmara este documento, estaría mintiendo, y yo no puedo mentir”.

      Ante aquello, los agentes hicieron un látigo con una cuerda y lo usaron para azotar a Sotir durante horas. Como seguía negándose a cooperar, lo obligaron a sujetar dos cables mientras lo sometían repetidamente a terribles descargas eléctricas.

      Sotir contó tiempo después: “Cuando ya casi no podía soportar el dolor, oré con lágrimas en los ojos. De repente se abrió la puerta, y allí estaba el oficial principal. Echó un vistazo y enseguida volvió la cabeza y ordenó: ‘¡Alto! ¡No se supone que hagan esto!’”. Todos sabían muy bien que la tortura era ilegal. Dejaron de agredir a Sotir, pero no dejaron de presionarlo para que firmara el documento. Aun así, él se negó.

      Finalmente dijeron: “¡Tú ganas!”. A regañadientes escribieron la declaración hecha por Sotir, la cual contenía un excelente testimonio, y le entregaron el documento. A pesar de haber pasado horas recibiendo golpes y descargas eléctricas, Sotir leyó con mucho cuidado cada palabra. Si alguna oración terminaba a mitad de una línea, él hacía una raya hasta el final del renglón.

      —Pero ¿puede saberse dónde aprendiste a hacer eso? —preguntaron los asombrados policías.

      —Jehová me enseñó a no firmar cosas que no he dicho —respondió Sotir.

      —Está bien, está bien. Pero ¿quién te dio esto? —preguntó un policía mientras le daba a Sotir un trozo de pan y otro de queso. Ya eran las nueve de la noche, y Sotir se moría de hambre, pues no había comido nada en todo el día. El policía insistió: “¿Fue Jehová? No, fuimos nosotros”.

      —Jehová tiene muchas formas de proveer —contestó Sotir— y acaba de ablandarles el corazón a ustedes.

      —Te soltaremos —dijeron frustrados los policías—, pero si vuelves a predicar, ya sabes lo que te espera.

      —Entonces no me dejen ir, porque seguiré predicando —replicó Sotir.

      —Será mejor que no le cuentes a nadie lo que ha pasado aquí —ordenó el oficial.

      —Si me preguntan —dijo Sotir—, no puedo mentir.

      —¡Ya lárgate! —gritó furioso el policía.

      Sotir fue uno de los muchos hermanos torturados de aquella manera.

Publicaciones en español (1950-2025)
Cerrar sesión
Iniciar sesión
  • Español
  • Compartir
  • Configuración
  • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
  • Condiciones de uso
  • Política de privacidad
  • Configuración de privacidad
  • JW.ORG
  • Iniciar sesión
Compartir