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CoreaAnuario de los testigos de Jehová para 1988
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Aunque aún no estaba bautizado, Roh Pyung-il también tuvo que hacer frente a dificultades justamente antes de la guerra. Era el yerno de la hermana Kim Chu-ok, que había mantenido su fidelidad en prisión bajo la ocupación japonesa. Cuando se produjo la primera ocupación norcoreana de Seúl, Roh Pyung-il huyó a las montañas para que no lo obligaran a alistarse en el ejército de ocupación. Sin embargo, los soldados detectaron el humo del fuego que había encendido para prepararse comida, y lo atraparon. Fue conducido a la periferia de la ciudad y puesto junto a un grupo de otros jóvenes que habían sido atrapados en una redada. Los interrogaron uno por uno. Los que no pudieron dar una explicación satisfactoria fueron apartados y fusilados. Roh pensó que sin importar lo que dijese lo matarían, de modo que tomó la decisión de dar testimonio antes de que lo hiciesen.
Se le preguntó por qué había eludido la incorporación al Ejército Voluntario del Pueblo. “Solo puedo servir al Reino de Dios —contestó—. Las dos facciones de esta lucha política serán destruidas por Dios en el Armagedón, y yo no deseo estar ni en un lado ni en el otro. No puedo violar la ley de Dios por seguir leyes humanas contrarias a la suya. No tengo miedo de morir porque creo en la resurrección.”
Su interrogador comentó que él era el primero en decir la verdad, pero que de todos modos tenía que ponerse a un lado. Los soldados levantaron los rifles, apuntaron y dispararon, pero intencionadamente evitaron dar en el blanco. Roh se desmayó, para despertar poco después sorprendido de estar vivo. Sus primeras palabras fueron: “¡La verdad es verdaderamente poderosa!”.
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CoreaAnuario de los testigos de Jehová para 1988
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Como era de esperar, los hermanos jóvenes no pudieron escapar de la ciudad. Aunque su posición cristiana neutral era un problema para ellos, con frecuencia les salvó la vida, como muy pronto reconocería el hermano Park Chong-il. Después que el ejército norcoreano entró de nuevo en la ciudad, tanto él como Cho Young-ha, un maestro de escuela superior de religión metodista que se había interesado en la verdad, vivieron calladamente en la casa de una hermana por tres meses y medio.
El hermano Park y su compañero llevaban pocos días escondidos cuando se presentó en la casa la policía secreta norcoreana. El policía sospechó que, o bien eran espías o soldados del ejército surcoreano. Un inspector les examinó las manos para ver si tenían señales de haber manejado armas.
“Somos cristianos que no queremos participar en la guerra, y por esa razón no pudimos abandonar la ciudad, pues hubiésemos sido atrapados por el bando contrario”, le dijeron al inspector. El policía les ordenó que no abandonaran la casa y les amenazó con volver al día siguiente. Tan pronto como se marcharon, el hermano Park y Cho Young-ha rápidamente destruyeron los nombres, direcciones y fotografías que tenían de los Testigos, y se resolvieron a darle testimonio al policía al día siguiente, aunque sabían que podían ser encarcelados.
A la mañana siguiente el policía regresó con otro inspector. El hermano Park les dio testimonio durante aproximadamente hora y media, como si estuviese presentando un discurso público. Ambos hombres escucharon sin interrumpirle, y parecían interesados en su mensaje. Luego, después de varias preguntas, se marcharon bruscamente. Dos días más tarde uno de ellos regresó con un inspector diferente a los anteriores, y el hermano Park y su amigo tuvieron otra oportunidad de darles testimonio. Ya no vino ningún policía más. Sin embargo, ellos tuvieron cuidado de no abandonar la casa. La fe de Cho se fortaleció enormemente y aceptó la verdad.
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