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Beneficios del nuevo pactoDios nos habla mediante Jeremías
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Mediante Jeremías, dijo sobre los que estarían incluidos en la futura alianza: “Perdonaré su error, y no me acordaré más de su pecado” (Jer. 31:34). Aunque aquella promesa se hizo en el pasado, ofrece un maravilloso porvenir a toda la humanidad. ¿Cómo?
6, 7. a) ¿Cómo se sienten algunos por sus pecados? b) ¿Por qué nos animará el análisis del nuevo pacto?
6 Aún somos imperfectos, y con frecuencia nos damos cuenta de esta cruda realidad. Sirvan de muestra las palabras de un hermano que luchaba contra una falta seria: “Cuando volvía a caer, me sentía fatal. Pensaba que nunca podría pagar por lo que había hecho. Me costaba muchísimo orar. Empezaba diciendo: ‘Jehová, no sé si vas a oír esta oración, pero...’”. Algunos que han sufrido una recaída o han cometido un pecado han sentido como si “una masa de nubes” estuviera obstaculizando sus oraciones (Lam. 3:44). Otros se han visto acosados por los recuerdos de males cometidos, incluso años después del incidente. Hasta cristianos ejemplares tal vez digan cosas que luego lamenten (Sant. 3:5-10).
7 Nadie debe pensar que nunca va a caer en un mal proceder (1 Cor. 10:12). Inclusive el apóstol Pablo reconoció que cometía errores (léase Romanos 7:21-25). Es entonces cuando debe venirnos a la mente el nuevo pacto. Un aspecto esencial de este sería que Dios no recordaría los pecados. ¡Qué beneficio tan singular! El
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Beneficios del nuevo pactoDios nos habla mediante Jeremías
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Con el anuncio del nuevo pacto, Jeremías destacó que Jehová ‘perdonaría el error’ y no recordaría más el pecado (Jer. 31:34). “¿Cómo lo hará?”, quizás se haya preguntado el profeta. Al oír la palabra pacto, Jeremías podía al menos deducir que Dios establecería un acuerdo o contrato con los seres humanos, mediante el cual, de alguna manera, llevaría a cabo lo que le había inspirado a escribir, incluido el perdón. Eso sí, no se sabrían más detalles hasta que Jehová hiciera mayores revelaciones sobre su propósito y lo que haría el Mesías.
9 Tal vez hayamos visto a padres que miman a sus hijos y no los disciplinan. ¿Esperaríamos que Jehová actuara igual? En absoluto. Y eso se ve claro por la manera como entró en vigor el nuevo pacto. En vez de borrar los pecados de un plumazo, Dios escrupulosamente se ajustó a su norma de justicia y, a pesar del elevado precio, suministró el fundamento legal para el perdón de pecados. Lo podemos comprender mejor si nos fijamos en lo que escribió el apóstol Pablo (léase Hebreos 9:15, 22, 28). Él mencionó “la liberación [...] por rescate” y dijo que “a menos que se derrame sangre no se efectúa ningún perdón”. En el caso del nuevo pacto, no se trataba de la sangre de toros o machos cabríos que se ofrecía por mandato de la Ley. El nuevo pacto se validó con la sangre de Jesús. Basándose en este sacrificio perfecto, Jehová podía ‘perdonar el error y el pecado’ para siempre (Hech. 2:38; 3:19). Pero ¿quiénes entrarían en este nuevo pacto y obtendrían el perdón? No la nación judía. Jesús dijo que Dios rechazaría a los judíos, que ofrecían sacrificios animales según la Ley, y pactaría con otra nación (Mat. 21:43; Hech. 3:13-15). Aquella nación resultó ser “el Israel de Dios”, compuesto de cristianos ungidos con espíritu santo. Sencillamente, el pacto de la Ley implicó a Dios y al Israel natural, mientras que el nuevo pacto se establece entre Jehová y el Israel espiritual, con Jesús de Mediador (Gál. 6:16; Rom. 9:6).
10. a) ¿Quién es el “brote” de David? b) ¿Cómo nos beneficia lo que hizo el “brote”?
10 Jeremías llamó apropiadamente al futuro Mesías el “brote” de David. Mientras Jeremías servía de profeta, el árbol genealógico de David todavía estaba cortado; sin embargo, su tocón no estaba muerto. Al debido tiempo, Jesús nacería en el seno de una familia del linaje real de David y se le llamaría “Jehová Es Nuestra Justicia”, destacando así el profundo interés de Dios en dicha cualidad (léase Jeremías 23:5, 6). Jehová permitió que su Hijo unigénito sufriera y muriera en la Tierra; ahora, en armonía con la justicia, podía aplicar el valor del sacrificio del “brote” de David como base para el perdón (Jer. 33:15). Esto allanó el camino para que algunos seres humanos fueran declarados “justos para vida” y ungidos con espíritu santo a fin de ser incluidos en el nuevo pacto. Otra prueba más del interés divino en la justicia es que incluso aquellos que no participan directamente en este pacto pueden beneficiarse de él, como veremos a continuación (Rom. 5:18).
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