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  • Aumentan las malas noticias
    La Atalaya 1996 | 15 de abril
    • Aumentan las malas noticias

      ¿HA OBSERVADO que los titulares que proclaman malas noticias despiertan el interés de los lectores más que los que anuncian buenas noticias? Sea que se trate del titular de un periódico sobre un desastre natural o de un chisme sabroso en la portada de una revista ilustrada, parece que las malas noticias se venden mejor que las buenas.

      Hoy en día no escasean las malas noticias. Pero a veces uno se pregunta si a los reporteros y periodistas se les prepara para buscar y publicar las malas noticias y excluir las buenas.

      Abundantes a lo largo de la historia

      Ha habido muchas malas noticias a lo largo de los siglos; de hecho, han sobrepasado las buenas noticias. En los anales de la historia, la balanza ha estado abrumadoramente inclinada hacia el sufrimiento, la desilusión y la desesperación, que han caracterizado la situación de los seres humanos.

      Examinemos unos cuantos ejemplos. El libro Chronicle of the World, de Jacques Legrand, presenta una serie de relatos escritos para la fecha en particular en que ocurrieron los sucesos, pero desde la perspectiva de un periodista moderno. Estos informes bien documentados nos permiten echar una mirada a vuelo de pájaro sobre las malas noticias que han alcanzado gran difusión y que el hombre ha oído durante su atribulada existencia en el planeta Tierra.

      En primer lugar, observemos este informe de Grecia del año 429 a.E.C. sobre la guerra entre Atenas y Esparta: “La ciudad-estado de Potidea se vio obligada a rendirse ante el asedio de los atenienses, después de haber sido reducida a un estado de inanición tan severo que los habitantes consumieron la carne de los que habían muerto”. ¡Esas sí que fueron malas noticias!

      Avanzando hasta llegar al siglo primero antes de nuestra era común, aparece un gráfico informe sobre la muerte de Julio César fechado en Roma el 15 de marzo de 44 a.E.C.: “Julio César ha sido asesinado. Fue apuñalado por un grupo de conspiradores, entre quienes figuraban sus amigos más íntimos, cuando tomaba su asiento en el Senado hoy, en los idus de marzo”.

      Las malas noticias siguieron proliferando en los siglos posteriores. Un ejemplo horroroso es este informe de 1487 procedente de México: “En la exhibición de sacrificios más espectacular que jamás se haya visto en la capital azteca, Tenochtitlán, se arrancó el corazón a 20.000 personas para sacrificarlos a Huitzilopochtli, el dios de la guerra”.

      La crueldad del hombre no ha sido la única causa de malas noticias; su negligencia también ha contribuido a los desastres. El gigantesco incendio de Londres parece haber sido un desastre de este género. El informe de Londres (Inglaterra) con fecha del 5 de septiembre de 1666 lee: “Después de cuatro días y cuatro noches, por fin se ha detenido el incendio de Londres gracias al duque de York, quien voló en pedazos los edificios que se hallaban en la trayectoria de las llamas utilizando pólvora de la marina. Unas 160 hectáreas quedaron arrasadas y 87 iglesias y más de trece mil casas se incendiaron. Milagrosamente, solo nueve personas murieron”.

      A estos ejemplos de malas noticias hay que añadir las epidemias, que han causado estragos en muchos continentes, como la de cólera, que brotó a principios de los años treinta del siglo pasado. El titular que anuncia el azote lee: “El espectro del cólera atormenta Europa”. El informe objetivo que le sigue presenta noticias aterradoras: “El cólera, desconocido en Europa hasta 1817, está extendiéndose hacia el oeste desde Asia. Ya ha diezmado las poblaciones de algunas ciudades rusas, como Moscú y San Petersburgo; los pobres de las ciudades constituyen la mayor parte de las víctimas”.

      Aumento de malas noticias en los últimos años

      Aunque las malas noticias han sido una realidad de la vida a lo largo de la historia escrita, lo que ha ocurrido en las últimas décadas del siglo XX demuestra que las malas noticias están proliferando, de hecho, van en rápido aumento.

      No cabe duda de que las noticias sobre las guerras han sido las peores que se han oído en este siglo. Durante las dos mayores guerras de la historia —acertadamente denominadas I Guerra Mundial y II Guerra Mundial—, hubo malas noticias en proporciones espantosas. Pero ello representa solo una mínima parte de las que se han proclamado durante este desdichado siglo.

      Reflexione en unos cuantos titulares seleccionados al azar:

      Primero de septiembre de 1923: un terremoto arrasa Tokio, 300.000 muertos; 20 de septiembre de 1931: crisis en Gran Bretaña al devaluarse la libra esterlina; 25 de junio de 1950: las tropas norcoreanas entran en Corea del Sur; 26 de octubre de 1956: los húngaros se rebelan contra la dominación rusa; 22 de noviembre de 1963: John Kennedy es asesinado a balazos en Dallas (Texas, E.U.A.); 21 de agosto de 1968: los tanques rusos entran en Praga y aplastan el levantamiento; 12 de septiembre de 1970: aviones a reacción secuestrados son volados en pedazos en el desierto; 25 de diciembre de 1974: el ciclón Tracy barre Darwin (Australia), 66 muertos; 17 de abril de 1975: Camboya es derrocada por las fuerzas comunistas; 18 de noviembre de 1978: suicidio masivo en Guyana; 31 de octubre de 1984: la señora Gandhi es asesinada a balazos; 28 de enero de 1986: transbordador espacial estalla durante el despegue; 26 de abril de 1986: se incendia un reactor soviético; 19 de octubre de 1987: se desploma la bolsa de valores; 25 de marzo de 1989: la marea negra afecta Alaska; 4 de junio de 1989: las tropas masacran a manifestantes en la plaza de Tiananmen (Pekín, China).

      Sí, la historia demuestra que siempre han abundado las malas noticias, en tanto que las buenas noticias han sido relativamente escasas. Mientras que las malas noticias han aumentado en los últimos decenios, las buenas han menguado con el paso de los años.

      ¿Por qué? ¿Continuará así para siempre?

      El artículo siguiente contestará estos dos interrogantes.

  • ¡Nos esperan buenas noticias!
    La Atalaya 1996 | 15 de abril
    • ¡Nos esperan buenas noticias!

      A TODOS nos entristece recibir malas noticias sobre asuntos que nos atañen. Por otro lado, nos alegramos cuando nos dan buenas noticias, noticias que nos regocijan a nosotros y a nuestros seres queridos. Sin embargo, cuando las malas noticias afectan a los demás, muchas veces despiertan nuestra curiosidad; a algunos incluso les gusta enterarse de las desgracias ajenas. En parte, puede que esta sea la razón por la que las malas noticias se venden tan bien.

      En la fase inicial de la II Guerra Mundial se vio un ejemplo gráfico del interés morboso de algunas personas en la calamidad ajena. El acorazado de bolsillo Graf Spee, de 10.000 toneladas de desplazamiento, era el orgullo de la Armada alemana. Este acorazado se convirtió durante semanas en el terror de los buques mercantes aliados en el sur del océano Atlántico y en el Índico. Por fin, tres cruceros británicos lo detectaron y atacaron, lo que resultó en la pérdida de muchas vidas y en que el acorazado se viera obligado a refugiarse en el puerto de Montevideo (Uruguay) para que se le reparara. El gobierno uruguayo le ordenó regresar al mar inmediatamente, o, de lo contrario, sería incautado. Por lo tanto, parecía que estaba a punto de desatarse un encarnizado y desigual combate.

      Al oír la noticia, un grupo de hombres de negocios acaudalados de Estados Unidos fletaron un avión a razón de 2.500 dólares por persona aproximadamente, para volar a Uruguay y presenciar el sangriento combate. Pero se llevaron una gran desilusión, pues no hubo ningún enfrentamiento. Adolf Hitler ordenó el hundimiento del Graf Spee. Los miles de curiosos que se apiñaron en el puerto para ver la encarnizada batalla en el mar, únicamente vieron irse a pique el Graf Spee tras oír una ensordecedora explosión causada por la propia tripulación. El capitán se suicidó de un tiro en la cabeza.

      Aunque a algunas personas les llama la atención lo que es escandaloso y repulsivo, la mayoría prefiere escuchar buenas noticias. ¿Es ese su caso? Entonces, ¿por qué ha habido tantas malas noticias a lo largo de la historia y tan pocas buenas? ¿Cambiará la situación algún día?

      Las causas de todas las malas noticias

      La Biblia nos cuenta de un tiempo en que solo se escuchaban buenas noticias. No se conocían las malas. Cuando Jehová Dios terminó de crear, el planeta Tierra estaba listo para que lo habitaran el hombre y los animales. El relato de Génesis dice: “Vio Dios todo lo que había hecho y, ¡mire!, era muy bueno”. (Génesis 1:31.)

      Después de la creación del hombre, no pasó mucho tiempo antes de que se oyeran malas noticias. Antes de que Adán y Eva tuvieran hijos, se anunciaron las malas noticias de una rebelión contra Dios y su ordenado sistema universal del bien. Un hijo espiritual de alto rango traicionó la posición que se le había confiado, e indujo a la primera pareja humana a unírsele en su proceder rebelde y traidor. (Génesis 3:1-6.)

      Estos sucesos marcaron el principio de la avalancha de malas noticias que ha atestiguado el hombre. Con razón la intriga, el engaño, las mentiras, las falsedades y las verdades a medias se destacan en las malas noticias que han inundado al mundo desde entonces. Jesucristo culpó directamente a Satanás el Diablo de ser el autor de las malas noticias cuando recriminó a los guías religiosos de su día: “Ustedes proceden de su padre el Diablo, y quieren hacer los deseos de su padre. Ese era homicida cuando principió, y no permaneció firme en la verdad, porque la verdad no está en él. Cuando habla la mentira, habla según su propia disposición, porque es mentiroso y el padre de la mentira”. (Juan 8:44.)

      Con el aumento de la población humana, también aumentaron las malas noticias. Por supuesto, esto no significa que nunca haya habido momentos de gozo y felicidad, pues hay muchas cosas en la vida que producen gozo. No obstante, los nubarrones de problemas y tristeza han sido evidentes en todas las generaciones de la humanidad hasta la actualidad.

      Tras esta situación lamentable subyace otra razón: nuestra tendencia heredada hacia la maldad y la calamidad. Jehová mismo identifica esta causa inevitable de malas noticias al decir: “La inclinación del corazón del hombre es mala desde su juventud”. (Génesis 8:21.)

      ¿Por qué proliferan las malas noticias?

      Ahora bien, hay otra razón por la que las malas noticias proliferan durante el siglo XX. Esta se expresa claramente en la Biblia, la cual predijo que en este siglo la humanidad entraría en un período singular conocido como “los últimos días” o “el tiempo del fin”. (2 Timoteo 3:1; Daniel 12:4.) La profecía y la cronología bíblicas señalan que este “tiempo del fin” empezó en 1914. Puede verse prueba bíblica detallada de esta afirmación en el capítulo 11 del libro El conocimiento que lleva a vida eterna, editado por Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.

      Los últimos días se iniciarían con un suceso que aumentaría automáticamente las malas noticias en la Tierra. ¿Cuál? La expulsión de Satanás el Diablo y sus huestes demoníacas del cielo. He aquí la descripción gráfica del incremento inevitable de malas noticias, según se lee en Revelación [Apocalipsis] 12:9, 12: “Hacia abajo fue arrojado el gran dragón, la serpiente original, el que es llamado Diablo y Satanás, que está extraviando a toda la tierra habitada; fue arrojado abajo a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados abajo con él. [...] ‘¡Ay de la tierra y del mar!, porque el Diablo ha descendido a ustedes, teniendo gran cólera, sabiendo que tiene un corto espacio de tiempo’”.

      Por eso, prescindiendo del tiempo que quede antes de que terminen los últimos días, podemos esperar que las malas noticias persistan, incluso que sigan aumentando en cantidad e intensidad.

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