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NicaraguaAnuario de los testigos de Jehová 2003
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Considere el ejemplo de José de la Cruz López y su familia, quienes no eran Testigos. Seis meses después de que José fuera encarcelado, su esposa obtuvo un ejemplar de Mi libro de historias bíblicas de unos Testigos que conoció en la calle. Su única intención era dárselo a su esposo. “Cuando empecé a leer el libro —cuenta José—, pensé que era una publicación evangélica. No sabía nada de los testigos de Jehová. El libro me impresionó tanto que lo leí varias veces y comencé a prestarlo a mis dieciséis compañeros de celda, que también lo disfrutaron. Era como beber un vaso de agua refrescante. Los prisioneros de otras celdas también me pidieron que se lo prestara, así que circuló por todo el pabellón y acabó desgastado como una baraja de cartas viejas.”
Varios de los compañeros de prisión de José eran miembros de iglesias evangélicas, algunos incluso pastores. José comenzó a leer la Biblia con ellos. Sin embargo, se sintió defraudado cuando les preguntó por el significado de Génesis 3:15 y tan solo le contestaron que era un misterio. En cierta ocasión, otro prisionero, que era estudiante de la Biblia, le dijo: “La respuesta está en ese libro que usted tiene. Lo editan los testigos de Jehová. Puedo estudiarlo con usted si lo desea”. José aceptó la oferta y, con la ayuda del libro Historias bíblicas, aprendió el significado de Génesis 3:15. A partir de entonces comenzó a reunirse con los internos que se identificaban con los Testigos.
Una de las cosas que atrajo a José a este grupo peculiar dentro de la Cárcel Modelo fue su excelente conducta. “Sabía que algunas de aquellas personas habían llevado un estilo de vida muy corrupto —cuenta él—, pero ahora las veía manifestar una conducta excelente como resultado de su estudio de la Biblia con los testigos de Jehová.” Entretanto, su esposa siguió obteniendo publicaciones bíblicas y llevándoselas a él, quien con el tiempo progresó espiritualmente. De hecho, su grupo de estudio incluso le asignó un pabellón para que predicara de celda en celda. Así pudo prestar a las personas interesadas las pocas publicaciones que tenía, y también invitarlas a las reuniones que se celebraban en aquella sección durante el receso.
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José de la Cruz López se bautizó en prisión en noviembre de 1982. “Me bautizaron en un barril de basura —relata—. Después de lavarlo a fondo con detergente, cubrimos el interior con una sábana y lo llenamos de agua. Sin embargo, justo cuando nos habíamos reunido para el bautismo, llegaron unos guardias armados y preguntaron: ‘¿Quién autorizó este bautismo?’. El hermano que estaba a cargo respondió que no se necesita autorización para hacer lo que Dios manda. Los guardias consintieron, pero quisieron presenciar el acto. Por eso, mientras ellos observaban, los hermanos me hicieron las dos preguntas destinadas a los candidatos al bautismo, y entonces me sumergieron en el barril.”
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Ni siquiera los cánticos del Reino se pasaban por alto. El hermano López explica: “En nuestro pabellón, solo un prisionero tenía contacto con los hermanos visitantes. Por eso, recaía sobre él la responsabilidad de aprender las melodías de algunos cánticos en cada visita y después enseñarlas a los demás. Como solo disponíamos de un cancionero, todos practicábamos antes de las reuniones”.
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El hermano López, uno de los que aprendió los cánticos gracias a otro prisionero, recuerda: “Posteriormente, cuando comencé a ir a las reuniones fuera de la prisión, estaba encantado, aunque admito que un poco sorprendido, al comprobar que realmente habíamos estado cantando las mismas melodías”.
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