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    Anuario de los testigos de Jehová 2003
    • Agustín Sequeira, que por entonces era profesor de matemáticas en una escuela regentada por monjas Josefinas, evoca la atmósfera religiosa de Matagalpa en aquella época: “La gente era mayormente católica —dice— y le temía a los sacerdotes, sobre todo al obispo. Él era el padrino de uno de mis hijos”.

      Aquel clima de temor le dificultaba a la sucursal encontrar alojamiento para los misioneros. Por ejemplo, cuando iban a alquilar una casa, la sucursal informó al propietario, que era abogado, de que los misioneros celebrarían reuniones cristianas allí. El hombre dijo: “No hay problema”.

      Doris Niehoff explica lo que ocurrió después: “El día que llegamos con todos nuestros muebles, el dueño apareció con cara de preocupación. Dijo que nos había enviado un telegrama avisándonos de que no viniéramos. ¿Por qué? El obispo lo había amenazado diciendo que si nos alquilaba la casa, su hijo no podría asistir a la escuela católica. Afortunadamente no habíamos recibido el telegrama y ya habíamos pagado un mes de renta.

      ”Aunque nos costó mucho trabajo, encontramos otra casa ese mes —añade Doris—. Cuando el obispo intentó presionar al dueño, un valiente hombre de negocios de la localidad, este le respondió: ‘Bueno, si usted me paga los cuatrocientos córdobas mensuales del alquiler, yo pongo a los Testigos en la calle’. Por supuesto, el obispo no iba a pagarle. Sin embargo, no desistió de su propósito: fue por todas las tiendas diciéndole a los dueños que no nos vendieran nada, a la vez que colocaba carteles de advertencia para que la gente no hablara con los testigos de Jehová.”

      A pesar del celo de los misioneros, no parecía que hubiera nadie en Matagalpa dispuesto a ponerse de parte de la verdad bíblica. Sin embargo, Agustín, el profesor de matemáticas, tenía muchas preguntas sin contestar, como por ejemplo por qué seguían en pie las pirámides cuando los faraones que las habían construido llevaban tanto tiempo muertos. Todavía recuerda claramente que un misionero lo visitó y respondió a sus preguntas con ayuda de la Biblia. “Me fascinaron los textos bíblicos que demostraban que el hombre no fue creado para morir, sino para vivir para siempre en una Tierra paradisíaca, y que los muertos serían resucitados —explica Agustín—. Enseguida comprendí que aquello era la verdad.” ¿Cuál fue su reacción? Él recuerda: “Comencé a predicarle a todo el mundo en la escuela donde daba clases, incluyendo a la directora, que era monja. Ella me invitó entonces a visitarla el domingo para hablar ‘del fin del mundo’. Para mi sorpresa, cuando llegué me estaba esperando el obispo de Matagalpa”.

      —Bueno, compadre —me dijo—. He oído que usted está perdiendo la fe.

      —¿Cuál fe?’ —le contesté— ¿La que nunca tuve? Ahora es cuando estoy aprendiendo a tener verdadera fe.’”

      Comenzó entonces una conversación que se prolongó por tres horas, en presencia de la monja. El celo de Agustín por su nueva fe lo motivó a ser bastante franco en ocasiones. Afirmó incluso que la creencia anticristiana de la inmortalidad del alma era una treta para lucrarse con las personas inocentes. Para ilustrar ese punto, le dijo al obispo: “Imagínese, por ejemplo, que mi madre muriera. Naturalmente, yo le pediría a usted que hiciera una misa por ella porque su alma está en el purgatorio. Usted me cobraría por el servicio. Ocho días después, celebraría otra misa. Un año después, otra más, y así sucesivamente. Sin embargo, nunca me diría: ‘Compadre, no voy a decir más misas por el alma de su madre porque ya salió del purgatorio’”.

      —¡Ah! —contestó el obispo—. ¡Es porque solo Dios sabe cuándo sale el alma de allí!

      —Entonces, ¿cómo sabría usted cuándo entró para poder empezar a cobrarme? —replicó Agustín.

      En cierto momento de la conversación, mientras Agustín empezaba a citar otro texto bíblico, la monja le dijo al obispo: “¡Mire, Monseñor, la Biblia que él utiliza no sirve, es luterana!”.

      El obispo respondió: “No, esa es la Biblia que yo le di”.

      A medida que avanzaba la conversación, Agustín se asombró cuando escuchó al obispo decir que uno no debería creer todo lo que enseña la Biblia. “Después de aquella reunión —comenta Agustín—, me convencí de que el clero de la cristiandad, al igual que los líderes religiosos del día de Jesús, prefiere las tradiciones de la Iglesia a la Palabra de Dios.”

      En febrero de 1962, Agustín Sequeira se convirtió en el primer publicador bautizado de Matagalpa. Continuó progresando espiritualmente, llegó a ser precursor y anciano, y desde 1991 es miembro del Comité de Sucursal de Nicaragua.

  • Nicaragua
    Anuario de los testigos de Jehová 2003
    • [Ilustración de la página 79]

      Agustín Sequeira fue el primer publicador de Matagalpa

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