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NicaraguaAnuario de los testigos de Jehová 2003
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Aquel trabajo se consideraba servicio de Betel, y los que participaban en él eran hermanos jóvenes y solteros. Felipe Toruño, de 19 años, estaba recién bautizado cuando lo invitaron a servir en una de las imprentas. “Lo primero que recuerdo —dice— es que entré en una habitación diminuta, casi hermética, en la que olía muchísimo al líquido corrector que se utilizaba para los clichés. El calor parecía insoportable, y nos alumbrábamos con una pequeña lámpara fluorescente.”
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NicaraguaAnuario de los testigos de Jehová 2003
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Recuerdos entrañables
Felipe Toruño evoca con cariño sus cuatro años de impresor clandestino. “Siempre tuve presente que los hermanos esperaban ansiosos el vital alimento espiritual —dice—. Por eso, a pesar de que nos veíamos sometidos a muchas limitaciones, servíamos con gozo.”
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