-
NicaraguaAnuario de los testigos de Jehová 2003
-
-
Los hermanos Wallace empezaron a predicar con un fonógrafo portátil que utilizaban para reproducir grabaciones bíblicas, una auténtica novedad en la Nicaragua de aquella época. De ese modo lograron que, durante el primer mes, 705 personas escucharan el mensaje del Reino.
En octubre de 1945 llegaron cuatro misioneros más: los matrimonios formados por Harold y Evelyn Duncan, y Wilbert y Ann Geiselman. Deseosos de anunciar el Reino por todos los medios posibles, programaron una serie de reuniones públicas. Así pues, en noviembre del mismo año, los nicaragüenses recibieron en las calles el saludo de personas que les entregaban invitaciones para asistir a una conferencia pública. A pesar de que un disturbio político ocurrido en las cercanías amenazó con interrumpir la reunión, esta prosiguió pacíficamente, y más de cuarenta personas escucharon aquel primer discurso público. En el ínterin se comenzó a celebrar en el hogar misional un estudio semanal de La Atalaya junto con la Reunión de Servicio.
El año 1946 fue un momento feliz para los misioneros y las primeras personas que acogieron el mensaje bíblico. Una de ellas fue Arnoldo Castro, quien por entonces contaba 24 años. Sonriente, evoca cómo llegó a conocer la verdad bíblica: “Mis compañeros de vivienda —Evaristo Sánchez y Lorenzo Obregón— y yo decidimos aprender inglés juntos. Cierto día, Evaristo volvió a casa del mercado agitando un libro en el aire y diciendo: ‘Conocí a un americano que nos va a enseñar inglés’. Por supuesto, esa no era la intención del ‘maestro’, sino lo que Evaristo había entendido. Por eso, a la hora acordada, los tres jóvenes esperábamos ilusionados una lección de inglés. El ‘maestro’, que era el misionero Wilbert Geiselman, recibió una grata sorpresa al encontrar unos ‘estudiantes de la Biblia’ tan dispuestos a escuchar esperándolo con el libro en la mano.
”Se trataba de la publicación ‘La verdad os hará libres’, que estudiábamos dos veces a la semana —explica Arnoldo—. Al final no aprendimos mucho inglés, pero sí la verdad bíblica.” Arnoldo se bautizó en agosto de 1946 en una asamblea en Cleveland (Ohio, EE.UU.) y después volvió a Nicaragua y emprendió el servicio de precursor. Sus dos compañeros se bautizaron a finales de aquel mismo año.
Evaristo Sánchez, que en la actualidad tiene 83 años, rememora con alegría aquellos comienzos: “Al principio no teníamos dónde celebrar nuestras reuniones. Pero como éramos tan pocos, nos reuníamos donde se alojaban los misioneros. Después se alquiló una casa de dos plantas, y allí acudíamos regularmente de treinta a cuarenta personas”.
Aquellos tres jóvenes fueron los primeros nicaragüenses que acompañaron a los misioneros en el ministerio, primero en Managua y luego en los alrededores.
-
-
NicaraguaAnuario de los testigos de Jehová 2003
-
-
Las primeras muestras de oposición surgieron en Bluefields, una población de la costa caribeña a la que se asignaron dos misioneros. La situación llegó a un punto crítico el 17 de octubre de 1952, cuando se emitió una orden judicial contra los testigos de Jehová. La orden, que prohibía todas las actividades de los Testigos, llevaba la firma de un funcionario del Departamento de Inmigración, pero había sido instigada por el clero católico.
Se informó de la orden a los misioneros de Bluefields, León, Jinotepe y Managua. Los recursos de apelación que se interpusieron ante las autoridades competentes —entre ellas el entonces presidente, Anastasio Somoza García— no prosperaron. Los hermanos comenzaron a reunirse en grupos más pequeños, se interrumpió la predicación con las revistas en las calles y las publicaciones almacenadas en la sucursal se llevaron a lugares seguros. Nuestros enemigos religiosos habían logrado que se proscribiera la obra afirmando falsamente que los testigos de Jehová eran comunistas. Se contrató a un abogado para apelar contra la decisión ante la Corte Suprema de Justicia.
Aunque algunos hermanos cedieron al temor del hombre, la mayoría se mantuvieron firmes. Los misioneros, maduros e intrépidos, fueron un gran apoyo para los hermanos locales, que siguieron predicando y reuniéndose en obediencia a la Palabra de Dios (Hech. 1:8; 5:29; Heb. 10:24, 25).
-
-
NicaraguaAnuario de los testigos de Jehová 2003
-
-
Pruebas para los primeros misioneros
La oposición del clero no fue la única prueba a la que tuvieron que enfrentarse los primeros misioneros. Pensemos en el caso de Sydney y Phyllis Porter, un matrimonio de graduados de la duodécima clase de Galaad. Cuando llegaron a Nicaragua en julio de 1949, a Sydney lo nombraron superintendente del único circuito que había en todo el país. Así describe él la obra en aquel entonces: “Utilizábamos trenes y buses para desplazarnos. A menudo no había hermanos con quienes alojarse, así que llevábamos ropa de cama y una pequeña hornilla portátil para hervir el agua y cocinar. En muchas ocasiones pasábamos hasta diez semanas fuera de la sucursal. No obstante, el territorio era tan fructífero que en algunas zonas resultaba difícil atender a tanta gente interesada. Por ejemplo, más tarde, cuando nos asignaron al circuito que se formó en Managua, Phyllis dirigía dieciséis estudios bíblicos. ¿De dónde sacaba el tiempo? De nuestro día libre y de las noches que no había reuniones de congregación.” ¡Qué entregados eran aquellos primeros misioneros!
Doris Niehoff, que llegó en 1957, refiere su primera impresión: “Estábamos a finales de marzo, en la estación seca, así que el campo presentaba un color café. En ese entonces había muy pocos automóviles; todo el mundo iba a caballo y armado: era como meterse en el escenario de una película del Oeste. La mayoría de la gente era o rica o pobre, pero sobre todo lo último. La situación resultaba aún más complicada porque Nicaragua se hallaba en guerra con Honduras por una disputa territorial, y seis meses antes de mi llegada, el presidente Somoza García había sido asesinado y se había impuesto la ley marcial.
”Me asignaron a León, una ciudad universitaria —continúa Doris—. Como no entendía mucho español, los estudiantes se divertían gastándome bromas. Por ejemplo, cuando me ofrecí a volver para hablar de la Biblia con ciertos estudiantes, ellos aceptaron, pero me dieron sus ‘nombres’ entre risas. Uno me dio el nombre del asesino del presidente, y el otro, el de un famoso guerrillero. Fue un milagro que no me metieran en la cárcel cuando volví y pregunté por los estudiantes utilizando aquellos nombres.”
Entrevista con el obispo de Matagalpa
La ciudad de Matagalpa, a unos 130 kilómetros al norte de Managua, está enclavada en las colinas de una región cafetalera. En 1957 se enviaron allí cuatro misioneros. Agustín Sequeira, que por entonces era profesor de matemáticas en una escuela regentada por monjas Josefinas, evoca la atmósfera religiosa de Matagalpa en aquella época: “La gente era mayormente católica —dice— y le temía a los sacerdotes, sobre todo al obispo. Él era el padrino de uno de mis hijos”.
Aquel clima de temor le dificultaba a la sucursal encontrar alojamiento para los misioneros. Por ejemplo, cuando iban a alquilar una casa, la sucursal informó al propietario, que era abogado, de que los misioneros celebrarían reuniones cristianas allí. El hombre dijo: “No hay problema”.
Doris Niehoff explica lo que ocurrió después: “El día que llegamos con todos nuestros muebles, el dueño apareció con cara de preocupación. Dijo que nos había enviado un telegrama avisándonos de que no viniéramos. ¿Por qué? El obispo lo había amenazado diciendo que si nos alquilaba la casa, su hijo no podría asistir a la escuela católica. Afortunadamente no habíamos recibido el telegrama y ya habíamos pagado un mes de renta.
”Aunque nos costó mucho trabajo, encontramos otra casa ese mes —añade Doris—. Cuando el obispo intentó presionar al dueño, un valiente hombre de negocios de la localidad, este le respondió: ‘Bueno, si usted me paga los cuatrocientos córdobas mensuales del alquiler, yo pongo a los Testigos en la calle’. Por supuesto, el obispo no iba a pagarle. Sin embargo, no desistió de su propósito: fue por todas las tiendas diciéndole a los dueños que no nos vendieran nada, a la vez que colocaba carteles de advertencia para que la gente no hablara con los testigos de Jehová.”
-