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NicaraguaAnuario de los testigos de Jehová 2003
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Arrestos y deportaciones
Enseguida resultó evidente que el nuevo gobierno no aprobaba la postura neutral de los testigos de Jehová. Por ejemplo, el Departamento de Aduanas dificultó la importación de publicaciones bíblicas. Además, una ley promulgada en 1981 requería que todas las sociedades civiles y religiosas se volvieran a registrar para obtener el reconocimiento legal. Hasta que se concediera dicho reconocimiento a los hermanos, se suspendió su situación jurídica anterior. Lamentablemente, las peticiones de renovación del registro no fueron atendidas.
En septiembre de 1981, se arrestó a Andrew y Miriam Reed mientras realizaban una visita de circuito en las tierras altas del centro. Pasaron diez días detenidos en varias cárceles bajo las peores condiciones. Finalmente, los llevaron a los cuarteles de la policía de seguridad, que los mantuvo en celdas separadas la mayor parte del tiempo. Los interrogaban con frecuencia, a menudo durante horas, en un intento de sonsacarles los nombres de los hermanos encargados de la obra. A ambos les dijeron que su cónyuge había confesado ser un agente de la CIA, a pesar de que los Reed ni siquiera eran ciudadanos estadounidenses. Al final les informaron que todo había sido un error. Aunque nunca se presentó una acusación formal contra ellos, los deportaron a Costa Rica. Sin embargo, antes de salir del país, les dijeron que la negativa de los testigos de Jehová a tomar las armas era inaceptable, que todos los nicaragüenses debían estar dispuestos a pelear por su patria.
El Comité de Sucursal, obrando con prudencia, intensificó la capacitación de los hermanos del país para que supervisaran el trabajo en caso de que hubiera que cerrar la sucursal. Entretanto, se llevaron a cabo diversos cursos: uno para los superintendentes de circuito y sus sustitutos, una serie de clases de la Escuela del Ministerio del Reino para ancianos y algunos siervos ministeriales, y varias escuelas de precursores. Las asambleas, sin embargo, resultaban más difíciles de organizar.
Por ejemplo, las autoridades de la ciudad de Masaya habían garantizado que el estadio estaría disponible para una de las dos asambleas de distrito “Lealtad al Reino” que se celebrarían en diciembre de 1981; sin embargo, se echaron atrás cuando tan solo faltaban treinta y seis horas para la asamblea. La decisión no provenía de la oficina del alcalde, sino del gobierno central. Sin embargo, los hermanos ya habían recibido aviso. Así que un día antes se pusieron de acuerdo con una hermana generosa que les permitió utilizar como alternativa su granja de aves, situada a unos ocho kilómetros de Managua. Los voluntarios trabajaron toda la noche para acondicionar el lugar. Más de seis mil ochocientos hermanos se enteraron de palabra de la nueva localización.
Cierre de la sucursal
El sábado 20 de marzo de 1982, a las 6.40 de la mañana, Ian Hunter estaba preparando el desayuno para sus compañeros misioneros cuando apareció en la calle un autobús lleno de funcionarios de inmigración y soldados armados con ametralladoras que rodearon la sucursal y el hogar misional. Ian relata: “Los funcionarios nos dijeron que empacáramos tan solo una maleta y un pequeño bulto de mano cada uno. No quisieron decirnos porqué, solo que nos llevaban a una casa donde permaneceríamos por un breve período, mientras se realizaban ciertas investigaciones. Reiner Thompson, que era el coordinador del comité de sucursal, se metió en su oficina discretamente y telefoneó a los demás hogares misionales para advertirles de lo que estaba ocurriendo”.
“Aquel día —reflexiona Ruby Block— aprendí el verdadero significado de las palabras de Pablo: ‘No se inquieten por cosa alguna, sino que en todo, por oración y ruego [...] dense a conocer sus peticiones a Dios; y la paz de Dios que supera a todo pensamiento guardará sus corazones y sus facultades mentales’ (Fili. 4:6, 7). Mientras un soldado armado nos vigilaba desde la cocina, Reiner Thompson nos representó en oración, y todos contestamos con un sincero ‘Amén’. Después sentimos una total tranquilidad de ánimo, aun cuando no sabíamos cómo terminaría el día. Estábamos seguros de que sin importar lo que ocurriese, Jehová nos daría las fuerzas necesarias para afrontarlo. Siempre recordaré y valoraré aquella lección.”
El hermano Hunter explica lo que ocurrió después: “Nos obligaron a subir al bus y nos llevaron a una antigua plantación de café, situada en el campo. Les recordé a los funcionarios que los extranjeros teníamos derecho a hablar con nuestras embajadas. Me contestaron que debido al estado de emergencia, declarado a principios de la semana, se habían cancelado tales derechos, y que una vez que estuviéramos fuera del país, podríamos hablar con quien quisiéramos. Esa fue la primera admisión tácita de que nos estaban expulsando de Nicaragua”. Aquel día, los nueve misioneros que vivían en la sucursal fueron conducidos en grupos diferentes a la frontera con Costa Rica.
Mientras tanto, los misioneros de los otros dos hogares actuaron con prontitud tras la llamada telefónica del hermano Thompson. Con ayuda de los hermanos locales, desmontaron gran parte de las máquinas, incluida una prensa offset, y retiraron muchas de sus pertenencias personales. Cuando llegaron los funcionarios de inmigración, se sorprendieron al ver las casas prácticamente vacías y a los misioneros haciendo su equipaje. Aquella noche condujeron al aeropuerto a los diez misioneros de aquellos dos hogares. Phyllis Porter relata: “Dijeron que éramos contrarrevolucionarios; sin embargo, no nos revisaron y tampoco registraron el equipaje que llevábamos. Aunque no teníamos boletos de vuelo, los comprobantes de nuestro equipaje indicaban que se nos deportaba a Panamá”. Los dos únicos misioneros que habían quedado en el país —un matrimonio británico en la obra de circuito— fueron deportados algunos meses después.
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[Ilustraciones de la página 95]
Misioneros deportados de Nicaragua en 1982
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