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    ¡Despertad! 1999 | 8 de junio
    • Mitch pasa junto a Nicaragua

      Mitch pasó muy cerca de la frontera nicaragüense, al grado de producir lluvias devastadoras también en aquel país. Miles de hogares quedaron destruidos y la corriente se llevó carreteras. Cerca de la localidad de Posoltega, una avalancha de barro sepultó pueblos enteros y a más de dos mil habitantes.

      Cuando los Testigos de Nicaragua se enteraron de la tragedia, organizaron una gran misión de socorro. Enviaron voluntarios con una ardua y peligrosa misión: localizar a sus hermanos. Partieron hacia Posoltega dos equipos de Testigos, uno desde León (ciudad situada al sur de Posoltega) y otro desde Chichigalpa (localidad del norte), en los que cada hermano llevaba un pesado paquete de provisiones. Aunque los equipos de rescate les indicaron que el camino estaba casi intransitable, estaban resueltos a seguir adelante.

      En la madrugada del lunes 2 de noviembre, los hermanos de León llenaron de provisiones un camión y llegaron hasta un puente derruido por la corriente. Bajaron la carga y formaron dos equipos de ciclistas: Uno se encaminó a Posoltega y el otro a Telica, ciudad que estaba inundada. En primer lugar oraron. “Después de la oración —señala un rescatador— sentimos unas fuerzas increíbles.” Y las necesitaron, pues tuvieron que atravesar grandes zanjas, a veces deslizándose por el barro y otras llevando a hombros la bicicleta. Había muchos árboles que les bloqueaban el camino. Y se toparon con las desgarradoras escenas de los cadáveres que flotaban en el agua.

      Coincidió que los ciclistas de León y Chichigalpa llegaron a Posoltega casi a la par. Uno de ellos, Nerio López, relata: “Como tenía gastadas las llantas, creía que no aguantarían más de uno o dos kilómetros”. Pero resistieron. Fue en el camino de regreso cuando reventaron. En todo caso, los hermanos fueron los primeros socorristas que acudieron. Les dio una alegría inmensa encontrar a algunos hermanos de la localidad. “Estoy muy agradecida a Jehová y a los hermanos por brindarnos su apoyo y su ayuda —dijo una hermana—. Nunca nos imaginamos que acudirían tan rápido.”

      Esta fue solo la primera de una serie de expediciones en bicicleta a las poblaciones inundadas, y en muchos casos los hermanos fueron los primeros en llegar. La ciudad de Larreynaga presenció la espectacular llegada de dieciséis hermanos en bicicleta. Los hermanos del lugar se echaron a llorar al ver todo el esfuerzo que habían tenido que realizar. Algunos habían llevado a la espalda veintitantos kilos de peso. Dos hermanos transportaron más de 100 kilos de provisiones a la localidad de El Guayabo. Un hermano que cargó cuanto podía en su bicicleta recibió ánimo al meditar en el pasaje de Isaías 40:29: “Está dando [Jehová] poder al cansado; y hace que abunde en plena potencia el que se halla sin energía dinámica”.

      Los Testigos de la localidad de Tonalá enviaron un mensajero para comunicar a los hermanos encargados que estaban a punto de terminárseles los víveres. Al llegar el mensajero, descubrió sorprendido que ya se les habían enviado las provisiones. A su regreso, había comida esperándole. Marlon Chavarría, que colaboró en el transporte de las provisiones a las zonas anegadas de los contornos de Chinandega, menciona lo siguiente: “En una localidad había 44 familias de Testigos. Pero como los hermanos compartieron los alimentos, se beneficiaron 80 familias”.

      Las autoridades llegaron a enterarse de estas labores de socorro. El alcalde del municipio de Wamblán dijo lo siguiente en una carta dirigida a los Testigos: “Nos estamos dirigiendo a ustedes para ver si es posible que mediante su organización se pueda conseguir cierta ayuda para nuestra comunidad [...]. Ya hemos visto como han ayudado a sus hermanos acá en Wamblán y por eso queremos ver si es posible que ustedes hagan algo por nosotros también”. Los testigos de Jehová respondieron enviando alimentos, medicamentos y ropa.

  • Al rescate tras la tormenta asesina
    ¡Despertad! 1999 | 8 de junio
    • Un hermano transportista brindó un camión con remolque y un conductor (no Testigo) para llevar artículos de socorro a Nicaragua. Las autoridades aduaneras de Panamá y Costa Rica permitieron que el camión pasara sin realizar los trámites habituales. Una gasolinera donó el combustible necesario para llenar sus dos depósitos, lo que bastó para realizar el viaje de ida y vuelta. Los aduaneros nicaragüenses también prescindieron de inspeccionar los paquetes. “Si son de los testigos de Jehová, no hace falta verlos —dijeron—. Nunca nos dan problemas.”

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