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    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • Investigación arqueológica. Quyunjiq y Nebi Yunus (“Profeta Jonás”), dos montículos situados en la orilla oriental del río Tigris, frente a Mosul, al N. de Irak, marcan el lugar de lo que en una ocasión fue la gran ciudad de Nínive. Hoy, un pueblo moderno, con un cementerio y una mezquita, ocupa Nebi Yunus. Por eso este montículo, que cubre un palacio de Esar-hadón, no se ha investigado a fondo. Sin embargo, en Quyunjiq las excavaciones han sacado a la luz muchos objetos que testifican de la gloria pasada de Nínive. Los hallazgos incluyen miles de tablillas cuneiformes de la biblioteca de Asurbanipal, así como las ruinas del palacio de Senaquerib y el de Asurbanipal. Estos palacios eran construcciones impresionantes. Tomando como base estos hallazgos, Austen Layard escribió:

      “El interior del palacio asirio debe haber sido imponente a la par que majestuoso. He conducido al lector a través de sus ruinas, de modo que puede hacerse una idea de cómo estaban dispuestas sus salas a fin de impresionar al extraño de antaño que entraba por primera vez en la residencia de los soberanos asirios. Se le hacía penetrar a través de un portal custodiado por gigantescos leones o toros de alabastro albo. En la primera estancia se hallaba rodeado de los registros esculpidos del imperio. Batallas, sitios, triunfos, hazañas de caza, ceremonias religiosas..., todos ellos aparecían en las esculturas de alabastro que, coloreadas con magnificencia, recubrían las paredes. Debajo de cada escena había grabadas inscripciones con caracteres rellenos de cobre brillante que narraban los hechos. Sobre las esculturas había pintadas otras escenas: el rey, asistido por sus eunucos y guerreros, recibe a sus prisioneros, pacta alianzas con otros monarcas o realiza algún deber sagrado. Tales representaciones se hallaban enmarcadas por cenefas coloreadas de diseño elegante y complejo. Entre los diversos ornamentos sobresalían el árbol simbólico, los toros alados y los animales espantosos. En el extremo superior de la sala se hallaba la imagen colosal del rey, que adora al dios principal o recibe de mano de su eunuco la copa sagrada. Le asistían los guerreros que le llevaban las armas, así como los sacerdotes o los dioses principales. Su ropaje y el de sus seguidores estaba adornado con grupos de figuras, animales y flores, todo ello pintado con colores llamativos.

      ”El extranjero andaba sobre losas de alabastro, cada una con una inscripción que contenía los títulos, genealogía y logros del gran rey. Gran número de corredores, formados por colosales leones o toros alados, o por esculturas de dioses guardianes, conducían a otras estancias, que, a su vez, desembocaban en otros salones más distantes. En cada uno de ellos aparecían nuevas esculturas. Algunos de sus muros estaban decorados con procesiones de figuras colosales: hombres armados y eunucos que siguen al rey, guerreros que portan el despojo, conducen a los prisioneros o llevan presentes y ofrendas a los dioses. En otras paredes se representaban sacerdotes alados o divinidades principales, de pie ante los árboles sagrados.

      ”Los techos que quedaban sobre el espectador estaban divididos en compartimientos cuadrados, pintados con flores o con figuras de animales. Algunos tenían incrustaciones de marfil y cada uno de ellos estaba circundado por elegantes cenefas y molduras. Puede que las vigas y los laterales de las cámaras tuvieran un baño de oro y plata; y en el enmaderado se utilizaron las maderas más exquisitas, entre las que destacaba la de cedro. Las lucernas cuadradas de los techos de las cámaras permitían que entrase la luz diurna.” (Nineveh and Its Remains, 1856, parte II, págs. 207-209.)

  • Nínive
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • Parece ser que la ciudad fue incendiada, puesto que muchos relieves asirios están estropeados o manchados por el fuego y el humo. La Crónica de Babilonia informa con referencia a la destrucción de Nínive: “Se llevaron el gran despojo de la ciudad y el templo y [convirtieron] la ciudad en un montículo de ruinas”. (Assyrian and Babylonian Chronicles, de A. Grayson, 1975, pág. 94; GRABADO, vol. 1, pág. 958.) Hasta este día Nínive es una extensión desolada, y en la primavera los rebaños pastan cerca o encima del montículo de Quyunjiq.

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