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¿Se ha puesto fin a la amenaza nuclear?¡Despertad! 1999 | 22 de agosto
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¿Se ha puesto fin a la amenaza nuclear?
EL MUNDO llevaba más de cuarenta años viviendo bajo la amenaza de un apocalipsis nuclear cuando, en 1989, cayó el muro de Berlín como preludio del desmoronamiento del comunismo soviético. Poco después, las superpotencias acordaron que dejarían de apuntarse mutuamente con sus misiles. Como parecía que el “Armagedón” nuclear había sido suspendido, o por lo menos postergado, el mundo por fin suspiró aliviado.
No obstante, muchos expertos opinan que es demasiado pronto para celebrarlo. En 1998, el famoso reloj del fin del mundo de The Bulletin of the Atomic Scientists fue adelantado cinco minutos, quedando a nueve minutos de la medianoche, un claro indicio de que la amenaza nuclear seguía en pie.a Es cierto que el escenario mundial ha cambiado. Ya no hay dos importantes potencias nucleares enzarzadas en un pulso nuclear. Ahora son varias las naciones que tienen capacidad nuclear. Además, los expertos temen que solo es cuestión de tiempo para que alguna banda terrorista se apodere de material radiactivo y fabrique una bomba atómica rudimentaria.
Por otra parte, pese a drásticas reducciones de armamentos, Estados Unidos y Rusia todavía conservan imponentes arsenales de ojivas nucleares. Un grupo investigador denominado Comité de Política Nuclear dice que actualmente hay unas cinco mil armas nucleares en estado de alerta de disparo inmediato. “Por consiguiente —dice el informe—, si en las circunstancias actuales se diera la orden de disparar, 4.000 ojivas [de misiles balísticos intercontinentales] (2.000 de cada lado) podrían estar en camino hacia sus objetivos en cuestión de minutos, y otras 1.000 ojivas [de misiles balísticos de lanzamiento desde submarinos] lo estarían poco después.”
La existencia de estos arsenales plantea la posibilidad de que estalle una guerra por error o hasta premeditada. “Un accidente funesto podría sumir al mundo en el caos de una catástrofe termonuclear, contrario al deseo de los líderes políticos”, advirtió el destacado estratega ruso Vladimir Belous. Así que, aunque la Guerra Fría haya terminado, la amenaza de un holocausto nuclear todavía existe. ¿De qué magnitud es esa amenaza? ¿Desaparecerán algún día de la Tierra todas las armas nucleares? En los siguientes artículos se tratarán estas cuestiones.
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La amenaza nuclear no ha terminado¡Despertad! 1999 | 22 de agosto
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La amenaza nuclear no ha terminado
“La proliferación de las superarmas es actualmente el espectro más peligroso que amenaza a este planeta.” (Critical Mass, de William E. Burrows y Robert Windrem.)
EL 25 DE ENERO DE 1995, al despuntar el día, apareció de pronto una señal inquietante en las pantallas de las estaciones de radar de alerta precoz distribuidas por todo el norte de Rusia. ¡Se había lanzado un cohete desde aguas noruegas! Los operadores de los radares alertaron a Moscú de la posible llegada de una bomba nuclear. En cuestión de minutos, el presidente ruso tenía en sus manos una maleta con aparatos electrónicos que le permitirían ordenar un devastador contraataque nuclear. Parecía que en unos momentos estallaría una guerra nuclear total.
Afortunadamente, nadie se precipitó, y pudo comprobarse que la trayectoria del cohete no representaba ninguna amenaza para Rusia. Luego se supo que se trataba de una sonda científica lanzada para efectuar estudios meteorológicos. De todas maneras, un artículo publicado en The Washington Post dijo: “Aquellos momentos posiblemente estuvieron entre los más peligrosos de la era nuclear. La situación permite entrever que, aunque la rivalidad entre las grandes superpotencias haya terminado, sigue vigente el mecanismo de alerta máxima de la Guerra Fría para lanzar misiles nucleares, y las consecuencias podrían ser catastróficas”.
Estado de alerta de disparo inmediato
La postura nuclear que mantuvieron durante décadas la ex Unión Soviética y Estados Unidos se basaba en el concepto disuasorio de la destrucción mutua asegurada (MAD, por sus siglas en inglés). Uno de los pilares de la MAD era la estrategia denominada lanzamiento ante alerta, la cual daba a cada bando la seguridad de que, si atacaban, su enemigo lanzaría una salva masiva de misiles en represalia antes de que las ojivas atacantes llegaran siquiera a dar contra sus objetivos. Un segundo pilar de la MAD era la estrategia denominada lanzamiento ante ataque, es decir, la capacidad de contraatacar aun después de que las ojivas enemigas hubieran ocasionado daños.
Pese a la distensión de la Guerra Fría, el espectro de la MAD sigue preocupando a la humanidad. Sí, los arsenales nucleares de Estados Unidos y Rusia han sido reducidos drásticamente —hay quienes dicen que hasta a la mitad—, pero todavía existen miles de ojivas nucleares y, por tanto, la posibilidad de que se produzca un lanzamiento por error o sin autorización. Y dado que ambas naciones todavía temen la eventualidad de que su antiguo adversario lance un primer golpe, mantienen una gran cantidad de misiles en estado de alerta de disparo inmediato.
Es cierto que en 1994 Estados Unidos y Rusia acordaron que dejarían de apuntarse mutuamente con sus misiles estratégicos. “Este gesto, aunque digno de aprecio, no reviste trascendencia militar —comenta Investigación y Ciencia—. Los comandantes a cargo de los misiles pueden recargar en los ordenadores de guiado las coordenadas de los blancos en cosa de segundos.”
¿Hay nuevas armas en perspectiva?
Un hecho que no debe pasarse por alto es que la investigación y el desarrollo de armas nucleares continúan adelante. En Estados Unidos, por ejemplo, el presupuesto anual para dichas armas es de unos 4.500 millones de dólares. En 1997, The Toronto Star informó: “Paradójicamente, Estados Unidos gasta más ahora en conservar su maquinaria bélica nuclear que durante la Guerra Fría. Y parte del dinero está destinado a programas ambiguos que, según los críticos, podrían conducir a una nueva carrera armamentista mundial”.
Por ejemplo, surgió mucha controversia en torno al Programa de Administración y Gestión de Arsenales, un proyecto del gobierno estadounidense valorado en miles de millones de dólares. Aunque el aparente objetivo del programa es el mantenimiento de las armas nucleares existentes, los críticos afirman que también cumple un propósito más siniestro. The Bulletin of the Atomic Scientists dice: “Hay proyectos de alteraciones, modificaciones, actualizaciones y reemplazos, no solo para extender la vida del arsenal nuclear [...,] sino también para ‘mejorarlo’”.
En 1997 se produjo un escándalo debido al desarrollo de una bomba nuclear denominada B-61, que puede penetrar en la superficie terrestre antes de detonar y, por lo tanto, es capaz de destruir puestos de mando, fábricas y laboratorios subterráneos. Aunque sus defensores afirman que no es más que una bomba antigua con un nuevo envoltorio, sus oponentes aseguran que se trata realmente de una nueva bomba y, por consiguiente, de un grave incumplimiento de las promesas del gobierno estadounidense de no desarrollar nuevas armas nucleares.
En cualquier caso, Ted Taylor, físico nuclear de la Universidad de Princeton, dijo: “Supongo que el mismo tipo de investigaciones que se llevan a cabo (en Estados Unidos) se realizan también en Rusia, Francia, Alemania y otros lugares, y creo que algunos de nuestros proyectos están conduciendo al mundo a una nueva carrera armamentista”. Los críticos también afirman que los propios diseñadores de armas son quienes promueven activamente la investigación, el desarrollo y el diseño de nuevas armas. El ego herido, la pérdida de prestigio y los problemas económicos pueden ser motivos poderosos para que estos científicos especializados presionen a fin de que se reactive la investigación armamentista.
Nuevas potencias en el escenario nuclear
También están los cambios en la integración política del mundo. Tradicionalmente eran cinco las naciones que componían el club nuclear: China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia. Sin embargo, ya hay otros países que también son potencias nucleares reconocidas. Las recientes pruebas nucleares de la India y Paquistán, por ejemplo, provocaron temores de una intensa carrera armamentista en el sudeste asiático. Entre las otras naciones que parecen tener programas nucleares se cuentan Argelia, Irán, Irak y Corea del Norte. Más de ciento ochenta naciones han firmado el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, que entró en vigor en 1970. Pero hasta la fecha hay varias potencias que no lo han firmado y que, según todo parece indicar, ocultan ambiciones nucleares.
La revista Asiaweek informa: “Los expertos en la proliferación nuclear todavía creen que la verdadera amenaza proviene del creciente número de países cuyos líderes quisieran tener el dedo en el gatillo nuclear”. Algunos observadores opinan que el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares no podrá detener a los gobiernos que, a pesar de las sanciones, están decididos a conseguir la tecnología y los materiales necesarios para desarrollar armas nucleares a escondidas. James Clapper, director de la Agencia de Inteligencia de la Defensa de Estados Unidos, predijo: “Para comienzos del siglo XXI posiblemente haya muchos países con la capacidad de corresponder a una ojiva [química, biológica o nuclear] con un misil de fabricación local”.
Tampoco es probable que todas las naciones sucumban a la presión de prohibir las pruebas nucleares. En 1996, cuando varias naciones se vieron presionadas a firmar el Tratado de Prohibición Total de Pruebas Nucleares, un editorial de Asiaweek hizo esta observación: “A Estados Unidos y Europa no se les hace difícil predicar el evangelio de las prohibiciones de pruebas nucleares, pues ya han detonado suficientes artefactos nucleares y recopilado bastante información como para no necesitar más pruebas”.
Contrabando nuclear y terrorismo
Hay quienes opinan que la mayor amenaza radica en que algún grupo terrorista pueda apoderarse de un arma nuclear y decida hacerla explotar —o por lo menos amenazar con hacerla explotar— como medida de presión para conseguir sus fines políticos. También se teme que alguna organización criminal pueda utilizar material radiactivo para extorsionar en gran escala a gobiernos o empresas. Un artículo de la revista Investigación y Ciencia explica: “Para un chantajista nuclear sería bastante sencillo avalar su credibilidad adelantando una muestra para análisis. La amenaza ulterior con contaminar los conductos de aire o las cañerías del agua corriente, e incluso detonar una pequeña arma nuclear, podría ejercer una presión oprimente”. Las fuerzas del orden ya han descubierto tentativas de contrabando de material nuclear, lo que acrecienta los temores de que grupos delincuentes realmente intenten desarrollar armamento nuclear.
Es cierto que algunos analistas descartan la amenaza del contrabando nuclear por considerarla de poca importancia. Dicen que es muy poco el material nuclear del que hay constancia que haya cambiado de manos, y que, además —salvo raras excepciones—, la mayor parte ni siquiera se acerca a la calidad requerida para armas. No obstante, Investigación y Ciencia recuerda a sus lectores que “en el mercado negro de cualquier suerte sólo se ve la punta del iceberg, y no hay razones para suponer que el [contrabando] dedicado al material nuclear constituya una excepción. [...] Caeríamos en la necedad si imagináramos que las autoridades se hacen con más del ochenta por ciento de las transacciones. Por otro lado, cualquier montante escapado del control policial, por pequeño que fuera, podría acarrear vastas consecuencias”.
Aunque las cifras exactas se mantienen en el más riguroso secreto, se calcula que una bomba nuclear necesita de tres a veinticinco kilogramos de uranio enriquecido o de uno a ocho kilogramos de plutonio apto para armas. Un hecho que atrae a los contrabandistas es que siete kilogramos de plutonio ocupan aproximadamente el mismo espacio que una lata de refrescos común. Hay quienes piensan que para fabricar una bomba nuclear rudimentaria, pero todavía destructiva, se podría utilizar incluso plutonio apto para reactores, que es más fácil de conseguir que el apto para armas. Si, como afirman muchos expertos, los arsenales de materiales radiactivos no cuentan con buenos sistemas de seguridad, son más vulnerables al robo de lo que muchos se imaginan. Mikhail Kulik, un funcionario ruso, dijo en tono sarcástico: “Probablemente hoy se custodien las patatas mucho mejor que los materiales radiactivos”.
Es evidente, entonces, que la amenaza nuclear aún pende, cual espada de Damocles, sobre toda la humanidad. ¿Existe alguna posibilidad de erradicarla?
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