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¿Por qué examinar ideas nuevas?La Atalaya 1989 | 15 de enero
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¿Por qué examinar ideas nuevas?
AL IRSE levantando la niebla, el comodoro estadounidense Matthew C. Perry divisó el monte Fujiyama desde la cubierta de su buque insignia, el Susquehanna. Había anhelado visitar Japón y al fin se halló allí el 8 de julio de 1853, tras un viaje de más de siete meses. Había estudiado cuanta información había conseguido sobre Japón. ¿Por qué? Porque esperaba abrir al mundo las puertas de aquel país, que por su propia decisión se había aislado del extranjero.
Sí, más de 200 años antes Japón se había desvinculado comercial y culturalmente de todo país excepto China, Corea y Holanda. Desde entonces había dormitado en aquella condición, satisfecho de sí mismo. Se parecía, así, a muchas personas que se niegan a examinar lo nuevo y a escuchar opiniones que difieran de la suya. En cierto sentido esto pudiera ser consolador, ya que las ideas nuevas pueden ser inquietantes, hasta aterradoras. Pero ¿es sabio adoptar tal postura? Pues bien, considere los resultados de la política japonesa de negarse a tratar con otros países.
¿Qué llevó a Japón al aislamiento?
Japón tuvo sus razones para aislarse. En 1549, el misionero jesuita Francisco Javier llegó a Japón para propagar su religión. En poco tiempo la fe católica romana alcanzó prominencia en aquel país. Los gobernantes de aquel tiempo habían tenido que luchar contra la rebelión religiosa de una secta budista, y veían que lo mismo podía suceder con relación a los católicos. Por eso, proscribieron el catolicismo, aunque la proscripción no se hizo cumplir estrictamente.
Los gobernantes, que afirmaban que Japón era “la nación divina”, no tenían ninguna intención de permitir que una religión “cristiana” amenazara su sistema. Entonces, ¿por qué no impusieron con mayor severidad la proscripción del catolicismo? Porque los misioneros católicos llegaban en buques mercantes portugueses, y el gobierno buscaba el lucro que aquellas naves significaban para él. Pero poco a poco el temor a la influencia católica dominó sobre el deseo de lucro del gobierno. Esto dio lugar a edictos para un control más estricto del comercio con el exterior, la emigración y los “cristianos”.
El que unos “cristianos” perseguidos y oprimidos se rebelaran contra el señor feudal de una localidad precipitó la reacción gubernamental. El gobierno central shogunal expulsó a los portugueses y prohibió el viaje de los japoneses al extranjero. Con este edicto de 1639 se hizo realidad el aislamiento de Japón.
Los únicos occidentales a quienes se permitió comerciar con Japón fueron los holandeses, que quedaron limitados a Dejima, un islote en la bahía de Nagasaki. Por 200 años la cultura occidental se filtró en Japón solamente por Dejima. Cada año el director del centro de intercambio de aquella isla presentaba el “Informe holandés”, que comunicaba al gobierno lo que sucedía en el mundo exterior. Pero el régimen shogunal se aseguraba de que nadie más viera aquellos informes. Como resultado, los japoneses vivieron en aislamiento hasta que el comodoro Perry tocó a sus puertas en 1853.
Termina el aislamiento
Al entrar en la bahía de Yedo los grandes buques negros de Perry, arrojaban vapor al aire, y esto asombró a los pescadores locales, que creyeron que veían volcanes en movimiento. Los ciudadanos de Yedo (ahora Tokio) se aterraron, y muchos huyeron de la ciudad con sus pertenencias. El éxodo fue tan grande que el gobierno tuvo que emitir un aviso oficial para calmar a la gente.
Aquella gente que había vivido aislada no solo se sorprendió sobremanera por los buques de vapor del comodoro Perry, sino también por los regalos de Perry para Japón. Una demostración de telegrafía entre dos edificios maravilló a los japoneses. El libro Narrative of the Expedition of an American Squadron to the China Seas and Japan (Informe sobre la expedición de una escuadra estadounidense a los mares de China y a Japón), compilado bajo la supervisión de Perry, menciona que unos funcionarios japoneses no pudieron resistir la tentación de montarse sobre una pequeña locomotora que “difícilmente podía transportar a un niño de seis años de edad”. Hasta “un respetable mandarín” se dejó llevar por la locomotora “mientras sus vestiduras holgadas flotaban al aire”.
La segunda visita de Perry, un año después, al fin abrió por completo las puertas de Japón. El gobierno cedió a la presión y abrió el país al trato con el mundo exterior. Los aislacionistas intransigentes que querían mantener aislado a Japón recurrieron al terrorismo, asesinaron al ministro principal del gobierno y atacaron a los extranjeros. Algunos señores aislacionistas abrieron fuego contra las flotas extranjeras. No obstante, con el tiempo aquellos ataques disminuyeron, y el emperador se apoderó de las riendas gubernamentales del shogunado de los Tokugawa.
Para cuando Perry logró que Japón abriera sus puertas, las naciones occidentales ya habían experimentado su Revolución Industrial. El aislamiento había atrasado mucho a Japón. Los países industrializados habían aprovechado la energía del vapor. Para los años treinta del siglo pasado era común el uso de motores y máquinas de vapor. La industrialización estaba muy atrasada en Japón debido a su política aislacionista. La primera delegación japonesa enviada a Europa vio esto claramente. En una exposición celebrada en Londres en 1862, lo que Japón expuso era de papel y madera, como “lo que se vería en una tienda de antigüedades”, según un delegado a quien avergonzó aquello.
A delegados japoneses enviados a Europa y los Estados Unidos les pareció urgente industrializar su país, y se apresuraron a introducir en Japón invenciones e ideas modernas. Sesenta y cuatro años después de la primera visita de Perry, el último miembro sobreviviente de su tripulación visitó Japón y dijo: “El progreso de Japón en poco más de sesenta años me dejó pasmado”.
Como se ve, el aislamiento de Japón limitó en gran manera su potencial de desarrollo. El disponerse a recibir ideas nuevas le fue muy beneficioso a aquella nación. Sin embargo, hoy algunos japoneses se quejan del “aislamiento mental” que despliegan algunos en aquel país, y dicen que es un problema que pide solución. En realidad el vencer la tendencia a oponerse a ideas nuevas es un desafío, no solo para los japoneses modernos, sino para toda la humanidad. ¿Qué se puede decir de usted respecto a la cuestión del “aislamiento mental”? ¿Le beneficiaría ser receptivo a ideas nuevas, como le fue de beneficio a Japón allá a mediados del siglo pasado?
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¿Cómo recibe usted las ideas nuevas?La Atalaya 1989 | 15 de enero
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¿Cómo recibe usted las ideas nuevas?
ALGUNAS personas son de miras estrechas y rechazan toda idea nueva. Puede que no den recepción a lo nuevo porque difiere de su punto de vista. Por ejemplo, en Dinamarca cierta señora escribió al semanario Hjemmet y dijo: “Los testigos de Jehová nos exasperan con sus continuas visitas. Para mí son una irritación, pero no sé cómo librarme de ellos. [...] ¿No pudieran prohibirse por ley sus molestas visitas?”.
Para los japoneses de mediados del siglo pasado el que el Occidente tocara a sus puertas también era una ‘molestia’. A los ojos de muchos de ellos, todo lo relacionado con los intrusos carecía de valor y hasta era dañino. Como dice un proverbio oriental: “La sospecha crea monstruos en la oscuridad”. El estado de ánimo de muchos japoneses se manifestó bien en los dibujos que hicieron del comodoro Perry. De unos 50 que quedan, solo dos o tres lo representan como un simple oficial de marina de los Estados Unidos. Los demás dibujos lo pintan como un duende de nariz larga o un monstruo de cara pálida, como se muestra aquí.
Sin embargo, al abrirse las puertas del país al extranjero los japoneses de mente receptiva se dieron cuenta de que los extranjeros no eran bárbaros. En el caso de unos miembros de la primera comisión japonesa a los Estados Unidos fue como si se les cayera una venda de los ojos cuando vieron directamente la cultura occidental. Funcionarios encumbrados siguieron quejándose de la descortesía de los estadounidenses desde el punto de vista japonés. Pero la nueva generación juzgó de modo más equilibrado la nueva cultura.
Más tarde, un joven de 19 años de edad que era auxiliar de un funcionario encumbrado escribió: “La mayoría de los 70 delegados japoneses de esta comisión guardaban rencor a [los estadounidenses], o los odiaban. Sin embargo, cuando vimos la realidad, algunos percibimos que aquellos delegados no tenían razón, y nos pesó haber tenido aquellas ideas. El que consideremos despreciables como perros o caballos a los extranjeros, y el insultarlos, solo nos traerá la mala fama de ser despiadados e injustos”. ¿Es usted de mente lo suficientemente receptiva como para considerar ideas nuevas con una actitud tan libre de prejuicios como la de este joven auxiliar?
El ejemplo de los bereanos
En el primer siglo de la era común muchos judíos desplegaron prejuicio irracional contra las enseñanzas cristianas. En ciertos aspectos, aquel prejuicio se pareció al de los aislacionistas japoneses contra el mundo exterior. “En todas partes se habla en contra [del cristianismo]”, alegaron los judíos de la Roma antigua. (Hechos 28:22.) Respecto a ciertos cristianos de la ciudad de Tesalónica, judíos dominados por prejuicios clamaron: “Estos hombres que han trastornado la tierra habitada están presentes aquí también”. (Hechos 17:6.)
Sin embargo, había personas que estaban dispuestas a poner a un lado sus prejuicios e investigar. Por ejemplo, ¿cómo respondieron ciertos residentes de Berea a las buenas nuevas que predicaron el apóstol Pablo y su compañero Silas? Acerca de los bereanos, Lucas, uno de los escritores de la Biblia, dijo: “Estos eran de disposición más noble que los de Tesalónica, porque recibieron la palabra con suma prontitud de ánimo, y examinaban con cuidado las Escrituras diariamente en cuanto a si estas cosas eran así”. (Hechos 17:11.) ¿Es usted ‘de disposición noble’ como los bereanos?
Sírvase considerar el caso de Masayi. Hubo un tiempo en que rechazaba el cristianismo. Era como los aislacionistas, que se oponían a que Japón abriera las puertas al extranjero. Se opuso violentamente a su esposa, Sachiko, cuando esta empezó a estudiar la Biblia. Hasta pensó en matar a su familia y después suicidarse. Debido a la violencia de Masayi, su familia tuvo que huir al hogar del hermano mayor de Sachiko, en el norte de Japón.
Finalmente Masayi decidió investigar un poco y ver qué encerraba la religión de su esposa. Leyó alguna literatura bíblica, y vio que tenía que cambiar de costumbres. A medida que estudiaba las Escrituras, de violento pasó a ser una persona que reflejaba el fruto del espíritu de Dios. (Gálatas 5:22, 23.) Masayi titubeó en cuanto a asistir a las reuniones de los testigos de Jehová, pues temía que los Testigos se vengaran de él por la violencia con que los había tratado. Pero cuando finalmente visitó un Salón del Reino recibió una bienvenida tan afectuosa que se echó a llorar.
Sí, el vencer el prejuicio y examinar ideas nuevas puede ampliar nuestros horizontes y beneficiarnos de otras maneras. Sin embargo, ¿significa eso que debemos acoger bien toda idea nueva que se presente?
¡Escoja con cuidado!
Al fin del aislamiento de Japón, fluyó al país una abundancia de ideas nuevas. Algunas fueron beneficiosas para los japoneses, pero ciertamente les hubiera ido mejor sin otras. “Contrario a las intenciones del comodoro Perry —dijo el general estadounidense Douglas MacArthur al aceptar la rendición de Japón después de la II Guerra Mundial—, Japón convirtió en instrumento de opresión y esclavitud el conocimiento adquirido de Occidente.” Japón, imitando a sus maestros occidentales, emprendió un derrotero que lo implicó en una serie de guerras. Estas culminaron en la II Guerra Mundial, al final de la cual se arrojaron dos bombas atómicas en tierra japonesa.
¿Qué podemos aprender de esto? Que hay que escoger con cuidado entre las ideas nuevas. Haríamos bien en imitar a los bereanos, que “examinaban con cuidado las Escrituras diariamente en cuanto a si estas cosas [enseñadas por Pablo] eran así”. (Hechos 17:11.) La palabra griega que ahí se vierte “examinaban” significa “investigar con cuidado y exactitud como en procesos judiciales” (Word Pictures in the New Testament, por A. T. Robertson). En vez de aceptar ciegamente toda idea nueva que se nos presente, tenemos que hacer una investigación cuidadosa y exacta, como lo haría un juez al considerar un caso judicial.
Si escogemos con cuidado, no nos dejaremos llevar por toda manía pasajera ni por ideas nuevas que en realidad pudieran ser dañinas. Por ejemplo, para algunos lo que se llamó la nueva moralidad de los años sesenta parecía ser una atrayente idea nueva. Pero un examen cuidadoso habría revelado que era la dañina inmoralidad vieja con un nombre nuevo. Además, no hay duda de que para muchos el nazismo fue una excitante idea nueva en la Alemania en aprietos económicos de los años veinte, ¡pero qué dolores causó!
Felizmente, Dios ha provisto una piedra de toque que es útil para someter a prueba las ideas nuevas. Esta es su Palabra inspirada, la Biblia. El aplicar a la vida familiar y a las relaciones humanas las pautas que ella da nos ayudará a examinar muchas de las ideas nuevas que vienen hoy de sociólogos, sicólogos y otros que alegan que son peritos en sus respectivos campos. (Efesios 5:21–6:4; Colosenses 3:5-14.) El consejo de la Biblia respecto a nuestra relación con Dios y nuestro semejante nos permite examinar críticamente las ideas nuevas que ahora se propagan sobre asuntos religiosos. (Marcos 12:28-31.) Un conocimiento exacto de la Biblia nos equipa para determinar si una idea nueva tiene o no tiene verdadero valor. Entonces podemos ‘asegurarnos de todas las cosas y adherirnos firmemente a lo que es excelente’. (1 Tesalonicenses 5:21.)
Los testigos de Jehová visitan a su prójimo para animarlo a conocer la Biblia y capacitarse así para juzgar debidamente las ideas nuevas. Los Testigos también comunican pensamientos bíblicos que son nuevos para muchas personas. Entre estos está la verdad sobre los tiempos en que vivimos y lo que en verdad el futuro encierra para la humanidad. (Mateo 24:3-44; 2 Timoteo 3:1-5; Revelación 21:3, 4.) Por eso, no adopte una actitud aislacionista cuando los Testigos lo visiten en su hogar. Más bien, ¿por qué no abre la puerta y escucha lo que quieren decirle? No sea estrecho de miras respecto a ideas que pueden serle de beneficio eterno.
[Reconocimiento en la página 5]
Foto Library of Congress LC-USC62-7258
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