-
Una nueva era de descubrimientos¡Despertad! 1992 | 8 de septiembre
-
-
Una nueva era de descubrimientos
Por un redactor de ¡Despertad!
¿HA VISTO alguna vez en televisión el lanzamiento de un transbordador espacial? ¿Se ha preguntado qué tamaño tienen los cohetes de impulsión? ¿Y cuánto espacio tienen los astronautas en el interior de uno de esos transbordadores? Tuve la oportunidad de verlo con mis propios ojos cuando fui a Spaceport USA, en Cabo Cañaveral —conocido también como Centro Espacial Kennedy (Florida, E.U.A.).
Como había visto todo tipo de despegues espaciales en televisión y también había observado con emoción el primer vuelo Apolo de ida y vuelta a la Luna en 1969, encontrarme en el mismo centro de toda esa actividad —a solo una hora por carretera al este de Orlando— fue para mí una experiencia muy especial. Al entrar en el estacionamiento, vi a lo lejos una exposición de cohetes que habían sido utilizados para enviar hombres e instrumentos al espacio. Y al lado del Rocket Garden había una réplica en tamaño natural del tipo de orbitadores utilizados en las operaciones de vuelo orbital alrededor de la Tierra. Se llama Ambassador, y aunque no es más que una réplica, impresiona verlo, visitarlo y fotografiarlo. Tiene 37 metros de longitud, una envergadura de 24 metros y su cola mide 17 metros de altura.
Era el viernes 22 de noviembre del año pasado, y estaba ansioso por acercarme a una plataforma de lanzamiento, especialmente a aquella en la que se lanzaría el transbordador Atlantis dos días después, el domingo 24 de noviembre. Hay varias plataformas como esa, pero se encuentran a unos kilómetros de distancia de la zona de exposición. Así que opté por hacer la gira oficial en autocar por las principales instalaciones relacionadas con la fabricación de cohetes y su lanzamiento.
La primera parada fue en el Flight Crew Training Building, donde vimos copias idénticas del módulo de servicio y el módulo lunar utilizados en el histórico viaje a la Luna de 1969. El módulo lunar era un artefacto realmente feo; no tenía ni el perfil ni la forma aerodinámica del típico vehículo espacial. A primera vista parecía más bien un conglomerado de cubos y pirámides con cuatro patas largas y delgadas. Sin embargo, el módulo original había servido para que dos hombres pisaran la superficie de la Luna.
En julio de 1971 se produjo el alunizaje del Apolo 15, y los astronautas Scott e Irwin descargaron el “jeep lunar” o “lunar rover”. Su costo de 15 millones de dólares (E.U.A.) probablemente lo convirtió en el vehículo más caro que jamás se ha fabricado. Si usted quiere conducirlo, solo tiene que ir a la Luna, pues allí se dejó junto con el módulo de descenso del módulo lunar. Pero no se olvide de llevar baterías nuevas; las originales hace mucho que se agotaron.
La siguiente parada de la gira fue en el VAB (Vehicle Assembly Building). Cuando uno visita el centro espacial, tiene que acostumbrarse a los acrónimos, pues se utilizan para todo. Chris, un ingeniero que había trabajado en el proyecto Apolo y a quien conocí más tarde, me dijo: “Me trasladaron a otra sección, y durante meses no pude entender muchas de las cosas que se decían porque los acrónimos que utilizaban eran diferentes de los que yo conocía”. ¿Qué tiene de especial el VAB? Con sus más de 160 metros de altura (como un rascacielos de 52 pisos), 158 de anchura y 218 de longitud, posiblemente sea el edificio de mayor volumen del mundo. Abarca una superficie de tres hectáreas. Es necesario que tenga tales dimensiones porque allí se montan los vehículos de lanzamiento antes de ser transportados lenta y laboriosamente a la plataforma de lanzamiento. Pero luego hablaremos más de esto.
Se nos dijo que el VAB es tan grande que en su interior se podrían montar simultáneamente cuatro cohetes Saturno V (que medían 111 metros de altura y fueron construidos para propulsar la nave espacial Apolo). El libro The Illustrated History of NASA explica: “El extraordinario peso total en el despegue era de 2.900 toneladas. Sin embargo, los motores del Saturno V desarrollaban una fuerza propulsiva de casi 3.500 toneladas, por lo que podían levantar aquella enorme carga con facilidad”.
Cuando miré hacia la parte superior de este enorme edificio, divisé unos buitres aura que volaban en círculo sobre el techo aprovechando las corrientes ascendentes de aire. Eso me recordó que el centro espacial está situado en medio de un extenso refugio nacional de fauna que alberga a docenas de especies de aves, mamíferos y reptiles. En uno de los trayectos de autocar vimos un enorme nido de águila (de unos dos metros de profundidad) situado en lo alto de un árbol. Por alguna razón me pareció muy apropiado que estas aves volaran por la misma zona en la que el hombre ha obtenido algunos de sus mayores logros en el campo del vuelo espacial.
Nuestra siguiente parada sería una zona de observación desde la que podríamos ver a lo lejos un par de plataformas de lanzamiento. Sin embargo, seguía en pie una importante pregunta: ¿Cómo se transportan esos enormes cohetes a las plataformas de lanzamiento, situadas a 5,5 kilómetros de distancia? Para ello utilizan los mayores tractores oruga que jamás había visto. Pueden transportar 6.600 toneladas. Cada uno de estos tractores oruga es del tamaño de medio campo de fútbol y pesa 2.700 toneladas. Pero no espere que estos monstruos batan ningún récord de velocidad. Cargados, su velocidad máxima es de 1,6 kilómetros por hora, y descargados, de 3,2 kilómetros por hora. La carga se transporta sobre una plataforma cuyas cuatro esquinas se apoyan a su vez en cuatro enormes orugas de dos bandas de cadena sin fin. Cada banda tiene 57 estrías, y cada estría pesa una tonelada.
Ahora imagínese qué pista tan especial tuvo que construirse para llegar a cada plataforma de lanzamiento, pues debe poder soportar el enorme peso de la plataforma móvil y del cohete y de la nave espacial.
¿Y qué ocurre cuando el transbordador espacial regresa a la Tierra? El orbitador tiene que aterrizar en algún sitio, y en Cabo Cañaveral ese “algún sitio” no es una pista de aterrizaje cualquiera: tiene una longitud y una anchura doble de la de una pista normal de aeropuerto. Mide 4.600 metros de longitud y tiene en cada extremo 300 metros de prolongación para casos de necesidad. Si las condiciones para aterrizar no son idóneas, el transbordador se desvía a la base aérea de Edwards, en el desierto de California, a más de 3.200 kilómetros al oeste.
La inmensidad del entero proyecto era abrumadora, e hizo surgir ciertas preguntas: ¿Qué ha logrado el hombre en el campo de la exploración del espacio? ¿Qué beneficios se han conseguido? ¿Y qué perspectivas hay de que se realicen vuelos interplanetarios? ¿Llegará el hombre algún día a Marte?
-
-
Exploración del espacio. ¿Adónde hemos llegado?¡Despertad! 1992 | 8 de septiembre
-
-
Exploración del espacio. ¿Adónde hemos llegado?
EL 12 DE abril de 1961, un nuevo Colón entró en los anales de la historia. El cosmonauta ruso Yuri Alekseievich Gagarin fue protagonista del primer viaje del hombre al espacio, en la cápsula espacial Vostok I. Su viaje duró 108 minutos, y en él recorrió 40.900 kilómetros en una órbita alrededor de la Tierra. Se convirtió en el ganador de la primera vuelta de la gran carrera espacial entre la Unión Soviética y Estados Unidos.
La publicación U.S.News & World Report dijo: “Lo cierto es que [...] América se propulsó al espacio por la imperiosa necesidad que sentía de superar a los rusos”. El presidente John F. Kennedy tuvo que intentar eliminar la diferencia que existía entre los logros espaciales soviéticos y los estadounidenses. John Logsdon, director del Center for International Science and Technology Policy, escribió lo siguiente en el libro Blueprint for Space (Proyecto para el espacio): “Sorenson [el asesor particular de Kennedy] dice que en la actitud de Kennedy influyó el extraordinario prestigio mundial conseguido por ‘los soviéticos como consecuencia del viaje espacial de Gagarin, al mismo tiempo que nosotros habíamos perdido prestigio por [el ataque a] la Bahía de Cochinos.a Este hecho demostró que el prestigio era un factor de gran importancia en los asuntos del mundo, y no solo una cuestión de relaciones públicas’”.
El presidente Kennedy decidió que Estados Unidos tenía que hacer algo espectacular a cualquier precio para superar a los soviéticos. Preguntó: “¿Tenemos alguna posibilidad de ganar a los soviéticos colocando un laboratorio en el espacio o mediante un viaje alrededor de la Luna, un cohete que aterrice en la Luna o uno que lleve a un hombre a la Luna y lo traiga de regreso? ¿Existe algún otro programa espacial que prometa resultados espectaculares y en el que podamos ganar?”. Por fin los científicos estadounidenses tenían un aliado político que respaldaría sus ambiciones. Pero el éxito iba a hacerse esperar.
Los rusos consiguieron otro gran éxito en 1963, cuando Valentina Vladimirovna Tereshkova se convirtió en la primera mujer que viajaba al espacio, y daba, no una, sino ¡48 vueltas alrededor de la Tierra! La NASA (National Aeronautics and Space Administration [Administración Nacional para la Aeronáutica y el Espacio]) se encaraba al desafío de alcanzar a la Unión Soviética en la carrera por lograr prestigio internacional en el campo espacial. ¿Qué consiguieron finalmente?
El Apolo y la Luna
Desde 1959 los científicos de la NASA habían estado estudiando la posibilidad de realizar un alunizaje. Solicitaron permiso para construir una nave espacial que se llamaría Apolo. Sin embargo, “el presidente Eisenhower rehusó aprobar dicha solicitud”. ¿A qué se debía esa actitud negativa? Según él, el costo —entre 34.000 millones y 46.000 millones de dólares (E.U.A.)— “no iba a revertir en la ampliación de conocimiento científico lo suficiente como para justificar la inversión. [...] Eisenhower dijo a la NASA que no aprobaría ningún proyecto que tuviera el objetivo de aterrizar en la Luna”. (Blueprint for Space.) La única esperanza que les quedaba a los científicos era el nuevo presidente: John F. Kennedy.
Él puso ante los científicos estadounidenses la meta de enviar un hombre a la Luna antes de que terminara aquella década, y ¡antes que los rusos! Wendell Marley, ingeniero electricista que trabajó en el sistema de dirección y navegación del Apolo, dijo a ¡Despertad!: “Había un verdadero sentimiento de rivalidad contra la U.R.S.S., y para muchos de los ingenieros con los que yo trabajaba, este sentimiento también les servía de incentivo. Nos enorgullecía cumplir con nuestro deber en el proyecto de enviar un hombre a la Luna antes que Rusia. Muchos de nosotros hasta trabajábamos horas extraordinarias sin cobrarlas para poder terminar en el plazo previsto”.
El resultado de todo aquel esfuerzo ya es historia: en julio de 1969, Neil Armstrong y Edwin Buzz Aldrin dejaron las primeras huellas humanas en suelo lunar. Pero este espectacular logro científico tuvo un precio. El 27 de enero de 1967, tres astronautas perdieron la vida al incendiarse la cápsula de mando en que trabajaban durante un ejercicio preparatorio. Menos de tres meses después, el cosmonauta ruso Vladimir Komarov murió cuando trataba de regresar a la Tierra tras describir 18 órbitas alrededor de nuestro planeta. Pero durante siglos ese ha solido ser el precio que hombres y mujeres han pagado por sus exploraciones. Han perdido la vida en plena búsqueda de conocimiento y gloria.
Y aparte de viajar a la Luna, ¿qué otro progreso se ha hecho en el espacio?
La exploración planetaria
La NASA ha enviado muchos satélites al espacio, que han contribuido en gran manera a un mayor conocimiento del universo. Ese es uno de los beneficios que los científicos señalan para justificar el enorme gasto que suponen los vuelos tripulados y las sondas espaciales no tripuladas. En marzo de 1992 se cumplió el vigésimo aniversario de uno de los grandes éxitos de la exploración del espacio: el lanzamiento de la primera nave espacial que saldría de nuestro sistema solar. Fue el Pioneer 10, lanzado en 1972, con el que se compensaron una serie de fracasos experimentados con sus predecesores desde el año 1958. Se calculaba que la vida activa de esta sonda espacial sería de unos tres años. Pero gracias a sus generadores de energía nuclear, todavía está enviando información a la Tierra. Nicholas Booth escribe en la revista New Scientist que los “científicos de la NASA esperan poder efectuar el seguimiento de la nave hasta el año 2000. Podría decirse que esta ha sido la misión interplanetaria de mayor éxito de la historia”. ¿Por qué ha sido tan especial el Pioneer 10?
Fue programado para dirigirse a Júpiter, el mayor planeta de nuestro sistema, y luego salir del sistema solar. Eso supuso un viaje de unos 779 millones de kilómetros, que duró casi dos años. Antes de llegar a Júpiter, en diciembre de 1973, pasó cerca de Marte y atravesó un cinturón de asteroides. Aunque registró 55 impactos con partículas de polvo, no sufrió ningún daño. Otros instrumentos midieron la radiación y los campos magnéticos existentes alrededor de Júpiter.
A continuación se lanzó el Pioneer 11, que pasó Júpiter y continuó hasta Saturno. Sobre la base de lo conseguido con estos Pioneer, la NASA construyó las naves espaciales Voyager 1 y Voyager 2. Según palabras de Nicholas Booth, estas han enviado “un alud de información sobre el sistema joviano [de Júpiter], que llegó a eclipsar los resultados de las misiones Pioneer”. ¿Cómo hacen llegar a la Tierra su información estas sondas espaciales?
Existe un sistema de seguimiento llamado Deep Space Network que dispone de antenas parabólicas de radio de 64 metros de diámetro —situadas en España, Australia y Estados Unidos— con las que se van captando de forma alternativa, según el movimiento de rotación de la Tierra, las señales procedentes del espacio profundo. Dicho sistema ha permitido captar con exactitud las señales de radio emitidas por las naves espaciales.
¿Existe vida en Marte?
Parece ser que el incentivo de la exploración espacial continuará siendo una pregunta intrigante que ha despertado la curiosidad del hombre durante siglos: ¿Existe vida inteligente en alguna otra parte del vasto universo? Astrónomos y escritores especularon por mucho tiempo con la posibilidad de que hubiera vida en Marte, el planeta rojo. ¿Qué han demostrado a este respecto los vuelos espaciales recientes?
En los años sesenta y setenta se recibieron fotografías de Marte tomadas por la serie de sondas espaciales Mariner. Más tarde, en 1976, los vehículos de aterrizaje Viking 1 y Viking 2 se posaron sobre la superficie de Marte y, por increíble que parezca, enviaron información a la Tierra respecto a las rocas y el suelo de dicho planeta. ¿Cómo se obtuvo esa información? Mediante un laboratorio químico y biológico automatizado ubicado en el vehículo de aterrizaje. Se recogieron muestras del suelo con un brazo de muestreo y se introdujeron en la nave para ser analizadas en el laboratorio robotizado de su interior. ¿Se encontró alguna forma de vida o algún vestigio de que la haya? ¿Qué revelaron las fotografías y los experimentos?
Bruce Murray, autor de artículos de ciencia espacial, explica: “No había ni matorrales, ni hierbas, ni huellas, ni ningún otro indicio de vida que atenuara la aridez de este terreno geológicamente fascinante. [...] A pesar de hacer la investigación más cuidadosa de las muestras recogidas del suelo [...], no se detectó ni una sola molécula orgánica [...]. El suelo de Marte es mucho más estéril que cualquier entorno terrestre. [...] Es muy probable que en Marte no haya habido vida en por lo menos los últimos miles de millones de años”.
De toda la información recibida mediante la exploración planetaria, Murray sacó la siguiente conclusión: “Estamos solos en este sistema solar. La Tierra, el único lugar donde hay agua, es el oasis de la vida. No hay base para creer que tengamos parientes microbianos distantes en Marte ni en ningún otro lugar de este sistema solar”.
¿Cómo es Venus?
Aunque Venus tiene aproximadamente el mismo tamaño que la Tierra, es un planeta inhóspito para el ser humano. El astrónomo Carl Sagan lo llama “un lugar terriblemente desagradable”. Sus nubes más altas contienen ácido sulfúrico y su atmósfera se compone principalmente de dióxido de carbono. La presión atmosférica en la superficie es 90 veces superior a la de la Tierra, una presión equivalente al peso del agua a un kilómetro de profundidad.
¿En qué otros aspectos difiere Venus de la Tierra? En su libro Cosmos, Carl Sagan dice que Venus gira “hacia atrás, en dirección opuesta a la de los demás planetas del sistema solar interior. Por consiguiente, el Sol nace por el oeste y se pone por el este, tardando de alba a alba 118 días terrestres”. En la superficie de Venus las temperaturas son de unos 480 °C, o, como dice Sagan, “más altas que las del horno casero más caliente”. Desde el año 1962, Venus ha sido explorado por diversas sondas Mariner y Pioneer Venus, así como por varias naves espaciales soviéticas Venera.
Sin embargo, a la hora de cartografiar el planeta, los mejores resultados se han conseguido con la sonda espacial Magallanes, utilizada para confeccionar mapas de Venus por medio de radar y controlada por el Jet Propulsion Laboratory (Laboratorio de Propulsión a Chorro) de la NASA. Esta sobresaliente sonda fue lanzada al espacio por el transbordador espacial Atlantis el 4 de mayo de 1989. Tardó quince meses en llegar a Venus, y actualmente describe órbitas alrededor del planeta cada tres horas y quince minutos, al tiempo que toma imágenes de radar y las transmite a la Tierra. Respecto al trabajo realizado por la sonda Magallanes, Stuart J. Goldman dice lo siguiente en la revista Sky & Telescope: “Calificar de fenomenal el producto de la misión de la nave espacial Magallanes es una subestimación inadmisible. [...] Durante los primeros ocho meses que estuvo en órbita, este cartógrafo robótico confeccionó mapas del 84% de la superficie total del planeta con una resolución que permitía ver detalles del tamaño de un estadio de fútbol. [...] La cantidad de datos que la sonda Magallanes ha enviado a los expectantes científicos no tiene precedente alguno. Para principios de 1992 había enviado 2,8 billones de unidades de información. Esta cantidad de datos para la formación de imágenes es tres veces superior a la proporcionada por todas las naves planetarias anteriores juntas”.
He aquí un caso en el que la combinación de un transbordador tripulado y un robot ha producido resultados increíbles. ¿Cuáles han sido los beneficios? Un mayor conocimiento sobre nuestro sistema solar. Y todo esto a un precio relativamente bajo, pues en la fabricación de la sonda Magallanes se han utilizado muchos sobrantes de las sondas Voyager, Galileo y Mariner.
La NASA y los satélites espías
La investigación científica no ha sido el único motivo tras la exploración del espacio. Otra fuerza impulsora ha sido el deseo de conseguir una ventaja militar sobre cualquier enemigo potencial. Durante el transcurso de los años, tanto Estados Unidos como la anterior Unión Soviética han utilizado los programas espaciales como un medio para expandir su capacidad de espionaje. En su libro Journey Into Space (Viaje al espacio), Bruce Murray dice: “La órbita terrestre ha sido desde el principio un campo para [vuelos de] reconocimiento y otras actividades militares, un ámbito de rivalidad estratégica sumamente importante entre Estados Unidos y la Unión Soviética”.
En su libro Prescription for Disaster (Receta para el desastre), Joseph J. Trento dice que “en 1971 la CIA y las Fuerzas Aéreas [estadounidenses] empezaron a diseñar la serie de satélites artificiales espías Keyhole. El 19 de diciembre de 1976 se puso en órbita el primer Keyhole”. Estos satélites fotográficos podían permanecer en órbita durante dos años y enviar su información a la Tierra mediante transmisión digital. ¿Qué resolución tenían? Trento pasa a decir: “Su resolución era tan extraordinaria que se podían leer con claridad los números de matrícula de automóviles estacionados. Los satélites también se utilizaban para fotografiar naves espaciales soviéticas en órbita y bombarderos estratégicos en pleno vuelo”.
Los complejos transbordadores espaciales
En los últimos años el mundo se ha entusiasmado al ver lanzar al espacio los transbordadores orbitales tripulados. ¿Ha pensado alguna vez en la complejidad de toda la operación y en cuántas cosas podrían salir mal y hasta provocar un desastre? Por ejemplo, los ingenieros han luchado con problemas como el de mantener los motores del transbordador a una temperatura razonable para impedir que en el momento del lanzamiento se derritan por su propio calor. “Durante los primeros años de pruebas, todos los motores se derretían y explotaban”, escribe Trento. Otra importante cuestión que debe tenerse presente es la de encender los dos cohetes de impulsión de combustible sólido de forma totalmente simultánea, para evitar que el entero aparato gire como una rueda y se destruya. Tales factores sin duda contribuyeron a incrementar los costos.
El 12 de abril de 1981 se consiguió lanzar por primera vez con éxito el transbordador espacial. Mientras los dos tripulantes —John Young y Robert Crippen— estaban sentados y firmemente amarrados al asiento, cada uno de los tres motores del transbordador produjo un empuje de 170.000 kilogramos. Según Trento, algunos científicos se preguntaban: “¿Saldrá bien el lanzamiento, o acabará estrellándose aquel sueño en las marismas de Florida? Si el combustible sólido [de cada uno de los cohetes de impulsión] no se encendía dentro de un margen de simultaneidad de un segundo, se produciría un siniestro en la plataforma 39A. [...] En el momento crítico, el combustible sólido se encendió. Una nube blanca de vapor de agua cubrió el horizonte y los pernos de sujeción se soltaron. Los tripulantes podían oír el estruendo. Notaron la vibración del vehículo y la descarga de energía”. Lo habían conseguido. “Por primera vez en la historia de Estados Unidos, unos astronautas norteamericanos habían tripulado un aparato de propulsión cohética en fase experimental. [...] El vehículo más avanzado que jamás se había construido funcionó.” Había nacido una nueva clase de descubridores, unos nuevos “Colón”. Pero no sin riesgos ni sin un precio que pagar. Tenemos prueba de ello en la tragedia del Challenger en 1986, que causó la muerte de siete astronautas.
Respecto a aquel primer vuelo, las fotografías en color mostraron que en la parte inferior del orbitador faltaban algunas de las placas refractarias que son tan vitales para la reentrada en la atmósfera terrestre, que se produce a temperaturas de 1.100 °C. Los científicos tenían que examinar mejor aquello para asegurarse del grado de deterioro. Pero ninguna cámara situada sobre la Tierra tenía suficiente potencia como para sacar una fotografía clara de la deteriorada panza del Columbia. ¿Qué solución había? Como el satélite espía KH-11 estaba en órbita por encima del transbordador, se decidió invertir la posición del orbitador con relación a la Tierra de forma que su panza quedara vuelta hacia el satélite. Las imágenes que el satélite envió a la Tierra aseguraron al personal de la NASA que no faltaban grandes secciones de placas. La misión no corría peligro.
Los transbordadores espaciales, ¿para la guerra, o para la paz?
En la historia de la NASA se han producido constantes choques entre los que veían dicho organismo como un medio para la exploración pacífica del espacio, y los que lo veían principalmente como un medio de llevar la delantera a los soviéticos en la guerra fría. En 1982 Harold C. Hollenbeck, miembro de la Cámara de Representantes, habló sobre tal conflicto de intereses ante el Comité de Ciencia y Tecnología de dicha cámara. “Lo trágico —dijo— es que el pueblo estadounidense no está al corriente de la politización y militarización de este organismo espacial civil. [...] Fue un equipo dirigido por civiles el que nos llevó a la Luna [...]. Yo, por lo menos, no deseo un programa espacial costoso que sea parte de algún Pentágono de la Guerra de las Galaxias. [...] Tan solo espero que la próxima generación de estadounidenses no recuerde a los que estamos aquí hoy como los líderes que contemplaron en silencio cómo nuestro país convertía una empresa noble en una máquina de guerra interestelar.”
Luego prosiguió con una observación que resumía cómo el hombre estaba estropeando su futuro: “Fuimos al espacio como a una nueva frontera y ahora arrastramos a los cielos el odio y la amargura de la Tierra, como si el hombre tuviera el derecho de hacer la guerra en todo lugar”. Las grandes empresas y los intereses políticos y militares estaban tratando de asumir el control de la NASA. Miles de millones de dólares y miles de puestos de trabajo (y de votos) estaban en juego.
Las preguntas lógicas que ahora surgen son: ¿Cuáles han sido algunos de los beneficios que la exploración del espacio ha producido para la humanidad?, y ¿qué nos traerá en el futuro?
[Nota a pie de página]
a La invasión fallida de Cuba el 17 de abril de 1961.
[Fotografías en las páginas 8, 9]
1. El vehículo “lunar rover” del “Apolo”
2. Módulo lunar con el astronauta Edwin E. Aldrin, Jr., (20 de julio de 1969)
3. El “Vehicle Assembly Building”, posiblemente el edificio individual más grande del mundo
4. Transbordador espacial situado sobre el tractor oruga que lo conduce a la plataforma de lanzamiento
5. Satélite a punto de ser lanzado
6. El transbordador “Challenger” con el brazo robótico visible
7. Valentina Tereshkova, la primera mujer que viajó al espacio
8. Yuri A. Gagarin, el primer hombre que viajó al espacio
9. Brazos robóticos recogiendo muestras en Marte
[Reconocimientos]
Fotos 1-6 Foto NASA; 7, 8 Tass/Soufoto; 9 Foto NASA/JPL
-
-
Exploración del espacio. ¿Qué nos reserva el futuro?¡Despertad! 1992 | 8 de septiembre
-
-
Exploración del espacio. ¿Qué nos reserva el futuro?
CON la caída del imperio comunista soviético ha desaparecido casi todo el espíritu de competencia de la carrera espacial. Algunos científicos ya no tienen la motivación que originalmente los impulsaba: un rival a quien ganar. Ahora, en lugar de competir, los científicos espaciales rusos y americanos hablan de compartir sus conocimientos y experiencia. Pero todavía quedan objetivos por alcanzar y preguntas por responder. Una pregunta que muchos se hacen es: ¿Qué beneficios deriva la humanidad de todo este inmenso esfuerzo y gasto por explorar el espacio exterior?
Una publicación de la NASA dice que, durante las tres últimas décadas, “se efectuaron más de 300 lanzamientos [de cosmonaves no tripuladas] para distintos programas, destinados, por ejemplo, a la exploración del sistema solar o a mejorar las predicciones meteorológicas, las comunicaciones mundiales y los estudios sobre los recursos de la Tierra”. ¿Puede decirse que los resultados hayan justificado las enormes cantidades de dinero invertidas en estos programas? La NASA afirma que “han amortizado de sobra la inversión de tiempo, dinero y aptitudes técnicas que ha hecho la nación”. Señala, además, que hay otra razón que justifica los gastos: “Unos 130.000 estadounidenses deben su puesto de trabajo a las investigaciones dirigidas por el programa espacial con el fin de mejorar los tejidos y pinturas ignífugos (que hacen ininflamables); conseguir radios y televisores de menor tamaño y mayor duración, plásticos más resistentes y adhesivos más fuertes; perfeccionar sistemas de supervisión electrónica para pacientes hospitalizados; desarrollar una tecnología informática más avanzada, así como adelantar en otros campos de la investigación”.
Otro beneficio suplementario del programa espacial es que se ha conseguido una cartografía más detallada de la superficie de la Tierra, y hasta de lo que hay debajo de dicha superficie. Durante el segundo vuelo del transbordador espacial, se llevó a cabo un experimento “con un aparato relativamente primitivo de grabación óptica”. “Iba a ser un simple estudio geológico de la topografía de la superficie terrestre en el que se utilizaría un radar de formación de imágenes.” (Prescription for Disaster, de J. J. Trento.) Sin embargo, hubo un resultado inesperado. “Cuando la nave regresó y las imágenes [...] se procesaron, aparecieron las carreteras y calles de una ciudad antigua sepultada en las arenas del Sahara. Se había descubierto una civilización perdida.” Además, hay otro aspecto del que nos beneficiamos todos.
¿Qué tiempo hará?
La mayoría de los telespectadores actuales dan por sentada la previsión meteorológica diaria, con mapas y ayudas visuales. No obstante, ¡cuánto influye en nuestros planes diarios! Si se va a producir una tormenta o va a llover o nevar, por lo general usted lo sabrá con horas de antelación gracias a los satélites meteorológicos que describen órbitas alrededor de la Tierra.
Los satélites meteorológicos llevan treinta años transmitiendo información sobre las condiciones climáticas de la Tierra. Una publicación de la NASA dice: “Dichos satélites, además de permitirnos obtener un mayor entendimiento de nuestro medio ambiente, nos ayudan a protegernos de sus peligros”. Luego comenta acerca del huracán que en el año 1969 azotó el delta del Misisipí, en el golfo de México, y que causó daños materiales por valor de 1.400 millones de dólares (E.U.A.). “Sin embargo, gracias a la predicción del satélite meteorológico, solo 256 personas murieron, la mayoría de las cuales podría haberse salvado de haber prestado atención a las primeras advertencias que se dieron para evacuar la zona.” Estos beneficios también podrían aplicarse a otras partes de la Tierra que sufren con regularidad los efectos letales de monzones y tempestades.
Sin embargo, a los científicos espaciales no solo les interesan estos beneficios secundarios para los habitantes de la Tierra. Sus objetivos van mucho más allá. ¿Qué encierra el futuro para la exploración del espacio?
Los obstáculos que presenta una estación espacial
Muchos científicos espaciales consideran imprescindible tener una genuina estación espacial en funcionamiento. La NASA calcula que de aquí al año 2000 se necesitarán 30.000 millones de dólares (E.U.A.) para la estación espacial Freedom, que se está construyendo. Según fuentes de la NASA, desde que se empezó este proyecto, hace ya algunos años, se llevan gastados 9.000 millones de dólares (E.U.A.). Pero ¿cómo va a colocarse en órbita esa estación espacial? Se calcula que, para transportar al espacio pieza por pieza la estación Freedom, el transbordador espacial estadounidense tendría que realizar por lo menos 17 vuelos tripulados. Esa operación sería muy costosa y requeriría mucho tiempo. ¿Qué otra solución existe?
Hay quienes han sugerido que los rusos y los americanos deberían unir sus fuerzas y utilizar los potentes cohetes rusos Energía para colocar en órbita la estación Freedom. El cohete Energía, descrito por Serge Schmemann, escritor del New York Times, como “un rascacielos volante de 20 pisos de altura”, podría ayudar a acelerar el proyecto de la estación espacial estadounidense. Los rusos necesitan dólares estadounidenses, y esta podría ser su oportunidad para una inteligente operación capitalista. El periódico U.S.News & World Report dijo: “Seis Energías no tripulados podrían colocar en órbita toda la estación espacial a bajo precio y sin arriesgar ninguna vida humana”.
Sin embargo, Estados Unidos y la Federación Rusa no son las únicas naciones que participan en la exploración del espacio. Entre otras iniciativas, la Agencia Espacial Europea produce mediante la empresa francesa Arianespace cohetes de duración limitada para lanzar satélites comerciales. Japón también está tratando de llegar a las estrellas, y “a finales de este siglo planea convertirse en la primera nación asiática que establece un centro de presencia humana permanente en el espacio”, informaba recientemente Asiaweek. El primer astronauta japonés oficial, Mamoru Mohri, tiene asignada para 1992 una misión de siete días desde Cabo Cañaveral (Florida, E.U.A.). El mismo informe dice que dicha “misión es un importante preludio de los planes de Japón de contribuir a la estación espacial [estadounidense] Freedom”. Este proyecto contará también con la cooperación de científicos espaciales europeos y canadienses.
Poblar otros planetas
Hay otra ambición que también estimula la imaginación de muchos: el deseo de poblar y explotar otros planetas. George Henry Elias escribe en su libro Breakout Into Space—Mission for a Generation (Penetrar en el espacio. Misión para una generación): “La construcción de una civilización interplanetaria es esencial para la supervivencia de nuestra especie. [...] Actualmente los humanos ocupamos todo el planeta, y ya es hora de avanzar hacia un hábitat más grande. Nos espera un sistema solar vacío”. Su mira inmediata está puesta en el planeta Marte.
Una persona que está convencida de que el hombre debería ir a Marte es Michael Collins, ex astronauta que pilotó el Gemini 10 en 1966 y también el módulo de mando del Apolo 11, que llevó al hombre a la Luna. En su libro Mission to Mars (Misión Marte), dice: “Marte parece [un lugar] favorable, accesible y hasta habitable”.
Bruce Murray, que por mucho tiempo fue director del Laboratorio de Propulsión a Chorro de Pasadena (California, E.U.A.), aboga firmemente por la cooperación entre Estados Unidos y Rusia para viajar a Marte. En calidad de cofundador de la Planetary Society, ha fomentado recientemente la iniciativa “Juntos a Marte”. Él dice: “Marte es el planeta del futuro. Constituirá un campo de actividad para los aventureros de generaciones futuras”.
Marshall Brement, ex embajador de Estados Unidos en Islandia, escribe: “Ambos países pueden enseñarse mutuamente muchas cosas en este campo [espacial]. El programa espacial soviético tripulado es el mejor; los cosmonautas soviéticos ostentan todos los récords de permanencia en órbita. [...] Si ambas naciones se comprometieran a establecer juntas una estación en la Luna, circunnavegar Venus y aterrizar en Marte, se obtendrían resultados de gran valor científico”.
La Planetary Society, uno de cuyos fundadores es el astrónomo Carl Sagan, profesor de la universidad de Cornell, publicó “La Declaración de Marte”, la cual decía: “Marte es el mundo que tenemos al lado, el planeta más próximo en el que exploradores humanos podrían aterrizar sin peligro. [...] Marte es un almacén de información científica importante, no solo para el estudio de dicho planeta, sino también por la luz que puede arrojar sobre el origen de la vida y sobre la conservación del medio ambiente en la Tierra”. Los científicos se sienten intrigados por el misterio del origen de la vida. No les satisface la sencilla explicación que ofrece la Biblia: “Digno eres tú, Jehová, nuestro Dios mismo, de recibir la gloria y la honra y el poder, porque tú creaste todas las cosas, y a causa de tu voluntad existieron y fueron creadas”. (Revelación 4:11; Romanos 3:3, 4.)
Problemas a los que hay que hacer frente
Murray, al igual que otros científicos, reconoce la existencia de algunos problemas a los que habría que enfrentarse en semejantes viajes interplanetarios a puntos lejanos. Por ejemplo, un equipo de astronautas estadounidenses y rusos tardaría en llegar a Marte alrededor de un año de vuelo interplanetario. Por consiguiente, un viaje de ida y vuelta requeriría por lo menos dos años, sin incluir el tiempo que pasarían en Marte. Todavía no se conocen del todo los efectos de la ingravidez. Una publicación de la NASA dice: “Algunos de estos [efectos de la ingravidez] son la pérdida de ciertos minerales de los huesos, la atrofia de músculos que no se ejercitan y el síndrome de adaptación al espacio, es decir, una especie de mareo que solo se produce en los vuelos espaciales”.
Hasta ahora ningún ser humano ha experimentado la ingravidez durante un período tan prolongado. Los cosmonautas rusos son los que más tiempo han permanecido en ingravidez. El 25 de marzo de 1992, Sergei Krikalev, de treinta y tres años, regresó a la Tierra tras diez meses de permanencia en el espacio dentro de la estación espacial rusa MIR. Cuando lo sacaron de la cápsula de retorno se encontraba un poco mareado, pero había demostrado que el hombre puede sobrevivir largos períodos de ingravidez. Y, como han descubierto los rusos, la ingravidez no es el único problema al que los astronautas estadounidenses y rusos tienen que enfrentarse.
Cuando se coloca a un grupo de personas en un espacio reducido durante un tiempo, llegan a surgir problemas de personalidad y psicológicos. El libro Outbound (Destino lejano), de la colección Voyage Through the Universe (Viaje a través del universo), de Time-Life, dice: “Los niveles de irritabilidad tienden a aumentar con cada semana que pasa de una misión. Durante las misiones [soviéticas] Salyut, los controladores que había en Tierra notaron que los cosmonautas se volvían cada vez más irritables ante lo que, según [los cosmonautas], eran preguntas estúpidas. [...] Durante la prolongada misión que en 1977 llevaron a cabo Grechko y Romanenko, los controladores que había en Tierra formaron también un ‘grupo de apoyo psicológico’ para supervisar la salud mental de los cosmonautas”. Grechko dijo: “Una de las cosas más peligrosas es el espíritu de competencia entre los miembros de una tripulación, especialmente si cada uno empieza a querer demostrar que es el mejor”. También añadió que en el espacio exterior “no hay válvulas de escape psicológicas. Allí es mucho más peligroso”.
Por consiguiente, en vista de todos los factores científicos, mecánicos y psicológicos implicados, cualquier viaje interplanetario prolongado va a requerir personas con gran aptitud y discreción. Si a las personas no les resulta fácil soportarse aquí en la Tierra, cuánto más difícil ha de ser dentro de los límites de una nave espacial. (Compárese con Colosenses 3:12-14.)
¿Podrá el hombre poner su pie en los planetas algún día?
Las famosas películas estadounidenses Star Trek (Viaje a las estrellas) han despertado el interés de millones de personas por los viajes espaciales. ¿Qué perspectivas hay de que en el futuro la exploración planetaria sea tripulada? Hay que tomar en cuenta dos puntos de vista: el humano y el divino. Al fin y al cabo, la Biblia dice que Jehová es “el Hacedor del cielo y de la tierra. En cuanto a los cielos, a Jehová pertenecen los cielos, pero la tierra la ha dado a los hijos de los hombres”. (Salmo 115:15, 16; Génesis 1:1.)
Ya hemos visto el optimismo de muchos científicos tocante a la posibilidad de que el hombre llegue a Marte y se establezca allí. La curiosidad humana y el anhelo de conocimiento sin duda continuarán impeliendo a hombres y mujeres a extender las fronteras de los descubrimientos. Uno de los propósitos del telescopio espacial Hubble, según una hoja de información de la NASA, es “buscar otros mundos, otras galaxias y el mismo origen del universo en sí”. La NASA también dice: “Las perspectivas de actividades espaciales en el siglo XXI son emocionantes e interesantes. Podemos imaginarnos logros importantes, como la realización de operaciones industriales en órbita, expediciones tripuladas a Marte y la instalación de bases lunares. Ahora que hemos atravesado la frontera espacial, no retrocederemos”.
¿Qué se puede decir desde un punto de vista bíblico? Cierto, Dios dijo al hombre que ‘se multiplicara y llenara la Tierra’. (Génesis 1:28.) También le dio inteligencia y un deseo insaciable de ampliar sus conocimientos respecto a su entorno, incluidas la biosfera, la estratosfera y zonas aún más lejanas. Este entorno también comprende nuestro minúsculo sistema solar y las estrellas que hay fuera de él. Por eso el rey David escribió bajo inspiración hace unos tres mil años lo siguiente: “Cuando veo tus cielos, las obras de tus dedos, la luna y las estrellas que tú has preparado, ¿qué es el hombre mortal para que lo tengas presente, y el hijo del hombre terrestre para que cuides de él?”. (Salmo 8:3, 4.)
El telescopio Hubble recientemente transmitió una imagen de la gigantesca galaxia M87. Se la describió como una mancha de luz compuesta de ¡dos billones de estrellas! ¿Puede concebir esa cifra? Y ¿a qué distancia está la galaxia M87? Pues a 52.000.000 de años luz de la Tierra, es decir, “relativamente cerca, según la escala de distancias intergaláctica”. Hemos de reconocer que tanto el hombre como la Tierra son infinitesimales en comparación con la inimaginable inmensidad del espacio universal. Actualmente escapa de nuestra comprensión lo que Jehová está haciendo y hará en todo ese espacio infinito. Pero prescindiendo de las ambiciones que tenga el hombre respecto al espacio exterior, en nuestro planeta se ha planteado una cuestión que primero tiene que zanjarse mediante la intervención de Dios. (Revelación 16:14-16.)
La cuestión que ha de zanjarse
Se trata de la opción entre ser gobernados por Dios o por Satanás. Por eso los testigos de Jehová proclaman por todo el mundo que Dios pronto actuará para limpiar la Tierra de iniquidad, corrupción, asesinatos, violencia y guerras. (Marcos 13:10; 2 Corintios 4:4.)
Los astronautas que han contemplado nuestra Tierra desde el espacio, a centenares de kilómetros de distancia, se han maravillado de la belleza de esta joya planetaria. Vista desde esas alturas, no se percibe ninguna frontera política divisora. Es tan solo un hermoso globo terráqueo que sirve de hogar para la familia humana. Sin embargo, lo cierto es que el mundo está lleno de codicia, envidia, mentiras, explotación, injusticia, terror, desasosiego, crímenes y violencia. ¿Qué necesita la humanidad para entrar en razón?
La Biblia indica que Jehová Dios, el Hacedor y Dueño de la Tierra, pronto tomará medidas contra los habitantes indisciplinados e ingobernables de este planeta. Únicamente quedarán en la Tierra los que sean verdaderamente mansos. Solo entonces conoceremos los demás propósitos de Dios para una familia humana obediente. (Salmo 37:11, 29; Revelación 11:18; 16:14-16.)
[Fotografías en la página 15]
1. Dibujo de la futura estación espacial “Freedom”;
2. La ingravidez es un problema que se plantea a los viajeros interplanetarios;
3. La Tierra vista desde la Luna;
4. Venus;
5. Marte
[Reconocimientos]
Fotos 1-4, Foto NASA; 5 Foto NASA/JPL
[Recuadro en la página 14]
El rescate de un satélite
EL PASADO mes de mayo, la NASA realizó una gran hazaña cuando durante un paseo espacial tres astronautas del transbordador espacial Endeavor manipularon un satélite de comunicaciones de más de cuatro toneladas de peso que se encontraba en una órbita demasiado baja. Lo remolcaron hasta la bodega de carga y allí le colocaron un nuevo motor para impulsarlo. A continuación lanzaron el satélite a una órbita de transferencia y de allí lo bajaron a su órbita geoestacionaria definitiva, a 35.900 kilómetros de la Tierra.
-