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  • Papúa Nueva Guinea
    Anuario de los testigos de Jehová 2011
    • Alrededor de 1990, Jim Davies —un superintendente de circuito— hizo planes con otros tres hermanos para predicar en un campamento de refugiados ubicado a la altura del río Fly, cerca de la frontera con Indonesia. Los hermanos les consiguieron hospedaje en casa de una mujer interesada en la verdad, cuyo esposo era el segundo al mando en el campamento. “Subir por el río Fly en una piragua con motor nos llevó casi dos horas —comenta Jim—. Como a las nueve de la mañana llegamos a un claro en la selva, donde vimos un camino de tierra que nos conduciría hasta nuestro lejano destino. Nos quedamos allí a esperar transporte.

      ”Por fin, a las cinco de la tarde apareció un vehículo. Subimos nuestras cosas y nos montamos. No habíamos recorrido ni 100 metros en el auto cuando se le rompió la dirección. Con total calma, el conductor dio con el problema, consiguió alambre para cercados y lo usó para amarrar las piezas sueltas debajo del vehículo. ‘Así no vamos a llegar muy lejos’, pensé. Pero estaba equivocado: el alambre aguantó el camino de cinco horas en un terreno donde todo el tiempo tuvimos que mantener la tracción en las cuatro ruedas. Muchas veces se atascó el vehículo en el lodo, y tuvimos que bajarnos a empujarlo. Llegamos a nuestro destino a las diez de la noche, enlodados y muertos de cansancio.

      ”Predicamos tres días en el campamento, que estaba disperso en una extensa área selvática, y dejamos todas las publicaciones que llevábamos. Nos encontramos con un hombre que estaba expulsado, y nos dijo que deseaba volver a Jehová. Más tarde recibimos la grata noticia de que había sido readmitido. Hoy día, su esposa y algunos de sus hijos también están en la verdad. Además, la señora que amablemente nos hospedó y su esposo ahora también son nuestros hermanos.”

  • Papúa Nueva Guinea
    Anuario de los testigos de Jehová 2011
    • Acompañemos a una pareja cuyo circuito abarca territorios ubicados a lo largo de esta imponente vía fluvial.

      Warren Reynolds escribe: “Mi esposa, llamada Leann, y yo partimos al amanecer de la ciudad de Wewak en nuestro vehículo. En el portaequipaje de techo llevamos amarrado nuestro bote de aluminio de 3,5 metros (12 pies) de largo. Viajamos tres horas por tierra, la mayor parte del tiempo con la tracción en las cuatro ruedas. Al llegar a la ribera del Sepik, dejamos el vehículo estacionado por algunos días para navegar río arriba y visitar a unos treinta publicadores de cuatro aldeas ubicadas por donde pasan los afluentes del río.

      ”Con nuestro bote de fondo plano cargado de provisiones, encendemos el motor fuera de borda de 25 caballos de fuerza y emprendemos nuestro viaje por el río. Una hora después subimos hacia el río Yuat, afluente del Sepik, y navegamos otras dos horas para llegar a Biwat. Los hermanos de la aldea y sus estudiantes nos dan una cálida acogida. Algunos llevan nuestro bote a tierra y lo guardan en la casa de uno de ellos. Después de una sabrosa comida de plátanos y leche de coco, todos emprendemos un recorrido de dos horas en bicicleta por la selva pantanosa. Los publicadores, que van al frente, nos ayudan con nuestras provisiones. Finalmente llegamos a una aldea llamada Dimiri, donde saciamos nuestra sed con agua de coco y montamos nuestra cama con mosquitero en una casa de maleza construida sobre pilotes. Después de cenar ñames cocidos, nos vamos a dormir.

      ”En esta zona hay catorce publicadores repartidos en tres aldeas. Durante los siguientes días predicamos en cada una de ellas y encontramos mucha gente interesada. Tuvimos la dicha de ver que dos estudiantes de la Biblia legalizaran su matrimonio y se hicieran publicadores. Los demás hermanos ofrecieron una comida sencilla para la boda, compuesta de ñame, sagú, algunas hojas comestibles y dos pollos.

      ”¡Qué felicidad es ver que noventa y tres personas asistan al discurso público del domingo! Después de la reunión, con nuestras mochilas llenas y bajo el sol del mediodía, salimos de regreso a Biwat. Al llegar, dejamos las mochilas en la casa de un estudiante y nos vamos a predicar. Varios lugareños se quedan con publicaciones, y algunos aceptan un estudio bíblico. Ya de noche, en el hogar de un estudiante, nos sentamos a comer alrededor de una fogata cuyo humo aleja los mosquitos.

      ”Al día siguiente salimos temprano a buscar nuestro bote. Una vez en el río, partimos entre la neblina matinal fascinados por las aves que nos rodean y los peces que chapotean en el agua. Sobre balsas de bambú cargadas de víveres, familias que se dirigen a vender en el mercado se cruzan silenciosamente con nosotros.

      ”Cuando regresamos a nuestro vehículo, llenamos el tanque de gasolina del bote y nos reabastecemos de agua potable y otras provisiones. Entonces volvemos al río para visitar a los catorce publicadores de Kambot. Llegamos dos horas tarde y completamente empapados por un aguacero. De aquí viajamos río arriba en nuestro bote, esta vez lleno de publicadores, hacia una gran aldea que abarca ambas riberas del río. La gente nos escucha con atención hasta las últimas horas de la tarde. Al regreso hablamos con personas que están en sus embarcaderos flotantes de bambú. Como en la mañana nos habían visto navegar río arriba, nos esperan cuando volvemos. En esta zona tan aislada no se acostumbra usar dinero, así que, agradecidos por nuestra visita y los impresos que les dejamos, los habitantes nos ofrecen cocos, calabazas, bananas y pescado ahumado. Mientras el Sol se pone, ya nuevamente en Kambot, cocinamos estos alimentos.

      ”Al igual que todas las casas de Kambot, el lugar donde se hacen las reuniones está construido sobre pilotes. En la época de lluvias, cuando la zona se inunda por completo, la gente rema en sus canoas hasta las escaleras del lugar de reunión. Nuestra visita concluye con el discurso público, al que asisten setenta y dos personas, algunas de las cuales han tenido que caminar cinco horas para llegar.

      ”Cuando llegamos a nuestro vehículo, amarramos el bote al portaequipaje de techo y emprendemos el viaje de tres horas a casa. En el camino vamos recordando a nuestros hermanos que viven a lo largo del río Sepik. El esmero con que la organización se asegura de nutrirlos espiritualmente es evidencia del gran amor que Jehová les tiene. ¡Qué privilegiados somos de pertenecer a una hermandad tan maravillosa!”

  • Papúa Nueva Guinea
    Anuario de los testigos de Jehová 2011
    • [Ilustraciones de las páginas 132 y 133]

      Izquierda: el superintendente de circuito Warren Reynolds y Leann, su esposa, en una visita a la aldea de Biwat; arriba: discurso público que él presentó en la aldea de Dimiri

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