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Papúa Nueva GuineaAnuario de los testigos de Jehová 2011
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Algunos misioneros sirven en la obra itinerante. A fin de visitar las congregaciones, a veces tienen que viajar en cualquier medio de transporte que haya. Este era el caso de Edgar Mangoma. Los circuitos que él atendía abarcaban el río Fly y el lago Murray. Él cuenta: “Las canoas que usaba para ir a las dos congregaciones del lago no siempre eran motorizadas. Ir de una congregación a otra en una canoa sin motor tomaba hasta ocho horas. Por lo regular, tres o cuatro hermanos estaban dispuestos a acompañarme sabiendo que, al dejarme, tendrían que remar de regreso. ¡Qué agradecido me siento con ellos!”.
Por su amor y humildad, entre otras cualidades, los misioneros han dado un magnífico testimonio. “Los aldeanos se impresionaban de ver que me quedaba en los hogares de las personas interesadas y que comía con ellas —escribió un superintendente de circuito—. De hecho, algunos me decían: ‘Su adoración a Dios es sincera. Nuestros pastores jamás se juntan con nosotros como lo hacen ustedes’.”
Y a las hermanas, ¿se les hizo difícil adaptarse a la vida en la isla? Ruth, la esposa de un superintendente viajante llamado David Boland, recuerda: “Durante los primeros meses me costó mucho trabajo. En incontables ocasiones sentí que no podía más. Pero me alegro de no haberme rendido, pues llegué a encariñarme con todos los hermanos. Mi esposo y yo pensábamos cada vez menos en nosotros mismos y cada vez más en los demás. De hecho, empezamos a experimentar una satisfacción sin igual. Aunque éramos pobres en sentido material, éramos ricos en sentido espiritual. Muchas veces vimos la bendición de Jehová, no solo en el adelanto de las buenas nuevas, sino en nuestra propia vida. En los momentos en que no tienes nada es cuando de veras te pones en las manos de Jehová y ves cómo te bendice”.
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Papúa Nueva GuineaAnuario de los testigos de Jehová 2011
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[Ilustraciones y recuadro de las páginas 147 y 148]
Jehová es nuestro mejor maestro
JOHN TAVOISA
AÑO DE NACIMIENTO 1964
AÑO DE BAUTISMO 1979
OTROS DATOS De niño duró solo dos años en la escuela porque sufrió ataques por parte de sus maestros y compañeros de clase. Ahora es superintendente de circuito.
◼ NACÍ en la aldea de Govigovi, en la provincia de Milne Bay. Cuando yo tenía siete años, mi padre comenzó a estudiar la Biblia y me enseñó lo que estaba aprendiendo.
Por aquella época entré a la escuela pública. Cuando mis dos maestros —que eran anglicanos— se enteraron de que me reunía con los Testigos, empezaron a hostigarme. Mis compañeros de clase hicieron lo mismo y hasta me atacaron con palos. Por eso tuve que dejar la escuela después de solo dos años.
Cerca de un año más tarde, vi a uno de mis maestros en el mercado. “Eres un muchacho inteligente, y serías un excelente alumno —me dijo—. Pero por culpa de tu religión terminarás siendo el sirviente de tus compañeros.” Cuando se lo conté a mi padre, su respuesta me hizo sentir mejor. Él me aseguró: “Si el mundo no te va a educar, Jehová lo hará”.
Mi padre y un precursor especial me ayudaron a obtener la mejor educación de todas: el conocimiento que lleva a la vida eterna (Juan 17:3). Aunque mi lengua materna es el dawawa, ellos me enseñaron la verdad en hiri motu (que llegó a ser mi segunda lengua) y en tok pisin (mi tercera lengua). Me bauticé a los 15 años, y emprendí el precursorado dos años después.
En 1998 me invitaron a la Escuela de Entrenamiento Ministerial. Para aquel entonces sabía muy poco inglés. De modo que, a fin de prepararme para las clases, la sucursal me asignó a una congregación de habla inglesa en Port Moresby. Así que el inglés llegó a ser mi cuarta lengua.
En la graduación me asignaron a la congregación Alotau, en la provincia de Milne Bay. Seis meses después me llevé una grata y emocionante sorpresa: fui nombrado superintendente de circuito. Mi primer circuito abarcaba la isla de Manus, Nueva Bretaña, Nueva Irlanda y otras islas cercanas. En 2006 me casé con Judy, mi querida esposa, y fuimos precursores especiales por un año; luego nos asignaron a la obra de circuito.
Cuando visito las congregaciones, suelo decir a los jóvenes: “Jehová es nuestro mejor maestro. Dejen que él les enseñe para que estén verdaderamente preparados y tengan éxito en la vida”. Esta es, sin duda, una importante lección que aprendí.
[Ilustración]
Con Judy, mi esposa
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