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  • Papúa Nueva Guinea
    Anuario de los testigos de Jehová 2011
    • SE PREDICA EN LAS TIERRAS ALTAS

      Ese mismo mes, Tom y Rowena Kitto dejaron Port Moresby para emprender un agotador viaje de varias semanas. Llevarían las buenas nuevas a un territorio virgen: las escarpadas montañas de Nueva Guinea.

      Treinta años antes, unos buscadores de oro provenientes de Australia habían descubierto en las montañas una civilización totalmente alejada del resto del mundo. Los pobladores, que eran más o menos un millón, pensaron atemorizados que los blancos eran los espíritus de sus antepasados que habían muerto.

      A los buscadores de oro les iban pisando los talones los misioneros de la cristiandad. Rowena cuenta: “Cuando estábamos por llegar, los religiosos les ordenaron a los aldeanos que no nos escucharan. Pero la advertencia logró el efecto contrario. La gente de las montañas, curiosa por naturaleza, nos estaba esperando ansiosamente”.

      Los Kitto abrieron una pequeña tienda en Wabag, a 80 kilómetros (50 millas) al noroeste de la ciudad de Mount Hagen. “Los sacerdotes ordenaron a sus feligreses que no nos compraran ni vendieran nada; que ni siquiera nos hablaran —comenta Tom—. Incluso los presionaron para que exigieran la cancelación del contrato de arrendamiento del terreno donde vivíamos. Pero los aldeanos notaron que éramos diferentes a los blancos que ellos conocían. Nosotros los tratábamos bien. Muchas veces, nuestra amabilidad los conmovía tanto que hasta lloraban y nos decían que no nos fuéramos.”

  • Papúa Nueva Guinea
    Anuario de los testigos de Jehová 2011
    • ◼ CUANDO Tom y Rowena Kitto llegaron a Wabag, en la provincia de Enga, miembros de algunas iglesias comenzaron a esparcir cuentos falsos sobre ellos. Por ejemplo, decían que desenterraban a los muertos para comérselos. Esas historias me horrorizaban.

      Un día, Tom le preguntó a mi padre si conocía a alguna joven que pudiera ayudar a su esposa con las tareas de la casa. Mi padre me señaló con el dedo, y aunque yo estaba aterrada, me obligó a aceptar el trabajo.

      Tiempo después, Tom y Rowena me preguntaron: “¿Sabes lo que les sucede a las personas cuando mueren?”.

      —Si son buenas, van al cielo —respondí.

      —¿Leíste eso en la Biblia? —preguntaron.

      —Nunca fui a la escuela, así que no sé leer —les dije.

      Empezaron a enseñarme a leer, y poco a poco comencé a entender la verdad bíblica. Cuando me alejé de la Iglesia Católica, uno de los líderes me preguntó: “¿Por qué ya no vienes a la iglesia? ¿Qué te han hecho esos blancos? ¿Te comieron el corazón?”.

      “Sí —respondí—, en cierto sentido mi corazón les pertenece, pues me han enseñado la verdad.”

  • Papúa Nueva Guinea
    Anuario de los testigos de Jehová 2011
    • [Ilustración de la página 110]

      Tom y Rowena Kitto frente a su pequeña tienda y su casa en Wabag

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