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    Anuario de los testigos de Jehová 2011
    • PREDICACIÓN EN LA “ALDEA GRANDE”

      Pasaron doce años, y el 22 de septiembre de 1951, un australiano muy alto de 47 años llegó en avión a la húmeda y sofocante ciudad de Port Moresby. Se trataba de Tom Kitto, un Testigo que había respondido a la llamada para dar inicio a la predicación en las islas del Pacífico. Rowena, su esposa, llegó seis semanas después. Su territorio abarcaba toda Papúa Nueva Guinea.

      Los Kitto no tardaron en darse cuenta de que la mayoría de los blancos que vivían en Port Moresby eran indiferentes al mensaje del Reino. Pero entonces conocieron al australiano Geoff Bucknell, quien había dejado la verdad cuando era joven. Geoff aceptó estudiar la Biblia y llegó a ser un fiel testigo de Jehová junto con su esposa, Irene.

      Tom y Rowena se mudaron más tarde a Hanuabada, que en motu —el idioma vernáculo— significa “aldea grande”. Esta se extiende sobre el puerto de Port Moresby y tiene cientos de casas construidas encima de pilotes y conectadas por largos puentes de madera que llegan hasta la costa. Rowena escribe: “Las personas se reunían a nuestro alrededor para escuchar las buenas nuevas. Tenían tanto interés que debíamos regresar todas las tardes para dirigir estudios bíblicos. En dos meses solo faltamos dos ocasiones”. Y Tom añade: “La gente quedó fascinada con la esperanza de la resurrección y la vida en una Tierra paradisíaca. Cuando los misioneros de la cristiandad y la policía local ejercieron presión para que dejaran de estudiar, todos se mantuvieron firmes. La verdad se había arraigado en su corazón”.

      Entre quienes se pusieron de parte de la verdad estaban Raho y Konio Rakatani, Oda Sioni, Geua Nioki y su esposo, Heni Heni, quien había obtenido publicaciones hacía dieciséis años cuando llegó la embarcación Lightbearer. Un grupo de casi treinta personas interesadas asistía a las reuniones que se celebraban en la casa de Heni Heni. “Los hombres se sentaban a un lado de la habitación, y las mujeres en el otro —recuerda Oda Sioni, quien entonces era un jovencito—. Las señoras vestían faldas de paja, no usaban blusa y llevaban coloridos bolsos de hilo donde cargaban a sus bebés. Tras amamantarlos, colgaban los bolsos de las vigas del techo y mecían suavemente a sus pequeños para que se quedaran dormidos.”

      Tom Kitto dirigía esas reuniones con la ayuda de un intérprete. Como era de esperar, las cosas no siempre salían bien. Don Fielder, quien llegó a la isla en 1953, relata: “En una de las reuniones, Badu Heni, hermano de Heni Heni, sirvió de intérprete. Al principio parecía que Badu traducía sin problemas y hasta imitaba los ademanes de Tom. No obstante, luego nos confesó que no había entendido nada. Él solo estaba repitiendo las verdades que ya sabía y copiaba los gestos de Tom para que pareciera que el discurso iba bien”. A pesar de todo, el grupo creció rápidamente, y al poco tiempo se formó otro en la casa de Raho Rakatani, también en Hanuabada.

      “VENGAN Y ENSÉÑENLE A MI GENTE”

      Bobogi Naiori era un jefe de la tribu koiari y un destacado hechicero. A principios de 1952 visitó a Heni Heni —su wantok, o hermano de tribu— y se quedó a una de las reuniones bíblicas que se celebraban en su casa. Impresionado por lo que vio y oyó allí, Bobogi más tarde se acercó a Tom Kitto y le suplicó: “¡Por favor, vengan y enséñenle a mi gente la verdad!”.

      Poco después, Tom y Rowena atravesaron unos 25 kilómetros (15 millas) de caminos lodosos en su vieja camioneta para llegar a la casa de Bobogi en Haima, una pequeña aldea en el norte de Port Moresby. Tom habló ante los aldeanos que estaban reunidos y Bobogi sirvió de intérprete. Cerca de treinta personas comenzaron a estudiar la Biblia.

      Ese mismo mes, el grupo de Haima construyó un pequeño salón para las reuniones cristianas. “Era un armazón de madera con techo de paja y paredes de bambú trenzado que nos llegaban a la cintura —recuerda Elsie Horsburgh, quien llegó a asistir a las reuniones allí—. Lo único que decoraba su interior eran unos asientos de madera, una lámpara de queroseno y una pizarrita.” Esta modesta estructura fue el primer Salón del Reino de Papúa Nueva Guinea.

      Bobogi también quería que sus wantoks de las montañas cercanas escucharan las buenas nuevas. Así que viajó con Tom por el camino escarpado que conducía a la meseta de Sogeri. Al poco tiempo, más de noventa personas de tres aldeas ya estudiaban la Biblia.

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    Anuario de los testigos de Jehová 2011
    • ◼ CUANDO mi hermana mayor vio a Tom y Rowena Kitto predicar por los puentes de madera de Hanuabada, me mandó ir a sus reuniones para que averiguara más sobre aquella “nueva religión”. En ese entonces, los hermanos se reunían en la casa de Heni Heni Nioki, un nativo que estudiaba la Biblia.

      Por aquel tiempo yo tenía 13 años y era muy tímido. Así que cuando llegué a casa de Heni Heni y vi a unas cuarenta personas reunidas allí, me senté discretamente en la parte de atrás, con la barbilla entre las manos. Seguí asistiendo porque me gustó lo que escuché. Poco después, Heni Heni me pidió que interpretara los discursos de Tom Kitto del inglés al motu, el idioma que hablaba la mayoría de los presentes.

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