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Papúa Nueva GuineaAnuario de los testigos de Jehová 2011
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La predicación de Don y Shirley provocó la ira del pastor de la Iglesia Unida, quien presionó al dueño de la propiedad donde vivían los Fielder para que los echara. “Cuando los habitantes de una aldea vecina lo supieron, se enojaron mucho porque no querían que nos fuéramos —dice Don—. Cerca de veinte personas nos ayudaron a mudar nuestra cabaña, con todo y cimientos, a un terreno de su aldea.”
El pastor, que seguía furioso, no se dio por vencido. Presionó a las autoridades de Port Moresby para que les prohibieran a los Fielder instalar su cabaña en cualquier terreno del distrito. “En lugar de dejar nuestra asignación de precursores —continúa Don—, le pedimos a Alf Green, un excelente carpintero, que construyera con la madera de la cabaña un cuartito sobre nuestra canoa. Anclábamos la canoa en un manglar cerca de la desembocadura de un río. Allí, entre enjambres de mosquitos y cocodrilos al acecho, vivimos por dos años y medio.”
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Papúa Nueva GuineaAnuario de los testigos de Jehová 2011
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Cuando los jóvenes regresaron a su aldea para unas vacaciones, el hermano Gosson y Jim Chambliss fueron hasta allá a fin de visitarlos y se quedaron dos semanas predicando.
“Todos los habitantes de la aldea se juntaban para escucharnos —escribe Lance—. Un día, mientras les predicábamos, el pastor de la Sociedad Misionera de Londres llegó de repente y se puso a golpear a nuestro intérprete hasta que los demás pudieron detenerlo. Afirmó que nadie nos quería allí y nos ordenó que saliéramos de ‘su’ zona. Le dijimos a la gente que quienes desearan escucharnos vinieran con nosotros al otro lado de la aldea y que los demás se quedaran con él. Todos nos siguieron.
”A la mañana siguiente fuimos a ver al jefe de policía del distrito para informarle lo que había pasado. De camino encontramos a una señora muy enferma y le ofrecimos llevarla al hospital, pero tenía miedo de ir. Después de insistirle mucho, aceptó. Una vez que la dejamos con el doctor, fuimos a ver al jefe de policía, a quien no le agradó para nada nuestra visita. De hecho, nos acusó enfurecido de persuadir a la gente para que no aceptara atención médica. Justo en ese momento, el doctor pasó por allí y lo escuchó. Le explicó que acabábamos de convencer a una señora enferma para que fuera a consulta. El jefe de policía tuvo la gentileza de disculparse en el momento. Nos contó que el cura de la localidad acababa de visitarlo y le había hablado mal de nuestras creencias. A fin de evitarnos más problemas, hizo que dos policías armados nos escoltaran. ¡Qué extraño era que unos hombres con rifles nos acompañaran a nuestros estudios bíblicos!”
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