-
ParaguayAnuario de los testigos de Jehová 1998
-
-
Se programó una asamblea de distrito de cuatro días del 25 al 28 de noviembre de ese año. Como se había impuesto la ley marcial en el país, los hermanos necesitaban un permiso de la policía para celebrar una reunión. ¿Presentaría esto un problema? Los hermanos ya habían dado los pasos para alquilar un auditorio. Pero cuando fueron a conseguir el permiso para reunirse, les dijeron que no podían celebrar la asamblea. ¿Por qué no? Un policía admitió que los sacerdotes estaban presionándolos. Los hermanos visitaron a las autoridades muchas veces y razonaron bastante con ellas, hasta que por fin les dijeron que, aunque no les darían el permiso, harían la vista gorda durante los días de la asamblea. Los hermanos discretamente se abstuvieron de anunciar la asamblea mediante invitaciones impresas o en los periódicos. Invitaron a las personas verbalmente. La asamblea se celebró sin contratiempos.
-
-
ParaguayAnuario de los testigos de Jehová 1998
-
-
Continúa la oposición religiosa
El clero católico siguió esforzándose por poner fin a la obra de los testigos de Jehová. A finales de 1955 se hicieron planes para celebrar una asamblea de circuito pequeña en Piribebuy, a 72 kilómetros [43 millas] al este de la capital. El primer día de la asamblea, al anochecer, el párroco dirigió a una muchedumbre armada con palos y machetes para interrumpir la reunión. Un profesor intervino, y la muchedumbre se retiró a la calle. Allí pasó la noche gritando y tirando piedras y petardos.
La oposición religiosa se hizo sentir de nuevo el 1 de marzo de 1957 en el pueblo de Itá, al sudeste de la capital. Mucho antes, los hermanos habían seguido el procedimiento legal para celebrar la asamblea de circuito allí. Obtuvieron el permiso para ello de las autoridades municipales de Itá y de la policía de la capital. Sin embargo, cuando los hermanos empezaron a llegar a Itá para asistir a la asamblea, observaron que algo andaba mal. Parecía un pueblo fantasma. Las calles estaban desiertas; las ventanas y las puertas estaban cerradas, incluso las contraventanas. ¿Por qué?
El párroco había jurado que esta asamblea no se celebraría, e hizo cuanto pudo por cumplir su promesa. Hasta se las arregló para que un avión esparciera miles de folletos por la región. Estos contenían el siguiente mensaje: “El viernes 1 de marzo de 1957 a las cinco y media de la tarde, habrá frente a la iglesia una gran concentración de todos los cristianos católicos de la ciudad y los distritos. [...] A las seis y media los católicos harán una enorme manifestación de repudio contra los ‘testigos (falsos) de Jehová’. Los herejes protestantes no tienen el derecho de celebrar ninguna asamblea en Itá”.
Cuando los hermanos se enteraron de los planes del sacerdote Ayala, decidieron que sería mejor celebrar la asamblea en el hogar de un hermano, en vez de hacerlo en las instalaciones al aire libre que se habían alquilado. En el hogar estarían mejor protegidos en caso de un ataque.
Imagínese la escena: en el hogar del hermano, unos sesenta cristianos amantes de la paz estaban reunidos para estudiar la Palabra de Dios. A dos manzanas, una muchedumbre de más de mil personas, cuyo número aumentaba constantemente, escuchaba la diatriba del sacerdote y su instigación a la violencia.
No toda la multitud aprobaba las acciones del sacerdote. Solano Gamarra, subteniente de las Fuerzas Aéreas Paraguayas, trató de calmar al sacerdote. Habló también con los ayudantes de este, pero tampoco escucharon. Uno de ellos estaba tan furioso que le dio un golpe al teniente y le partió el labio. Ante esto, las personas se volvieron como lobos contra el teniente, dándole golpes y abriéndole heridas en el cuero cabelludo. Le arrancaron la camisa y la colocaron en un palo para quemarla. Gamarra huyó para salvar su vida.
La muchedumbre, sedienta de sangre, se dirigió entonces hacia la asamblea, gritando: “¡Abajo con Jehová! ¡Que muera Jehová!”. Al acercarse al hogar donde se celebraba la asamblea, desapareció la poca protección policial que había. Desde adentro, los hermanos cerraron con barricadas la puerta de la casa. Algunos de los alborotadores intentaron entrar por el patio trasero a través de la propiedad de un vecino, pero este fue firme y no permitió que pasaran. El vecino no había olvidado que cuando estuvo enfermo, el Testigo cuyo hogar estaba bajo ataque lo había tratado con mucha bondad. Mientras tanto, los hermanos confiaron en Jehová y continuaron su reunión como mejor pudieron. Por razones de seguridad, todos pasaron la noche en la casa. Al día siguiente llegó la notificación del cuartel general de la policía de Asunción de que se había cancelado el permiso de celebrar la asamblea, a fin de proteger a los Testigos y en vista de que la policía local no podía controlar a la muchedumbre. Se fletó un autobús, y los alegres asambleístas partieron de allí cantando mientras se dirigían hacia la sucursal y hogar misional de Asunción para celebrar el resto de la asamblea. Su fe había sido sometida a prueba, y esto los fortaleció espiritualmente.
-