-
Jehová me ayuda a afrontar los retos de la vidaLa Atalaya 2006 | 1 de octubre
-
-
Mary quería que tuviéramos un hijo. Por desgracia, sufrió un aborto. Y cuando quedó embarazada de nuevo, tuvimos una gran sorpresa: la ecografía reveló que no era un solo bebé, sino cuatro. La noticia me dejó helado. No me lo podía creer: a mis 47 años iba a ser padre de ocho hijos. Los cuatrillizos nacieron por cesárea el 14 de febrero de 1982, al cabo de treinta y dos semanas de gestación. El primero fue Clint, que pesó 1,6 kilos [3,5 libras]; luego vino Cindy, con 1,9 [4,2 libras]; el tercero fue Jeremy, con 1,4 [3,1 libras], y la última, Danette, con 1,7 [3,8 libras]. Ninguno era igual al otro.
Poco después del parto, el médico de Mary vino a verme, se sentó a mi lado y me preguntó:
—¿Le preocupa el cuidado de los niños?
—Bueno, nunca antes me había visto en estas.
—Ya verá como su congregación no le falla. Solo tiene que estornudar, y le ofrecerán mil pañuelos.
Aquellas palabras me sorprendieron, pero también me llenaron de ánimo.
Gracias, en buena medida, al cuidado de este magnífico obstetra y de su equipo médico, en solo dos meses salieron del hospital cuatro niños bastante sanos.
El reto de criar cuatrillizos
Para mantener un orden, Mary y yo elaboramos un programa para las veinticuatro horas del día. Nuestras cuatro hijas fueron unas niñeras inmejorables. Y el pronóstico del médico se hizo realidad: bastó con un simple “estornudo” para que los hermanos de la congregación acudieran al rescate. Antes de eso, mi viejo amigo John MacArthur se había encargado de que nos ampliaran la casa varios Testigos que trabajaban en la construcción. Cuando llegaron los bebés, un equipo de hermanas nos ayudó a cuidarlos. Todos estos favores fueron una demostración innegable de amor cristiano (1 Juan 3:18).
Por así decirlo, los cuatrillizos eran los bebés de la congregación. Hasta el día de hoy, ellos ven como su familia al sinnúmero de amorosos hermanos y hermanas que los cuidaron. Y Mary ha sido, sin duda, una excelente esposa y madre que se ha sacrificado siempre por sus hijos. En todo momento ha puesto en práctica los mejores consejos que existen: los que Dios da mediante su Palabra y su organización (Salmo 1:2, 3; Mateo 24:45).
Aunque con los cuatro pequeños era toda una lucha, las reuniones cristianas y la predicación siguieron siendo parte esencial de nuestras actividades semanales. En aquel entonces fueron una bendición los dos estudios bíblicos que teníamos con dos matrimonios, los cuales tenían la gentileza de venir a nuestro hogar, y así nos facilitaban mucho las cosas. Con todo y eso, Mary estaba a veces tan cansada que se le cerraban los ojos en pleno estudio, con un bebé dormido en brazos. Ambas parejas terminaron siendo nuestros hermanos espirituales.
Educación espiritual a tierna edad
Ya antes de que los cuatrillizos aprendieran a andar, Mary, las muchachas y yo nos los llevábamos al ministerio. Cuando estaban haciendo sus primeros pinitos, Mary y yo íbamos cada uno con dos, y no eran ninguna carga. La verdad es que nos ayudaban a iniciar conversaciones con la gente más amigable. Un día me encontré con un señor que afirmaba que a la gente le corresponde determinada personalidad dependiendo del signo del zodíaco que le toque. Sin entrar a cuestionar su opinión, le pregunté si podía regresar un poco más tarde esa misma mañana. Como accedió, me presenté de vuelta con los cuatrillizos. No dejaba de mirar atónito, mientras yo los iba colocando por orden de nacimiento. Luego tuvimos una charla cordial en la que no solo mencionamos las diferencias físicas, que resultaban obvias, sino también lo distintos que eran de carácter, lo cual echaba por tierra su teoría. De modo que me dijo: “¡En buena hora se me ocurrió sacarle esa teoría a usted! Está visto que tendré que investigarla mejor, ¿verdad?”.
A los cuatrillizos no les gustaba que los corrigiéramos juntos si se portaban mal, de modo que lo hacíamos individualmente. Aun así, les dejamos claro que todos tenían que seguir las mismas reglas. Más tarde, cuando se enfrentaron a cuestiones de conciencia en la escuela, se mantuvieron fieles a los principios bíblicos y se apoyaron unos a otros. Cindy era la portavoz de los cuatro, y en el colegio no tardaron en descubrir que era difícil oponerse al equipo en pleno.
Cuando nuestros hijos llegaron a la adolescencia, Mary y yo tuvimos las dificultades habituales para ayudarles a permanecer fieles a Jehová. Lo único que podemos decir es que hubiera sido mucho más duro sin el apoyo de nuestra amorosa congregación y sin el abundante alimento espiritual de la parte visible de la organización de Jehová. Aunque no siempre fue fácil, procuramos tener un estudio de familia constante y mantener una buena comunicación. El esfuerzo ha valido la pena, pues nuestros ocho hijos decidieron servir a Jehová.
-
-
Jehová me ayuda a afrontar los retos de la vidaLa Atalaya 2006 | 1 de octubre
-
-
[Ilustración de la página 15]
Cuando nacieron los cuatrillizos, recibimos el apoyo de nuestras cuatro hijas y de los hermanos de la congregación
-