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    La Atalaya 1986 | 15 de marzo
    • Tanto David como Bat-seba eran personas casadas cuando cometieron adulterio y ella quedó encinta. El adulterio del que fueron culpables era un pecado grave que la ley de Dios castigaba con la muerte. (2 Samuel 11:1-5; Deuteronomio 5:18; 22:22.) Si Dios hubiera permitido que los hombres que estaban bajo la Ley emitieran el juicio, el hijo que se estaba formando en la matriz de Bat-seba habría muerto con ella. Pero Jehová escogió tratar este caso de modo diferente, y puesto que es “el Juez de toda la tierra”, ciertamente podía hacerlo con todo derecho. (Génesis 18:25.)

      Cuando se le hizo ver su culpa, David reconoció: “He pecado contra Jehová”. Entonces el vocero de Dios le dijo a David: “Jehová, a su vez, efectivamente deja pasar tu pecado. No morirás”. (2 Samuel 12:13.) A David se le mostró misericordia debido al pacto del Reino. Además, como Dios puede leer el corazón, pudo haber visto la autenticidad del arrepentimiento de David y concluido que había razón para extenderles misericordia. Aún así, David y Bat-seba no iban a escapar de todas las consecuencias de su error. Se les dijo: “A pesar de esto, por cuanto innegablemente has tratado a Jehová con falta de respeto mediante esta cosa, también el hijo mismo, que acaba de nacerte, positivamente morirá”. (2 Samuel 12:14.)

      Dios ‘le asestó un golpe’ al hijo que no les pertenecía; el niño enfermó y murió.

  • Preguntas de los lectores
    La Atalaya 1986 | 15 de marzo
    • Aun así, es innegable que los hijos pueden sufrir las consecuencias del proceder de sus padres. Los padres que son derrochadores o insensatos pueden acarrear pobreza a toda la familia. O imagínese cómo afectaría a los hijos el que un padre delincuente fuera sentenciado a prisión. Incluso las calamidades que Dios trajo justamente sobre Israel por su iniquidad afectaron a los hijos en aquel tiempo. (Deuteronomio 28:15, 20-32; Ezequiel 8:6-18; 9:5-10.) Por esa razón, Dios instó a su pueblo de la siguiente manera: “Y tienes que escoger la vida a fin de que te mantengas vivo, tú y tu prole, amando a Jehová tu Dios, escuchando su voz y adhiriéndote a él; porque él es tu vida y la longitud de tus días”. (Deuteronomio 30:19, 20.)

      La experiencia de David y Bat-seba debería hacer reflexionar a los padres sobre cómo su propia conducta puede afectar de manera importante a sus hijos. Si los padres ‘están en temor del nombre de Dios, el sol de la justicia puede brillar’ para bendición de toda la familia. (Malaquías 4:2.)

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