-
“La máquina de aprendizaje más potente del universo”¡Despertad! 2011 | octubre
-
-
“La máquina de aprendizaje más potente del universo”
EL CEREBRO de los bebés ha sido llamado “la máquina de aprendizaje más potente del universo”, y con fundada razón. Cuando un niño llega al mundo, está equipado para absorber todas las imágenes, los sonidos y demás estímulos de su entorno.a
Lo que más despierta el interés del bebé son otros seres humanos: sus rostros, sus voces, su tacto. El libro Babyhood (La primera infancia), de la psicóloga Penelope Leach, dice: “Se han realizado numerosos estudios sobre las imágenes que mayor curiosidad suscitan en un bebé, los sonidos que captan y retienen su atención, y las sensaciones que más le gusta que se repitan. Todos estos elementos se encuentran con más facilidad y frecuencia en la figura del ser humano adulto que lo cuida”. No sorprende, por lo tanto, que los padres desempeñen un papel tan crucial en el desarrollo de sus hijos.
“Hablaba como niño”
La capacidad del recién nacido para aprender una lengua con solo escucharla deja perplejos a padres y pediatras. Los investigadores han descubierto que a los pocos días de nacido, el niño ya se ha acostumbrado a la voz de su madre y la prefiere a la de un extraño; a las pocas semanas sabe distinguir entre los sonidos de la lengua materna y los de otras lenguas, y a los pocos meses es capaz de percibir cómo se articulan las palabras, lo que le permite diferenciar entre el habla clara y los sonidos ininteligibles.
El apóstol Pablo escribió: “Cuando yo era niño, hablaba como niño” (1 Corintios 13:11, Nueva Versión Internacional). ¿Cómo empieza a hablar un niño? Por lo general, con una serie de balbuceos incoherentes. ¿Son solo ruido? ¡De ningún modo! En un libro sobre el desarrollo cerebral de los infantes durante los primeros cinco años, la neurobióloga Lise Eliot nos recuerda que el acto del habla es “una actividad motora compleja que requiere la rápida coordinación de decenas de músculos que controlan los labios, la lengua, el paladar y la laringe”. Y añade: “Aunque el balbuceo del bebé parezca solamente un medio encantador de llamar la atención, es también un importante ensayo de la compleja gimnasia del habla” (What’s Going On in There?—How the Brain and Mind Develop in the First Five Years of Life).
A su vez, los padres reaccionan a los balbuceos de su bebé exagerando la pronunciación de las palabras, lo que también cumple un propósito: motivarlo a responder. Mediante dicho intercambio, el niño aprende las técnicas elementales de la conversación, una habilidad que utilizará el resto de su vida.
Cambio de papeles
Cuando hay un recién nacido, los padres se desviven por atender sus necesidades cotidianas: el bebé llora, y corren a alimentarlo; vuelve a llorar, y corren a cambiarle el pañal; llora otra vez, y corren a alzarlo. Tales mimos son adecuados y necesarios, pues constituyen la principal forma en que los padres cumplen con su papel de cuidadores (1 Tesalonicenses 2:7).
En vista de lo anterior, es natural que el niño se crea el centro del universo y piense que los adultos —sobre todo los padres— viven exclusivamente para cumplir sus deseos. Tal idea, aunque errónea, es del todo entendible, pues esa es la realidad que él ha vivido por más de un año. A su modo de ver, él es el monarca de un imperio habitado por gente grande que está allí para servirle. El terapeuta familiar John Rosemond escribe: “Toma apenas dos años forjar esta impresión fantástica, pero al menos dieciséis años corregirla. Y esta es, paradójicamente, la tarea de los padres: hacer que su hijo crea en esa fantasía y luego romperle la burbuja, eso sí, causando el menor impacto posible”.
La burbuja se revienta para el segundo año de vida del infante, cuando el papel de los padres cambia de cuidadores a instructores. Ahora, el niño se da cuenta de que sus padres ya no lo siguen, sino que es él quien tiene que seguirlos a ellos. Su monarquía ha caído, y tal vez no acepte de buen grado el nuevo régimen. Impotente ante la situación, lucha por no ceder terreno. ¿Cómo?
Qué hacer ante las rabietas
Alrededor de los dos años, el comportamiento de muchos niños presenta un cambio drástico, lo que a menudo se manifiesta en frecuentes rabietas. Esta etapa es tan desesperante para los padres que ha sido denominada “los terribles dos”. De repente, las frases predilectas del niño son: “¡No!” o “¡No quiero!”. Se siente molesto consigo mismo y con sus padres al tiempo que lidia con sus sentimientos contradictorios. No quiere estar cerca de ellos, pero tampoco quiere estar lejos. Para los desconcertados padres, nada parece tener sentido ni mucho menos funcionar. ¿Qué está pasando?
Bueno, tome en cuenta que la vida del niño ha sufrido un profundo viraje. Hasta hace poco, todo lo que tenía que hacer era gimotear para que los adultos vinieran corriendo junto a él. Pero ahora empieza a comprender que su reinado solo era temporal y que hay al menos ciertas cosas que tendrá que hacer él solo. Cada vez le queda más claro que su papel es el de sumisión, el cual se resume en este mandato de la Biblia: “Hijos, sean obedientes a sus padres en todo” (Colosenses 3:20).
Durante este difícil período, los padres no deben soltar las riendas de la autoridad. Si actúan con firmeza y amor, el niño se adaptará a su nuevo rol. Y con ello se sentarán las bases para que tengan lugar otras maravillas del crecimiento.
Carácter moral
Los animales —y hasta las máquinas— pueden reconocer palabras e imitar el habla; pero solo los seres humanos tienen la capacidad de mirar en retrospectiva y hacerse un autoexamen. Por eso, a los dos o tres años el niño puede sentirse orgulloso, avergonzado, culpable o abochornado. Este es el inicio de un proceso que lo llevará a convertirse en un adulto con cualidades morales, que sepa defender lo que es correcto aunque los demás hagan lo contrario.
En esta fase, los padres viven otra experiencia emocionante: la de ver que su hijo empieza a tomar conciencia de los sentimientos ajenos. Hasta los dos años, el niño disfrutaba jugando cerca de otros; en cambio, ahora juega e interactúa con otros de manera más significativa. También reconoce cuando sus padres se sienten bien y va naciendo en él el deseo de complacerlos; por eso responde más fácilmente a su instrucción.
A los tres años, el niño comienza a aprender como nunca antes el concepto de lo bueno y lo malo. Ha llegado el tiempo para que los padres eduquen a sus hijos con miras a hacer de ellos adultos responsables.
[Nota]
a Para simplificar, utilizaremos el género masculino, aunque los principios analizados son aplicables a ambos sexos.
[Comentario de la página 5]
A los pocos días de nacido, el niño ya se ha acostumbrado a la voz de su madre y la prefiere a la de un extraño
[Comentario de la página 6]
A los tres años, el niño comienza a aprender como nunca antes el concepto de lo bueno y lo malo
[Recuadro de la página 6]
POR QUÉ LAS RABIETAS
“Hay padres convencidos de que las pataletas se deben a que no han acertado a responder bien a las demandas del niño”, escribe John Rosemond en el libro ¡Los padres al poder! Y agrega: “Es de lógica: si ellos son los causantes del berrinche del niño, hay que ponerle remedio cuanto antes. Así, donde antes han dicho no ahora dicen sí [y] después [...] dan al niño más de lo que había pedido para mantener a raya su sentido de culpabilidad. Estas maniobras dan resultado. La rabieta cesa, el padre se queda aliviado y el niño aprende que la rabieta es un excelente medio para conseguir lo que quiera. Por lo tanto se esmera, y las rabietas son cada vez más frecuentes y mejores”.
-
-
Hablan los padres¡Despertad! 2011 | octubre
-
-
Hablan los padres
Si usted tiene hijos en edad preescolar, seguramente va a encontrarse con situaciones difíciles: ¿qué hacer ante sus rabietas?, ¿cómo enseñarles a discernir lo bueno de lo malo?, ¿cómo corregirlos de forma equilibrada?, etc. Escuche lo que han dicho algunos padres.
LAS RABIETAS
“Durante la etapa de los ‘terribles dos’, el niño espera conseguir siempre lo que quiere. Nuestro hijo tenía ese problema. Si no lo complacíamos, tiraba cosas. Como era el primero, no teníamos experiencia con las rabietas. Y tampoco ayudaba que nos dijeran que ese tipo de comportamiento era normal.” (Susan, Kenia.)
“A los dos años, nuestra hija se tiraba al suelo a gritar, llorar, patalear... ¡Era desesperante! Intentar hablar con ella en ese momento no servía de nada. Entonces, mi esposo y yo la mandábamos a su cuarto y le decíamos calmadamente que cuando se tranquilizara podría salir y hablaríamos del asunto. Una vez que se le pasaba, uno de los dos iba y le explicaba por qué su comportamiento era inaceptable. Este método funcionó muy bien. Incluso, en cierta ocasión la oímos pidiéndole a Dios que la perdonara. Con el tiempo, las rabietas fueron disminuyendo hasta desaparecer.” (Yolanda, España.)
“Los niños tantean los límites para ver hasta dónde pueden llegar. Dejar que un niño haga algo que tiene claramente prohibido es enviarle un mensaje confuso. Como actuábamos con firmeza y no cambiábamos las reglas, nuestros hijos aprendieron poco a poco que con gritar no lograrían nada.” (Neil, Gran Bretaña.)
LA DISCIPLINA
“Es difícil saber cuánta atención presta un niño menor de cinco años a lo que le dicen. La clave está en la repetición. Hay que repetirle las cosas miles de veces, y usar gestos y un tono de voz firme.” (Serge, Francia.)
“Aunque nuestros cuatro hijos se criaron en el mismo ambiente, todos eran diferentes. Una lloraba con solo saber que nos había decepcionado, mientras que otra presionaba para ver hasta dónde podía llegar. Algunas veces les bastaba con una mirada o un regaño; en otras ocasiones teníamos que aplicarles una disciplina más severa.” (Nathan, Canadá.)
“Es importante hacer valer las reglas, pero sin ser dogmáticos o demasiado rígidos. Cuando el niño de verdad se siente mal por lo que ha hecho, es mejor ser razonables y suavizar la disciplina.” (Matthieu, Francia.)
“Trato de no imponer demasiadas reglas, pero las que existen no son negociables. Mi hijo de tres años sabe cuáles son las consecuencias de la desobediencia, y eso le ayuda a controlarse. Es cierto que cuando estoy cansada es más fácil pasar por alto sus malas acciones; pero sé que debo ser consecuente con las normas que he establecido, y por eso me obligo a tomar acción. Esa es la clave.” (Natalie, Canadá.)
SEA CONSECUENTE
“Parece que los niños tuvieran un chip de memoria que grabara cada vez que los padres actúan de una manera contradictoria.” (Milton, Bolivia.)
“A veces, nuestro hijo pide lo mismo de diferentes formas para ver si le damos la misma respuesta. O si yo digo una cosa y su madre dice otra, trata de colarse por ese hueco.” (Ángel, España.)
“Algunas veces pasaba por alto el mal comportamiento de mi hijo y otras lo disciplinaba con severidad, dependiendo del humor que tuviera; pero me di cuenta de que eso solo agravaba su mal comportamiento.” (Gyeong-ok, Corea.)
“Es importante que los niños entiendan que si una conducta es mala hoy, será mala siempre.” (Antonio, Brasil.)
“Si los padres no son consecuentes, el niño creerá que son imprevisibles, que sus decisiones dependen del humor que tengan en el momento; pero si se atienen a sus principios, los hijos sabrán que lo malo es siempre malo. Esta es una forma de brindarles seguridad y amor.” (Gilmar, Brasil.)
“Los niños se aprovechan de las situaciones en que parece que los padres no tienen más remedio que acceder a lo que piden, como cuando hay otras personas presentes. Si mi respuesta es no, desde el principio le dejo muy claro a mi hijo que no voy a cambiar aunque me ruegue.” (Chang-seok, Corea.)
“El padre y la madre deben formar un frente unido. Si mi esposa y yo no concordamos en algo, lo hablamos en privado. Los hijos detectan cuando sus padres no piensan igual sobre un asunto, y tratan de sacarle partido a la situación.” (Jesús, España.)
“El niño que sabe que sus padres están unidos y no se dejan manipular se siente seguro. Sabe qué esperar si es obediente o si es desobediente.” (Damaris, Alemania.)
“Para ser consecuentes, mi esposa y yo también cumplimos cuando le prometemos algo bueno a nuestra hija; así nos ganamos su confianza.” (Hendrick, Alemania.)
“Si mi jefe me cambiara constantemente las reglas del juego, me irritaría. Con los niños pasa lo mismo. Les da seguridad saber cuáles son las reglas del juego y que estas no van a cambiar, como tampoco van a cambiar las consecuencias de la desobediencia.” (Glenn, Canadá.)
[Comentario de la página 8]
“Que su Sí signifique Sí, y su No, No.” (Santiago 5:12)
[Ilustraciones y recuadro de la página 9]
HISTORIAS FAMILIARES
Un embarazo no planeado
CÓMO NOS ADAPTAMOS
Relatado por Tom y Yoonhee Han
Tom: Solo llevábamos seis meses de casados cuando mi esposa descubrió que estaba embarazada. Mantuve la calma porque quería transmitirle la seguridad de que podía contar con mi apoyo, pero por dentro estaba muerto de miedo.
Yoonhee: Yo estaba desconsolada... y muy asustada. Lloré y lloré. Sentía que no estaba preparada para ser madre.
Tom: Ni yo estaba preparado para ser padre. Pero después de conversar con otros padres, nos dimos cuenta de que tener un embarazo no planeado era más común de lo que creíamos. También nos ayudó mucho oír hablar de las alegrías de ser padres. Poco a poco, el temor y la incertidumbre fueron dando paso a la ilusión.
Yoonhee: Cuando Amanda nació, atravesamos situaciones totalmente nuevas. Ella no paraba de llorar, y yo estuve semanas sin dormir. Perdí el apetito y experimenté fatiga extrema. Al principio no quería ver a nadie, pero luego comprendí que encerrándome en casa no arreglaba nada. Comencé a tratar con otras nuevas madres y a cambiar impresiones, lo que me hizo entender que yo no era la única que tenía inquietudes.
Tom: Hice todo lo posible por conservar la rutina familiar. Por ejemplo, como Yoonhee y yo somos testigos de Jehová, tomamos la determinación de seguir participando en el ministerio y no faltar a las reuniones cristianas. Y ya que la llegada de un niño implica gastos —algunos de ellos imprevistos—, nos pusimos la meta de vivir dentro de nuestras posibilidades en vez de endeudarnos, pues las deudas solo aumentan la tensión.
Yoonhee: Al principio pensé que era mejor no ir al ministerio porque los bebés son revoltosos. Pero la verdad es que a la gente le encantan los bebés. Eso me ayudó a seguir activa y ver a mi hija con una actitud más positiva.
Tom: La Biblia dice que los hijos “son una herencia de parte de Jehová” y “un galardón” (Salmo 127:3). Para mí, esas palabras indican que los hijos son un regalo precioso. Y como sucede con toda herencia, solo hay dos posibilidades: invertirla bien, o malgastarla. Estoy aprendiendo que cada etapa del desarrollo de un niño es singular, y quiero ser parte de la vida de mi hija en cada una de ellas. Es una oportunidad que no se repetirá.
Yoonhee: A veces, la vida nos da sorpresas, y tener un hijo sin planearlo no es una sorpresa mala. Amanda tiene ya seis años, y no puedo imaginarme la vida sin ella.
[Ilustración]
Tom y Yoonhee con su hija, Amanda
-
-
Criando hijos durante la niñez¡Despertad! 2011 | octubre
-
-
Criando hijos durante la niñez
“Hasta los cinco años, los niños viven en el ambiente acogedor de la familia y es más fácil inculcarles buenas cualidades; pero cuando empiezan la escuela, se ven expuestos a otras formas de hacer las cosas y a otras formas de hablar.” (Valter, Italia)
CONFORME van creciendo, los niños van explorando los límites de su mundo en expansión. Ahora se relacionan con más personas: compañeros de juego, compañeros de clase y parientes. Tal como observa Valter, los padres dejan de ser la única influencia en la vida de su hijo, como sucedía cuando era más pequeño. Por ello, es fundamental enseñarle desde sus primeros años el valor de la obediencia y los buenos modales, así como lo que es bueno y lo que es malo.
Estas virtudes, sin embargo, no se adquieren rápidamente ni por intuición. Lo más probable es que los padres tengan que seguir este consejo bíblico: “Censura, corrige, exhorta, con toda gran paciencia y arte de enseñar” (2 Timoteo 4:2). A los padres israelitas se les mandó con respecto a las leyes divinas: “Tienes que inculcarlas en tu hijo y hablar de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino y cuando te acuestes y cuando te levantes” (Deuteronomio 6:6, 7). Como se desprende de este pasaje, la instrucción constante es vital.
Criar bien a los hijos es un deber que conlleva múltiples desafíos. Veamos algunos.
Tiempo de escuchar
Si bien la Biblia dice que hay “tiempo de hablar”, también hay tiempo de escuchar (Eclesiastés 3:7). ¿Cómo puede enseñar a su hijo a prestar atención cuando otras personas —entre ellas usted— le hablan? Una manera es dando buen ejemplo. ¿Atiende usted con interés lo que otras personas —entre ellas sus hijos— le dicen?
Los niños se distraen fácilmente, por lo que le probarán la paciencia cuando quiera comunicarse con ellos. Dado que cada niño es diferente, sea observador y determine qué métodos de comunicación le resultan más eficaces en su caso. David, un padre de Gran Bretaña, cuenta: “Hago que mi hija repita con sus propias palabras lo que le he dicho; de ese modo ha ido aprendiendo a prestar más atención”.
Cuando Jesús estaba dando instrucciones a sus discípulos, les dijo: “Presten atención a cómo escuchan” (Lucas 8:18). Si esto es necesario en el caso de los adultos, ¡cuánto más en el de los niños!
Perdónense liberalmente unos a otros
En la Biblia leemos: “Continúen soportándose unos a otros y perdonándose liberalmente unos a otros si alguno tiene causa de queja contra otro” (Colosenses 3:13). Se puede enseñar a los niños a ser indulgentes y perdonar. ¿De qué manera?
Según señalamos en el apartado anterior sobre el arte de escuchar, usted tiene que dar el ejemplo. Deje que sus hijos vean su disposición a perdonar. Eso hace Marina, una madre de Rusia. “Mi esposo y yo tratamos de darles un buen ejemplo a nuestros hijos perdonando, haciendo concesiones y no ofendiéndonos por cualquier cosa”, dice ella. Y añade: “Cuando me equivoco, les pido perdón porque quiero que ellos aprendan a hacer lo mismo con los demás”.
La capacidad de resolver las diferencias y perdonar les será muy necesaria en su vida adulta. Enseñe a sus hijos a ser considerados y a asumir la responsabilidad de sus errores; así les dejará un legado valioso para cuando crezcan.
“Muéstrense agradecidos”
En estos “tiempos críticos, difíciles de manejar”, muchos individuos son “amadores de sí mismos” (2 Timoteo 3:1, 2). Cuando los hijos son pequeños es el momento de infundirles un espíritu de gratitud. “Muéstrense agradecidos”, escribió el apóstol Pablo (Colosenses 3:15).
Los niños pueden aprender aun desde pequeños a tener buenos modales y ser serviciales. ¿Cómo? “La mejor forma de engendrar en los hijos una actitud agradecida es demostrarla infatigablemente en el hogar”, dijo a la revista Parents el doctor en psiquiatría infantil Kyle Pruett. Y añadió: “Eso quiere decir que usted debe manifestar su agradecimiento por la ayuda que reciba y por toda acción amable [...]. Se necesita mucha práctica”.
Richard, un padre de Gran Bretaña, sigue ese consejo. Él comenta: “Mi esposa y yo les enseñamos a nuestros hijos a mostrar gratitud por las atenciones que recibimos de otras personas, como los maestros o los abuelos. Por ejemplo, siempre que cenamos en casa de alguna familia, enviamos una tarjeta de agradecimiento y ellos la firman o hacen un dibujo”. Si usted es generoso y agradecido, contribuirá a que su hijo forje relaciones estrechas y duraderas más tarde en la vida.
“No retengas la disciplina”
A medida que van creciendo, los niños deben aprender que las acciones traen consecuencias. Ya desde tierna edad tienen que dar cuentas a una autoridad, no solo en casa, sino también en la escuela y en la comunidad; por eso, incúlqueles el principio de que se cosecha lo que se siembra (Gálatas 6:7). ¿De qué modo?
La Biblia dice: “No retengas [...] la disciplina” (Proverbios 23:13). Si usted ha dejado claro que cierto acto traerá consecuencias concretas, no tema hacerlas cumplir. “Es muy importante ser consecuentes —sostiene Norma, una madre de la Argentina—. De lo contrario, el chico tratará de manipular las situaciones a su antojo.”
Los padres pueden evitar discusiones eternas después de que un hijo ha cometido una falta si le hacen comprender de antemano las consecuencias de desobedecer. Es menos probable que el niño oponga resistencia a la disciplina si ya conoce las reglas y lo que le pasará por romperlas y si tiene razones para creer que no podrá salirse con la suya.
Desde luego, para que la disciplina sea efectiva no debe administrarse en un arrebato de ira. La Biblia manda que nos quitemos “toda amargura maliciosa y cólera e ira y gritería y habla injuriosa” (Efesios 4:31). La disciplina nunca debe aplicarse en la forma de castigo cruel ni abuso físico o emocional.
¿Pero es posible conservar la calma cuando un hijo lo está llevando a uno al límite de la paciencia? “No siempre es fácil —confiesa Peter, un padre de Nueva Zelanda—, pero los niños tienen que aprender que la disciplina es el resultado de lo que han hecho y no de la falta de autodominio de los padres.”
Peter y su esposa tratan de que sus hijos comprendan que la corrección produce beneficios de largo alcance. “Incluso si han hecho algo bastante desagradable —dice él—, hablamos con ellos sobre la clase de personas que deberían ser en lugar de concentrarnos en su falta.”
Sea conocido lo razonables que son ustedes
Hablando de la corrección que impondría a su pueblo, Dios advirtió: “Tendré que castigarte hasta el grado debido” (Jeremías 46:28). Se obtienen mejores resultados cuando se corrige a los hijos con justicia, en proporción con la falta cometida. “Llegue a ser conocido [...] lo razonables que son ustedes”, escribió a los cristianos el apóstol Pablo (Filipenses 4:5).
Ser razonable implica, entre otras cosas, corregir a los hijos sin herir su dignidad. Santi, un padre de Italia, relata: “Nunca rebajo a mi hijo ni a mi hija; más bien, trato de llegar a la raíz del problema para hallar una solución. Hago todo lo posible por no reprenderlos delante de otras personas, ni siquiera a uno delante del otro. Tampoco me burlo de sus defectos ni en público ni en privado”.
Richard, antes citado, coincide en las ventajas que se derivan de ser razonable. “El castigo nunca debe ser acumulativo, añadiéndole cada nueva falta cometida —afirma—. Además, después de disciplinar al muchacho, es importante no seguir machacando con lo mismo ni echándole en cara sus errores.”
La crianza de los hijos es una ardua tarea que supone muchos sacrificios, pero que resulta muy gratificante. Así lo confirma Yelena, una madre de Rusia, quien menciona: “He optado por trabajar menos horas para poder pasar más tiempo con mi hijo. Aunque no es fácil y representa una pérdida económica, el sacrificio bien vale la pena. Mi hijo no cabe de la felicidad y estamos más unidos que nunca”.
[Ilustración de la página 11]
Los niños pueden aprender a ser serviciales
[Ilustración de la página 12]
Corrija a sus hijos sin herir su dignidad
-
-
Hablan los padres¡Despertad! 2011 | octubre
-
-
Hablan los padres
¿Cómo inculcar en los hijos el valor de la obediencia? ¿Cómo enseñarles destrezas prácticas en su tránsito hacia la vida adulta? Lea lo que han expresado algunos padres de diferentes partes del mundo.
DON DE GENTES Y HABILIDADES DOMÉSTICAS
“Cuando nos sentamos a comer y hablamos de lo que cada cual hizo durante el día, los niños aprenden a escuchar. Ver que su mamá y su papá escuchan con paciencia fomenta en ellos el respeto mutuo y el amor propio.” (Richard, Gran Bretaña.)
“Da gusto ver a nuestros hijos tratarse respetuosamente y resolver sus diferencias sin que tengamos que intervenir. Y cuando hablan con adultos, se desenvuelven muy bien.” (John, Sudáfrica.)
“No soy perfecta, y a veces hiero los sentimientos de mis hijos sin querer. Cuando eso pasa, siento que es muy importante pedirles perdón.” (Janelle, Australia.)
“Nuestros hijos han aprendido a hacer trabajos y arreglos de la casa. Enseñarles a hacer cosas por el bien de los demás contribuye a la paz y armonía de la familia y a que adquieran un sentido de logro.” (Clive, Australia.)
“Aunque no es fácil, es indispensable enseñarles a que se respeten, se entiendan y se perdonen.” (Yuko, Japón.)
HIGIENE Y SALUD
“Les enseñamos a nuestras hijas a bañarse solitas desde pequeñas, y para hacerlo más divertido les dábamos jabones en forma de figuras, champú con personajes de caricaturas y esponjas con forma de animalitos.” (Edgar, México.)
“Cuando vivíamos en un lugar donde no había agua corriente, siempre ponía jabón y un cubo de agua en un sitio conveniente para lavarnos las manos al entrar en la casa.” (Endurance, Nigeria.)
“Les damos a nuestros hijos comidas saludables todos los días y les explicamos lo importante que es seguir una dieta equilibrada. Como tienen curiosidad por saber cómo se preparan diferentes platos, les pido que me ayuden en la cocina. Ese tiempo que pasamos juntos también sirve para fomentar la conversación.” (Sandra, Gran Bretaña.)
“El ejercicio es importante, y como padres tratamos de dar un buen ejemplo. A nuestros hijos les encanta cuando vamos a correr, a nadar, a jugar al tenis o al baloncesto o a montar en bicicleta. Se dan cuenta de que hacer ejercicio no solo es importante, sino también divertido.” (Keren, Australia.)
“Lo que más necesitan los hijos es pasar tiempo con sus padres. Eso no lo sustituye nada: ni el dinero ni los regalos ni los viajes. Solo acepto trabajos por la mañana, cuando los míos están en la escuela; así puedo dedicarles toda la tarde.” (Romina, Italia.)
DISCIPLINA
“Hemos descubierto que no existe un único método de disciplina que sea el mejor. Todo depende de las circunstancias: algunas veces basta con una conversación franca, y otras hay que privar al niño de ciertos privilegios.” (Ogbiti, Nigeria.)
“Les pedimos a nuestros hijos que repitan las instrucciones que les damos para asegurarnos de que las entienden y les decimos lo que les pasará si desobedecen. Si queremos que aprendan a escuchar y seguir instrucciones, tenemos que hacer lo que nos corresponde y cumplir con la disciplina prometida.” (Clive, Australia.)
“A mí me ha dado buenos resultados agacharme cuando corrijo a mis hijos. Al ponerme a su altura, consigo que me den toda su atención y que vean claramente mi expresión facial, que puede decir tanto como mis palabras.” (Jennifer, Australia.)
“Evitamos decirles a nuestros hijos ‘tú nunca escuchas’, aunque parezca que sea cierto. Tampoco regañamos a uno delante de los otros. O le hablamos al oído, o lo llevamos aparte para hablar en privado.” (Rudi, Mozambique.)
“Los niños son muy maleables, y les gusta imitar a los demás. Por eso, nos toca a nosotros contrarrestar la mala influencia de los compañeros de clase, de los medios de comunicación y del ambiente social, e inculcarles valores morales fundados en sanos principios. Con una buena base moral sabrán decir no a cualquier cosa que pueda perjudicarlos.” (Grégoire, República Democrática del Congo.)
“La disciplina debe ser firme, justa y consecuente. Los niños tienen que entender que si hacen algo malo deberán atenerse a las consecuencias, y que cuando uno dice algo, está hablando en serio.” (Owen, Inglaterra.)
[Comentario de la página 14]
“No estén exasperando a sus hijos, para que ellos no se descorazonen.” (Colosenses 3:21)
[Ilustración y recuadro de la página 15]
HISTORIAS FAMILIARES
Una madre sola sale adelante
Entrevista a Lucinda Forster
¿Qué ha sido para usted lo más difícil como madre sola?
Ser madre es ya de por sí una tarea enorme, pero como madre sola me resulta especialmente difícil administrar el tiempo y las energías. Se necesita tiempo para inculcar principios y valores en los hijos, y también para relajarse y reír juntos. Muchas veces tengo que sacrificar mi descanso por los quehaceres de la casa.
¿Cómo mantiene la buena comunicación con sus hijas?
Después de un divorcio, los hijos pueden sentirse inseguros y enojados. Considero que cuando surgen problemas es fundamental mantener el contacto visual, así como un tono de voz calmado. Yo espero hasta que estemos tranquilas y entonces expongo mi preocupación, pero sin hacer una montaña de un grano de arena. Les pido su opinión, presto mucha atención a lo que dicen y demuestro que valoro sus sentimientos. Me intereso por cómo les va en la escuela y las felicito por sus logros. Siempre comemos a la mesa en un ambiente relajado y distendido. ¡Ah!, también les repito constantemente cuánto las amo.
¿Cómo aplica la disciplina?
Los hijos necesitan que se les impongan límites fijos, y en esto es esencial ser consecuente. Trato de ser cariñosa y firme a la vez. Converso con mis hijas y les explico por qué cierto comportamiento es malo. También procuro hacer que se expresen antes de disciplinarlas para saber por qué hicieron lo que hicieron. Y si me equivoco —por ejemplo, si he malentendido una situación—, pido perdón.
¿Cómo les enseña a sus hijas a respetar a los demás?
Les recuerdo lo que Jesús enseñó: que debemos tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran a nosotros (Lucas 6:31). Las animo a que ellas mismas solucionen los problemas que surgen entre las dos; además, les enseño el valor de responder con amabilidad y paciencia cuando están molestas.
¿Qué hacen para divertirse?
No siempre podemos permitirnos unas vacaciones en otro lugar, así que buscamos en los periódicos actividades en las que no haya que gastar mucho. Nos vamos de pícnic o paseamos por los viveros. Nos encanta cultivar plantas aromáticas en el jardín y usarlas en la cocina. Para nosotras, el esparcimiento es importante, aunque solo sea ir a un parque.
¿Qué alegrías y recompensas ha tenido?
El hecho de vivir en una familia monoparental ha sido difícil para nosotras, pero nos ha unido más y nos ha enseñado a valorar lo que tenemos. Me da gusto ver cómo cada una de mis hijas va desarrollando su propia personalidad. A esta edad todavía quieren estar conmigo, y yo aprecio mucho su compañía. Ellas perciben mis cambios de humor y a veces me tranquilizan con un simple abrazo. Sus manifestaciones de cariño me llenan de alegría. Y lo más importante de todo es que hemos experimentado el amor de nuestro bondadoso Creador, quien nos ha ayudado a superar muchas situaciones difíciles. La Biblia me ha dado fuerzas para seguir tratando de ser una buena madre (Isaías 41:13).
[Ilustración]
Lucinda con sus hijas, Brie y Shae
-
-
La adolescencia. Cómo prepararlos para la edad adulta¡Despertad! 2011 | octubre
-
-
La adolescencia. Cómo prepararlos para la edad adulta
IMAGÍNESE que ha volado de una isla tropical al círculo ártico y que al salir del avión lo recibe de golpe el frío polar. ¿Podrá adaptarse al nuevo clima? Seguro, aunque primero tendrá que realizar algunos cambios.
Algo similar ocurre cuando los hijos entran en la adolescencia: de la noche a la mañana, el clima cambia por completo. El niño que ayer no quería despegársele ni un momento hoy prefiere estar con sus amigos. La niña que antes no veía la hora de contarle lo sucedido en la escuela ahora apenas responde con monosílabos.
—¿Cómo te fue hoy? —pregunta usted.
—Bien —contesta ella.
Silencio...
—¿En qué piensas? —vuelve a intentar.
—En nada —responde ella.
Más silencio...
¿Qué ha pasado? El libro Breaking the Code (Descifre el código) comenta: “[No hace mucho] usted podía participar en la vida de sus hijos como si estuviera con ellos detrás del escenario. Ahora, con suerte, le tocará hacer de espectador, y es probable que ni siquiera consiga un buen asiento”.
¿Debe resignarse a ese frío distanciamiento? De ningún modo. Usted puede mantenerse cerca de sus hijos durante toda la adolescencia. Claro, primero debe comprender qué ocurre en esta fascinante —aunque a veces turbulenta— etapa de la vida.
El puente entre la niñez y la edad adulta
Antes, los investigadores sostenían que el cerebro de un niño ya estaba casi terminado de formar a los cinco años. Ahora creen que, si bien después de esa edad varía muy poco su tamaño, no se puede decir lo mismo de su funcionamiento. En la pubertad da comienzo una auténtica revolución hormonal que transforma la manera de pensar de los muchachos. Por ejemplo, un niño suele ver la vida en términos concretos, y para él las cosas son o blancas o negras. Un adolescente, en cambio, tiende a pensar de forma abstracta, a percibir los grises y a analizar lo que hay detrás de un asunto (1 Corintios 13:11). Comienza a tener convicciones y no tiene reparos en expresarlas.
Paolo, de Italia, ha notado ese cambio en su hijo adolescente. “Cuando veo a mi hijo —comenta él—, siento que ya no tengo un niño frente a mí, sino un hombrecito. Y no es solo por el físico. Lo que más me asombra es su forma de pensar. No le da miedo expresar y defender sus opiniones.”
¿Ha observado usted algo parecido en su hijo? Tal vez de pequeño, él seguía instrucciones sin protestar; le bastaba con un “porque lo digo yo”. Pero ahora que es adolescente, exige razones y quizás hasta cuestione los valores que rigen a la familia. A veces, la seguridad con que se expresa puede confundirse con rebeldía.
No concluya que su hijo está empeñado en desafiar los valores que usted ha establecido. A lo mejor solo le está costando hacerlos suyos, encontrarles acomodo en su vida. Para ilustrarlo, imagínese que usted se está mudando. ¿Cree que será fácil encontrar un espacio en la nueva casa para todos sus muebles? Probablemente no. Lo que sí está claro es que no va a tirar ningún objeto que considere valioso.
Su hijo enfrenta una situación semejante ahora que se está preparando para el momento en que “dejará a su padre y a su madre” (Génesis 2:24). Es verdad que el día de la partida se ve lejano; al fin y al cabo, todavía no es adulto. Sin embargo, en cierto sentido ya está empacando; está usando la adolescencia para examinar los valores con los que ha sido criado y decidir cuáles conservará cuando llegue a la adultez.a
La sola idea de que su hijo tome esas decisiones podría ponerle los pelos de punta. Aun así, es importante reconocer este hecho: cuando entre en la vida adulta, solo conservará los principios que él considere valiosos. Por eso, ahora —mientras todavía vive en casa— es el momento para que investigue a fondo los valores que lo guiarán en su vida (Hechos 17:11).
En realidad, eso es lo mejor que podría hacer. Después de todo, si acepta sin chistar las normas que usted impone en casa, es probable que más adelante haga lo mismo con las ideas de los demás (Éxodo 23:2). La Biblia dice que un muchacho así de ingenuo fácilmente podría ser seducido, pues es “falto de corazón”, o sea, carece, entre otras cosas, de buen juicio (Proverbios 7:7). Los jóvenes sin convicciones terminan siendo zarandeados “por [las] olas y [siendo] llevados de aquí para allá por todo viento de enseñanza por medio de las tretas de los hombres” (Efesios 4:14).
¿Cómo evitar que eso le pase a su hijo? Procurando que cuente con estos tres elementos:
1 CAPACIDAD PARA PENSAR
El apóstol Pablo escribió que las “personas maduras [...] tienen sus facultades perceptivas entrenadas para distinguir tanto lo correcto como lo incorrecto” (Hebreos 5:14). “Pero yo ya le enseñé hace años a mi hijo lo que es bueno y lo que es malo”, dirá usted. Muy bien; de seguro esa educación le fue útil en su momento y lo preparó para la siguiente etapa de su vida (2 Timoteo 3:14). Sin embargo, Pablo indicó que las facultades perceptivas deben ser entrenadas. Aunque un niño sepa qué es correcto y qué no, de adolescente debe desarrollar plenamente sus “facultades de entendimiento”, comprender el porqué de las cosas (1 Corintios 14:20; Proverbios 1:4; 2:11). Usted no quiere que su hijo obedezca ciegamente, sino que sepa razonar (Romanos 12:1, 2). ¿Qué puede hacer para ayudarlo?
Una manera es dejar que se exprese. No lo interrumpa ni saque las cosas de proporción, aunque diga algo que usted preferiría no escuchar. La Biblia aconseja: “Todo hombre tiene que ser presto en cuanto a oír, lento en cuanto a hablar, lento en cuanto a ira” (Santiago 1:19; Proverbios 18:13). Recuerde que “de la abundancia del corazón habla la boca”, como dijo Jesús (Mateo 12:34). Si escucha a su hijo, descubrirá sus verdaderas inquietudes.
Cuando sea su turno de hablar, haga preguntas, no afirmaciones tajantes. A veces, Jesús hacía preguntas del tipo “¿Qué les parece?” para averiguar qué pensaban sus discípulos e incluso sus tercos enemigos (Mateo 21:23, 28). Intente algo parecido con su hijo, aunque él tenga una opinión contraria a la suya. Veamos la siguiente situación:
Si su hijo dice: “No estoy seguro de que Dios exista”.
No responda: “¡Claro que estás seguro! Eso es lo que te hemos enseñado siempre”.
Mejor intente algo como: “¿Qué te ha hecho dudar?”.
¿Por qué hay que dejar que el muchacho se exprese? Porque una cosa es oír lo que dice y otra muy distinta saber lo que piensa (Proverbios 20:5). Tal vez el problema tenga que ver más con las normas bíblicas que con la existencia de Dios.
Por ejemplo, si a un joven lo están presionando para que pase por alto las leyes morales de Dios, podría parecerle menos grave ceder si deja de pensar en él (Salmo 14:1). “Si Dios no existe —quizás razone—, no tengo por qué seguir las reglas de la Biblia.”
¿Le está pasando algo así a su hijo? Entonces, pudiera ser necesario hacerlo reflexionar sobre los beneficios de cumplir las normas de Dios. ¿Ve él esos beneficios? (Isaías 48:17, 18.) En tal caso, muéstrele que su bienestar es algo por lo que vale la pena luchar (Gálatas 5:1).
Si su hijo dice: “Esta podrá ser tu religión, pero no tiene por qué ser la mía”.
No responda: “Es nuestra religión. Tú eres nuestro hijo y vas a creer lo que nosotros te enseñemos”.
Mejor intente algo como: “Esa afirmación es muy categórica. Pero piensa: si vas a rechazar mis creencias, con algo tendrás que sustituirlas. ¿Con qué? ¿Cuáles son las reglas de conducta que tú consideras razonables?”.
¿Por qué hay que dejar que el muchacho se exprese? Porque razonar con él puede moverlo a cuestionarse sus opiniones. Tal vez él mismo se sorprenda al darse cuenta de que en realidad sus creencias son las mismas que las de usted y que el problema es totalmente distinto.
Por ejemplo, puede ser que no sepa cómo explicar sus creencias (Colosenses 4:6; 1 Pedro 3:15). O que le guste alguien que no comparte su fe. Sea lo que sea, identifique la raíz del problema y ayúdelo a hacer lo mismo. Cuanto más utilice él su capacidad de razonar, mejor preparado estará para ser adulto.
2 LA GUÍA DE UN ADULTO
Hay culturas en las que apenas se percibe, si acaso, “la tempestad y la tensión” que según algunos psicólogos es natural durante la adolescencia. Los investigadores han descubierto que esto se debe a que, en tales culturas, los jóvenes se integran desde temprano en la vida de los adultos. Trabajan con adultos, participan en actividades sociales con adultos y reciben responsabilidades propias de adultos. No existen expresiones como cultura joven o delincuencia juvenil; ni siquiera adolescencia.
En cambio, piense en lo que tienen que pasar los jóvenes de muchas otras culturas: asisten a escuelas atestadas donde su única compañía es, básicamente, la de otros jóvenes. Luego llegan a casa y la encuentran vacía, pues sus padres están trabajando. Además, sus parientes viven lejos. ¿Quién les queda? Sus compañeros de escuela.b ¿Percibe el peligro? Y no crea que hace falta caer entre malos amigos para meterse en problemas. Las investigaciones han demostrado que incluso jóvenes ejemplares tienden a actuar irresponsablemente cuando no hay adultos cerca.
Una sociedad que no segregaba a los jóvenes era la del antiguo Israel.c Por citar un caso, la Biblia habla de Uzías, quien fue coronado rey de Judá siendo un adolescente. ¿Cómo logró cumplir con tan pesado deber? En parte, gracias a la influencia de un adulto llamado Zacarías. La Biblia dice que él lo “instruía en el temor del Dios verdadero” (2 Crónicas 26:5).
¿Tiene su hijo adolescente uno o más mentores adultos que compartan los valores de usted? No se ponga celoso; ellos son una influencia positiva para él. Un proverbio bíblico reza así: “El que está andando con personas sabias se hará sabio” (Proverbios 13:20).
3 EL SENTIDO DE RESPONSABILIDAD
En algunos países está prohibido que los jóvenes trabajen más de cierta cantidad de horas a la semana y que desempeñen determinados trabajos. La idea es protegerlos de las condiciones laborales peligrosas, una de las consecuencias de la revolución industrial de los siglos XVIII y XIX.
Aunque las leyes sobre trabajo infantil protegen a muchos jóvenes de peligros y abusos, algunos especialistas afirman que también les impiden adquirir un sentido de responsabilidad. Según el libro Escaping the Endless Adolescence (Cómo escapar de la eterna adolescencia), el resultado ha sido que muchos adolescentes de hoy manifiestan una “actitud arrogante y exigente; es casi como si sintieran que merecen tenerlo todo sin hacer nada”. Los autores señalan que esa actitud es “la respuesta natural a un mundo que está mucho más orientado a entretenerlos que a esperar algo de ellos”.
En agudo contraste, la Biblia habla de jóvenes que asumieron importantes responsabilidades. Veamos el ejemplo de Timoteo, quien al parecer era adolescente cuando conoció al apóstol Pablo, un hombre que ejerció una influencia decisiva en él. En cierta ocasión, Pablo le dio este consejo: “[Aviva] cual fuego el don de Dios que está en ti”; en otras palabras: “Pon todo tu corazón en la obra que se te ha encomendado” (2 Timoteo 1:6). El joven se marchó de casa con alrededor de 20 años y viajó junto al apóstol, ayudándolo a formar congregaciones y fortalecer a los hermanos. Al cabo de unos diez años juntos, Pablo pudo decir lo siguiente a los cristianos de Filipos: “No tengo a ningún otro de disposición como la de él, que genuinamente cuide de las cosas que tienen que ver con ustedes” (Filipenses 2:20).
Con frecuencia, los adolescentes desean asumir obligaciones, sobre todo si sienten que pueden aportar algo a los demás. Esto no solo los prepara para ser adultos responsables en el futuro, sino que les permite dar lo mejor de sí en el presente.
La adaptación al nuevo clima
Como mencionamos al inicio de este artículo, el “clima” ha cambiado ahora que su hijo es adolescente. Pero tenga la seguridad de que logrará adaptarse, tal como lo hizo en las etapas anteriores.
Vea la adolescencia de su hijo como una oportunidad para 1) ayudarlo a desarrollar su capacidad para pensar, 2) ofrecerle la guía de un adulto y 3) infundir en él un sentido de responsabilidad. Si aprovecha la oportunidad, preparará bien a su hijo para la vida adulta.
[Notas]
a Una obra de consulta señala atinadamente que la adolescencia es “un largo adiós”. Para más información, vea la revista La Atalaya del 1 de mayo de 2009, páginas 10 a 12, publicada por los testigos de Jehová.
b La industria del entretenimiento ha sabido sacar provecho de la inclinación de los adolescentes a estar con sus iguales y ha perpetuado la idea de que los jóvenes tienen su propio mundo, un mundo que los adultos no comprenden y al que no pueden entrar.
c El término adolescente no tiene equivalente exacto en la Biblia. Por lo visto, tanto en Israel como en la congregación cristiana los jóvenes se integraban en la vida adulta a una edad menor de la que es común hoy día en muchas culturas.
[Ilustración y recuadro de la página 20]
“NO HUBIERA PODIDO PEDIR MEJORES PADRES”
Con sus palabras y ejemplo, los padres testigos de Jehová enseñan a sus hijos a respetar los principios bíblicos (Efesios 6:4). Pero eso no significa que los obliguen a hacerlo. Saben bien que al llegar a la mayoría de edad, cada uno de ellos tendrá que decidir qué valores seguirá en su vida.
Aislyn, de 18 años, decidió conservar los valores con los que fue criada. “Para mí —menciona—, la religión no es algo de una vez a la semana; es mi vida. Afecta todo lo que hago y cada decisión que tomo: desde los amigos que tengo hasta las clases que elijo y los libros que leo.”
Ella agradece muchísimo la crianza que recibió de sus padres cristianos. Dice: “No hubiera podido pedir mejores padres. Me siento muy afortunada de que hayan infundido en mí el deseo de ser por siempre testigo de Jehová. Seguirán siendo una fuerza guiadora para mí mientras yo viva”.
[Ilustración de la página 17]
Deje hablar a su hijo
[Ilustración de la página 18]
Un mentor adulto puede ser una influencia muy positiva para su hijo
[Ilustración de la página 19]
Las tareas productivas preparan a los adolescentes para ser adultos responsables
-
-
Hablan los padres¡Despertad! 2011 | octubre
-
-
Hablan los padres
La adolescencia presenta retos completamente nuevos para muchos padres. Pero debe saber que esta etapa es tan confusa para su hijo como lo es para usted. ¿Qué puede hacer para ayudarlo a salir airoso de ella? Lea lo que han expresado algunos padres de diferentes partes del mundo.
LOS CAMBIOS
“De niño, mi hijo aceptaba sin quejarse todos mis consejos; pero cuando se hizo adolescente, empezó a cuestionar mi autoridad. No solo discutía lo que le decía, sino también mi manera de decírselo.” (Frank, Canadá.)
“Mi hijo ya no habla tanto como antes. Ahora tengo que preguntarle qué piensa en vez de esperar que venga y me lo cuente. Además, la respuesta no sale de inmediato; llega, pero tarda en llegar.” (Francis, Australia.)
“La paciencia es primordial. Aunque hay veces que uno quisiera gritarles a los hijos, siempre es mejor calmarse y conversar con ellos.” (Felicia, Estados Unidos.)
LA COMUNICACIÓN
“A veces, mi hija levanta una muralla defensiva o piensa que me la paso criticándola. Entonces tengo que recordarle que la quiero, que estamos en el mismo equipo y que soy su fan número uno.” (Lisa, Estados Unidos.)
“De pequeños, mis hijos me lo contaban todo. Era muy fácil hacer que se expresaran. Ahora tengo que ser más comprensiva y mostrarles que respeto su individualidad. Solo así consigo que me abran su corazón.” (Nan-hi, Corea.)
“No basta con prohibirle algo a un adolescente. Hay que razonar con él y tratar de llegar a su corazón conversando. Pero para lograrlo, uno debe estar dispuesto a escuchar lo que él tiene que decir, incluso si es algo que uno preferiría no escuchar.” (Dalila, Brasil.)
“Cuando tengo que llamarle la atención a mi hija, trato de que sea en privado, no delante de los demás.” (Edna, Nigeria.)
“A veces, cuando mi hijo y yo estamos platicando, me empiezo a distraer con quehaceres de la casa y no le doy toda mi atención. Sé que él se da cuenta y pienso que es en parte por eso que no habla mucho conmigo. Necesito hacerle más caso cuando me habla para que no deje de expresarse.” (Míriam, México.)
LA INDEPENDENCIA
“Siempre me había dado miedo darles más independencia a mis hijos, y he de reconocer que eso ha sido una fuente de conflictos. Así que decidí hablar francamente del tema con ellos. Les expliqué cuáles eran mis temores, y ellos me dijeron por qué querían más libertad. Al final logramos acordar que ellos la obtendrían, pero con límites razonables.” (Edwin, Ghana.)
“Mi hijo quería una moto. Me pareció tan descabellada la idea que me puse a regañarlo y a señalarle todos los peligros sin permitirle siquiera explicarse. Pero lo único que logré fue que se enojara y se empeñara más en conseguirla. Así que intenté una estrategia distinta. Le pedí que analizara el asunto desde todos los ángulos: los riesgos, el costo, los requisitos para obtener y conservar una licencia... También le dije que hablara con algunos cristianos maduros de la congregación. Me di cuenta de que si quería llegar a su corazón, no podía ser intransigente, sino que debía animarlo a expresar abiertamente sus deseos.” (Hye-young, Corea.)
“Les pusimos límites a nuestros hijos, pero también empezamos a concederles mayor libertad. Cuanto mejor la usaban, más recibían. Les ofrecimos muchas oportunidades para ganársela y les aclaramos que nuestro deseo era que la obtuvieran. Eso sí, cuando abusaban de nuestra confianza, no los dejábamos salirse con la suya.” (Dorothée, Francia.)
“Aunque nunca rebajé mis normas, les hacía concesiones a mis hijos cuando se portaban bien; por ejemplo, a veces los dejaba llegar a casa más tarde de lo habitual. Ahora, si llegaban tarde sin permiso en más de una ocasión, tenían que pagar las consecuencias.” (Il-hyun, Corea.)
“Mientras más responsable y cumplidor es un empleado, más consideraciones tiene con él su jefe. Del mismo modo, mi hijo sabe que mientras más obediente y responsable sea, más independencia irá obteniendo. Pero también sabe que así como un empleado es sancionado por no cumplir con sus obligaciones, él puede perder lo que ha ganado si no actúa responsablemente.” (Ramón, México.)
[Comentario de la página 22]
“Educa a tu hijo desde niño, y aun cuando llegue a viejo seguirá tus enseñanzas.” (Proverbios 22:6, Traducción en Lenguaje Actual)
[Ilustraciones y recuadro de la página 23]
HISTORIAS FAMILIARES
“Ser padre de un adolescente es una magnífica experiencia”
Joseph: Mis dos hijas mayores son adolescentes. Para mí es muy importante escucharlas y reconocer que tienen su propio punto de vista. Algo que me ayuda a mantener abiertas las líneas de comunicación es aceptar con humildad mis fallos y hablarles con respeto. En resumidas cuentas, yo diría que ser padre de un adolescente es una magnífica experiencia gracias a la guía de la Biblia, la Palabra de Dios.
Lisa: Noté que cuando nuestra hija mayor llegó a la adolescencia comenzó a necesitar aún más de mi atención. Recuerdo que pasaba mucho tiempo escuchándola, hablándole y tranquilizándola. Mi esposo y yo les hemos dicho a las niñas que pueden expresarse libremente y que respetaremos sus sentimientos. Siempre intento seguir el consejo de Santiago 1:19 de ser “presto en cuanto a oír, lento en cuanto a hablar”.
Victoria: Mi madre es mi mejor amiga. No conozco a nadie más dulce y comprensivo que ella; y así es con todo el mundo. No puedo pensar en una mejor palabra para describirla que auténtica. Nadie podría reemplazarla.
Olivia: Mi padre es cariñoso y generoso. Siempre se ofrece a ayudar a los demás, incluso cuando nosotros mismos no tenemos mucho. Es un hombre serio, pero también puede ser superdivertido. Es un padre muy especial, ¡y me encanta que sea mío!
“No tenemos tiempo para aburrirnos”
Sonny: Si las niñas tienen algún problema, nos sentamos con ellas y lo hablamos. Siempre somos sinceros unos con otros y usamos los principios bíblicos para tomar decisiones. Ynez y yo procuramos que las niñas tengan amigos que sean espirituales. Sus amigos son nuestros amigos, y los nuestros son los de ellas.
Ynez: Siempre estamos ocupados y hacemos muchas cosas juntos. Como somos testigos de Jehová, predicamos, estudiamos la Biblia individualmente y en familia, y trabajamos como voluntarios en labores de socorro, construcción de Salones del Reino y demás. Claro, también pasamos tiempo en actividades recreativas. En realidad, no tenemos tiempo para aburrirnos.
Kellsie: Mi padre sabe escuchar; además nos consulta a las tres antes de tomar decisiones importantes. Mi madre siempre me dice que sí cuando necesito su ayuda o cuando simplemente quiero hablar.
Samantha: Mi madre me hace sentir muy especial, muy querida y muy importante, aun sin darse cuenta. Me escucha y se preocupa por mí. No cambiaría su amistad por nada.
[Ilustraciones]
La familia Camera: Joseph, Lisa, Victoria, Olivia e Isabella
La familia Zapata: Kellsie, Ynez, Sonny y Samantha
[Ilustración de la página 22]
Los padres pueden conceder cierto grado de independencia a sus hijos, pero también deben fijar límites razonables
-
-
¿Cuál debe ser el objetivo de un padre?¡Despertad! 2011 | octubre
-
-
¿Cuál debe ser el objetivo de un padre?
¿QUÉ le gustaría que su hijo llegara a ser el día de mañana?
A. Una copia al carbón suya.
B. Un rebelde empeñado en ser todo lo opuesto a usted.
C. Un adulto responsable que tome buenas decisiones.
Algunos padres que eligen la opción C actúan como si prefirieran la A. Tratan de imponer sus valores en sus hijos adolescentes diciéndoles, por ejemplo, qué carrera seguir. ¿Con qué resultado? Tan pronto como estos obtienen cierto grado de independencia, huyen en la dirección opuesta. Otros padres, irónicamente, siembran la opción A y terminan cosechando la opción B.
Por qué no funciona tratar de controlarlo todo
Si quiere que su hijo llegue a ser un adulto responsable que tome buenas decisiones, ¿qué ha de hacer? Algo fundamental es evitar el impulso de controlarlo todo. Veamos por qué.
1. Querer controlarlo todo no tiene apoyo bíblico. Jehová creó al hombre con la libertad de elegir. Él nos permite decidir qué camino tomaremos en la vida, sea o no el acertado. Por ejemplo, cuando Caín empezó a albergar odio asesino contra su hermano Abel, Jehová le advirtió: “Si te diriges a hacer lo bueno, ¿no habrá ensalzamiento? Pero si no te diriges a hacer lo bueno, hay pecado agazapado a la entrada, y su deseo vehemente es por ti; y tú, por tu parte, ¿lograrás el dominio sobre él?” (Génesis 4:7).
Cabe notar que aunque Jehová le dio un franco consejo a Caín, no lo obligó a seguirlo. Le correspondía a él decidir si iba o no a dominar su odio. ¿Cuál es la lección? Si Jehová no intenta conseguir obediencia de sus criaturas inteligentes controlándolas en todo, tampoco deberían los padres intentarlo con sus hijos adolescentes.a
2. Querer controlarlo todo suele ser contraproducente. Imagínese que está tratando con un vendedor insistente. ¿Verdad que cuanto más lo presiona él, más resistencia ofrece usted? Y no es que no necesite el producto, sino que los modales del vendedor le quitan las ganas de comprarlo. Lo que quiere es salir huyendo.
Algo parecido podría ocurrir si intenta imponer sus valores, creencias y metas en su hijo adolescente. ¿Cree que las “comprará”? ¡Difícilmente! De hecho, podría provocar exactamente el efecto contrario: que sus normas le resulten desagradables. No es raro que fracasen los intentos de los padres por controlarlo todo. Entonces, ¿qué hacer?
En lugar de controlar todo aspecto de la vida de su hijo e imponerle sus valores, como cuando era más pequeño, ayúdelo a entender por qué es mejor hacer las cosas bien. Por ejemplo, si usted es cristiano, explíquele los beneficios que obtendrá a largo plazo si acata las normas divinas (Isaías 48:17, 18).
No olvide dar el ejemplo. Sea el tipo de persona que le gustaría que su hijo fuera (1 Corintios 11:1). Que no haya duda de los principios que lo rigen a usted (Proverbios 4:11). Si su hijo llega a amar a Dios y sus normas, no hará falta que usted esté presente para que él tome decisiones acertadas (Salmo 119:97; Filipenses 2:12).
Enséñele habilidades prácticas
Como se mencionó en la página 2 de esta revista, llegará el día —tal vez más pronto de lo que usted quisiera— en que su hijo “dejará a su padre y a su madre” (Génesis 2:24). Sin duda, querrá asegurarse de que él cuente con las habilidades necesarias para ser un adulto independiente. ¿Cuáles son algunas de las aptitudes que puede ayudarle a cultivar mientras todavía está en casa?
Habilidades domésticas. ¿Sabe cocinar su hijo? ¿Sabe lavar y planchar, conservar limpio y ordenado su cuarto, dar mantenimiento al auto y hacerle reparaciones básicas? Estas habilidades le serán útiles cuando le llegue el momento de formar su propio hogar. El apóstol Pablo dijo: “Ustedes mismos saben que estas manos han atendido a las necesidades mías” (Hechos 20:34).
Habilidades sociales (Santiago 3:17). ¿Se lleva su hijo bien con la gente? ¿Sabe zanjar desacuerdos de manera amigable? ¿Le ha enseñado a tratar con respeto a los demás y a resolver pacíficamente los conflictos? (Efesios 4:29, 31, 32.) La Biblia manda: “Honren a hombres de toda clase” (1 Pedro 2:17).
Administración del dinero (Lucas 14:28). ¿Puede hacer que su hijo aprenda un oficio? ¿Le ha enseñado a manejar un presupuesto y a no meterse en deudas? ¿Lo ha acostumbrado a evitar las compras impulsivas, a ahorrar para comprar algo que necesite y a conformarse con lo básico? (Proverbios 22:7.) Pablo dijo: “Teniendo, pues, sustento y con qué cubrirnos, estaremos contentos con estas cosas” (1 Timoteo 6:8).
Si su hijo ha aprendido a guiarse por valores elevados y posee habilidades prácticas, podría decirse que está preparado para la edad adulta. ¡Ha cumplido usted su objetivo! (Proverbios 23:24.)
[Nota]
a Para más información, consulte La Atalaya del 1 de febrero de 2011, páginas 18 y 19.
¿SE LO HA PREGUNTADO?
● ¿Cuál debe ser su objetivo como padre? (Hebreos 5:14.)
● ¿Qué responsabilidad recaerá sobre su hijo cuando llegue a adulto? (Josué 24:15.)
[Ilustraciones de la página 25]
¿Qué le gustaría que su hijo llegara a ser?
Una copia al carbón
Un rebelde
Un adulto responsable
-