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    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
    • A los hijos varones los atendía especialmente la madre hasta que tenían unos cinco años. Como es natural, el padre tenía la responsabilidad principal de enseñar al hijo las Escrituras desde su infancia con la ayuda de la madre. (Dt 6:7; Pr 1:8; Ef 6:4; 2Ti 3:15.) Según iban creciendo, el padre los educaba e instruía en la agricultura, la ganadería o en algún oficio, como el de carpintero. José y David fueron pastorcillos. (Gé 37:2; 1Sa 16:11.)

      Las niñas estaban bajo la custodia directa de la madre, aunque naturalmente seguían sujetas a la jurisdicción del padre. Mientras vivían en casa, se les enseñaba a desempeñar las tareas domésticas, que les serían de gran valor para la vida adulta. Raquel era pastora. (Gé 29:6-9.) Las mujeres jóvenes trabajaban en los campos durante la siega (Rut 2:5-9), y la muchacha sulamita dice que sus hermanos la hicieron guardiana de las viñas. (Can 1:6.)

  • Hijos
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
    • Los padres eran los responsables de la educación y preparación de sus hijos. Debían darles instrucción y guía tanto de palabra como con el ejemplo. El programa educativo era el siguiente: 1) Se les enseñaba a temer a Jehová. (Sl 34:11; Pr 9:10.) 2) Se exhortaba al niño a honrar a su padre y a su madre. (Éx 20:12; Le 19:3; Dt 27:16.) 3) Se inculcaba con diligencia en su mente enseñable la disciplina o instrucción de la Ley, sus mandamientos y doctrinas, y se les educaba en las actividades de Jehová y sus verdades reveladas. (Dt 4:5, 9; 6:7-21; Sl 78:5.) 4) Se les recalcaba el respeto a las personas mayores. (Le 19:32.) 5) Se grababa en su mente de manera indeleble la importancia de obedecer. (Pr 4:1; 19:20; 23:22-25.) 6) Se daba mucha importancia a la preparación práctica para la vida adulta. Las muchachas aprendían las labores del hogar, y los muchachos aprendían el oficio de su padre o quizás algún otro. 7) Se enseñaba a los niños a leer y escribir.

      Después del exilio en Babilonia, hubo sinagogas en la mayoría de las ciudades, y con el tiempo los maestros instruyeron allí a los muchachos. Los padres también instruían a sus hijos cuando iban a las asambleas que se celebraban con el propósito de adorar y alabar a Jehová. (Dt 31:12, 13; Ne 12:43.) Los padres de Jesús lo habían llevado a Jerusalén para la Pascua. En el viaje de regreso lo echaron de menos y luego lo hallaron en el templo, “sentado en medio de los maestros, y escuchándoles e interrogándolos”. (Lu 2:41-50; véase EDUCACIÓN.)

  • Hijos
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 1
    • Autoridad de los padres. La autoridad de los padres, en particular la del padre, era bastante amplia. Mientras el padre vivía y era capaz de dirigir su casa, los hijos debían estar en sujeción a él. Sin embargo, cuando un hijo formaba su propio hogar independiente, entonces llegaba a ser el cabeza de su casa. Un padre podía vender a sus hijos como esclavos por un tiempo (aunque no vendería a una hija a un extranjero) para pagar sus deudas, o quizás darlos como fianza. (Éx 21:7-10; 2Re 4:1; Ne 5:2-5; Mt 18:25.) La autoridad del padre sobre la hija era tal que hasta podía anular un voto que ella hubiera hecho. Sin embargo, no tenía autoridad para impedir que adorara a Jehová u obedeciera sus mandamientos, pues el padre era un miembro de la nación de Israel, de modo que estaba dedicado a Dios y debía cumplir la Ley. (Nú 30:3-5, 16.) Una hija era propiedad de su padre hasta que la casaba. (Jos 15:16, 17; 1Sa 18:17, 19, 27.) Los padres escogían el cónyuge para sus hijos y tramitaban el matrimonio. (Gé 21:21; 24:2-4; 28:1, 2; Éx 21:8-11; Jue 14:1-3.) Si más tarde la hija enviudaba o se divorciaba, podía volver a la casa de su padre y pertenecerle de nuevo. (Gé 38:11; Le 23:13.)

      Los derechos hereditarios se transmitían por medio del padre. Si nacían gemelos, se esforzaban concienzudamente por identificar al hijo que nacía primero (Gé 38:28), pues el primogénito recibía una porción doble de la herencia de su padre. (Dt 21:17; Gé 25:1-6.) Cuando el padre moría, se distribuía la herencia, y el hijo mayor solía asumir la jefatura de la casa y la responsabilidad de sustentar a las mujeres de la familia. Al hijo que nacía de un matrimonio de levirato se le criaba como si fuese hijo del difunto, y heredaba su propiedad. (Dt 25:6; Rut 4:10, 17.)

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