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  • Amor a primera vista... ¡y para siempre!
    ¡Despertad! 1991 | 22 de septiembre
    • Amor a primera vista... ¡y para siempre!

      “SI USTED mira a los recién nacidos —comenta la doctora Cecilia McCarton, del Albert Einstein College of Medicine de Nueva York—, verá que están muy alertas y al tanto de lo que los rodea. Son receptivos a su madre. Se giran hacia los sonidos. Y fijan su mirada en el rostro de su madre.” La madre, a su vez, entra en contacto visual con su bebé. Es un amor a primera vista en el caso de ambos.

      Este momento en que se forjan los lazos de unión entre la madre y el bebé llega de forma natural si el parto es espontáneo, sin fármacos que emboten los sentidos de la madre y del bebé. Los llantos del bebé estimulan la producción de leche de la madre. El contacto de su piel con la de ella libera una hormona que reduce la hemorragia posparto. El niño nace con unos programas cerebrales que sirven para forjar los lazos de unión: llora, chupa, balbucea, gorjea, sonríe y da pataditas nerviosas para atraer la atención de la madre. El apego, principalmente a la madre, hace posible que la criatura llegue a tener un sentido de amor, cariño y confianza. Pero el padre se convierte en seguida en una figura importante a la que sentirse allegado. Es cierto que su relación con el bebé no es tan íntima como la de la madre, pero también es una importante dimensión: se asoma, le hace cosquillas, le zarandea suavemente, y el bebé responde con risitas y movimientos excitados.

      El doctor Richard Restak comenta que tomar en brazos y abrazar a un recién nacido es como alimento para él. “El tacto —dice— es tan necesario para el desarrollo normal del bebé como la comida y el oxígeno. Cuando la madre abre los brazos para tomar al bebé y lo acurruca, se conjugan en él un sinfín de procesos psicobiológicos.” Un trato de este tipo hace que hasta el cerebro físico del bebé adquiera “una diferente fisonomía de protuberancias y hendiduras”.

      Protéjase del desapego

      Hay quienes dicen que si los lazos de unión entre la madre y el bebé no se forjan en el momento de nacer, habrá graves problemas en el futuro. Pero no es así. Durante las semanas que siguen al parto, hay centenares de momentos íntimos en los que los tiernos cuidados maternos pueden afianzar los vínculos entre madre e hijo. No obstante, en el caso de que se nieguen esos momentos a la criatura por mucho tiempo, sí pueden producirse lamentables consecuencias. “Aunque todos nos necesitamos unos a otros a lo largo de nuestra vida —explica el doctor Restak—, esa necesidad está más acentuada durante el primer año de vida. Prive a un bebé de la luz, de la oportunidad de mirar a un rostro humano, del deleite de ser tomado en brazos, abrazado y arrullado, de recibir atenciones, de ser tocado... y el bebé no soportará tales privaciones.”

      Los bebés lloran por muchas razones. Normalmente quieren atención. Si después de un tiempo no se atienden sus llantos, quizás dejen de llorar. Sienten que la persona que los cuida no responde. Lloran otra vez. En el caso de que no haya respuesta, se sienten abandonados e inseguros. Prueban con más fuerza. Si la situación continúa igual por mucho tiempo y se repite con frecuencia, el bebé se siente abandonado. Al principio está enfadado, hasta encolerizado, aunque finalmente se da por vencido. Empieza a surgir el desapego. Como no recibe amor, no aprende a amar. La conciencia no se desarrolla debidamente. No confía en nadie, no se interesa por nadie. Se convierte en un niño problemático y, en casos extremos, en una personalidad psicopática incapaz de sentir remordimiento por actos delictivos.

      El amor a primera vista no es el fin de todo. Tiene que continuar para siempre, y no solo de palabra, sino también con hechos. “No amemos de palabra ni con la lengua, sino en hecho y verdad.” (1 Juan 3:18.) Dé a sus hijos muchos abrazos y besos. Enséñeles los valores verdaderos de la Palabra de Dios, la Biblia, e instrúyales de acuerdo con ellos en seguida, antes de que sea demasiado tarde. Si lo hace, podrá decirse de sus hijos lo mismo que de Timoteo: “Desde la infancia has conocido los santos escritos, que pueden hacerte sabio”. (2 Timoteo 3:15.) Durante su infancia y adolescencia, pase tiempo con ellos todos los días. “Estas palabras que te estoy mandando hoy tienen que resultar estar sobre tu corazón; y tienes que inculcarlas en tu hijo y hablar de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino y cuando te acuestes y cuando te levantes.” (Deuteronomio 6:6, 7.)

      ‘Puede que lloremos, pero es para nuestro bien’

      Para muchos, la disciplina es un tema delicado; pero cuando se administra apropiadamente, constituye una parte esencial del amor de los padres. Una niña pequeña lo reconoció. Hizo una tarjeta para su madre y se la dedicó con estas palabras: “Para mami, para una encantadora señora”. La tarjeta estaba decorada con dibujos hechos con lápices de colores en los que se veía un Sol dorado, pájaros revoloteando y flores rojas. La tarjeta decía: “Es para ti porque todos te queremos. Deseamos mostrarte nuestro aprecio haciéndote una tarjeta. Cuando tenemos malas notas, las firmas. Cuando nos portamos mal, nos das un azote. Puede que lloremos, pero sabemos que es para nuestro bien. [...] Todo lo que deseo decirte es que te quiero muchísimo. Gracias por todo lo que haces por mí. Amor y besos. [Firmado] Michele”.

      Michele concuerda con lo que dice Proverbios 13:24: “El que retiene su vara odia a su hijo, pero el que lo ama es el que de veras lo busca con disciplina”. El uso de la vara, que representa la autoridad, puede incluir unos azotes, pero muchas veces no. Cada niño es distinto, se comporta de manera distinta y necesita disciplina distinta. A veces puede ser suficiente una reprensión bondadosa; otras veces, si hay terquedad, puede requerirse una medicina más fuerte: “Una reprensión obra más profundamente en un entendido que el golpear cien veces a un estúpido”. (Proverbios 17:10.) También se puede aplicar lo que dice Proverbios 29:19: “Un siervo [o un niño] no se dejará corregir por meras palabras; porque entiende, pero no está haciendo caso”.

      En la Biblia, la palabra “disciplina” significa instruir, entrenar (educar), castigar e incluso azotar si eso es lo que se necesita. Hebreos 12:11 explica cuál es el propósito de la disciplina: “Es cierto que ninguna disciplina parece por el presente ser cosa de gozo, sino penosa; sin embargo, después, a los que han sido entrenados por ella, da fruto pacífico, a saber, justicia”. Los padres no han de ser extremadamente duros al aplicar la disciplina: “Padres, no estén exasperando a sus hijos, para que ellos no se descorazonen”. (Colosenses 3:21.) Pero tampoco deben ser demasiado permisivos: “La vara y la censura son lo que da sabiduría; pero el muchacho que se deja a rienda suelta causará vergüenza a su madre”. (Proverbios 29:15.) Lo que el padre permisivo dice en realidad es: “Haz lo que te plazca, pero no me molestes”, mientras que el que disciplina dice: “Haz lo correcto; me intereso por ti”.

      La revista U.S.News & World Report del 7 de agosto de 1989 dijo acertadamente: “Cuando los padres no son demasiado duros a la hora de castigar, pero ponen límites firmes y se apegan a ellos, es muy probable que sus hijos obtengan muchos logros y se lleven bien con otros”. El artículo decía en la conclusión: “Quizás lo más importante que puede sacarse de todos los datos científicos es que lo que realmente cuenta es poner dentro de cada familia un patrón de amor y confianza y unos límites aceptables, y no montones de detalles técnicos. El verdadero objetivo de la disciplina (una palabra que tienen la misma raíz latina que ‘discípulo’) no es castigar a niños revoltosos, sino enseñarles, guiarlos y ayudarlos a que se grabe en ellos una serie de controles internos”.

      Ellos oyen lo que usted dice y copian lo que hace

      Un artículo sobre la disciplina publicado en la revista The Atlantic Monthly decía en la introducción: “Solo puede esperarse que un niño se comporte bien si sus padres viven de acuerdo con los valores que enseñan”. El artículo procedió a mostrar la importancia de los valores internos: “Por lo general, los adolescentes que se comportaban bien tenían padres responsables, rectos y autodisciplinados, que vivían de acuerdo con los valores que profesaban y animaban a sus hijos a seguir su ejemplo. Cuando, como parte de la investigación, se puso a los buenos adolescentes en contacto con adolescentes problemáticos, su comportamiento no se vio afectado permanentemente. Tenían muy bien grabados en su interior los valores de sus padres”. Resultó cierto el proverbio: “Entrena al muchacho conforme al camino para él; aun cuando se haga viejo no se desviará de él”. (Proverbios 22:6.)

      Los padres que trataron de inculcar en sus hijos valores buenos que ellos mismos no seguían no tuvieron éxito. Sus hijos “no pudieron hacer suyos esos valores”. El estudio demostró que “lo que marcaba la diferencia era cuánto se apegaban los padres a los valores que trataban de enseñar a sus hijos”.

      Ocurre lo que dijo el autor James Baldwin: “A los niños nunca se les ha dado muy bien escuchar a sus mayores, pero jamás han fallado a la hora de imitarlos”. Si ama a sus hijos y quiere enseñarles valores verdaderos, utilice el mejor método de todos: sea el ejemplo de sus enseñanzas. No haga como los escribas y los fariseos a los que Jesús condenó como hipócritas: “Por eso, todas las cosas que les digan, háganlas y obsérvenlas, pero no hagan conforme a los hechos de ellos, porque dicen y no hacen” (Mateo 23:3); ni como aquellos a quienes el apóstol Pablo preguntó en tono acusador: “Tú, sin embargo, el que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú, el que predicas: ‘No hurtes’, ¿hurtas?”. (Romanos 2:21.)

      Hoy día muchas personas prescinden de la Biblia por considerarla anticuada y opinan que sus directrices son poco prácticas. Pero Jesús pone en tela de juicio esta postura con las siguientes palabras: “De todos modos, la sabiduría queda probada justa por todos sus hijos”. (Lucas 7:35.) Los siguientes relatos de familias de muchos países demuestran la veracidad de estas palabras de Jesús.

      [Fotografía en la página 7]

      Un vínculo estrecho con la madre ayuda al bebé a desarrollarse emocionalmente

      [Fotografía en la página 8]

      También es vital el tiempo que el padre dedica al niño

  • Criar a los hijos. Informe mundial. Padres que dan amor, disciplina, ejemplo y valores espirituales
    ¡Despertad! 1991 | 22 de septiembre
    • Criar a los hijos. Informe mundial. Padres que dan amor, disciplina, ejemplo y valores espirituales

      PADRES de varios países han explicado cómo han logrado criar bien a sus hijos desde la infancia y durante la adolescencia. Todos ellos son testigos de Jehová, así que lo que dicen subraya la necesidad de dar atención a los cuatro campos que se mencionan en el título de este artículo. Los extractos reproducidos a continuación solo recogen unos pocos de los diversos criterios que aplicaron en la crianza de su familia.

      Desde Hawai

      “Como dice la Biblia, el amor es la ‘mayor’ cualidad. Deben respirarse todas sus preciosas facetas en el hogar y la familia. Carol y yo hemos compartido esta cualidad divina en nuestro matrimonio. Estamos unidos, y nos gusta estar juntos. Creo firmemente, y nunca lo enfatizaré demasiado, que la clave para tener éxito en la crianza de los hijos es que el matrimonio sea feliz.

      ”Todavía recuerdo los profundos sentimientos que surgieron en mi corazón durante los días y semanas que siguieron al nacimiento de nuestro primer hijo. Me maravillaba la idea de que había venido al mundo una nueva criatura. Recuerdo a Carol tan feliz y satisfecha mientras amamantaba a Rachel. Estaba feliz por ella, pero también sentía un cierto resentimiento, algo de celos. Carol estaba forjando lazos de unión con Rachel, pero ¿dónde entraba yo en el cuadro? Me encontraba como si se me hubiese empujado —con mucha suavidad, pero empujado al fin y al cabo— a un rincón de nuestra familia. Con la ayuda de Jehová pude hacerle saber a Carol mis sentimientos y mi preocupación, y ella mostró mucha comprensión y me apoyó.

      ”A partir de entonces pude sentirme más cerca de nuestra recién nacida. Ayudaba en todas las tareas relacionadas con ella, incluso en algunas de las desagradables: lavar un pañal sucio es una experiencia singular, por no decir algo peor. Después de Rachel hemos tenido otros cinco hijos. La menor es Rebecca, que ahora tiene ocho años. Hemos conducido estudios personales de la Biblia con cada uno de nuestros hijos.

      ”Permítaseme comentar un detalle más sobre la crianza temprana de los hijos. Carol y yo disfrutábamos de hablar con nuestros bebés desde el momento en que nacieron. Les hablábamos de todo tipo de cosas: unas veces, de Jehová y de sus maravillosas y extraordinarias obras, y otras, de tonterías, cosas alegres y divertidas. Por supuesto, tratábamos de enseñarles algo, pero más que nada estábamos disfrutando de pasar juntos un ratito agradable, relajado e inocente. Estoy convencido de que esas charlas contribuyeron mucho a forjar los lazos de unión que existen entre los niños y nosotros. No hay duda de que ayudaron a crear el ambiente de buena comunicación que hemos tenido en nuestra familia.

      ”Jehová nos ha enseñado a apreciar que lo más valioso son las cosas espirituales y el dar de nosotros mismos. Carol y yo nunca hemos tenido muchas posesiones materiales, pero lo cierto es que jamás las hemos buscado, ni tampoco las hemos echado de menos. Si hubiésemos dedicado más tiempo a trabajar arduamente por conseguir riquezas, no habríamos tenido suficiente tiempo para Jehová y nuestra familia. Hemos escogido lo mejor.” (Carol hace los siguientes comentarios.)

      “Creo que amamantar a los hijos ayuda mucho a forjar vínculos de unión entre el bebé y su madre. Se pasa tanto tiempo tomando al bebé y abrazándolo, que no se puede evitar sentirse unida a él. La madre que amamanta no puede apartarse del bebé por más de dos o cuatro horas. Ed y yo siempre hemos sido muy estrictos en cuanto a no dejar nuestros hijos al cuidado de niñeras. Siempre he querido enseñar a mis hijos y cuidarlos personalmente mientras crecían. Por eso no trabajaba fuera de casa cuando eran muy pequeños. Creo que esto les ayudó a darse cuenta de cuánta importancia tenían para nosotros. La mejor manera de que una madre esté unida a sus hijos es pasando tiempo con ellos. No hay nada que pueda ocupar el lugar de estar personalmente con los hijos. Todas las cosas materiales que se les den jamás podrán suplir la presencia de la madre.

      ”Sus años de adolescencia fueron difíciles para mí, pero solo porque tenía que hacerme a la idea de que crecían. Me costó mucho aceptarlo, darme cuenta de que ya no me necesitaban tanto y de que estaban haciéndose más independientes. Esta época asusta, y somete a prueba toda la labor que los padres han hecho hasta entonces en lo tocante a enseñanza, disciplina y formación. Es demasiado tarde esperar a que sean adolescentes. Es demasiado tarde para tratar de enseñarles normas morales, amor al prójimo y, especialmente, amor a Jehová. Estas enseñanzas deben inculcarse desde que nacen.

      ”Se dispone de unos doce años para hacer todo ese trabajo antes de que lleguen los años críticos de la adolescencia. Pero si los padres se esfuerzan arduamente por aplicar los principios de la Biblia, esos años son el momento de segar gozo y paz al ver que los hijos deciden servir a Jehová de corazón.”—Edward y Carol Owens.

      Desde Zimbabue

      “Los hijos son ‘una herencia de parte de Jehová’. Así lo dice la Biblia en el Salmo 127:3. Tener presente este hecho nos ha ayudado como padres a hacer todo lo posible por cuidar de esta herencia. Entre otras cosas, nuestra familia se ha esforzado principalmente por efectuar actividades juntos: orar, estudiar la Biblia, adorar, trabajar, visitar a amigos y jugar.

      ”A veces ha hecho falta administrar disciplina. En cierta ocasión llegó tarde a casa nuestro hijo, que hacía poco que había entrado en la adolescencia. Estábamos preocupados. Nos respondió con evasivas, y percibimos que algo iba mal, pero decidimos dejar el asunto para la mañana siguiente. A medianoche oímos llamar a la puerta de nuestro dormitorio. Era nuestro hijo, que llegaba con lágrimas en los ojos.

      ”‘Papá, mamá, no he podido dormir en estas cuatro horas, y todo porque no les escuché cuando me dieron consejo bíblico acerca de las malas compañías. Al terminar las clases, unos chicos me presionaron para que fuera a nadar con ellos, y uno me metió debajo del agua. De no ser porque otro muchacho me ayudó, me habría ahogado. Se rieron de mí y me llamaron cobarde. Vine directamente a casa, pero me quedé fuera porque me sentía culpable. Lamento no haberles escuchado cuando me advirtieron con la Biblia acerca de las malas compañías.’ (1 Corintios 15:33.)

      ”Él lloró, y nosotros también. Estábamos satisfechos de que hubiese aprendido la lección, pero le disciplinamos para que se le grabara aún más. Éxodo 34:6, 7 dice que Jehová es misericordioso y perdona el error, pero ‘de ninguna manera da exención de castigo’.”—David y Betty Mupfururirwa.

      Desde Brasil

      “Soy viuda y tengo que criar sola a mi hijo. Además, trabajo de maestra. No es fácil instruir y disciplinar a los niños. Se necesita instrucción coherente, disciplina equilibrada y que los padres pongan un buen ejemplo. Me resultaba difícil ser firme y compasiva al mismo tiempo. Tuve que cultivar el arte de escuchar, especialmente escuchar desde el corazón. Es importante comunicarse, no solo hablar, sino hacer que el niño participe, que reaccione emocionalmente. Traté de conseguir que se sintiera parte de la familia haciendo que conociese nuestro presupuesto. Cuando llegaba la factura de la luz o del agua, o subía el precio de la ropa o el calzado, hablábamos de estos asuntos juntos.

      ”Es importante encomiar sinceramente a los hijos por lo que hacen bien. Cuando se presentaba la oportunidad, le mostraba el valor de seguir los principios y las leyes de Dios. En cierta ocasión, después de haberle aconsejado varias veces, tuve que usar la vara literal. ¡Qué difícil fue para mí, pero qué buenos resultados conseguí! Durante la adolescencia todos tenemos altibajos, pero podemos ver el valor de la instrucción y la disciplina. Mi hijo me explica sus problemas personales y me hace saber sus sentimientos.

      ”Debo permanecer alerta para mantener una buena comunicación. Así que trato de no estar demasiado ocupada con mi trabajo seglar a fin de siempre tener tiempo para mi hijo. Cuando nos enfrentamos a problemas, procuro escuchar con mucha atención, y, con la ayuda de Jehová, los superamos. Le hago saber que yo también cometo errores. Una vez estaba muy enfadada y le dije que ‘cerrase la boca’. Me respondió que no era amoroso decir a alguien que ‘cierre la boca’. Tenía razón. Aquella tarde tuvimos una charla muy larga.”—Yolanda Moraes.

      Desde la República de Corea

      “Me esforzaba por aplicar los principios bíblicos en mi vida de familia. En mi corazón estaban muy grabadas las palabras de Deuteronomio 6:6-9. Así que me esforcé por estar con mis hijos tanto tiempo como podía, procuré forjar unos fuertes lazos de unión con ellos e inculcarles los principios de la Palabra de Dios en su mente y corazón. También invitaba a casa a siervos de tiempo completo —misioneros y miembros de la familia Betel— para que mis hijos tuviesen una idea de cómo es el servicio de tiempo completo.

      ”Lo primero que deben hacer los padres cuando los hijos causan problemas es desplegar los frutos del espíritu. Es fácil enfadarse con ellos y perder los estribos, pero nosotros, los padres, debemos ser pacientes y mostrar una conducta ejemplar. Es importante que los respetemos y les demos la oportunidad de explicar la situación. Si no hay ninguna prueba clara de que se hayan comportado mal, hay que confiar en ellos y edificarlos siempre. Cuando se ha de disciplinar a un hijo, primero debe razonarse con él, hacerle ver lo que hizo mal e indicarle lo desagradable que fue su acción a los ojos de Jehová y de sus padres. Solo después de esto se les debe disciplinar. Muchas veces, mis hijos me decían una vez que los disciplinaba: ‘Papá, no me comprendo, no sé por qué era rebelde. Me porté de manera muy insensata’. Agradecían que sus padres se interesasen lo suficiente en ellos como para disciplinarlos.

      ”Los padres deben estar alerta para percibir en qué momento empieza a manifestarse la mala conducta. Cuando mi hijo mayor tenía catorce años, oí que sonaba en su habitación música rock a todo volumen. Descubrí que se había unido a un grupo de estudiantes que se dedicaba a aconsejar y orientar a otros más jóvenes, y había recibido influencias mundanas. Me enteré de que había fumado debido a la continua presión de los miembros del grupo y también movido por la curiosidad. Razonamos juntos sobre los peligros del tabaco, y él decidió personalmente que debía separarse del grupo, y eso fue lo que hizo. A fin de llenar el vacío que quedaba tras descontinuar las actividades objetables en las que había participado con sus compañeros de escuela, organizamos ocasiones de recreación sana con la familia y los miembros de la congregación.

      ”Finalmente, quiero decir que lo más importante es que los padres pongan un buen ejemplo. Siempre había dicho a mis dos hijos que quería servir a Dios como ministro de tiempo completo predicando las buenas nuevas. Cuando mi segundo hijo terminó la escuela, pude jubilarme de mi empleo en una sedería y emprender el ministerio de tiempo completo. Mis dos hijos vieron mi determinación y siguieron mi ejemplo. Tras pasar un tiempo en prisión por la cuestión de la neutralidad, ambos emprendieron el servicio de tiempo completo, y continúan en él hasta el día de hoy.”—Shim Yoo Ki.

      Desde Suecia

      “Hemos criado siete hijos: cinco niños y dos niñas. Ahora ya han crecido, y todos están muy activos en la predicación de las buenas nuevas del Reino de Dios. Desde que eran muy pequeños asistieron a las reuniones de la congregación y nos acompañaron en el servicio del campo. Paso a paso aprendieron a predicar: tocar el timbre, saludar al amo de casa, decir su nombre y ofrecer una hoja suelta, un tratado o una revista. Siendo todavía bastante pequeños, ya hacían presentaciones en la Escuela del Ministerio Teocrático.

      ”A veces surgían problemas serios que requerían atención especial. En esas ocasiones es importante manifestar amor y paciencia, no gritar ni regañar. Los problemas se resolvían razonando sobre los asuntos y destacando el punto de vista de Jehová. Les enseñamos a administrar el dinero. Cuando crecieron un poco, trabajaron distribuyendo periódicos, recogiendo turba, atendiendo jardines y efectuando tareas similares. Por otra parte, el que visitaran a sus abuelos, que vivían a bastante distancia de nosotros, les hizo darse cuenta de los problemas que tienen las personas mayores y les ayudó a mostrarles compasión.

      ”Con ocasión de nuestro trigésimo aniversario de boda, recibimos la siguiente carta:

      ”‘A nuestros queridos padres:

      ”’¡GRACIAS POR TODO! Por el inmenso cariño que nos han prodigado, por la fe genuina que nos han inculcado y por la maravillosa esperanza que nos han dado: todo esto no puede evaluarse ni en palabras ni en dinero. Sin embargo, queridos papá y mamá, esperamos que este pequeño recuerdo sirva para que aprecien lo mucho que los queremos. [Firmado] Sus hijos.’

      ”Cuando miramos atrás a todos estos ‘proyectos de veinte años’, sentimos una profunda gratitud a Jehová, nuestro Padre celestial, por haber sido tan misericordioso con nosotros.”—Bertil y Britta Östberg.

      Diversos comentarios de los padres

      “El amamantamiento es el método que Jehová utiliza para que el bebé esté en estrecho contacto físico con su madre, pero el padre puede suplementarlo con una mecedora. Obtuve mucha satisfacción de acunar a mis hijos todas las noches sentado en la mecedora hasta que se dormían.”

      “Como padre, no estoy dotado para amamantar a nuestros hijos, pero tuve contacto físico estrecho con ellos al bañarlos todas las noches. Tanto para mí como para ellos ese era un rato divertido.”

      “De vez en cuando me llevo a uno de mis hijos a cenar conmigo a solas. Les encanta el tiempo que pasan a solas con papá.”

      “Según han ido pasando los años, poco a poco les hemos ido dando más libertad y responsabilidades. Cuando se tiene un muelle apretado en la mano, hay que soltarlo lentamente si no se quiere que se escape de golpe de entre los dedos.”

      “Muestre mucho afecto. Jamás se ha muerto un niño por recibir abrazos y besos, pero sin ellos sus sentimientos sí pueden morirse.”

      “Sea paciente, no los agobie. No esté siempre encima de ellos. Deje que cultiven amor propio. Déles cuatro alabanzas por cada crítica.”

      “Haga todo lo posible por convertirlos en hombres y mujeres de provecho.”

      [Fotografía en la página 9]

      Los niños pequeños, como Rebecca, necesitan afecto genuino

      [Fotografía en la página 10]

      Dedicar tiempo a hacer cosas juntos contribuirá a fortalecer los lazos familiares

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