-
“¿Qué le ha pasado a mi hijo?”¡Despertad! 2008 | junio
-
-
“¿Qué le ha pasado a mi hijo?”
Scott y Sandraa se quedaron de una pieza cuando su hija de 15 años entró en la sala: su pelo, que antes era rubio, ahora era ¡rojo intenso! Y más sorprendidos quedaron con la conversación que siguió.
—¿Te dimos permiso para teñirte el pelo?
—No, pero tampoco me lo prohibieron.
—¿Por qué no nos preguntaste?
—Porque sabía que iban a decir que no.
COMO bien lo pueden atestiguar Scott y Sandra, la adolescencia es un período turbulento, no solo para los jóvenes, sino también para los padres. De hecho, muchos padres no están nada preparados para hacer frente a los cambios drásticos que experimentan sus hijos al iniciar la pubertad. “Nuestra hija cambió así, de la noche a la mañana —recuerda Barbara, una madre de Canadá—. ‘¿Pero qué le ha pasado?’, me preguntaba. Era como si nos la hubieran cambiado mientras dormíamos.”
La experiencia de Barbara no es excepcional. He aquí los comentarios de padres de diversas partes del mundo.
“Cuando mi hijo llegó a la adolescencia, de repente se volvió más porfiado y respondón.” (Lia, de Gran Bretaña.)
“Nuestras hijas empezaron a obsesionarse con su apariencia.” (John, de Ghana.)
“Mi hijo quería tomar sus propias decisiones sin que nadie le dijera qué hacer.” (Celine, de Brasil.)
“A nuestra hija ya no le gustaba que la abrazáramos ni la besáramos.” (Andrew, de Canadá.)
“Nuestros hijos se volvieron más irritables. En vez de acatar nuestras decisiones, las cuestionaban y las discutían.” (Steve, de Australia.)
“Mi hija escondía sus sentimientos. Vivía encerrada en su pequeño mundo y se enojaba mucho cuando yo trataba de entrar.” (Joanne, de México.)
“Nuestros hijos empezaron a actuar con mucho secreto y se volvieron más celosos de su intimidad. Preferían estar con sus amigos que con nosotros.” (Daniel, de Filipinas.)
Si usted es padre o madre de un adolescente, probablemente habrá visto su experiencia reflejada en algunos de estos comentarios. De ser así, sepa que entender a ese “extraño” que vive en su casa no es un imposible. La Biblia puede ayudarle. ¿Cómo?
Sabiduría y entendimiento
Dice un proverbio bíblico: “Adquiere sabiduría, adquiere entendimiento” (Proverbios 4:5). Ambas cualidades son esenciales al tratar con adolescentes. Se precisa entendimiento para ver más allá de la superficie y percibir las verdaderas razones de su comportamiento, y sabiduría para seguir encaminándolos hacia una vida adulta responsable.
No se deje engañar por la brecha que parece ser cada vez mayor entre usted y su hijo. Lo cierto es que los chicos necesitan —e incluso desean— que los padres se involucren en esta complicada etapa de su vida. ¿Cómo le ayudarán el entendimiento y la sabiduría?
[Nota]
a Se han cambiado los nombres en esta serie.
-
-
Guía para padres de adolescentes. El papel del entendimiento¡Despertad! 2008 | junio
-
-
Guía para padres de adolescentes. El papel del entendimiento
Suponga que está de visita en un país extranjero y no habla el idioma. Sin duda, comunicarse con la gente le será difícil, pero no imposible. Por ejemplo, podría aprender unas cuantas expresiones básicas con un manual de conversación o podría pedir a alguien que le sirviera de intérprete.
A VECES, los padres de adolescentes tienen la sensación de hallarse en una situación como la que se describe arriba. Como pasa con un idioma extranjero, el comportamiento de los chicos es difícil —mas no imposible— de entender. La clave está en tratar de interpretar lo que sucede durante esta emocionante, y al mismo tiempo desconcertante, etapa de crecimiento.
Por qué actúan así
El deseo de independencia de un joven no siempre es señal de rebeldía. Recuerde que la Biblia indica que con el tiempo, “el hombre dejará a su padre y a su madre” (Génesis 2:24). Los jóvenes necesitan adquirir aunque sea un poco de experiencia en tomar decisiones para asumir las obligaciones mayores que vienen con la edad.
Retomemos algunos de los comentarios citados en el artículo anterior y examinemos las posibles causas del comportamiento que describen los padres.
Lia, de Gran Bretaña, se quejó: “Mi hijo [...] de repente se volvió más porfiado y respondón”.
Al igual que los niños pequeños, los adolescentes no se cansan de preguntar “¿por qué?”. La diferencia es que ya no basta con una simple y breve respuesta para poner punto final a la discusión. ¿Por qué no? El apóstol Pablo escribió: “Cuando yo era pequeñuelo [...], razonaba como pequeñuelo” (1 Corintios 13:11). A medida que el joven desarrolla su capacidad de razonamiento, hay que darle explicaciones más amplias para que ejercite sus “facultades perceptivas” (Hebreos 5:14).
John, de Ghana, dijo: “Nuestras hijas empezaron a obsesionarse con su apariencia”.
Sea que llegue prematuramente, con retraso o en el momento exacto, el estirón que dan los chicos en la pubertad genera en muchos una preocupación excesiva por su físico. Algunas muchachas reciben sus nuevas curvas con ilusión, otras con recelo y otras con una mezcla de sentimientos. Añada a esto la aparición del acné —y el maquillaje—, y entenderá por qué parece que los adolescentes pasan más tiempo mirándose en el espejo que mirando los libros del colegio.
Daniel, de Filipinas, comentó: “Nuestros hijos empezaron a actuar con mucho secreto y se volvieron más celosos de su intimidad. Preferían estar con sus amigos que con nosotros”.
Hacer cosas a escondidas es peligroso (Efesios 5:12). Pero buscar privacidad es algo distinto. Hasta Jesús vio la conveniencia de retirarse a “un lugar solitario en busca de aislamiento” (Mateo 14:13). Al ir creciendo, el joven necesita su propio espacio, un espacio que los adultos han de respetar. En esos momentos de soledad aprenderá a reflexionar, y esta destreza le vendrá muy bien en la vida adulta.
Otro elemento que forma parte del desarrollo es aprender a hacer amistades. Es cierto que “las malas compañías echan a perder los hábitos útiles” (1 Corintios 15:33). Pero también es verdad que, como dice la Biblia, “un compañero verdadero ama en todo tiempo, y es un hermano nacido para cuando hay angustia” (Proverbios 17:17). Saber entablar y conservar buenas amistades es otra importante destreza que beneficiará al joven más adelante.
Al hallarse ante una de las situaciones antes descritas, procure entender los motivos que subyacen tras la conducta de sus hijos para no malinterpretarla. Ahora bien, el entendimiento debe combinarse con la sabiduría, que es la capacidad de enfrentarse a una situación concreta de tal modo que se obtengan los mejores resultados posibles. ¿Cómo se logra?
[Comentario de la página 5]
A medida que el joven desarrolla su capacidad de razonamiento, hay que darle explicaciones más amplias sobre las reglas de la casa
-
-
Guía para padres de adolescentes. El papel de la sabiduría¡Despertad! 2008 | junio
-
-
Guía para padres de adolescentes. El papel de la sabiduría
“Aunque nos esforzamos por guiar bien a nuestro hijo y a nuestra hija, parece que siempre andamos regañándolos por algo. A veces nos preguntamos si estamos fomentándoles la autoestima o destruyéndosela. Es muy difícil ser equilibrados.” (George y Lauren, de Australia.)
EDUCAR adolescentes no es tarea fácil. Aparte de batallar con la serie de dificultades nuevas que plantean los chicos, los padres también lidian con los sentimientos encontrados que les provoca verlos crecer. “Es muy triste pensar que un día los hijos se irán —confiesa un padre de Australia llamado Frank—. Cuesta admitir que ya no tendremos el control de sus vidas.”
Así lo confirma Lia, a quien citamos antes. “Se me hace muy difícil tratar a mi hijo como a un adulto joven porque yo lo sigo viendo como mi bebé —dice—. Parece que fue ayer cuando asistió a su primer día de escuela.”
Aunque cueste aceptarlo, los adolescentes ya no son niños. Son “adultos en ciernes”, y los padres son quienes los orientan y apoyan. No obstante, como mencionaron antes George y Lauren, los padres tienen el poder de fomentar o destruir la autoestima de sus hijos. ¿Cómo ser equilibrados? La Biblia contiene consejos muy útiles sobre el particular (Isaías 48:17, 18). He aquí algunos ejemplos.
La buena comunicación es crucial
La Biblia manda al cristiano que sea “presto en cuanto a oír” y “lento en cuanto a hablar” (Santiago 1:19). Si bien este es un consejo muy atinado al tratar con niños de cualquier edad, oír —o escuchar— es imprescindible al tratar con adolescentes. Y puede exigir gran esfuerzo.
“Tuve que mejorar mi capacidad de comunicación cuando mis hijos entraron en la adolescencia —reconoce Peter, un padre de Gran Bretaña—. Cuando eran pequeños, mi esposa y yo les decíamos qué hacer, y ellos obedecían; pero ahora que son grandes, tenemos que darles razones, explicarles bien las cosas y dejar que usen su propia capacidad de pensar para resolver los problemas. En pocas palabras, tenemos que llegarles al corazón.” (2 Timoteo 3:14.)
Saber escuchar es crucial sobre todo cuando hay discordias (Proverbios 17:27). Así lo comprobó Danielle, de Gran Bretaña, quien relata: “Tenía un problema con una de mis hijas porque era muy respondona, pero ella decía que yo me pasaba el día gritándole y dándole órdenes. Resolvimos la cuestión sentándonos y escuchando con atención lo que cada una tenía que decir. Ella describió el modo como yo le hablaba y el efecto que le producía, y yo le expuse mi punto de vista y lo que sentía por ella”.
Siendo ‘presta en cuanto a oír’, Danielle pudo llegar al fondo del problema. “Ahora trato de ser más paciente con mi hija y de hablarle solo cuando no estoy enojada”, dice. Y añade: “Nuestra relación está mejorando”.
Proverbios 18:13 asegura: “Cuando alguien responde a un asunto antes de oírlo, eso es tontedad de su parte y una humillación”. Greg, un padre de Australia, sabe que esto es verdad. Él explica: “En ocasiones, los conflictos con nuestros hijos surgen porque en lugar de dejarles que se expresen primero, mi esposa y yo nos apresuramos a sermonearlos. Hemos aprendido que, aun si estamos en total desacuerdo con sus opiniones, es importante permitirles que se expresen antes de corregirlos o aconsejarlos”.
¿Cuánta libertad darles?
Probablemente, el tema que más fricciones genera entre padres y adolescentes es el de la independencia. ¿Cuánta libertad darles? “Temo que si a mi hija le doy la mano, se tome el pie”, sostiene un padre.
Es bien sabido que otorgar libertad ilimitada a los hijos es contraproducente. De hecho, la Biblia advierte: “El muchacho que se deja a rienda suelta causará vergüenza a su madre” (Proverbios 29:15). Sea cual sea su edad, los jóvenes necesitan normas firmes, y los padres deben hacerlas cumplir con cariño (Efesios 6:4). Pero, al mismo tiempo, tienen que darles un cierto margen de autonomía para que sepan tomar decisiones acertadas más adelante en la vida.
Pensemos, por ejemplo, en cómo aprendimos a andar. Al principio, cuando éramos bebés, nuestros padres nos cargaban en brazos; luego empezamos a gatear y después a dar pasitos. Como en esta fase los niños corren peligro, nuestros padres nos vigilaban continuamente y colocaban barreras para impedirnos el paso a las escaleras u otros lugares peligrosos. Así y todo, nos dejaban andar por la casa hasta que, con el tiempo y tras varias caídas inevitables, aprendimos a caminar.
El proceso para conseguir la independencia es similar. Al principio, los padres “cargan” al niño al tomar decisiones por él. Luego, según va madurando, lo dejan “gatear” permitiéndole tomar algunas decisiones por sí mismo, aunque, como es natural, le colocan barreras para evitar que sufra daño. Y cuando es suficientemente maduro, lo sueltan para que “camine” solo. Todo ello lo preparará para ser un adulto capaz de ‘llevar su propia carga’ (Gálatas 6:5).
Aprenda de un ejemplo bíblico
Todo parece indicar que antes de que Jesús llegara a la adolescencia, sus padres ya le habían concedido cierto grado de libertad. Jesús no abusó de esa confianza, sino que “continuó sujeto” a ellos y “siguió progresando en sabiduría y en desarrollo físico y en favor ante Dios y los hombres” (Lucas 2:51, 52).
Usted puede aprender de este ejemplo e ir otorgando a sus hijos mayor libertad según se la vayan ganando. Note las experiencias que han tenido algunos padres.
“Antes interfería demasiado en las actividades de mis hijos; entonces opté por enseñarles principios y dejar que tomaran sus propias decisiones basándose en lo que aprendían. A partir de ahí noté que ponían mucho más cuidado a la hora de decidir.” (Soo Hyun, de Corea.)
“Aunque mi esposo y yo siempre hemos tenido algo de temor, hemos dejado que nuestros hijos ejerzan responsablemente la libertad que se han ido ganando.” (Daria, de Brasil.)
“He descubierto que es importante elogiar a mi hijo adolescente por utilizar bien la libertad que le doy. Además, soy coherente con lo que le exijo. Por ejemplo, siempre le digo dónde voy a estar y qué voy a hacer; y si voy a llegar tarde, se lo hago saber.” (Anna, de Italia.)
“En casa recalcamos el hecho de que la independencia no es un derecho que los hijos exigen, sino algo que se ganan.” (Peter, de Gran Bretaña.)
Toda acción trae consecuencias
La Biblia afirma: “Bueno le es al hombre físicamente capacitado llevar el yugo durante su juventud” (Lamentaciones 3:27). Una de las mejores maneras como un joven puede llevar el yugo de responsabilidad es aprendiendo en carne propia la verdad de la siguiente declaración: “Cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará” (Gálatas 6:7).
Creyendo que les hacen un bien, algunos padres libran a sus hijos de las consecuencias de sus actos insensatos. Suponga que un chico contrae una deuda comprando cosas que no necesita. ¿Qué lección aprenderá si papá y mamá sencillamente se la cancelan? Por otro lado, ¿qué lección aprendería si le ayudaran a hacer un plan de pagos y dejaran que él mismo liquidara dicha deuda?
Los padres les hacen un flaco favor a sus hijos evitándoles las consecuencias de su conducta irresponsable. En vez de prepararlos para la vida adulta, les enseñan que siempre habrá alguien que les saque las castañas del fuego, que los saque de apuros y les encubra los errores. Es mucho mejor dejar que sieguen lo que han sembrado y que aprendan a resolver sus problemas. Así se logra que tengan las “facultades perceptivas entrenadas para distinguir tanto lo correcto como lo incorrecto” (Hebreos 5:14).
Una persona en permanente cambio
No cabe duda de que los padres de adolescentes tienen una dura tarea. Habrá momentos en que derramarán lágrimas de frustración en su lucha por criarlos “en la disciplina y regulación mental de Jehová” (Efesios 6:4).
Al fin y al cabo, ser buen padre no significa controlar, sino enseñar e inculcar valores adecuados (Deuteronomio 6:6-9). ¿Que es más fácil decirlo que hacerlo? Claro que sí. “Estamos tratando con una persona que está en permanente cambio —puntualiza Greg, citado antes—. Esto quiere decir que tenemos que ir conociendo a esa nueva persona y adaptándonos a ella continuamente.”
Aplique con diligencia los principios bíblicos analizados en este artículo. Sea razonable en lo que espera de sus hijos. Y nunca renuncie a su papel de principal modelo de conducta en la vida de ellos. La Biblia dice: “Entrena al muchacho conforme al camino para él; aun cuando se haga viejo no se desviará de él” (Proverbios 22:6).
[Comentario de la página 7]
Conseguir la independencia es un proceso gradual, como aprender a andar
[Comentario de la página 8]
Antes de que Jesús llegara a la adolescencia, ya le habían concedido cierto grado de libertad
[Recuadro de la página 7]
Afiance su autoridad
El hecho de que su hijo adolescente se enoje porque le impone restricciones no significa que usted deba renunciar a su autoridad. Recuerde que los adolescentes carecen de experiencia en la vida y aún necesitan orientación (Proverbios 22:15).
En su libro ¡Los padres al poder!, John Rosemond escribe: “Es fácil para los padres dejarse intimidar por el soliviantamiento [o rebeldía] emocional del niño y empezar a darle más responsabilidad de la que puede asumir para evitar confrontaciones. Se impone justamente lo contrario. Es el momento de reafirmar la autoridad de los padres en lugar de permitir que el niño la desmantele. Aunque seguramente él lo rechazará, también es un momento en que necesita saber que sus manos no son las únicas dispuestas a empuñar el volante”.
[Recuadro de la página 9]
Más libertad
Los adolescentes, por lo general, quieren más libertad de la que deberían tener. Al mismo tiempo, algunos padres tienden a dar menos libertad de la que podrían dar. ¿Cómo hallar el equilibrio entre estas dos posturas? Tal vez quiera comenzar examinando la siguiente lista. ¿En qué campos ha actuado con responsabilidad su hijo o hija?
□ Elección de amigos
□ Elección de la ropa
□ Administración del dinero
□ Hora de llegada a casa
□ Tareas domésticas
□ Deberes escolares
□ Disculparse por los errores
□ Otros ․․․․․․․․․․․․․․․․․․․․․
Si su hijo ha demostrado madurez en varios de estos campos, ¿por qué no piensa en otros campos en los que pueda concederles más libertad?
[Ilustración de la página 7]
Permítales que se expresen antes de corregirlos o aconsejarlos
[Ilustración de las página 8 y 9]
Los padres deben enseñar a sus hijos a ser responsables
-