El mundo de las aves de Singapur
“¡DISPARA el cañón!” En respuesta a esta orden de su guardián, Sudden Shot, un papagayo de frente azul del Amazonas, inclina la cabeza y con su fuerte pico aprieta el gatillo. Al instante, sale disparada del tubo metálico una pelota de plástico del tamaño de una de ping pong. Pero no llega muy lejos, puesto que Mr. Horn, un tucán muy peripuesto, la está aguardando. Con un rápido y diestro movimiento de la cabeza, su extraordinario pico de color anaranjado se abre y recoge la pelota en el aire con suma facilidad.
El guardián recompensa a nuestro alado dúo con unas semillas que tiene preparadas, mientras el auditorio del pequeño anfiteatro prorrumpe en un espontáneo aplauso.
Cada año visitan el aviario Jurong de Singapur aproximadamente setecientas cincuenta mil personas. Dicho aviario ocupa una extensión de 20 Ha. (50 acres) y se ha convertido en el hogar de más de tres mil aves pertenecientes a unas trescientas especies que proceden de todo el mundo. ¡Qué lugar tan fascinante y deleitable!
En una guía oficial se dice que las 2 Ha. (5 acres) de recinto cerrado del parque son “el mayor aviario cercado del mundo abierto al público”. A medida que paseamos bajo la fina red que se ha colocado por encima de las copas de los árboles, uno puede contemplar aves por todas partes. Unos papagayos de brillantes colores parlotean ruidosamente, mientras una irena revolotea silenciosamente de árbol en árbol. Un calamón camina hábilmente sobre las hojas de los nenúfares gracias a que sus patas, provistas de largos dedos, le permiten mantener un equilibrio perfecto. Muchas aves acuáticas se zambullen en un riachuelo que procede de una cascada artificial de 30 m. (100 pies) de altitud. Al final del recorrido nos reunimos con un grupo de turistas para admirar a un pavo real que exhibe, muy ufano, su cola extendida en forma de abanico.
En marcado contraste, el recinto nocturno está en completo silencio. Varios búhos poco comunes siguen posados inmóviles mientras se escuchan los susurros de los visitantes que caminamos por los pasillos en penumbra. Los martinetes aguardan pacientemente en su manglar artificial. Pero las singulares aves que esperábamos ver, los kiwis, símbolo nacional de Nueva Zelanda, se escondieron de nosotros. Luego, inesperadamente, vimos a la extraña chotacabras de boca de rana australiana, que nos miraba fijamente desde lo alto.
Nuevamente al aire libre, bordeamos el lago que resplandece con su colonia de flamencos y pasamos a senderos más silenciosos. Nos quedamos maravillados al contemplar las aves de presa y ver luego de qué manera tan delicada los colibríes liban el néctar del hibisco. ¿Cómo es posible que esta avecilla, que es la más pequeña de todas —algunas de ellas pesan menos de 28 grs. (una onza)—, puedan batir sus alitas hasta 70 veces por segundo? Ciertamente es una prodigiosa maravilla de diseño.
Cuidar de los habitantes del aviario Jurong es un trabajo ingente. Es necesario mantener cuidadosamente los hábitats y también suministrar la clase apropiada de alimentos. No obstante, a pesar del calor tropical de Singapur, los pájaros bobos de Humboldt, propios de las aguas frías de la costa occidental de sudamérica, se crían sin dificultad en este lugar, tal como las mismas aves nativas.
Ahora llegamos a tiempo para ver a Mac, el ara, sentada a horcajadas en su bicicleta sobre la cuerda floja. A medida que Mac pedalea hacia el otro lado del escenario, que tiene un techo de paja, los niños gritan encantados. “Tardamos tres meses en enseñarle a Mac a hacerlo”, nos explica Jerry Tan, el encargado de relaciones públicas del aviario, “y entrenamos de 50 a 60 aves al año”. Los entrenadores tienen que ser bondadosos y pacientes. A las aves se las recompensa, jamás se las castiga. “Todavía estamos buscando a dos entrenadores de aves más.”
Pero eso no es para nosotros. Tenemos que regresar pronto a nuestro clima septentrional para ver de nuevo a nuestro recordado petirrojo, cuyo rojizo pecho le dará un poco de color a nuestro jardín. ¡Cuán agradable será entonces evocar el recuerdo de este glorioso espectáculo! —Contribuido.
[Fotografías en la página 16]
Martinete
Guacamayo pechiamarillo
[Fotografías en la página 17]
Kiwi pardo
Flamenco rosado