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  • Estuvieron “fortaleciendo a las congregaciones”
    Demos “un testimonio completo sobre el Reino de Dios”
    • CAPÍTULO 15

      Estuvieron “fortaleciendo a las congregaciones”

      Los superintendentes viajantes visitan las congregaciones para fortalecer su fe

      Basado en Hechos 15:36-16:5

      1-3. a) ¿Quién es el nuevo compañero de Pablo, y qué sabemos de él? b) ¿Qué aprenderemos en este capítulo?

      A MEDIDA que atraviesan terrenos accidentados entre una ciudad y otra, Pablo mira pensativo al joven que lo acompaña. Se llama Timoteo, tiene alrededor de 20 años y desborda vitalidad. A cada paso que da, el muchacho se va alejando de su hogar, y la región de Listra e Iconio se va quedando atrás. En fin, ¿qué les espera en su viaje? Para el apóstol ya es su segundo viaje misionero, así que puede imaginar que no faltarán peligros y problemas. Pero ¿qué tal los afrontará su nuevo compañero?

      2 Es probable que Pablo confíe en Timoteo más que el propio joven. Por experiencias recientes, sabe que necesita un buen compañero de viaje. Los dos van a visitar congregaciones para fortalecerlas, así que también sabe que deben estar muy unidos y decididos a cumplir la labor que tienen por delante. Algo que quizá lo lleva a pensar así es lo que acaba de pasar con Bernabé. ¿Y qué pasó? Que tuvieron una discusión y se separaron.

      3 En este capítulo aprenderemos muchas lecciones útiles para solucionar las diferencias de opinión. También veremos por qué Pablo eligió a Timoteo para que lo acompañara en su viaje y comprenderemos mejor la importantísima labor de los superintendentes de circuito.

      “Regresemos ya a visitar a los hermanos” (Hechos 15:36)

      4. ¿Por qué decidió Pablo hacer un segundo viaje misionero?

      4 En el capítulo anterior vimos que Pablo, Bernabé, Judas y Silas fueron a la congregación de Antioquía para informarle la decisión sobre la circuncisión y así fortalecerla y animarla. ¿Qué sucedió luego? Pablo le dijo a Bernabé: “Regresemos ya a visitar a los hermanos de todas las ciudades donde predicamos la palabra de Jehová para ver cómo están” (Hech. 15:36). En este segundo viaje misionero, no pretendía tan solo hacer visitas sociales a los cristianos recién bautizados. Entonces, ¿para qué viajaría en esta ocasión? El propio libro de Hechos lo revela. En primer lugar, para seguir informándoles a los hermanos la decisión de los apóstoles y los ancianos de Jerusalén (Hech. 16:4). Y, en segundo lugar, como superintendente viajante, para fortalecer la fe de los hermanos de las congregaciones (Rom. 1:11, 12). ¿De qué manera siguen los testigos de Jehová este modelo que estableció el cuerpo gobernante del siglo primero?

      5. ¿Cómo da instrucciones y anima a las congregaciones el Cuerpo Gobernante?

      5 Hoy, el medio que emplea Cristo para dirigir a su congregación es el Cuerpo Gobernante de los Testigos de Jehová. Este grupo de ungidos fieles se vale de cartas, publicaciones impresas y digitales, reuniones y otros medios para dar instrucciones y animar a las congregaciones del mundo entero. Además, procura mantenerse en contacto estrecho con cada una de ellas. A fin de lograrlo, ha nombrado directamente como superintendentes de circuito a miles de ancianos capacitados para que visiten las congregaciones de todo el mundo.

      6, 7. ¿Cuáles son algunas de las responsabilidades de los superintendentes de circuito?

      6 Los superintendentes de circuito se concentran en dar atención personal y fortalecer a los hermanos de las congregaciones que visitan. ¿De qué manera? Imitando a cristianos del siglo primero como Pablo. Él le dio estos consejos a otro superintendente viajante: “Predica la palabra; hazlo con urgencia en tiempos buenos y en tiempos difíciles; censura, reprende y aconseja seriamente, con mucha paciencia y arte de enseñar”. Y luego añadió: “Haz tu trabajo de evangelizador” (2 Tim. 4:2, 5).

      7 De acuerdo con estos consejos, los superintendentes de circuito —y sus esposas, si están casados— participan con las congregaciones en diversas facetas de la predicación. Como son excelentes maestros y les encanta predicar, su ejemplo anima mucho a todos los hermanos (Rom. 12:11; 2 Tim. 2:15). Lo que más los caracteriza es su amor y su espíritu de entrega. Están dispuestos a hacer sacrificios como viajar en condiciones climáticas difíciles o incluso por zonas peligrosas (Filip. 2:3, 4). Además, animan, enseñan y aconsejan a los hermanos dando discursos basados en la Biblia. Todos hacemos bien en fijarnos en la conducta de los superintendentes viajantes y tratar de imitar su fe (Heb. 13:7).

      “Un fuerte estallido de ira” (Hechos 15:37-41)

      8. ¿Cómo reaccionó Bernabé a la propuesta de Pablo?

      8 A Bernabé le pareció muy bien la propuesta de Pablo de regresar para “visitar a los hermanos” (Hech. 15:36). Los dos ya habían formado un buen equipo y conocían bien a las congregaciones de las zonas por las que habían viajado (Hech. 13:2-14:28). Así que la idea de volver a trabajar juntos parecía sensata y práctica. Pero las cosas se complicaron. Hechos 15:37 dice que “Bernabé estaba decidido a llevarse con ellos a Juan, al que llamaban Marcos”. Como vemos, no era una simple sugerencia: “estaba decidido” a llevarse a Marcos, que era su primo.

      9. ¿Por qué surgió un desacuerdo entre Pablo y Bernabé?

      9 Pablo no estuvo de acuerdo en llevarse a Marcos. Y el relato explica por qué: “A Pablo no le parecía bien llevárselo porque se había separado de ellos en Panfilia y no los había acompañado en la obra” (Hech. 15:38). Como ya vimos, Marcos había ido con Bernabé y con él en su primer viaje misionero, pero no se quedó hasta el final (Hech. 12:25; 13:13). De hecho, dejó su asignación y regresó a Jerusalén casi al principio del viaje, cuando todavía estaban en Panfilia. ¿Por qué? La Biblia no lo dice, pero es obvio que a Pablo le pareció muy irresponsable. Así que tal vez había perdido la confianza en él.

      10. ¿En qué resultó el desacuerdo entre Pablo y Bernabé?

      10 Bernabé se empeñó en que Marcos fuera con ellos, y Pablo se empeñó en que no fuera con ellos. “Esto provocó un fuerte estallido de ira, y cada uno se fue por su lado” (Hech. 15:39). Bernabé se fue a la isla de Chipre, su tierra natal, junto con Marcos. Mientras, Pablo siguió con su plan de hacer un segundo viaje. El relato dice: “Pablo eligió a Silas y se fue después de que los hermanos lo dejaron bajo el cuidado de la bondad inmerecida de Jehová” (Hech. 15:40). Juntos pasaron “por Siria y Cilicia fortaleciendo a las congregaciones” (Hech. 15:41).

      11. ¿Qué cualidades necesitamos para conservar las buenas relaciones cuando un hermano nos ofende?

      11 El relato nos recuerda lo imperfectos que somos todos. No olvidemos que Pablo y Bernabé habían sido enviados por el cuerpo gobernante y que el propio Pablo tal vez llegó a ser miembro de ese grupo. Aun así, aquellos dos buenos hermanos se dejaron vencer por la imperfección en ese momento. Ahora bien, ¿permitirían que aquella discusión acabara con su amistad? No. Aunque eran imperfectos, los dos querían imitar a Jesús y por tanto eran humildes. Con el tiempo, demostraron una actitud cristiana haciendo las paces y recuperando su buena relación (Efes. 4:1-3). Además, años más tarde, Pablo y Marcos volvieron a trabajar juntos en otras asignaciones (Col. 4:10).a

      12. ¿Qué cualidades de Pablo y Bernabé deben imitar los ancianos cristianos?

      12 Ni Bernabé ni Pablo tenían la fama de tener un carácter explosivo. Bernabé —que en realidad se llamaba José— era tan cariñoso y generoso que los apóstoles lo empezaron a llamar Bernabé, un apodo que significa “hijo del consuelo” (Hech. 4:36). Y Pablo también era conocido por su ternura y amabilidad (1 Tes. 2:7, 8). Al igual que Pablo y Bernabé, todos los ancianos cristianos —incluidos los superintendentes de circuito— deben esforzarse por ser humildes y por tratar con cariño y bondad tanto a sus compañeros ancianos como a las demás ovejitas (1 Ped. 5:2, 3).

      “Hablaban muy bien de él” (Hechos 16:1-3)

      13, 14. a) ¿Quién era Timoteo, y cómo lo conoció Pablo? b) ¿Por qué se fijó Pablo en Timoteo? c) ¿Qué responsabilidad le encargaron a Timoteo?

      13 En su segundo viaje misionero, Pablo se dirigió a la provincia romana de Galacia, donde ya había algunas congregaciones. El relato señala que “llegó a Derbe y luego a Listra”. Entonces añade: “Allí había un discípulo llamado Timoteo. Él era hijo de una mujer judía creyente, pero su padre era griego” (Hech. 16:1).b

      14 Al parecer, Pablo conoció a la familia de Timoteo aproximadamente en el año 47, cuando visitó la región por primera vez. Ahora, dos o tres años más tarde, durante su segunda visita, se fijó más en él. ¿Por qué razón? Porque los hermanos —tanto en su ciudad como fuera de ella— “hablaban muy bien de él”. Hechos señala que los hermanos de Listra y los de Iconio decían cosas muy positivas de Timoteo, y eso que había unos 30 kilómetros (20 millas) de distancia entre estas ciudades (Hech. 16:2). Bajo la guía del espíritu santo, los ancianos le encargaron a Timoteo la gran responsabilidad de ayudar a Pablo y Silas como superintendente viajante (Hech. 16:3).

      15, 16. ¿Por qué se había ganado Timoteo una reputación tan buena?

      15 ¿Por qué tenía Timoteo una reputación tan buena a pesar de su edad? ¿Será que era un joven muy inteligente, muy guapo y lleno de talento? Es cierto que estas cosas suelen impresionar a la gente. Hasta el profeta Samuel se dejó llevar por las apariencias en cierta ocasión. Sin embargo, el propio Jehová le recordó: “Dios no ve las cosas como las ve el hombre. El hombre ve lo que tiene ante los ojos, pero Jehová ve el corazón” (1 Sam. 16:7). En realidad, el buen concepto que los hermanos tenían de Timoteo no se basaba en su apariencia ni en sus capacidades, sino en sus cualidades.

      16 Años más tarde, Pablo mencionó algunas de sus cualidades espirituales. Por ejemplo, habló de su buena actitud, su amor, su espíritu de sacrificio y su disposición a trabajar duro por los hermanos (Filip. 2:20-22). También destacó su “fe sin hipocresía” (2 Tim. 1:5).

      17. ¿Cómo pueden los jóvenes imitar a Timoteo?

      17 En este tiempo hay muchos jóvenes que se esfuerzan por tener las mismas cualidades que Timoteo. Así se ganan una buena reputación ante Jehová y su pueblo, incluso siendo muy jovencitos (Prov. 22:1; 1 Tim. 4:15). Ellos también tienen una fe sin hipocresía y se niegan a llevar una doble vida (Sal. 26:4). Por eso, como Timoteo, estos jóvenes pueden aportar mucho en la congregación. A todos nos hace muy felices que lleguen a ser publicadores y que con el tiempo se dediquen a Jehová y se bauticen.

      “Continuaron haciéndose firmes en la fe” (Hechos 16:4, 5)

      18. a) ¿Qué hicieron Pablo y Timoteo como superintendentes viajantes? b) ¿Cómo se beneficiaron las congregaciones?

      18 Pablo y Timoteo trabajaron juntos muchos años. Estos superintendentes viajantes cumplieron con todo lo que el cuerpo gobernante les encargó. Por ejemplo, “mientras viajaban de ciudad en ciudad, les transmitían a los hermanos las decisiones tomadas por los apóstoles y los ancianos que estaban en Jerusalén para que las obedecieran” (Hech. 16:4). Y, como las congregaciones obedecieron esas instrucciones, “continuaron haciéndose firmes en la fe y creciendo día tras día” (Hech. 16:5).

      19, 20. ¿Por qué debemos obedecer a los que nos dirigen?

      19 En la actualidad, Jehová también bendice a sus siervos cuando obedecen las instrucciones de “los que los dirigen” (Heb. 13:17). En vista de que la escena de este mundo está cambiando constantemente, es vital que todos estemos al día con el alimento espiritual que nos da “el esclavo fiel y prudente” (Mat. 24:45; 1 Cor. 7:29-31). De este modo, nuestra fe seguirá fuerte y nos mantendremos sin mancha del mundo (Sant. 1:27).

      20 Es verdad que hoy los ancianos cristianos —incluidos los miembros del Cuerpo Gobernante— son igual de imperfectos que Pablo, Bernabé, Marcos y los demás ancianos ungidos del siglo primero (Rom. 5:12; Sant. 3:2). Pero recordemos que el Cuerpo Gobernante merece nuestra confianza, ya que sigue fielmente las instrucciones de la Biblia y el ejemplo de los apóstoles (2 Tim. 1:13, 14). Al final, las congregaciones se fortalecen y se hacen más firmes en la fe.

      TIMOTEO “SIRVIÓ COMO ESCLAVO [...] EN LA DIFUSIÓN DE LAS BUENAS NOTICIAS”

      Timoteo ayudó durante unos 11 años a Pablo, que lo valoraba mucho. Por eso dijo: “No tengo a nadie más con una actitud como la de él, alguien que sinceramente se preocupe por ustedes”. Y añadió: “Ustedes saben que él ha demostrado cuánto vale, porque sirvió como esclavo conmigo en la difusión de las buenas noticias” (Filip. 2:20, 22). Gracias a sus esfuerzos en la predicación, se ganó el cariño del apóstol y se convirtió en un magnífico ejemplo para nosotros.

      Timoteo.

      Su padre era griego y su madre era judía, y parece que se crio en Listra. Desde muy pequeñito, su madre Eunice y su abuela Loida le enseñaron de la Palabra de Dios (Hech. 16:1, 3; 2 Tim. 1:5; 3:14, 15). Es probable que los tres se hicieran cristianos cuando Pablo visitó Listra por primera vez.

      El apóstol regresó años más tarde. Para aquel entonces, Timoteo debía tener más o menos 20 años y “los hermanos de Listra y de Iconio hablaban muy bien de él” (Hech. 16:2). De acuerdo con unas profecías sobre Timoteo, Pablo y los ancianos locales decidieron darle una asignación especial (1 Tim. 1:18; 4:14; 2 Tim. 1:6). Acompañaría a Pablo en la obra misionera. Timoteo tuvo que dejar a su familia y también tuvo que circuncidarse para no hacer tropezar a los judíos a quienes les predicara (Hech. 16:3).

      Timoteo viajó muchísimo. Con Pablo y Silas predicó en Filipos; con Silas, en Berea, y luego predicó él solo en Tesalónica. Después se volvió a encontrar con Pablo en Corinto y le contó que los tesalonicenses seguían siendo fieles y demostrando amor a pesar de todas sus dificultades (Hech. 16:6-17:14; 1 Tes. 3:2-6). Tiempo después, cuando Pablo estaba en Éfeso, recibió noticias preocupantes sobre los cristianos de Corinto y pensó en enviar allí de vuelta a Timoteo (1 Cor. 4:17). Más tarde, Pablo los mandó a él y a Erasto a Macedonia. Y, cuando Pablo escribió su carta a los romanos, Timoteo estaba nuevamente con él en Corinto (Hech. 19:22; Rom. 16:21). Estos son tan solo algunos de los viajes que hizo por las buenas noticias.

      Parece que Timoteo no se sentía muy seguro de poder cumplir con su asignación, porque Pablo tuvo que decirle: “No permitas que nadie menosprecie tu juventud” (1 Tim. 4:12). Aun así, Pablo confiaba mucho en él. De hecho, lo envió a una congregación con problemas graves y le dijo claramente cuál era el propósito: “Para que les ordenes a ciertas personas que no enseñen una doctrina diferente” (1 Tim. 1:3). Además, le dio autoridad para nombrar ancianos y siervos ministeriales (1 Tim. 5:22).

      Pablo le tomó mucho cariño por sus excelentes cualidades. Para él fue más que un amigo íntimo y leal; fue como un hijo. Por eso llegó a escribirle que recordaba sus lágrimas, que tenía ganas de verlo y que oraba por él. Y también le preocupaba su salud, porque le dio un consejo debido a que se enfermaba con frecuencia, por lo visto del estómago (1 Tim. 5:23; 2 Tim. 1:3, 4).

      La primera vez que Pablo estuvo preso en Roma, Timoteo estuvo a su lado. Y, al menos por cierto tiempo, él también estuvo preso (Filem. 1; Heb. 13:23). Estaban tan unidos que, cuando Pablo se dio cuenta de que le quedaba poco tiempo de vida, le rogó: “Haz todo lo posible por venir a verme pronto” (2 Tim. 4:6-9). Sin embargo, la Biblia no dice si Timoteo consiguió llegar a tiempo para ver a su querido amigo y maestro.

      MARCOS DISFRUTÓ DE RESPONSABILIDADES ESPECIALES

      Es probable que Marcos (conocido también como Juan Marcos) fuera el joven que “se escapó desnudo” cuando detuvieron a Jesús (Mar. 14:51, 52). ¿Por qué decimos esto? Porque su Evangelio es el único que menciona esta anécdota. En ese caso, Marcos estuvo por lo menos alguna vez con Jesús.

      Marcos tomando notas mientras un hombre mayor habla.

      Unos 11 años después, en cierta ocasión —cuando Herodes Agripa estaba persiguiendo a los cristianos— “muchos discípulos” de la congregación de Jerusalén se reunieron para orar en casa de María, la madre de Marcos. Allí es adonde fue Pedro cuando salió milagrosamente de la cárcel (Hech. 12:12). Así que es probable que Marcos creciera en un hogar que llegó a usarse para celebrar reuniones cristianas. Sin duda conocía bien a los primeros discípulos de Jesús, quienes fueron una buena influencia para él.

      Llegó a trabajar muy de cerca con varios superintendentes de las primeras congregaciones. Por lo que dice la Biblia, su primera asignación fue ir con su primo Bernabé y con Pablo a Antioquía de Siria (Hech. 12:25). Más tarde, los acompañó en su primer viaje misionero, primero a Chipre y luego a Asia Menor. Pero, por alguna razón desconocida, al llegar a ese punto regresó a Jerusalén (Hech. 13:4, 13). El capítulo 15 de Hechos cuenta que más tarde Bernabé y Pablo tuvieron una discusión relacionada con él, y que entonces Marcos y Bernabé se fueron juntos a Chipre para continuar su servicio como misioneros (Hech. 15:36-39).

      Parece que más tarde todo se resolvió, ya que para el año 60 o 61 Marcos estaba trabajando de nuevo con Pablo, esta vez en Roma. Lo sabemos porque el apóstol, que para entonces estaba preso, les escribió a los colosenses: “Aristarco, mi compañero de prisión, les envía sus saludos, y también Marcos, el primo de Bernabé (a quien deben recibir con gusto si va a verlos, según las instrucciones que recibieron)” (Col. 4:10). Como vemos, estaba pensando en enviar a Marcos a Colosas como su representante.

      En algún momento entre los años 62 y 64, Marcos trabajó con Pedro en Babilonia. Como mencionamos en el capítulo 10, ambos llegaron a ser muy buenos amigos. De hecho, Pedro se refirió a él como “Marcos, mi hijo” (1 Ped. 5:13).

      Por último, alrededor del año 65, cuando Pablo estaba preso por segunda vez en Roma, le escribió a Timoteo, que estaba en Éfeso: “Trae a Marcos contigo, porque me es útil en el ministerio” (2 Tim. 4:11). Seguramente, en cuanto se lo dijeron a Marcos, salió de Éfeso y viajó a Roma. No es de extrañar que Pablo, Bernabé y Pedro lo quisieran tanto.

      Pero el mayor honor que tuvo Marcos fue que Jehová lo inspiró para que escribiera un Evangelio. Hay quienes dicen que gran parte de la información la recibió de Pedro. Y es muy posible que sea cierto, pues el relato contiene detalles que solo podría haber dado un testigo ocular, como Pedro. No obstante, se cree que lo redactó cuando estaba en Roma, y no mientras estaba con Pedro en Babilonia. Parece que lo escribió pensando sobre todo en los gentiles, puesto que usó muchas expresiones en latín y tradujo expresiones hebreas que para ellos serían difíciles de entender.

      a Vea el recuadro “Marcos disfrutó de responsabilidades especiales”.

      b Vea el recuadro “Timoteo ‘sirvió como esclavo [...] en la difusión de las buenas noticias’”.

  • “Ven a Macedonia y ayúdanos”
    Demos “un testimonio completo sobre el Reino de Dios”
    • CAPÍTULO 16

      “Ven a Macedonia y ayúdanos”

      Aceptar una asignación y aguantar la persecución sin perder la alegría da buenos resultados

      Basado en Hechos 16:6-40

      1-3. a) ¿Cómo dirigió el espíritu santo a Pablo y sus compañeros? b) ¿Qué vamos a ver en este capítulo?

      VARIAS mujeres salen de la ciudad de Filipos, en Macedonia, y se dirigen al río Gangites. Como siempre, se sientan a la orilla de aquel estrecho río para orarle a Jehová, el Dios de Israel, quien está muy pendiente de ellas (2 Crón. 16:9; Sal. 65:2).

      2 Mientras tanto, un grupo de misioneros sale de la ciudad de Listra, en el sur de Galacia, más de 800 kilómetros (500 millas) al este de Filipos. Se trata de Pablo, Silas y Timoteo. Al cabo de unos días, llegan a una calzada romana que los llevará, yendo en dirección oeste, a la región más poblada del distrito de Asia. Los tres están ansiosos de atravesar esta ruta para visitar Éfeso y otras ciudades en las que hay miles de personas que necesitan oír el mensaje de Cristo. Pero, antes de que puedan iniciar el viaje, de alguna manera el espíritu santo los detiene y les prohíbe predicar en el distrito de Asia. Y es que Jesús está usando el espíritu de Dios para indicarles que atraviesen Asia Menor, crucen el mar Egeo y se dirijan a las orillas del Gangites.

      3 La forma en que Jesús guio a Pablo y sus compañeros durante este excepcional viaje a Macedonia nos enseña lecciones valiosas. Así pues, veamos algunas de las cosas que ocurrieron durante el segundo viaje misionero de Pablo, que empezó por el año 49.

      “Dios nos había llamado” (Hechos 16:6-15)

      4, 5. a) ¿Qué les pasó a Pablo y sus compañeros al acercarse a Bitinia? b) ¿Qué decisión tomaron, y qué pasó después?

      4 Como no podían predicar en el distrito de Asia, Pablo y sus compañeros se fueron hacia el norte para predicar en las ciudades de Bitinia. Para llegar allí, seguramente pasaron días recorriendo caminos sin pavimentar a través de las regiones de Frigia y Galacia, en las que vivía poca gente. Ahora bien, cuando se acercaban a Bitinia, Jesús volvió a utilizar el espíritu santo para cerrarles el paso (Hech. 16:6, 7). ¡Qué confundidos debieron sentirse! Sabían qué predicar y cómo hacerlo, pero no sabían dónde. Aunque, por así decirlo, habían llegado hasta la puerta de Asia y habían tocado, no les habían abierto. Luego habían tocado en la de Bitinia, y tampoco. Sin darse por vencidos, siguieron buscando un lugar donde predicar. De hecho, tomaron una decisión que podría parecer ilógica: se dirigieron hacia el oeste y caminaron unos 550 kilómetros (350 millas) saltándose una ciudad tras otra hasta llegar al puerto de Troas, desde donde podían embarcarse a Macedonia (Hech. 16:8). La tercera fue la vencida: ¡esta vez les abrieron la puerta de par en par!

      5 El evangelista Lucas, quien se unió a Pablo y sus compañeros en Troas, cuenta lo que pasó: “Durante la noche, Pablo tuvo una visión: un hombre macedonio estaba frente a él suplicándole: ‘Ven a Macedonia y ayúdanos’. Justo después de haber tenido la visión, tratamos de ir a Macedonia, pues llegamos a la conclusión de que Dios nos había llamado para anunciar allí las buenas noticias” (Hech. 16:9, 10).a Así que Pablo por fin sabía dónde predicar. ¡Qué feliz tuvo que sentirse por no haberse rendido a mitad de camino! Enseguida, los cuatro zarparon para Macedonia.

      El apóstol Pablo y Timoteo en la cubierta de un barco. Timoteo señalando algo a la distancia mientras los marineros están trabajando.

      “Nos embarcamos en Troas” (Hechos 16:11).

      6, 7. a) ¿Qué aprendemos de lo que le pasó a Pablo durante su viaje? b) ¿De qué podemos estar seguros?

      6 ¿Qué aprendemos de este relato? Piense en esto: el espíritu santo intervino solo después de que Pablo salió para Asia; Jesús actuó solo después de que Pablo se acercó a Bitinia, y le dio instrucciones de ir a Macedonia solo después de que Pablo llegó a Troas. Hoy día, Jesús, la cabeza de la congregación, puede hacer algo parecido con nosotros (Col. 1:18). Por ejemplo, tal vez llevemos tiempo pensando en hacernos precursores o mudarnos adonde se necesita ayuda para predicar. Pero puede que Jesús utilice el espíritu santo para guiarnos solo después de que nosotros empecemos a dar pasos para alcanzar nuestra meta. ¿Por qué? Pongamos un ejemplo: para poder dirigir un automóvil a la izquierda o a la derecha, primero tiene que estar en movimiento. De manera parecida, para que Jesús nos dirija y nos ayude a hacer más en la predicación, primero tenemos que ponernos en movimiento, es decir, esforzarnos y dar pasos.

      7 ¿Y si por mucho que nos esforcemos no alcanzamos de inmediato nuestra meta? ¿Debemos rendirnos pensando que el espíritu no nos está dirigiendo? Claro que no. Recordemos que Pablo tenía un objetivo, pero al tratar de alcanzarlo se encontró con puertas cerradas; sin embargo, siguió buscando otros lugares donde predicar hasta que encontró una puerta que se abrió. Podemos estar seguros de que, si seguimos buscando “una puerta grande para trabajar más”, Jehová recompensará nuestros esfuerzos (1 Cor. 16:9).

      8. a) ¿Cómo era Filipos? b) ¿Qué pasó cuando Pablo les predicó a unas mujeres que estaban en “un lugar para orar”?

      8 Tras llegar al distrito de Macedonia, Pablo y sus compañeros fueron a una de sus ciudades: Filipos, donde los habitantes estaban muy orgullosos de tener la ciudadanía romana. La ciudad se parecía tanto a Roma que los soldados romanos retirados que vivían allí la consideraban una Italia en miniatura en plena Macedonia. Por fuera de la ciudad pasaba un estrecho río. En la orilla de ese río, los misioneros encontraron una zona donde pensaban que había “un lugar para orar”.b Al llegar el sábado, bajaron allí y encontraron a varias mujeres reunidas para adorar a Dios, así que se sentaron a hablar con ellas. El relato cuenta que una de esas mujeres “estaba escuchando” y que “Jehová le abrió el corazón por completo”. Se llamaba Lidia y quedó tan impresionada con lo que aprendió que se bautizó junto con los de su casa. Luego insistió en hospedar a Pablo y sus compañeros (Hech. 16:13-15).c

      9. ¿Cómo han imitado muchos el ejemplo de Pablo, y qué bendiciones han recibido?

      9 ¡Qué felices tuvieron que sentirse todos cuando se bautizó Lidia! Seguro que Pablo se alegró mucho porque había aceptado la invitación de ir a Macedonia y porque Jehová los había usado a él y a sus compañeros para contestar las oraciones de aquellas fieles mujeres. Hoy también hay muchos hermanos —hombres y mujeres, jóvenes y mayores, solteros y casados— que se mudan a regiones donde se necesita ayuda para predicar. Claro, no todo es de color de rosa, pero los problemas les parecen pequeños cuando los comparan con la alegría de encontrar personas que aceptan la verdad, como Lidia. Y usted, ¿puede hacer cambios en su vida para “ir a Macedonia” y ayudar en otro territorio? Si lo hace, Jehová le dará muchas bendiciones. Por ejemplo, un hermano llamado Aaron se mudó a un país de Centroamérica cuando era joven. Él dice: “Servir en otro país me ha ayudado a madurar en sentido espiritual y a acercarme más a Jehová. Y me encanta predicar aquí: ¡ya dirijo ocho cursos bíblicos!”. Muchos hermanos han hecho lo mismo y se sienten como él.

      Dos hermanas predicándole a una muchacha en la calle y un joven asomándose por encima de ellas para averiguar de qué están hablando.

      ¿Cómo podemos “ir a Macedonia” y ayudar en otro territorio?

      “La gente se lanzó contra ellos” (Hechos 16:16-24)

      10. ¿Qué hicieron los demonios para tratar de detener a Pablo y sus compañeros?

      10 Seguro que Satanás se puso furioso al ver que las buenas noticias echaban raíces en una región que, hasta entonces, él y sus demonios habían dominado a sus anchas. No es de extrañar que los demonios hicieran todo lo posible por detener a Pablo y sus compañeros. Por ejemplo, cierto día, mientras ellos visitaban el lugar de oración, se encontraron con una joven sirvienta que estaba poseída por un demonio y que ganaba dinero para sus amos prediciendo el futuro. Ella se puso a seguirlos y a gritar: “Estos hombres son esclavos del Dios Altísimo y les están predicando el camino de la salvación”. ¿Por qué hizo el demonio que la muchacha dijera eso? Tal vez quería que pareciera que tanto las predicciones de la joven como las enseñanzas de Pablo venían de Dios, y así robarles a los cristianos verdaderos la atención de la gente. El caso es que Pablo hizo que ella se callara librándola de aquel demonio (Hech. 16:16-18).

      11. ¿Qué les pasó a Pablo y Silas después de expulsar al demonio?

      11 Cuando los amos de la esclava se enteraron de que habían perdido esa fuente de dinero fácil, se enojaron muchísimo y arrastraron a Pablo y Silas hasta el mercado. Allí había un tribunal donde juzgaban los magistrados, unos funcionarios que eran representantes de Roma. Como los amos de la esclava sabían que los jueces tenían ciertos prejuicios y eran muy patrióticos, prácticamente les dijeron: “Estos judíos están perturbando la paz y enseñando costumbres que nosotros los romanos no podemos aceptar”. De inmediato, la gente que estaba en el mercado “se lanzó contra ellos” dos, y luego los jueces “ordenaron que los golpearan con varas”. Tras esto, acabaron con muchas heridas y los llevaron a rastras a la prisión. El carcelero “los metió en el calabozo interior y les sujetó los pies en el cepo” (Hech. 16:19-24). Aquel calabozo estaría tan oscuro que Pablo y Silas apenas podrían verse las caras. Pero Jehová lo estaba viendo todo (Sal. 139:12).

      12. a) ¿Cómo veían Pablo y sus compañeros la persecución, y por qué? b) ¿Qué tácticas siguen usando contra nosotros Satanás y la gente que actúa bajo su influencia?

      12 Años antes, Jesús les había dicho a sus seguidores: “También los perseguirán a ustedes” (Juan 15:20). Así que, cuando Pablo y sus compañeros llegaron a Macedonia, estaban preparados para afrontar oposición. Por eso, cuando los empezaron a perseguir, sabían que Jehová no estaba descontento con ellos, sino que Satanás estaba furioso con ellos. Hoy, quienes actúan bajo la influencia del Diablo recurren a tácticas semejantes a los de aquellos opositores. Por ejemplo, en las escuelas y lugares de trabajo, a veces cuentan mentiras acerca de nosotros con tal de avivar la oposición. En algunos países, los enemigos nos acusan en los tribunales diciendo cosas como: “Esos Testigos están perturbando la paz y enseñando costumbres que nosotros ‘los creyentes de toda la vida’ no podemos aceptar”. Y hay lugares donde golpean y encarcelan a nuestros hermanos. Pero hoy Jehová también lo está viendo todo (1 Ped. 3:12).

      “Enseguida [...] fueron bautizados” (Hechos 16:25-34)

      13. ¿Qué situación llevó al carcelero a preguntar qué debía hacer para salvarse?

      13 A Pablo y a Silas les tuvo que tomar un tiempo asimilar todo lo que les había pasado ese día. A eso de la medianoche, ya se habían recuperado lo suficiente de la paliza como para estar “orando y alabando a Dios con canciones”. De repente, un terremoto sacudió la prisión. El carcelero despertó sobresaltado, vio que las puertas estaban abiertas y pensó que los presos se habían escapado. Como sabía que lo castigarían, “sacó su espada” para quitarse la vida. Cuando “estaba a punto de matarse”, Pablo le gritó: “¡No te hagas daño! ¡Todos estamos aquí!”. Angustiado, el carcelero les preguntó: “Señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme?”. Pablo y Silas sabían que su salvación no dependía de ellos, sino de Jesús; por eso le respondieron: “Cree en el Señor Jesús, y tú y tu casa serán salvados” (Hech. 16:25-31).

      14. a) ¿Cómo ayudaron Pablo y Silas al carcelero? b) ¿Qué bendición recibieron Pablo y Silas por aguantar la persecución sin perder la alegría?

      14 ¿De verdad quería el carcelero saber la respuesta a esa pregunta? Es obvio que Pablo estaba seguro de que el hombre era sincero. Pero, claro, era gentil y por lo tanto no conocía la Palabra de Dios. Así que para llegar a ser cristiano primero tenía que aprender y aceptar las verdades fundamentales de las Escrituras. Por eso, Pablo y Silas “le predicaron la palabra de Jehová”. Se concentraron tanto en enseñarle que tal vez hasta se les olvidó el dolor de las profundas heridas que tenían en la espalda. Pero el carcelero sí se fijó en ellas y se puso a limpiárselas. “Enseguida, él y todos los de su casa fueron bautizados”. ¡Qué bendición recibieron Pablo y Silas por aguantar la persecución sin perder la alegría! (Hech. 16:32-34).

      15. a) ¿De qué manera han seguido muchos Testigos el ejemplo de Pablo y Silas? b) ¿Por qué debemos seguir visitando a las personas de nuestro territorio?

      15 Al igual que Pablo y Silas, muchos hermanos de la actualidad han predicado el mensaje estando encarcelados por su fe, y también han tenido buenos resultados. Por ejemplo, en un país donde estaban prohibidas nuestras actividades, hubo un momento en que casi la mitad de los Testigos que vivían allí había aprendido la verdad en prisión (Is. 54:17). Por otro lado, tal como el carcelero aceptó las buenas noticias después del terremoto, algunas personas responden al mensaje después de haber sufrido un “terremoto” en su vida, por decirlo así. Por eso, debemos ser constantes y visitar a las personas de nuestro territorio para estar ahí en caso de que un día quieran aceptar nuestra ayuda.

      “¿Y ahora nos echan a escondidas?” (Hechos 16:35-40)

      16. ¿Qué pasó la mañana después de que golpearan a Pablo y Silas?

      16 La mañana después de haberlos golpeado, los magistrados ordenaron liberar a Pablo y a Silas. Pero Pablo protestó: “Nos dieron golpes públicamente sin habernos juzgado aunque somos romanos, y nos metieron en la prisión. ¿Y ahora nos echan a escondidas? ¡Pues no! Que vengan ellos mismos a sacarnos”. Al enterarse de que habían castigado a dos ciudadanos romanos, a los magistrados “les dio miedo”. Como ellos habían violado los derechos de Pablo y Silas,d las cosas se volvieron en su contra. Los habían golpeado en público, y ahora tuvieron que pedirles disculpas en público. Luego les suplicaron que se marcharan de Filipos. Ellos accedieron, aunque primero se tomaron el tiempo de ir y animar a todos los nuevos discípulos.

      17. ¿Qué importante lección aprendieron de Pablo y Silas los nuevos discípulos?

      17 ¿Por qué Pablo y Silas no dijeron antes que eran ciudadanos romanos? ¿No se habrían ahorrado la paliza? Tal vez sí (Hech. 22:25, 26). Sin embargo, los nuevos discípulos se habrían quedado con la impresión de que se estaban aprovechando de su ciudadanía para no sufrir por Cristo. Además, ¿qué efecto habría tenido en la fe de los hermanos que no eran ciudadanos romanos? A fin de cuentas, a ellos la ley no los protegía de ser golpeados. Así que, al aguantar aquel castigo, Pablo y Silas les enseñaron a los nuevos hermanos que todos los cristianos pueden mantenerse firmes ante la persecución. Por otro lado, cuando Pablo y Silas dijeron después que eran ciudadanos romanos, obligaron a los magistrados a reconocer públicamente que habían actuado contra la ley. Esto sentó un precedente para que en el futuro lo pensaran dos veces antes de maltratar a algún cristiano. Así los hermanos podrían tener cierta protección legal en casos parecidos.

      18. a) ¿Cómo imitan a Pablo los superintendentes cristianos? b) ¿Cómo defendemos y establecemos legalmente las buenas noticias?

      18 Hoy, los superintendentes cristianos también enseñan con el ejemplo. Estos pastores no esperan que los hermanos hagan algo que ellos mismos no están dispuestos a hacer. Además, igual que Pablo, pensamos bien cómo y cuándo utilizaremos nuestros derechos legales para recibir protección. Si es necesario, recurrimos a los tribunales locales, nacionales e incluso internacionales para defendernos y seguir adorando a Dios. No buscamos hacer reformas sociales. Más bien, queremos hacer lo que Pablo les dijo a los filipenses unos 10 años después de que estuviera preso en Filipos: seguir “defendiendo y estableciendo legalmente las buenas noticias” (Filip. 1:7). Y, sin importar lo que pase en los tribunales, estamos decididos, como Pablo y sus compañeros, a “anunciar [...] las buenas noticias” allá adonde nos dirija el espíritu santo (Hech. 16:10).

      LUCAS, EL ESCRITOR DE HECHOS

      A partir de Hechos 16:10, 11, hay un cambio de estilo en el libro. Hasta entonces, Lucas había escrito los relatos solo en tercera persona, es decir, contaba lo que otras personas dijeron o hicieron. Pero, a partir de estos versículos, él empieza a incluirse en la historia. Por ejemplo, Hechos 16:11 dice: “Nos embarcamos en Troas y fuimos directamente a Samotracia”. Ahora bien, en vista de que el nombre de Lucas no aparece en ninguna parte de este libro, ¿cómo sabemos que él fue su escritor?

      Lucas sentado frente a una mesa escribiendo en un rollo.

      Encontramos la respuesta en los primeros versículos de Hechos y del Evangelio de Lucas. Ambos se dirigen a un hombre llamado “Teófilo” (Luc. 1:1, 3; Hech. 1:1). Hechos empieza diciendo: “En el primer relato, Teófilo, escribí acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar”. Hay escritores antiguos muy respetados que concuerdan en que Lucas escribió “el primer relato”, es decir, el Evangelio. Así que él también debió de ser el escritor de Hechos.

      ¿Qué sabemos acerca de él? La verdad es que no mucho. Su nombre aparece solo tres veces en la Biblia. Pablo lo llama “el médico amado” y dice que era uno de sus “colaboradores” (Col. 4:14; Filem. 24). Las secciones de Hechos donde Lucas se incluye en el relato indican que él fue con Pablo de Troas a Filipos alrededor del año 50. Sin embargo, cuando Pablo se fue de Filipos, Lucas ya no estaba con él. Alrededor del año 56 volvieron a encontrarse en Filipos, y desde allí viajaron con otros siete hermanos a Jerusalén, donde Pablo fue arrestado. Dos años más tarde, Pablo aún seguía preso y, cuando lo trasladaron de Cesarea a Roma, Lucas fue con él (Hech. 16:10-17, 40; 20:5-21:17; 24:27; 27:1-28:16). Por último, cuando Pablo estaba preso por segunda vez en Roma y estaban a punto de ejecutarlo, dijo: “Solo Lucas está conmigo” (2 Tim. 4:6, 11). Es obvio que Lucas recorrió largas distancias y estuvo dispuesto a pasar por situaciones muy duras por las buenas noticias.

      Lucas nunca dijo que hubiera visto con sus propios ojos lo que contó sobre Jesús en su Evangelio. Por el contrario, señaló que se había “dedicado a organizar un relato de los hechos” basándose en lo que le contaron “testigos oculares”. Lo que es más, explicó que había “investigado todo con exactitud desde el comienzo” y luego lo había escrito “en orden lógico” (Luc. 1:1-3). Cuando leemos lo que escribió, es evidente que fue muy meticuloso. Es posible que entrevistara a Elisabet, a María —la madre de Jesús— y a otras personas para recopilar información. Muchos de los detalles que él cuenta no aparecen en ningún otro Evangelio (Luc. 1:5-80).

      Como vimos, Pablo dijo que Lucas era médico, y en sus relatos se nota el interés que sentía por quienes sufrían. Por ejemplo, cuando Jesús curó a un endemoniado, explicó que el demonio “salió de él sin hacerle daño”. También destacó que la suegra de Pedro “tenía una fiebre muy alta”. Y, al hablar de una mujer a la que Jesús ayudó, dio estos detalles: “Llevaba 18 años con un espíritu de debilidad. Estaba muy encorvada y no se podía enderezar” (Luc. 4:35, 38; 13:11).

      Está claro que el objetivo de Lucas no era tener una carrera prestigiosa, sino ayudar al prójimo a conocer y servir a Jehová. Lo más importante para él era “la obra del Señor” (1 Cor. 15:58).

      LIDIA, LA VENDEDORA DE PÚRPURA

      Lidia era de la ciudad de Tiatira, que estaba en una región que se llamaba Lidia, en el oeste de Asia Menor. En algún momento cruzó el mar Egeo para mudarse a Filipos— una ciudad muy importante de Macedonia— y dedicarse allí a su negocio. Puede que vendiera artículos teñidos de púrpura, como alfombras, tapices y telas, o incluso los propios tintes. Una inscripción encontrada en Filipos prueba la existencia de una asociación de vendedores de púrpura en la ciudad.

      Lidia ofreciendo una de sus telas.

      La Biblia dice que Lidia “adoraba a Dios”, así que probablemente era prosélita judía (Hech. 16:14). Puede que empezara a adorar a Jehová en Tiatira, donde sí había una sinagoga, a diferencia de Filipos. Algunos creen que su nombre era un apodo que le pusieron en Filipos por su lugar de origen, y que significaba “mujer de Lidia”. No obstante, hay documentos que indican que, para aquel entonces, Lidia ya se usaba como nombre propio.

      La gente de Lidia y de los alrededores era famosa por su habilidad tiñendo telas con púrpura desde los tiempos de Homero (siglo noveno u octavo antes de nuestra era). De hecho, todo el mundo sabía que con el agua de Tiatira se conseguían los tintes más brillantes y permanentes.

      Los tejidos teñidos de púrpura eran tan caros que solo los ricos podían comprarlos. Había varios métodos para obtener la púrpura, pero el mejor tinte y el más caro —usado para teñir el lino fino— era el que se sacaba de un molusco del mar Mediterráneo. De cada uno de estos caracoles se podía extraer una sola gota, así que se necesitaban unos 8.000 para conseguir tan solo un gramo (0,04 onzas) de este tinte tan valioso. ¡Con razón las telas teñidas de púrpura eran tan caras!

      Para poder dedicarse al negocio de la púrpura, Lidia debió de tener mucho dinero. Y tenía una casa lo suficientemente grande como para alojar a Pablo, Silas, Timoteo y Lucas. Además, cuando la Biblia usa la expresión “los de su casa”, puede que se refiera a familiares que vivían con ella, pero también podría referirse a que tenía esclavos y sirvientes (Hech. 16:15). Por otro lado, Pablo y Silas se juntaron en la casa de Lidia con algunos hermanos antes de irse de Filipos. Esto da a entender que su casa se convirtió en un lugar de reuniones para los primeros cristianos de esta ciudad (Hech. 16:40).

      Unos 10 años después, Pablo escribió su carta a los hermanos filipenses, pero en ella no mencionó a Lidia. Así que lo único que sabemos de ella está en el capítulo 16 de Hechos.

      a Vea el recuadro “Lucas, el escritor de Hechos”.

      b Puede que a los judíos no se les permitiera tener una sinagoga en la ciudad por la cantidad de soldados retirados que había en ella. O puede que allí no hubiera 10 hombres judíos, que era el número mínimo para poder establecer una sinagoga.

      c Vea el recuadro “Lidia, la vendedora de púrpura”.

      d Según la ley romana, todo ciudadano siempre tenía derecho a un juicio justo y nunca debía ser castigado públicamente sin haber sido juzgado y declarado culpable.

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