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  • “Estoy limpio de la sangre de todo hombre”
    Demos “un testimonio completo sobre el Reino de Dios”
    • CAPÍTULO 21

      “Estoy limpio de la sangre de todo hombre”

      El espíritu de entrega de Pablo en el ministerio y sus consejos para los ancianos

      Basado en Hechos 20:1-38

      1-3. a) ¿Cómo murió Eutico? b) ¿Qué hizo Pablo, y qué nos enseña esto sobre él?

      PABLO se encuentra en la ciudad de Troas. Está reunido con muchísimos hermanos en el tercer piso de una casa. Es el último día que estará con ellos, y tiene tanto que decirles que le da la medianoche hablándoles. El humo y el calor que desprenden tantas lámparas en la habitación probablemente contribuyen a que el ambiente se ponga muy cargado. Un joven llamado Eutico, que está sentado en una ventana, se va quedando dormido en pleno discurso de Pablo hasta que, de pronto, se cae hacia la calle.

      2 Como Lucas es médico, seguramente es de los primeros en salir corriendo a ayudar a Eutico, pero ya no hay nada que hacer: está muerto (Hech. 20:9). Entonces llega Pablo, se echa sobre él y le dice al grupo: “No se alarmen. Está vivo”. Pablo le ha devuelto la vida a Eutico. ¡Todo un milagro! (Hech. 20:10).

      3 Aquella resurrección es una muestra de las maravillas que Jehová puede hacer con su espíritu santo. Pablo no tuvo la culpa de que muriera Eutico, pero tampoco quería que los hermanos se quedaran con un recuerdo tan desagradable ni que ese accidente perjudicara la fe de ellos. Al haber resucitado al muchacho, Pablo consoló a los hermanos y los fortaleció para que pudieran seguir predicando con ganas. Es obvio que él reconocía el valor que tiene la vida, y por eso la respetaba tanto y hasta pudo decir: “Estoy limpio de la sangre de todo hombre” (Hech. 20:26). Analicemos cómo puede ayudarnos el ejemplo de Pablo a sentir ese mismo respeto por la vida.

      “Emprendió su viaje hacia Macedonia” (Hechos 20:1, 2)

      4. ¿Qué mala experiencia tuvo Pablo en Éfeso?

      4 Como vimos en el capítulo anterior, Pablo había tenido una muy mala experiencia predicando en Éfeso. Y es que, como los plateros de la ciudad vivían de la venta de ídolos para la adoración de Ártemis, provocaron un disturbio y la gente se puso muy violenta. El relato sigue diciendo: “Cuando se calmó el alboroto, Pablo mandó llamar a los discípulos. Tras animarlos y despedirse de ellos, emprendió su viaje hacia Macedonia” (Hech. 20:1).

      5, 6. a) ¿Cuánto tiempo debió de pasar Pablo en Macedonia, y cómo ayudó a los hermanos de allí? b) ¿Cómo veía Pablo a sus hermanos en la fe?

      5 De camino a Macedonia, Pablo se detuvo en el puerto de Troas y se quedó un tiempo allí. Esperaba reunirse con Tito, quien se había ido a Corinto (2 Cor. 2:12, 13). Pero, cuando Pablo se dio cuenta de que Tito no iba a poder llegar, se fue a Macedonia. Quizás estuvo alrededor de un año dando “muchas palabras de ánimo a los discípulos de allí” (Hech. 20:2).a Finalmente, Tito se encontró con él en Macedonia y le contó que los cristianos de Corinto habían reaccionado muy bien a su primera carta (2 Cor. 7:5-7). Esto motivó a Pablo a escribirles otra carta, que ahora conocemos como Segunda a los Corintios.

      6 Es interesante que, cuando Lucas habla de las visitas de Pablo a Éfeso y Macedonia, usa las palabras animar y ánimo. Eso indica lo que Pablo sentía por los hermanos. Él no era como los fariseos, no se creía superior a los demás. Más bien, amaba a las ovejitas de la congregación. Sus hermanos eran sus compañeros de equipo (Juan 7:47-49; 1 Cor. 3:9). Y siguió viéndolos así incluso cuando tuvo que aconsejarlos con firmeza (2 Cor. 2:4).

      7. ¿Cómo imitan a Pablo los superintendentes cristianos?

      7 En la actualidad, los ancianos de las congregaciones y los superintendentes de circuito se esfuerzan por imitar el ejemplo de Pablo. Incluso cuando tienen que aconsejar con firmeza a alguien, lo hacen con el objetivo de ayudar a esa persona. Intentan entender cómo se siente y, en vez de ser sus jueces, hacen todo lo posible por animarla. Un superintendente de circuito con mucha experiencia comenta: “La mayoría de los hermanos quieren hacer las cosas bien, pero muchas veces luchan contra sus frustraciones, sus miedos o sus sentimientos de impotencia”. Los ancianos pueden fortalecer mucho a los hermanos que se sienten así (Heb. 12:12, 13).

      LAS CARTAS QUE ESCRIBIÓ PABLO EN MACEDONIA

      Segunda a los Corintios. En esta carta, Pablo explica que, cuando llegó a Macedonia, estaba preocupado por los hermanos de Corinto. Pero, cuando Tito llegó y le trajo buenas noticias sobre ellos, sintió un gran alivio. Fue entonces, alrededor del año 55, cuando les escribió esta carta. En ella indica que todavía estaba en Macedonia (2 Cor. 7:5-7; 9:2-4). Para ese tiempo, una de las prioridades de Pablo era terminar de reunir los donativos para los hermanos de Judea (2 Cor. 8:18-21). Además, estaba preocupado porque en la congregación de Corinto había “apóstoles falsos, trabajadores que engañan a otros” (2 Cor. 11:5, 13, 14).

      Tito. Todo parece indicar que esta carta también se escribió en Macedonia. Después de la primera vez que estuvo preso en Roma, Pablo visitó la isla de Creta en algún momento entre los años 61 y 64. Allí dejó a Tito para que corrigiera algunos problemas en la congregación y nombrara ancianos (Tito 1:5). Entonces le pidió en la carta que se reuniera con él en Nicópolis. En la región del mar Mediterráneo había varias ciudades con este nombre. Pero es muy posible que Pablo se refiriera a la del noroeste de Grecia, ya que por lo visto él estaba predicando cerca de allí cuando le escribió a Tito (Tito 3:12).

      Primera a Timoteo. Esta carta también se escribió en algún momento entre los años 61 y 64, es decir, entre la primera y la segunda vez que Pablo estuvo preso en Roma. Al principio de la carta, Pablo dice que le pidió a Timoteo que se quedara en Éfeso mientras él iba a Macedonia (1 Tim. 1:3). Así que, al parecer, escribió esta carta desde Macedonia. En ella le habla como un padre y le da consejos, ánimo e instrucciones sobre cómo tratar ciertos asuntos en las congregaciones.

      “Tramaron una conspiración contra él” (Hechos 20:3, 4)

      8, 9. a) ¿Qué obligó a Pablo a cambiar sus planes de viajar a Siria? b) ¿Por qué odiaban los judíos a Pablo?

      8 De Macedonia, Pablo se fue a Corinto y pasó tres meses allí.b Tenía pensado ir a Cencreas, tomar un barco a Siria y, desde allí, ir a Jerusalén para entregarles ayuda material a los hermanos necesitados (Hech. 24:17; Rom. 15:25, 26).c Sin embargo, pasó algo inesperado que obligó a Pablo a cambiar de planes. ¿Qué fue lo que pasó? Que “los judíos tramaron una conspiración contra él” (Hech. 20:3).

      9 Los judíos odiaban a Pablo porque lo consideraban un apóstata. Y, cuando Pablo estuvo predicando en Corinto, el líder de la sinagoga, Crispo, se hizo cristiano (Hech. 18:7, 8; 1 Cor. 1:14). En otra ocasión los judíos de allí habían acudido al procónsul de Acaya, Galión, y acusaron a Pablo de violar las leyes, pero Galión rechazó la acusación, y eso los puso furiosos (Hech. 18:12-17). Ahora puede que estos judíos se hayan enterado de que Pablo iba a embarcarse en Cencreas, o tal vez se lo hayan imaginado. El caso es que tramaron matarlo allí. Veamos qué hizo Pablo.

      10. ¿Por qué no se puede tachar de cobarde a Pablo por no haber ido a Cencreas?

      10 Por su seguridad y la de los fondos que le habían encargado, Pablo decidió volver a Macedonia en vez de ir a Cencreas. No es que viajar por tierra fuera mucho más seguro. Los caminos estaban llenos de ladrones, y las posadas también tenían sus riesgos. Pero Pablo pensó que exponerse a estos peligros era mejor que lo que le esperaba en Cencreas. Por lo menos no andaba solo; lo acompañaban Aristarco, Gayo, Segundo, Sópater, Timoteo, Tíquico y Trófimo (Hech. 20:3, 4).

      11. ¿Qué medidas tomamos para protegernos, y qué ejemplo nos dio Jesús?

      11 Igual que Pablo, los cristianos de hoy también tomamos medidas para protegernos cuando participamos en el ministerio. Por eso, en ciertas zonas siempre vamos en grupos, o al menos con alguien más. Y, en caso de persecución, también tenemos cuidado. Aunque sabemos que no podemos evitarla, no nos arriesgamos innecesariamente cuando predicamos (Juan 15:20; 2 Tim. 3:12). Pensemos en lo que hizo Jesús. En una ocasión, en Jerusalén, al ver que sus enemigos recogían piedras para apedrearlo, “se escondió y salió del templo” (Juan 8:59). Y en otra ocasión, cuando los judíos tramaron matarlo, “dejó de andar en público entre los judíos y se fue a la región que está cerca del desierto” (Juan 11:54). Así que, cuando era necesario, Jesús tomaba medidas para protegerse y así poder cumplir con lo que Jehová le había encargado. Hoy los cristianos hacemos lo mismo (Mat. 10:16).

      PABLO ENTREGA AYUDA MATERIAL

      En los años que siguieron al Pentecostés del 33, los cristianos de Jerusalén sufrieron mucho. Se enfrentaron a persecuciones, saqueos y periodos de hambre. Como consecuencia, en muchos casos llegaron a pasar necesidad (Hech. 11:27-12:1; Heb. 10:32-34). Por eso, alrededor del año 49, cuando los ancianos de Jerusalén le encargaron a Pablo que les predicara a los gentiles, también le pidieron que no se olvidara de ayudar a los pobres. Así que Pablo puso manos a la obra y organizó una colecta en las congregaciones (Gál. 2:10).

      En el año 55 les dijo a los corintios: “Sigan las instrucciones que les di a las congregaciones de Galacia. El primer día de cada semana, cada uno de ustedes debe apartar algo según sus posibilidades para que no se hagan colectas cuando yo llegue. Y, cuando llegue allá, enviaré a Jerusalén a los hombres que ustedes aprueben en sus cartas para que lleven su bondadoso regalo” (1 Cor. 16:1-3). Poco después, cuando les escribió su segunda carta, los animó a que tuvieran listos sus donativos y les mencionó que los macedonios también iban a hacer su aportación (2 Cor. 8:1-9:15).

      Entonces, en el año 56, hermanos de varias congregaciones se reunieron con él para ir a entregar lo que habían recaudado. Al final, Pablo viajó con ocho hermanos. Esto hizo que el viaje fuera más seguro e impidió que después trataran de acusar a Pablo de haber usado mal los donativos (2 Cor. 8:20). De hecho, la razón principal por la que viajó a Jerusalén fue para entregar esos fondos (Rom. 15:25, 26). Eso fue lo que más tarde dijo ante el gobernador Félix: “Después de muchos años vine a traerles donativos a los de mi nación y a hacer ofrendas” (Hech. 24:17).

      “Se sintieron enormemente consolados” (Hechos 20:5-12)

      12, 13. a) ¿Cómo se sintieron los hermanos cuando resucitó Eutico? b) ¿Qué esperanza nos consuela a nosotros?

      12 Pablo y sus compañeros viajaron juntos por Macedonia. Al parecer, en algún momento se separaron pero “a los cinco días”d volvieron a juntarse, ya que Lucas mismo escribió: “Los alcanzamos en Troas” (Hech. 20:6).e Fue allí donde Pablo resucitó a Eutico, como vimos al principio del capítulo. ¿Cómo cree que se sintieron los hermanos al verlo vivo otra vez? La Biblia dice que “se sintieron enormemente consolados” (Hech. 20:12).

      13 Es verdad que este tipo de milagros ya no pasan ahora. Pero quienes han perdido algún ser querido también se sienten “enormemente consolados” gracias a la esperanza bíblica de la resurrección (Juan 5:28, 29). No hay que olvidar que Eutico volvió a morir, pues era imperfecto (Rom. 6:23). Sin embargo, quienes resuciten en el nuevo mundo tendrán la oportunidad de vivir para siempre. Y quienes resuciten en los cielos para reinar con Jesús tendrán la inmortalidad (1 Cor. 15:51-53). Así que tanto los ungidos como las “otras ovejas” tienen muy buenas razones para sentirse “enormemente consolados” (Juan 10:16).

      “Públicamente y de casa en casa” (Hechos 20:13-24)

      14. ¿Qué les dijo Pablo a los ancianos de Éfeso cuando se reunieron en Mileto?

      14 Pablo y sus compañeros viajaron de Troas a Asón, y luego a Mitilene, Quíos, Samos y Mileto. Él quería llegar a Jerusalén para el día de la Fiesta de Pentecostés, así que hizo el viaje de regreso en un barco que no paraba en Éfeso. Pero, como quería hablar con los ancianos de Éfeso, les pidió que se encontraran con él en Mileto (Hech. 20:13-17). Cuando se reunió con ellos, les dijo: “Ustedes saben bien cómo me he comportado entre ustedes desde el primer día que pisé la provincia de Asia. He servido como esclavo al Señor con toda humildad, y he derramado lágrimas y he sufrido pruebas debido a las conspiraciones de los judíos. Aun así, no dudé en decirles cualquier cosa que fuera de provecho para ustedes ni de enseñarles públicamente y de casa en casa. Al contrario, tanto a judíos como a griegos les di un testimonio completo sobre la necesidad de arrepentirse y volverse a Dios y de tener fe en nuestro Señor Jesús” (Hech. 20:18-21).

      15. ¿Por qué el método de predicar de casa en casa es tan bueno?

      15 En la actualidad hay muchos métodos de predicación. Igual que Pablo, hacemos todo lo posible por ir a los lugares donde está la gente: las paradas de autobús, las calles transitadas, las zonas comerciales... Pero la predicación de casa en casa es el principal método de predicación de los testigos de Jehová. ¿Por qué? Para empezar, porque así todo el mundo tiene la oportunidad de escuchar cada cierto tiempo el mensaje del Reino. Esto demuestra que Jehová es imparcial. Además, nos permite llegar a las personas de buen corazón y darles la ayuda que cada una necesite. Y a nosotros también nos ayuda porque fortalece nuestra fe y nuestro aguante. Sin duda, el empeño con que predicamos “públicamente y de casa en casa” es un sello que distingue a los cristianos verdaderos.

      16, 17. ¿Por qué decimos que Pablo fue muy valiente, y cómo seguimos su ejemplo?

      16 El relato dice que Pablo siguió hablando con los ancianos efesios. Les dijo que no sabía a qué peligros se enfrentaría en Jerusalén. Pero también les dijo: “No me importa mi propia vida con tal de que termine mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús de dar un testimonio completo de las buenas noticias de la bondad inmerecida de Dios” (Hech. 20:24). Y la verdad es que Pablo fue muy valiente, porque no dejó que nada —ni siquiera la cruel persecución ni los problemas de salud— le impidiera cumplir con su misión.

      17 Los cristianos de la actualidad también pasamos por distintos tipos de problemas. Algunos viven en lugares donde la obra está prohibida y hay persecución. Otros batallan con enfermedades debilitantes o con problemas emocionales. Nuestros jóvenes se enfrentan constantemente a la presión de sus compañeros de clase. Sea cual sea la situación de cada uno, los testigos de Jehová somos tan valientes como Pablo y no dejaremos que nada nos impida “dar un testimonio completo de las buenas noticias”.

      “Cuídense ustedes mismos y cuiden del rebaño” (Hechos 20:25-38)

      18. ¿Por qué estaba Pablo limpio de sangre, y cómo podían seguir su ejemplo los ancianos de Éfeso?

      18 En aquella reunión con los ancianos de Éfeso, Pablo les dijo que probablemente no volverían a verlo. Entonces les dio consejos muy claros, y para eso les recordó lo que él mismo había hecho: “Estoy limpio de la sangre de todo hombre, porque no dudé en declararles toda la voluntad de Dios”. ¿Y cómo podrían seguir su ejemplo para que ellos tampoco fueran culpables de la muerte de nadie? Les dijo: “Cuídense ustedes mismos y cuiden del rebaño, del cual el espíritu santo los nombró superintendentes para pastorear la congregación de Dios, que él compró con la sangre de su propio Hijo” (Hech. 20:26-28). Les advirtió que se infiltrarían en el rebaño “lobos feroces” que dirían “cosas retorcidas para arrastrar a los discípulos y llevárselos detrás de ellos”. ¿Qué debían hacer entonces los ancianos? Pablo se lo dejó claro: “Manténganse despiertos y recuerden que durante tres años, de día y de noche, no dejé de aconsejar a cada uno de ustedes con lágrimas” (Hech. 20:29-31).

      19. ¿Qué apareció a finales del siglo primero, y a qué dio lugar esto en los siglos posteriores?

      19 Aquellos “lobos feroces” aparecieron en escena a finales del siglo primero. Alrededor del año 98, el apóstol Juan escribió: “Incluso ahora han aparecido muchos anticristos [...]. Ellos salieron de entre nosotros, pero no eran de los nuestros; porque, si hubieran sido de los nuestros, se habrían quedado con nosotros” (1 Juan 2:18, 19). Para el siglo tercero, ya se había formado la clase clerical de la cristiandad por culpa de la apostasía. Y en el siglo cuarto el emperador Constantino le dio el reconocimiento oficial a esta falsificación del cristianismo. Aquellos líderes religiosos apóstatas dijeron “cosas retorcidas”. Y es que aceptaron enseñanzas y costumbres paganas, y luego dijeron que eran “cristianas”. Hasta el día de hoy, las Iglesias de la cristiandad siguen basándose en esas mismas costumbres y enseñanzas falsas.

      20, 21. ¿Cómo demostró Pablo que tenía un gran espíritu de sacrificio, y cómo lo imitan los ancianos de hoy?

      20 ¡Qué diferente era Pablo de aquellos lobos que aparecerían después y se aprovecharían del rebaño! Él trabajó para mantenerse y no ser una carga para las congregaciones. Nunca esperó que le dieran dinero por servir a los hermanos. De hecho, animó a los ancianos efesios a que mostraran el mismo espíritu de sacrificio: “Deben trabajar así de duro para ayudar a los que son débiles”. Y añadió: “Deben recordar estas palabras que dijo el Señor Jesús: ‘Hay más felicidad en dar que en recibir’” (Hech. 20:35).

      21 Igual que Pablo, los ancianos de hoy muestran un gran espíritu de sacrificio. Son conscientes de que se les dio la responsabilidad de “pastorear la congregación de Dios” y lo hacen sin esperar nada a cambio. Ellos no son como los líderes de la cristiandad, que les sacan el dinero a sus ovejas. Dentro de la congregación cristiana no hay lugar para la ambición y el orgullo. De hecho, todo el que quiera “buscar gloria” y honra para sí mismo acabará hundido en la deshonra (Prov. 11:2; 25:27).

      Pablo y sus compañeros subiendo a un barco mientras los ancianos de Éfeso lloran y abrazan con cariño a Pablo.

      “Todos rompieron a llorar” (Hechos 20:37).

      22. ¿Por qué querían tanto a Pablo los ancianos de Éfeso?

      22 Pablo amaba de verdad a los hermanos, y por eso ellos lo querían tanto. Así que, cuando tuvieron que despedirse de él, “todos rompieron a llorar y abrazaron a Pablo y lo besaron con cariño” (Hech. 20:37, 38). Los cristianos de hoy también valoramos y queremos mucho a quienes son como él y dan de su tiempo, recursos y energías para cuidar a las ovejitas. ¿Verdad que aprendemos mucho del ejemplo de Pablo? Está claro que no exageraba cuando dijo: “Estoy limpio de la sangre de todo hombre” (Hech. 20:26).

      a Vea el recuadro “Las cartas que escribió Pablo en Macedonia”.

      b Durante ese tiempo probablemente escribió Romanos.

      c Vea el recuadro “Pablo entrega ayuda material”.

      d La vez pasada el viaje en barco de Filipos a Troas les llevó dos días (Hech. 16:11). Pero puede que en esta ocasión les tomara cinco días por culpa del viento.

      e En Hechos 20:5, 6, Lucas vuelve a incluirse en el relato. Esto parece indicar que Pablo se encontró con Lucas en Filipos —donde lo había dejado— y siguieron juntos hasta Troas (Hech. 16:10-17, 40).

  • “Que se haga la voluntad de Jehová”
    Demos “un testimonio completo sobre el Reino de Dios”
    • CAPÍTULO 22

      “Que se haga la voluntad de Jehová”

      Pablo se dirige a Jerusalén decidido a hacer la voluntad de Dios

      Basado en Hechos 21:1-17

      1-4. ¿Por qué iba a viajar Pablo a Jerusalén, y qué le esperaba allí?

      PARA Pablo y Lucas no es nada fácil irse de Mileto. ¡Cuánto les duele separarse de los ancianos efesios que tanto quieren! Al final, los dos misioneros suben a la cubierta del barco. Llevan todo lo que necesitan para el viaje, así como el dinero de la colecta para los cristianos necesitados de Judea. Tienen muchas ganas de entregar estos fondos y dar por terminada su misión.

      2 Las velas se hinchan con la brisa, y el barco va dejando atrás el ruido que hay en el muelle. Pablo, Lucas y los otros siete hermanos que los acompañan ven cómo se alejan de sus amigos, que se quedan tristes en tierra (Hech. 20:4, 14, 15). Los nueve les dicen adiós con la mano hasta que los pierden en el horizonte.

      3 Por tres años, Pablo trabajó hombro con hombro con los ancianos de Éfeso. Pero ahora, siguiendo la guía del espíritu, va hacia Jerusalén. Tiene cierta idea de lo que le va a pasar cuando llegue allá, ya que poco antes les dijo a esos mismos ancianos: “Impulsado por el espíritu, voy a Jerusalén, aunque no sé lo que me pasará allá, excepto que, en una ciudad tras otra, el espíritu santo me avisa una y otra vez de que me esperan prisión y dificultades” (Hech. 20:22, 23). A pesar del peligro, él dice que se siente “impulsado por el espíritu” a ir a Jerusalén, o sea, siente tanto la obligación como el deseo de hacer lo que el espíritu le indica. No es que quiera sufrir, pero lo más importante para él es hacer lo que Dios le pide.

      4 ¿Verdad que todos pensamos como Pablo? Y es que, cuando nos dedicamos a Jehová, le prometemos que lo más importante para nosotros será hacer lo que él nos pide. Por eso es tan bueno que sigamos estudiando el ejemplo de Pablo y veamos cómo podemos imitarlo.

      Dejan atrás “la isla de Chipre” (Hechos 21:1-3)

      5. ¿Qué ruta siguieron Pablo y sus compañeros para llegar a Tiro?

      5 Pablo y sus compañeros navegaron “con rumbo directo” —es decir, con el viento a favor, sin cambiar de dirección—, y así lograron llegar a Cos el mismo día (Hech. 21:1). Parece que ahí pasaron la noche, y al día siguiente pasaron por Rodas y fueron a Pátara, en el sur de Asia Menor. Allí se subieron a un barco mercante que los llevó sin escalas a la ciudad fenicia de Tiro. Lucas nos dice lo que pasó de camino: “Después de ver a lo lejos la isla de Chipre, la dejamos atrás a la izquierda” (Hech. 21:3). ¿Y por qué mencionó este detalle?

      6. a) ¿Por qué debió de fortalecer a Pablo ver la isla de Chipre? b) ¿A qué conclusión llega usted al reflexionar en cómo lo ha bendecido y ayudado Jehová?

      6 Puede que Pablo señalara Chipre con el dedo y les contara a los demás sus experiencias en la isla. Unos nueve años antes, había estado allí con Bernabé y Juan Marcos durante su primer viaje misionero. Fue allí donde se enfrentó con el hechicero Elimas (Hech. 13:4-12). Ver de nuevo la isla y reflexionar en aquellos sucesos seguramente le dio fuerzas a Pablo para lo que le esperaba en Jerusalén. Nosotros también hacemos bien en reflexionar en cómo Jehová nos ha bendecido y nos ha ayudado a aguantar las pruebas. Sin duda, concordamos con estas palabras de David: “Muchas son las dificultades del justo, pero Jehová lo libera de todas ellas” (Sal. 34:19).

      “Buscamos y encontramos a los discípulos” (Hechos 21:4-9)

      7. ¿Qué hicieron Pablo y sus compañeros en cuanto llegaron a Tiro?

      7 Pablo sabía lo importante que era estar con los hermanos y tenía muchas ganas de verlos. De hecho, Lucas dice lo que hicieron en cuanto llegaron a Tiro: “Buscamos y encontramos a los discípulos” (Hech. 21:4). Como sabían que había cristianos en Tiro, trataron de encontrarlos, y probablemente se hospedaron con ellos. Hoy pasa lo mismo: una de las grandes bendiciones de estar en la verdad es que, vayamos donde vayamos, siempre habrá hermanos en la fe que nos reciban. Y es que todo el que ama a Dios y practica la religión verdadera tiene amigos en el mundo entero.

      8. ¿Qué quiere decir Hechos 21:4?

      8 El grupo de hermanos se quedó siete días en Tiro. Pero, durante ese tiempo, los cristianos de allí hicieron algo inesperado. Lucas escribió: “Mediante el espíritu ellos le decían a Pablo una y otra vez que no pusiera un pie en Jerusalén” (Hech. 21:4). ¿Significaba esto que Jehová ya no quería que Pablo fuera a Jerusalén? No, no significaba eso. El espíritu ya le había indicado a Pablo que lo maltratarían en Jerusalén, pero nunca le dijo que no fuera. Entonces, ¿qué quiere decir el versículo? Por lo visto, mediante el espíritu santo los cristianos de Tiro comprendieron que Pablo iba a sufrir mucho. Y, como ellos se preocuparon, le rogaron que no fuera para allá. Es comprensible que quisieran protegerlo de lo que se le venía encima. Pero Pablo estaba decidido a hacer la voluntad de Jehová, y siguió con sus planes de ir a Jerusalén (Hech. 21:12).

      9, 10. a) ¿De qué se pudo haber acordado Pablo al ver lo preocupados que estaban los hermanos de Tiro? b) ¿Qué prefieren hacer la mayoría de las personas, pero qué dijo Jesús?

      9 Al ver lo preocupados que estaban los hermanos, Pablo tal vez recordó que los discípulos de Jesús reaccionaron de manera parecida cuando él les explicó que iría a Jerusalén y que allí sufriría mucho y lo matarían. Pedro se dejó llevar por las emociones y le dijo: “¡Señor, no seas tan duro contigo mismo! Eso jamás te va a pasar a ti”. Pero Jesús le contestó: “¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres un estorbo en mi camino, porque no estás pensando como piensa Dios, sino como piensa el hombre” (Mat. 16:21-23). Jesús estaba decidido a hacer lo que Jehová le había encargado, aunque eso le iba a costar la vida. Y Pablo se sentía igual. Sin duda, los cristianos de Tiro tenían buenas intenciones, igual que Pedro, pero no comprendían bien que de todos modos Jehová quería que Pablo fuera a Jerusalén.

      Un hermano mirando su reloj con impaciencia mientras está predicando. Su compañero lo mira de reojo.

      Para seguir a Jesús, debemos estar dispuestos a hacer sacrificios.

      10 Hoy, la mayoría de las personas prefieren seguir la ley del mínimo esfuerzo, y por eso buscan una religión cómoda y poco exigente. Pero Jesús dejó claro que sus discípulos debían tener una mentalidad muy diferente. Dijo: “Si alguien quiere ser mi seguidor, que renuncie a sí mismo, que tome su madero de tormento y me siga constantemente” (Mat. 16:24). Seguir los pasos de Jesús es lo mejor y lo correcto, pero no es lo más fácil.

      11. ¿Cómo demostraron los hermanos de Tiro que querían a Pablo y lo apoyaban?

      11 Pronto llegó el momento de que Pablo, Lucas y los demás reanudaran el viaje. La conmovedora descripción que da la Biblia de la despedida nos muestra que los hermanos de Tiro querían mucho a Pablo y lo apoyaban en su asignación. Todos ellos —hombres, mujeres y niños— los acompañaron hasta la playa y entonces el grupo entero se arrodilló, oraron juntos y se dijeron adiós. Luego, Pablo, Lucas y los demás compañeros se subieron a un barco que los llevó a Tolemaida, y allí se quedaron con los hermanos un día (Hech. 21:5-7).

      12, 13. a) ¿Qué historial de servicio tenía Felipe? b) ¿Por qué es Felipe un buen ejemplo para los cabezas de familia?

      12 Lucas cuenta que después todos fueron con Pablo a la ciudad de Cesarea.a Allí fueron “a la casa de Felipe el evangelizador” (Hech. 21:8). Él tenía un largo historial de servicio a Jehová. Unos 20 años atrás, en Jerusalén, los apóstoles lo habían puesto a cargo del reparto de comida en la recién formada congregación cristiana. Además, Felipe llevaba muchos años muy activo en la predicación. Recordemos que, cuando los discípulos salieron de Jerusalén por la persecución, él fue a Samaria y se puso a predicar. Y más tarde le enseñó la verdad al eunuco etíope y lo bautizó (Hech. 6:2-6; 8:4-13, 26-38). Seguro que se alegraron mucho al ver a este hermano tan fiel.

      13 Felipe no había perdido para nada el entusiasmo por la obra. Ahora vivía en Cesarea y seguía muy ocupado en la predicación, y por eso Lucas lo llama “el evangelizador”. Además, la Biblia dice que para entonces tenía cuatro hijas que profetizaban, lo que da a entender que siguieron los pasos de su padre en el ministerio (Hech. 21:9).b Sin duda, se había esforzado por enseñarle a su familia a amar y servirle a Jehová. ¿Cómo pueden imitar a Felipe los cabezas de familia? Poniéndoles a sus hijos un buen ejemplo en el ministerio y enseñándoles a amar la predicación.

      14. ¿Para qué sirvieron las visitas de Pablo a los hermanos, y qué oportunidades parecidas tenemos hoy?

      14 Adondequiera que iba, Pablo buscaba a los hermanos y pasaba tiempo con ellos. No hay duda de que a ellos les encantaba hospedar a este ministro viajante y a sus compañeros, y aquellas visitas sirvieron para animarse unos a otros (Rom. 1:11, 12). Nosotros también podemos disfrutar de oportunidades parecidas. Podemos dar y recibir mucho ánimo si les abrimos nuestro hogar —por humilde que sea— al superintendente de circuito y su esposa (Rom. 12:13).

      CESAREA, CAPITAL DE LA PROVINCIA ROMANA DE JUDEA

      En los años que abarca el libro de Hechos, Cesarea era la capital de la provincia romana de Judea. Era la sede de las fuerzas militares romanas de la zona, y allí estaba la residencia oficial del gobernador. La fundó Herodes el Grande, quien le puso el nombre Cesarea en honor a César Augusto. Tenía todos los edificios típicos de las ciudades paganas influidas por la cultura griega: un templo para adorar a César Augusto, un teatro, un hipódromo y un anfiteatro. La mayoría de sus habitantes eran de origen gentil.

      El puerto de la ciudad de Cesarea era toda una obra de ingeniería. Herodes lo llamó Sebastos (nombre griego para “Augusto”), y tenía un rompeolas enorme que protegía al puerto de la fuerza del mar. Así los barcos podían entrar y salir fácilmente. Con este puerto, Herodes quería que Cesarea fuera más impresionante que Alejandría y se convirtiera en el centro principal de comercio del Mediterráneo oriental. Aunque nunca la superó, alcanzó fama internacional por su posición estratégica dentro de varias rutas comerciales muy importantes.

      Cesarea fue una de las ciudades en las que Felipe el evangelizador predicó las buenas noticias, y al parecer allí crio a su familia (Hech. 8:40; 21:8, 9). También era la ciudad donde vivía el centurión romano Cornelio y donde se hizo cristiano (Hech. 10:1).

      Pablo fue a Cesarea en varias ocasiones. Poco después de hacerse cristiano, sus enemigos planearon matarlo y los discípulos de Jerusalén se lo llevaron a toda prisa a Cesarea. Recorrieron unos 90 kilómetros (55 millas) hasta llegar al puerto de Cesarea, donde lo embarcaron para Tarso. Además, al final de sus dos últimos viajes misioneros, Pablo pasó por el puerto de Cesarea de camino a Jerusalén (Hech. 9:28-30; 18:21, 22; 21:7, 8). Más tarde, estuvo dos años preso en el palacio que tenía allí Herodes, donde pudo hablar con Félix, Festo y Agripa. Después fue en barco a Roma (Hech. 23:33-35; 24:27-25:4; 27:1).

      ¿PODÍAN LAS MUJERES SER MINISTRAS EN LA CONGREGACIÓN?

      ¿Qué funciones desempeñaban las cristianas en la congregación del siglo primero? ¿Podían ser ministras religiosas?

      Jesús les mandó a sus seguidores que predicaran el mensaje del Reino e hicieran discípulos (Mat. 28:19, 20; Hech. 1:8). Así que todos los cristianos, sin importar su sexo ni edad, tienen que obedecer ese mandato de predicar o ser ministros de las buenas noticias. Así lo confirma la profecía de Joel 2:28, 29, que —como indicó Pedro— tuvo uno de sus cumplimientos en el Pentecostés del año 33: “En los últimos días —dice Dios— derramaré parte de mi espíritu sobre todo tipo de personas. Sus hijos y sus hijas profetizarán, [...] e incluso sobre mis esclavos y mis esclavas derramaré parte de mi espíritu en esos días, y ellos profetizarán” (Hech. 2:17, 18). Como ya vimos, Felipe el evangelizador tenía cuatro hijas que profetizaban (Hech. 21:8, 9).

      Ahora bien, ¿qué puede decirse de la enseñanza dentro de la congregación? La Palabra de Dios deja claro que los únicos que pueden enseñar en la congregación son los hombres que hayan sido nombrados superintendentes o siervos ministeriales (1 Tim. 3:1-13; Tito 1:5-9). De hecho, Pablo dijo: “No permito que la mujer enseñe ni ejerza autoridad sobre el hombre; más bien, debe estar en silencio” (1 Tim. 2:12).

      “Estoy listo [...] para morir” (Hechos 21:10-14)

      15, 16. ¿Qué profetizó Ágabo, y qué efecto tuvo en los presentes?

      15 Mientras Pablo se alojaba en casa de Felipe, llegó de visita alguien muy respetado: Ágabo. Los presentes sabían que era profeta y que había predicho la época de hambre que hubo en tiempos del emperador Claudio (Hech. 11:27, 28). Es posible que se preguntaran: “¿A qué vendrá? ¿Qué mensaje traerá?”. Entonces, mientras los demás miraban, le quitó a Pablo el cinturón que llevaba puesto. Se trataba de una larga banda de tela que se enrollaba en la cintura y servía para guardar monedas y otros artículos. Ágabo la usó para amarrarse los pies y las manos, y luego pronunció un mensaje impactante: “Esto es lo que dice el espíritu santo: ‘Así atarán los judíos al dueño de este cinturón en Jerusalén y lo entregarán en manos de gente de las naciones’” (Hech. 21:11).

      16 Aquella profecía confirmó que Pablo iría a Jerusalén. También indicó que los judíos de allí harían que terminara “en manos de gente de las naciones”. La predicción sacudió a todos los presentes. Lucas cuenta: “Al oír esto, nosotros y los demás que estaban allí nos pusimos a suplicarle que no subiera a Jerusalén. Entonces Pablo contestó: ‘¿Por qué están llorando y tratando de desanimarme? Pueden estar seguros de que no solo estoy listo para ser atado, sino también para morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús’” (Hech. 21:12, 13).

      17, 18. ¿Cómo les demostró Pablo a los hermanos que estaba decidido a hacer la voluntad de Dios, y qué hicieron ellos?

      17 Imagínese la escena. Todos, incluido Lucas, le rogaron a Pablo que no fuera a Jerusalén. Algunos hasta lloraron. Al ver cuánto lo querían y se preocupaban por él, Pablo les dijo con cariño: “¿Por qué están llorando y tratando de desanimarme?”, o “¿Por qué todo este llanto? ¡Me parten el corazón!” (Nueva Traducción Viviente). Pero, igual que cuando habló con los hermanos de Tiro, Pablo no iba a dejar que lo convencieran. Más bien, les explicó por qué tenía que ir. ¡Qué valiente era! Al igual que Jesús, Pablo había tomado la firme decisión de ir a Jerusalén (Heb. 12:2). No quería convertirse en un mártir; pero, si tuviera que morir por ser seguidor de Cristo, lo consideraría un honor.

      18 ¿Qué hicieron entonces los hermanos? El relato dice: “Como no pudimos convencerlo, dejamos de insistir y dijimos: ‘Que se haga la voluntad de Jehová’” (Hech. 21:14). Así que respetaron la decisión de Pablo y dejaron de pedirle que no fuera a Jerusalén. Entendieron que tenía que hacerse la voluntad de Jehová aunque les doliera. Pablo ya había tomado un camino que podía llevarlo a la muerte, y le sería más fácil recorrerlo si las personas que tanto lo querían no trataban de convencerlo de que cambiara de rumbo.

      19. ¿Qué valiosa lección nos enseña este relato?

      19 Este relato nos enseña una valiosa lección: nunca tratemos de convencer a otros de que no hagan sacrificios por servir a Dios. Y no nos referimos solo a situaciones de vida o muerte. Por ejemplo, a muchos padres les duele ver que sus hijos se van a otro lugar a servir a Jehová, pero están decididos a no desanimarlos. Pensemos en el caso de Phyllis, una hermana de Inglaterra. Ella reconoció que se le partió el corazón cuando su única hija se fue de misionera a África. Dijo: “Aunque estaba muy orgullosa de ella, saber que iba a estar tan lejos me ponía muy triste. Oré una y otra vez sobre el asunto. Pero esa fue su decisión, y nunca he intentado convencerla para que regrese. ¡Yo había sido la primera en enseñarle a poner el Reino en primer lugar! Ya lleva 30 años en el extranjero, y todos los días le doy gracias a Jehová porque se ha mantenido fiel”. ¡Qué bueno es apoyar a hermanos que hacen sacrificios por servir a Jehová!

      Imágenes de unos padres y un matrimonio de misioneros. 1. Los padres hablando con una sonrisa por teléfono. 2. El matrimonio, feliz, también hablando por teléfono en el país en el que sirven.

      Animemos a los hermanos que hacen sacrificios por servir a Jehová.

      “Los hermanos nos recibieron con alegría” (Hechos 21:15-17)

      20, 21. ¿Cómo sabemos que Pablo buscaba la compañía de sus hermanos en la fe, y por qué lo hacía?

      20 Una vez terminados los preparativos necesarios, Pablo y sus compañeros continuaron el viaje. En todas las etapas del viaje a Jerusalén habían buscado la compañía de los hermanos. En Tiro, los habían encontrado y se habían quedado una semana con ellos. En Tolemaida, los habían saludado y habían pasado un día con ellos. En Cesarea, habían estado varios días en casa de Felipe. Después, algunos cristianos de allí los acompañaron hasta Jerusalén, donde uno de los primeros discípulos, llamado Mnasón, los hospedó en su casa. ¿Y qué bienvenida les dieron? Lucas dice: “Los hermanos nos recibieron con alegría” (Hech. 21:17).

      21 Pablo siempre quería estar con sus hermanos. Igual que nos pasa a nosotros, él recibía mucho ánimo gracias a la compañía de otros cristianos. Y ese ánimo lo ayudó a enfrentarse a los crueles enemigos que más tarde quisieron matarlo.

      a Vea el recuadro “Cesarea, capital de la provincia romana de Judea”.

      b Vea el recuadro “¿Podían las mujeres ser ministras en la congregación?”.

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