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  • Obstáculos para la paz entre el hombre y los animales
    ¡Despertad! 1991 | 8 de abril
    • Obstáculos para la paz entre el hombre y los animales

      Escenas como la de la portada de esta revista cautivan a los niños y con frecuencia también atraen a los adultos.

      ¿Por qué reacciona así el ser humano? ¿Es tan solo un sueño de niños pensar que algún día reine verdadera paz entre el hombre y hasta el más feroz de los animales? ¿O podrá ser realidad?

      El hombre es un obstáculo

      Un gran obstáculo es el propio hombre. Como dice un antiguo proverbio, “el hombre ha dominado al hombre para perjuicio suyo”. (Eclesiastés 8:9.) El registro que el ser humano tiene de perjudicar a sus congéneres se refleja en el trato que da a los animales.

      Por ejemplo, en la antigua Roma se capturaban muchas fieras para luego enfrentarlas en la arena. En el año 106 E.C. el emperador romano Trajano organizó unos juegos donde, para satisfacer la sed de sangre de los crueles espectadores, murieron 10.000 gladiadores y 11.000 animales.

      Es cierto que este espectáculo en particular ya no está de moda hoy día, pero la lista creciente de especies extintas y en peligro de extinción muestra que algo va mal en el trato que el hombre da a los animales. Con la explosión demográfica se reduce el hábitat de los animales salvajes, mientras que la codicia humana propicia la demanda de pieles, cuernos y colmillos de animales exóticos. Algunos expertos temen que con el tiempo los únicos ejemplares de las especies más grandes estarán confinados en parques zoológicos.

      Devoradores de hombres

      Es posible que otro obstáculo para la paz lo constituyan algunos animales salvajes mismos. En África y Asia no son infrecuentes los informes de que animales salvajes han atacado y matado a seres humanos. El libro The Guinness Book of Animal Facts and Feats (El libro Guinness de hechos y hazañas de los animales) dice que algunos miembros de la familia de los félidos “probablemente sean responsables de casi mil muertes anuales”. Tan solo en la India, los tigres matan todos los años a más de cincuenta personas. En ese país, algunos leopardos también se han hecho devoradores de hombres.

      En su libro Dangerous to Man (Peligroso para el hombre), Roger Caras explica que los leopardos a veces se convierten en devoradores de hombres cuando, después de alguna epidemia, comen cadáveres humanos. También afirma que a dichas epidemias muchas veces le han “seguido meses de terror a medida que los leopardos cedían a su nuevo gusto por la carne humana y comenzaban a matar”.

      Pero Caras comenta que las epidemias no son la causa de todos los ataques de leopardos. Otra causa es la excitabilidad del animal, sobre todo cuando se encuentra cerca de niños.

      En la India, un leopardo mató a 125 personas durante los años 1918-1926, según registró el coronel J. Corbett en su libro The Man-Eating Leopard of Rudraprayag (El leopardo devorador de hombres de Rudraprayag). Décadas después, en el distrito de Bhagalpur, unos leopardos devoradores de hombres mataron a por lo menos 82 personas.

      Un guarda de coto de Tanganyika (ahora parte de Tanzania) explicó que en 1950 pasó cinco meses tratando de cazar infructuosamente a un leopardo devorador de hombres que había aterrorizado a la gente de la aldea de Ruponda y sus alrededores. Por fin, después de haber matado a 18 niños, fue atrapado por un aldeano africano. Otro leopardo mató a 26 mujeres y niños en la aldea de Masaguru.

      Considere también el caso del león africano. Cuando opta por devorar personas, las víctimas a menudo son hombres adultos. “En los veintitrés años que llevo en el Departamento de Caza —escribe C. Ionides en su libro Mambas and Man-Eaters (Las mambas y los devoradores de hombres)— he matado a más de cuarenta leones, en su mayoría devoradores de hombres, mientras que el resto, o bien iban camino de serlo o bien se alimentaban de ganado.” Según Ionides, los leones se convierten en una amenaza para el hombre cuando este reduce de forma drástica la cantidad de animales que constituyen su presa habitual.

      Se predice paz por toda la Tierra

      A pesar de tales obstáculos para que el hombre y los animales convivan en paz, la Biblia dice: “Toda especie de bestias salvajes [...] ha de ser domada y ha sido domada por el género humano”. (Santiago 3:7.)

      Asimismo, la Biblia predice en Ezequiel 34:25: “Celebraré [dice Dios] con ellas un pacto de paz, y de veras haré que la bestia salvaje dañina cese de la tierra, y realmente morarán en el desierto en seguridad, y dormirán en los bosques”.

      ¿Son esas profecías bíblicas tan solo un sueño poco realista? Antes de rechazar la perspectiva de que algún día el hombre y los animales convivan pacíficamente en toda la Tierra, considere algunos detalles que apoyan la veracidad de tales afirmaciones. Hay ejemplos bien documentados de la asombrosa armonía que puede haber entre personas amantes de los animales y animales potencialmente peligrosos.

  • ¿Pueden convivir pacíficamente el hombre y los animales?
    ¡Despertad! 1991 | 8 de abril
    • ¿Pueden convivir pacíficamente el hombre y los animales?

      “Me sentía como si estuviera al umbral del paraíso: el hombre y los animales en armonía y confianza plena.” Así fue como Joy Adamson definió una escena junto al río Ura, en Kenia, cuando contemplaba diversas aves y otros animales que habían acudido a beber. Una parte fascinante de la escena la constituía el animal que se encontraba sentado tranquilamente junto a ella: ¡una leona adulta!

      ¿Había algo de excepcional en Elsa, la leona a la que millones de personas conocieron a través del libro Born Free (Nacida libre), de Joy Adamson? No, era una leona corriente. La diferencia era que había aprendido a convivir pacíficamente con los humanos.

      Cuando después se filmó la película Nacida libre, se utilizaron varias leonas domesticadas para representar el papel de Elsa. Una de ellas se llamaba Mara. Al principio estaba recelosa, pero después fue muy posesiva y no perdía de vista a sus nuevos amigos humanos. Para tranquilizarla, George Adamson, el marido de Joy, trasladó su tienda junto al recinto donde estaba Mara y con el tiempo colocó su tienda ¡dentro del recinto! “Durante los tres meses siguientes —escribió en su libro Bwana Game— durmió siempre dentro [de mi tienda], por lo general completamente estirada en el suelo junto a mi cama y a veces sobre ella. [...] Nunca me dio motivos para temer por mi integridad física.”

      “Uno de nuestros juegos favoritos —escribió el señor Adamson— era que yo me tendía en el suelo, escondido detrás de un montoncito de hierba. Mara me acechaba con gran sigilo, como acostumbra hacer el león, rozando el suelo con el vientre, y a continuación se lanzaba como un rayo y caía sobre mí. Pero siempre controlaba sus temibles garras y nunca me hizo daño.”

      Otra leona que representó el papel de Elsa se llamaba Girl. Cuando se terminó la película, se le puso en libertad, se apareó y tuvo dos cachorros. Dos amigos de Adamson localizaron la guarida. Adamson escribió: “Con una confianza y una mansedumbre de lo más extraordinarias Girl permitió que los dos hombres, que corrían un riesgo considerable, se acercaran a un metro aproximadamente del lugar de nacimiento [...]. El comportamiento de Girl fue de lo más llamativo, teniendo en cuenta que [uno de los hombres] era relativamente un extraño para ella”. Hasta permitió que Adamson tocara a sus crías, mientras que a otros leones los ahuyentaba.

      La doma de un león agresivo

      Las características de un león difieren de las de otro. Mientras Joy Adamson criaba a Elsa, más al sur, en Rhodesia del Norte (actualmente Zambia), un guarda de coto llamado Norman Carr hacía lo mismo con dos machos. A uno de los cachorros lo llamó Big Boy y era muy amigable. El otro, Little Boy, propendía a tener mal genio. Respecto a este último, el señor Carr escribió en su libro Return to the Wild (Retorno a la naturaleza):

      “Cuando Little Boy está malhumorado me pongo en cuclillas a su lado y él me va gruñendo, pero me quedo fuera del alcance de sus garras, pues es muy propenso a utilizarlas de forma agresiva a modo de gancho peligroso, con cinco centímetros de uñas a la vista. Trato de ganármelo con paciencia mediante hablarle con dulzura mientras me acerco centímetro a centímetro; y cuando por fin lo toco todavía gruñe, pero no tan fuerte. A medida que rodeo con mi brazo sus peludos hombros y le acaricio el pecho se relaja visiblemente, como si todos sus tensos músculos se hubiesen deshinchado. [...] Coloca su cabeza sobre mi regazo y así me invita a acariciarlo.”

      En el prólogo del libro de Carr, el conde de Dalhousie, que era gobernador general del país, relata un incidente que presenció cuando los leones tenían más de dos años y rondaban solos por una llanura cercana al campamento de Carr. Este silbó, y así fue como el conde narró la respuesta de los animales: “Al silbido de su amo acudieron al trote y frotaron sus enormes cabezas contra él, mientras soltaban su atronador saludo, alegre pero terrorífico. Sin duda su afecto por él no había disminuido”.

      Por naturaleza, los leones temen al hombre y normalmente prefieren evitarlo. Esta reacción instintiva que se observa en los leones y otros animales se describe con precisión en la Biblia. (Génesis 9:2.) De otro modo el hombre sería una presa sumamente vulnerable. Aun así, algunos animales se convierten en devoradores de hombres.

      “Excepciones a la regla”

      Roger Caras, experto en este tema, explica: “En casi todas las especies de grandes félidos parece que hay ciertos individuos anormales que buscan al hombre para comérselo. Son excepciones a la regla [...]. Por lo general, el hombre puede vivir en relativa paz con [los grandes félidos]”.

      Al parecer, muchos animales no distinguen al hombre cuando está sentado en el interior de un vehículo. Si se hace así, se pueden sacar primeros planos de leones. “Sin embargo, uno corre un peligro considerable si abre la puerta o trata de salir y acercarse a los leones —advierte el libro Maberly’s Mammals of Southern Africa (El libro Maberly de los mamíferos de Sudáfrica)—, porque entonces sí distinguen la presencia del hombre y su aparición súbita incrementa su temor, lo que fácilmente puede motivarlos a atacar para defenderse. [...] Hay menos peligro en encontrarse cara a cara con un león en la maleza que salir de repente de un automóvil en frente de él.”

      ¿Y los leopardos?

      Los leopardos que se convierten en devoradores de hombres también son la excepción a la regla. Jonathan Scott explica en su libro The Leopard’s Tale (El cuento del leopardo): “Cuando no se le molesta y está sano, el leopardo es una criatura tímida y retraída que manifiesta un marcado temor al hombre. Si se le hace frente, normalmente huirá en busca del refugio más próximo”.

      Scott pasó varios meses en la reserva de caza Masai Mara de Kenia estudiando los movimientos de una hembra de leopardo a la que llamó Chui. Chui poco a poco se acostumbró a la presencia del automóvil de Scott y en cierta ocasión sus cachorros, llamados Dark y Light, se acercaron hasta el automóvil y lo examinaron. Scott cree que tras la frialdad externa del leopardo hay una naturaleza potencialmente amistosa.

      Otros también han experimentado esa faceta amistosa de la naturaleza del leopardo. Por ejemplo, Joy Adamson crió a una cachorra de leopardo que se había quedado huérfana y la llamó Penny. Una vez en libertad, Penny se apareó y tuvo cachorros. Cuando sus amigos humanos estuvieron en las inmediaciones Penny se puso al descubierto e hizo que la siguieran para ver a sus cachorros recién nacidos. En la guarida, sentada junto a la orgullosa madre, Adamson narró la encantadora escena: “Ella nos lamía las manos mientras los cachorros se acurrucaban entre sus patas delanteras; se la veía sublimemente feliz. La opinión general es que los leopardos son los animales africanos más peligrosos, y en especial las hembras con crías”. Pero Adamson dijo que su experiencia con Penny pudiera demostrar que “la mayoría de las creencias aceptadas son una falacia”.

      Otra hembra de leopardo con “buen carácter”, llamada Harriet, proporcionó a Arjan Singh, del norte de la India, una experiencia aún más sobresaliente. Singh crió a Harriet desde que era una cachorra y la adiestró para que pudiese valerse por sí misma en la jungla cercana a su granja. Como parte del adiestramiento, Singh a veces la animaba a atacarle. “Cuando me agachaba y la incitaba a atacarme —explica en su libro Prince of Cats (El príncipe de los félidos)—, venía hacia mí de frente [...], pero cuando se me abalanzaba se aseguraba de pasarme por encima, apoyarse en mi cabeza y deslizarse hacia abajo sobre mi espalda sin dejarme el menor rasguño en mis hombros desnudos.”

      También era singular la forma que tenía de jugar con Eelie, el perro de Singh. Singh comenta que en una “película puede vérsela [al leopardo hembra] sentada sobre sus cuartos traseros y dando manotadas cuando el perro la ataca, pero sin hacer ningún intento por derribarlo. Sus enormes garras suben por un lado del cuello de Eelie, pasan por encima de su cabeza y bajan por el otro lado con la suavidad de un plumero”.

      Esta relación amistosa entre hombre, perro y leopardo continuó después que Harriet se fuera de casa para buscarse la vida en la cercana jungla. “Si alguien dice que no se puede confiar en los leopardos —concluye Singh— solo tengo que pensar en las numerosas veces que Harriet venía a [mi granja] en mitad de la noche y me despertaba suavemente para intercambiar saludos mientras yo dormía tumbado a la intemperie.”

      Con el tiempo, Harriet se apareó y tuvo dos cachorros. Cuando una inundación puso en peligro su guarida, Harriet tomó con la boca a sus cachorros, uno primero y el otro después, y los llevó a un lugar seguro: la casa de Singh. Cuando la inundación remitió, Harriet saltó a la barca de Singh, lo que parecía indicarle que remara a la otra orilla del río. Así lo hizo, de modo que fue y volvió para que ella pudiese transportar a sus cachorros, uno primero y el otro después, a su nueva guarida en la jungla.

      El elefante africano

      Si bien se ha dicho que el elefante africano es tan salvaje que no se puede domesticar, muchas personas han demostrado que no es del todo cierto. Un ejemplo lo tenemos en la conmovedora relación entre tres elefantes africanos y un estadounidense llamado Randall Moore. Los elefantes eran parte de un grupo de crías capturadas en el parque nacional sudafricano de Kruger y enviadas a Estados Unidos. Con el tiempo las adiestraron para hacer un número de circo y lo hacían bien. Cuando su dueño murió, Moore recibió el trío y lo devolvió a África.

      En 1982 llevaron a las dos hembras, llamadas Owalla y Durga, a la reserva de Pilanesberg, en Bophuthatswana. Para entonces el parque tenía varios elefantitos huérfanos que tenían mal aspecto y necesitaban la supervisión de hembras adultas. ¿Podrían Owalla y Durga, con su adiestramiento en el mundo circense, desempeñar ese papel?

      Al cabo de un año Moore recibió informes de que sus elefantas habían adoptado a los 14 huérfanos sin excepción y que el parque iba a recibir más elefantitos huérfanos. Tras una ausencia de cuatro años, Moore volvió para contemplar la situación con sus propios ojos. Contando con una larga búsqueda en las montañas de Pilanesberg, le sorprendió que al poco de llegar pudiera ya divisar a Owalla y Durga en medio de una gran manada. “Mi primer impulso de inexperto —escribió en su libro Back to Africa (Retorno a África)— fue correr hacia ellas, abrazarlas y prodigarles alabanzas. Pero cambié ese impulso por una forma de abordarlas más racional.”

      Primero, Owalla y Durga tenían que asegurarse de que se trataba de su viejo amigo, por lo que inspeccionaron con sus trompas la mano que este les había alargado. “Owalla, de pie allí con toda su altura parecía como si estuviese esperando la siguiente orden —escribe Moore—. El resto de la manada se había quedado inmóvil y agrupado a su alrededor. Entonces, la complací. ‘Owalla [...] ¡Trompa ARRIBA y PATA!’ Al instante, Owalla levantó su pata delantera al aire y enroscó la trompa hacia arriba en la postura clásica de saludo de aquella época del circo. ¿Quién fue el primero que dijo que un elefante nunca olvida?”

      Tres años después, en octubre de 1989, la memoria de Owalla se volvió a someter a prueba. Esta vez Moore decidió probar algo que no había hecho desde que llevó a las elefantas al parque hacía siete años. Owalla obedeció la orden de agacharse y dejarle subir sobre su espalda. Los telespectadores de África del Sur estaban entusiasmados de verle montarla entre más de treinta elefantes salvajes. “No lo hice como un acto publicitario sino porque sentía curiosidad por saber el grado de vinculación y de inteligencia que puede tener un elefante”, explicó Moore en una entrevista concedida a ¡Despertad! Los huérfanos de Pilanesberg prosperaron bajo el cuidado inteligente de Owalla y Durga.

      Es cierto que los casos de amistad entre el hombre y un animal salvaje no son la regla hoy día y ese tipo de amistad debe cultivarse con mucho cuidado. Sin duda, sería una temeridad que una persona cualquiera se aventurase en esos parajes y tratase de acercarse a leones, leopardos y elefantes. Pero aunque tal amistad entre animales salvajes y humanos sea relativamente excepcional hoy día, ¿qué ocurrirá en el futuro? ¿Será entonces la regla?

      [Fotografía en la página 9]

      Randall Moore, con sus elefantes en el interior de África

      [Recuadro/Fotografías en la página 8]

      Se puede domar a los leones

      “VENGA y sáqueme algunas fotografías con mis leones”, dijo Jack Seale, director del parque de serpientes y mamíferos de Hartebeespoortdam en África del Sur. Con cierto nerviosismo, le seguí hasta el recinto de los leones, esperando que me dejaría sacar las fotografías desde el otro lado de la valla de protección.

      El recinto estaba limpio y los árboles circundantes prodigaban su sombra. Nueve leones rebosantes de salud en seguida reconocieron a su entrenador en cuanto entró en el recinto con un ayudante. Los leones gruñeron de forma amistosa y empezaron a ir y venir de modo animado.

      “Entre —dijo Jack. Pero yo simulé no haberle oído—. Venga aquí dentro”, repitió con voz más fuerte. Para defenderse de los leones solo llevaban unos palos. El corazón me latía a toda velocidad mientras trataba de vencer la cobardía, pero finalmente salté dentro. En seguida empecé a disparar mi cámara mientras él acariciaba a algunos de sus magníficos leones. ¡Qué alivio sentí cuando todos estuvimos fuera, sanos y salvos! Pero no tenía motivos para temer.

      “La razón por la que entramos con palos —explicó Jack después— es que los leones son cariñosos y expresan su afecto mordisqueando. Les enseñamos los palos para que los mordisqueen en lugar de nuestros brazos.” Jack y su manada acababan de regresar del Parque Nacional de Etosha, en Namibia. ¿Por qué los había llevado tan lejos, a una región salvaje? Él explicó:

      “Se les utilizó para filmar un documental sobre el trabajo de investigación que desempeñan unos científicos para controlar el aumento de población leonina en la región salvaje de Namibia. Pero mis leones prefieren la vida a la que se han acostumbrado aquí. En Namibia, tan pronto como vieron mi camión, se acercaron. No tuve ninguna dificultad en hacer que volvieran a casa.”—Contribuido.

      [Reconocimiento]

      Por cortesía del Hartebeespoortdam Snake and Animal Park

  • ¿Qué nos depara el futuro?
    ¡Despertad! 1991 | 8 de abril
    • ¿Qué nos depara el futuro?

      ¿Por qué es tan atrayente la paz entre el hombre y los animales? Es porque en el principio se creó al hombre para que conviviera pacíficamente con ellos, incluso con los que están clasificados como salvajes.

      Cuando Dios creó al primer hombre y la primera mujer, los colocó en una zona paradisiaca de la Tierra para que disfrutaran de la vida, y con el propósito de que tuvieran hijos y extendieran los límites de aquel Paraíso original hasta que abarcase toda la Tierra. De modo que, en todos los confines del planeta, la humanidad iba a tener a los animales en sujeción pacífica.

      El relato de Génesis dice: “Tengan ellos en sujeción los peces del mar y las criaturas voladoras de los cielos y los animales domésticos y toda la tierra y todo animal moviente que se mueve sobre la tierra. [...] Después de eso vio Dios todo lo que había hecho y, ¡mire!, era muy bueno”. (Génesis 1:26-31; 2:9.)

      Tal sujeción no tenía que lograrse por la fuerza, pues el propósito de Dios era que los humanos y los animales vivieran juntos en paz. Esto se puede apreciar por el hecho de que cuando los animales pasaron delante del hombre para que les diera nombre, el hombre no iba armado, ni tampoco se menciona que él o algún animal tuviera miedo. (Génesis 2:19, 20.)

      Se ha de cumplir el propósito original

      Afortunadamente el propósito original de Dios pronto se realizará cuando el Reino de Dios, que rige desde el cielo, haya reemplazado a todos los gobiernos humanos. (Daniel 2:44; Mateo 6:9, 10.) Con la gobernación de Dios totalmente restaurada en toda la Tierra, el propósito original de Dios para este planeta y sus habitantes humanos y animales se cumplirá.

      Muchas profecías de la Biblia describen con gran belleza los cambios que traerá el régimen justo de Dios. Por ejemplo, observe lo que escribió Isaías por inspiración: “El lobo realmente morará por un tiempo con el cordero, y el leopardo mismo se echará con el cabrito, y el becerro y el leoncillo crinado y el animal bien alimentado todos juntos; y un simple muchachito será guía sobre ellos. Y la vaca y la osa mismas pacerán; sus crías se echarán juntas. Y hasta el león comerá paja justamente como el toro. No harán ningún daño ni causarán ninguna ruina en toda mi santa montaña; porque la tierra ciertamente estará llena del conocimiento de Jehová como las aguas cubren el mismísimo mar”. (Isaías 11:6, 7, 9.)

      Otras profecías también muestran la profunda paz que existirá en el nuevo mundo de Dios. A este respecto, Miqueas predijo: “Tendrán que batir sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas. No alzarán espada, nación contra nación, ni aprenderán más la guerra. Y realmente se sentarán, cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá nadie que los haga temblar”. (Miqueas 4:3, 4.)

      Entonces ningún animal salvaje perturbará la paz de la humanidad, porque la palabra profética de Dios dice: “Ciertamente celebraré con ellas un pacto de paz, y de veras haré que la bestia salvaje dañina cese de la tierra, y realmente morarán en el desierto en seguridad, y dormirán en los bosques. [...] Y realmente resultarán estar en su suelo en seguridad”. (Ezequiel 34:25, 27.)

      De modo que la paz y la armonía por todo el Paraíso restaurado serán completas. Por esta razón en el último libro de la Biblia las condiciones que reinarán en el futuro se delinean como sigue: “[‘Dios] limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado’. Y Aquel que estaba sentado en el trono dijo: ‘¡Mira!, voy a hacer nuevas todas las cosas’. También, dice: ‘Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas’”. (Revelación 21:4, 5.)

      Sí, fieles y verdaderas. Esto significa que podemos confiar en las promesas de Dios, porque a diferencia de los humanos imperfectos, Él tiene el poder, la sabiduría y la determinación de llevar a cabo Sus propósitos. Como dijo uno de Sus siervos fieles de la antigüedad, “ni una sola palabra de todas las buenas palabras que Jehová su Dios les ha hablado ha fallado. Todas se han realizado para ustedes. Ni una sola palabra de ellas ha fallado”. (Josué 23:14; véase también Isaías 55:11.)

      Nosotros podemos tener la misma confianza de que pronto, en el nuevo mundo de Dios, se habrá cumplido Su propósito original para esta Tierra, la humanidad y los animales. La paz concedida por Dios será una realidad por todo el planeta, y no solo reinará entre los hombres sino que también se reflejará en el reino animal.

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