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  • Un siglo de violencia
    ¡Despertad! 2002 | 8 de mayo
    • Un siglo de violencia

      ALFRED NOBEL creía que la paz podía mantenerse si las naciones poseían armas mortíferas. Con tal poder destructivo, podrían unirse rápidamente para aniquilar a cualquier agresor. “Sería una fuerza que impediría la guerra”, escribió. Según su parecer, ninguna nación en su sano juicio provocaría un conflicto cuyas consecuencias fueran devastadoras para sí misma. Pero ¿qué reveló el siglo pasado?

      Menos de veinte años después de la muerte de Nobel, estalló la primera guerra mundial. En ella se emplearon armas letales nuevas, como ametralladoras, gas tóxico, lanzallamas, tanques, aviones y submarinos. Murieron casi diez millones de soldados, y más del doble fueron heridos. Las atrocidades de esta contienda volvieron a despertar el interés por la paz, lo que llevó a la creación de la Sociedad de Naciones. El presidente estadounidense Woodrow Wilson, figura prominente en esta causa, recibió el Premio Nobel de la Paz en 1919.

      Sin embargo, se desvaneció toda esperanza de que terminaran los conflictos bélicos de una vez para siempre cuando, en 1939, estalló la segunda guerra mundial, la cual resultó ser más horrenda que la primera en muchos aspectos. Durante ella, Adolf Hitler convirtió el taller de Nobel, situado en Krümmel, en una de las mayores fábricas de municiones de Alemania, pues superaba los nueve mil empleados. A finales de la guerra, no obstante, la aviación aliada lanzó más de mil bombas sobre la factoría, dejándola reducida a cenizas. Es irónico, pero tales bombas se idearon con la ayuda de los inventos de Nobel.

      El siglo que transcurrió tras el fallecimiento de Nobel fue testigo no solo de dos guerras mundiales, sino también de innumerables conflictos menores. Proliferaron las armas, y algunas se hicieron incluso más terroríficas. Repasemos varios artefactos militares que se han destacado en las décadas transcurridas desde la muerte de Nobel.

      Armas pequeñas y ligeras. Entre ellas figuran pistolas, fusiles, granadas, ametralladoras, morteros y otro armamento portátil. Son baratas, fáciles de mantener y aún más fáciles de usar.

      ¿Han servido como elementos disuasorios la presencia de estas armas y la amenaza que representan para la población civil? ¡En absoluto! En el Bulletin of the Atomic Scientists, Michael Klare expone que las armas ligeras se han convertido en “el principal instrumento de combate en una abrumadora mayoría de conflictos posteriores a la Guerra Fría”. De hecho, hasta el 90% de las bajas en las últimas guerras han sido ocasionadas por armas pequeñas y ligeras, las cuales, en tan solo la década de 1990, se cobraron la vida de más de cuatro millones de personas. Muchas veces, las empuñan jóvenes sin ninguna instrucción militar y que no tienen escrúpulos en infringir las leyes de guerra tradicionales.

      Minas terrestres. A fines del siglo XX, un promedio diario de 70 personas, en su mayoría civiles, quedaban lisiadas o morían a causa de las minas terrestres. Estos artefactos se emplean en muchas ocasiones no para matar, sino para mutilar y sembrar el miedo y el terror entre los que sufren sus crueles efectos.

      Si bien es cierto que se han hecho grandes esfuerzos para eliminarlas, se dice que por cada mina desactivada, se colocan veinte, y se calcula que existen 60.000.000 de minas esparcidas por todo el mundo. El hecho de que las minas terrestres no distingan entre la pisada de un soldado y la de un niño que juega en el campo no ha impedido que se fabriquen y coloquen estos terribles explosivos.

      Armas nucleares. La invención de armamento nuclear ofreció por primera vez la posibilidad de hacer desaparecer a toda una ciudad en cuestión de segundos, sin tan siquiera una escaramuza militar. Tomemos como ejemplo la horrenda destrucción ocasionada en 1945 cuando una bomba atómica fue lanzada sobre Hiroshima, y otra sobre Nagasaki. Hubo quienes quedaron ciegos por el intenso resplandor; otros fueron envenenados por la radiación. El fuego y el calor abrasador mataron a muchos. La cantidad total de muertos se cifra en casi trescientas mil personas.

      Claro, quizás alguien argumente que el bombardeo de tales ciudades evitó numerosas bajas que se hubieran producido de haber continuado la guerra con armas convencionales. Pero más allá de eso, la conmoción por la enorme pérdida de vidas hizo que se ejerciera presión para que se controlara a escala mundial el terrorífico armamento nuclear. Es más, el hecho de que el hombre pudiera autodestruirse empezó a atemorizar a mucha gente.

      ¿Ha fomentado la paz la invención de armas nucleares? Algunos responden afirmativamente, diciendo que hace más de medio siglo que no se utiliza este potente armamento en la guerra. No obstante, no ha resultado ser cierta la convicción de Nobel de que las armas de destrucción de masas impedirían que se produjeran conflictos bélicos, ya que se sigue guerreando con medios convencionales. Además, según el Comité de Política Nuclear, miles de armas nucleares están en todo momento en estado de alerta, listas para dispararse de inmediato. Y en esta era en la que el terrorismo constituye una seria preocupación, muchas personas temen lo que podría suceder si los materiales radiactivos cayeran en “malas” manos. Incluso estando en las “debidas” manos, existe la inquietud de que un solo accidente suma al planeta en una catástrofe termonuclear. Es obvio que esta no era la paz que predijo Nobel al referirse a las armas de destrucción de masas.

      Armas biológicas y químicas. La guerra biológica emplea microorganismos mortíferos como la bacteria del carbunco (ántrax maligno) o el virus de la viruela. Este último es particularmente temible por ser muy contagioso. Se cierne también la amenaza de las armas químicas, entre ellas los gases tóxicos. Existe una gran variedad de sustancias tóxicas y, aunque hace décadas que están prohibidas, siguen utilizándose.

      ¿Han hecho estas terroríficas armas y la amenaza que representan que las naciones reaccionen como Nobel predijo, es decir, que “retrocedan horrorizadas y disuelvan sus ejércitos”? Al contrario, solo han logrado que crezca el miedo de que un día se emplee ese armamento, incluso por gente no especializada. Hace más de un decenio, el director de la U.S. Arms Control and Disarmament Agency (Agencia estadounidense para el desarme y el control de armas) dijo: “Las armas químicas pueden elaborarse en el garaje de casi cualquier persona, con tal de que se tengan algunos conocimientos de química adquiridos en la secundaria”.

      No cabe duda de que el siglo XX estuvo marcado por las guerras más destructivas de la historia. Ahora, a principios del XXI, las perspectivas de paz son aún menos reales, sobre todo tras los atentados terroristas acaecidos en Nueva York y Washington, D.C., el 11 de septiembre de 2001. “Casi nadie se atreve a preguntar si la balanza de la tecnología se está inclinando demasiado a favor del mal —escribe Steven Levy en la revista Newsweek—. ¿Quién tiene idea de cómo manejar la situación? Los seres humanos tenemos la fama de ir tras lo que consideramos progreso y de analizar los pros y los contras después. Aunque rechazamos pensar en [una catástrofe de magnitud inconcebible], creamos las circunstancias para que tenga lugar.”

      Hasta la fecha, la historia nos enseña que la invención de terribles explosivos y armas mortíferas no ha encaminado a este mundo hacia la paz. ¿Es, por tanto, una ilusión la paz mundial?

  • La paz mundial no es solo una ilusión
    ¡Despertad! 2002 | 8 de mayo
    • La paz mundial no es solo una ilusión

      SI Alfred Nobel pudiera echar una mirada retrospectiva al siglo pasado, ¿vería con optimismo las perspectivas de paz mundial? Seguramente le alegraría saber que hay mucha gente que no escatima esfuerzos por acabar con las guerras. No obstante, se toparía con la cruda realidad. El profesor Hugh Thomas resume bien la situación con estas palabras: “El siglo XX —aunque en general se destacó por sus mejoras sociales y una mayor consideración con los pobres por parte de los gobiernos— ha estado dominado por la ametralladora, el tanque, el bombardero B-52, la bomba nuclear y, por último, el misil. Se ha caracterizado por las guerras más sangrientas y destructivas de toda la historia”. Y añade que “es, por tanto, muy discutible calificarlo en realidad de progresivo”.

      ¿Son más halagüeñas las perspectivas de paz mundial ahora, en el siglo XXI? ¡De ninguna manera! En alusión a los atentados de Nueva York y Washington, perpetrados el 11 de septiembre de 2001, la revista Newsweek informa: “En un mundo en el que los Boeing 767 pueden convertirse en misiles dirigidos, nada parece imposible, ridículo o, peor aún, previsible”.

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