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  • ¿Asoma en el horizonte la paz mundial?
    La Atalaya 1991 | 15 de abril
    • ¿Podemos esperar paz?

      Si la paz significara sencillamente que no hubiera un conflicto nuclear de alcance mundial, entonces se pudiera decir que las naciones han logrado algo en sus esfuerzos por alcanzar la paz. Lo que ha refrenado hasta ahora a las superpotencias es la norma de Destrucción Mutua Asegurada. Pero ¿es eso verdadera paz? ¿Cómo pudiera serlo, cuando la gente vive en constante temor de perecer en una destrucción instantánea y total? ¿Cómo se puede hablar de paz cuando alrededor del mundo las guerras —grandes y pequeñas— arruinan la vida de tantos, o su medio de subsistencia y sus perspectivas de una vida que tenga significado?

      Elie Wiesel, ganador del premio Nobel, escribió en cierta ocasión: “Desde tiempos inmemoriales la gente ha hablado de paz, pero no la ha conseguido. ¿Será sencillamente que carecemos de suficiente experiencia? Aunque hablamos de paz, hacemos la guerra. A veces hasta guerreamos en el nombre de la paz. [...] Puede que la guerra sea una parte tan intrínseca de la historia que no pueda eliminarse... jamás”.

      Y recientemente la guerra en el Oriente Medio destrozó de nuevo la ilusión de paz. ¿Pudiera ser que la humanidad sencillamente ha estado esperando la paz de la fuente equivocada?

  • ¿Cuándo, realmente, vendrá la paz duradera?
    La Atalaya 1991 | 15 de abril
    • EN SU libro The Lessons of History (Las lecciones de la historia), Will y Ariel Durant escribieron: “La guerra está entre los factores constantes de la historia, y ni la civilización ni la democracia la han ido eliminando. La paz es un equilibrio vacilante, y solo se puede conservar por el reconocimiento de que otro es superior a uno o por lo menos tiene igual poder”.

      Y en verdad sucede que, a pesar de grandes esfuerzos, hasta ahora la humanidad no ha logrado la paz duradera. ¿Por qué? Porque las causas de la guerra tienen raíces más profundas que los conflictos políticos, territoriales o sociales que vemos a simple vista. Los Durant dicen: “La gente guerrea por las mismas razones por las que compite entre sí: codicia, belicosidad y orgullo; el deseo de conseguir alimento, territorio, posesiones materiales, combustibles y poder”.

      Sin embargo, la Biblia identifica claramente la raíz de la contienda y la guerra entre individuos y entre colectividades. Leemos: “¿De qué fuente son las guerras y de qué fuente son las peleas entre ustedes? ¿No son de esta fuente, a saber, de sus deseos vehementes de placer sensual que se hallan en conflicto en sus miembros? Ustedes desean, y sin embargo no tienen. Siguen asesinando y codiciando, y sin embargo no pueden obtener. Siguen peleando y guerreando”. (Santiago 4:1, 2.)

      La cuestión, pues, se reduce a esto: Para que haya verdadera paz tenemos que eliminar no solo los síntomas —guerras, revueltas, golpes de estado, revoluciones—, sino también las causas: sospechas, codicia, odio, hostilidad, en todos los seres humanos.

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