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  • Los planes humanos para la seguridad internacional
    La Atalaya 1992 | 1 de marzo
    • El gran plan humano

      “Durante los últimos dos años de la segunda guerra mundial —se explicó en el documental de televisión Goodbye War (Adiós a la guerra)— se mataba a más de un millón de personas cada mes.” En aquel tiempo las naciones vieron la urgente necesidad de trazarse un plan que impidiera otra guerra como aquella. Mientras seguía el conflicto, representantes de 50 naciones idearon el mayor plan del hombre para la seguridad internacional: la Carta de las Naciones Unidas. El preámbulo de aquella Carta expresó la determinación de “preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra”. Los miembros en perspectiva de las Naciones Unidas se proponían “unir [sus] fuerzas para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales”.

      Cuarenta y un días después, un avión dejó caer una bomba atómica sobre Hiroshima, Japón. La bomba estalló sobre el centro de la ciudad y mató a más de 70.000 personas. Aquella explosión, junto con la que le siguió tres días después sobre Nagasaki, puso fin eficazmente a la guerra con Japón. Puesto que Alemania, la aliada de Japón, se había rendido el 7 de mayo de 1945, de ese modo terminó la II Guerra Mundial. Sin embargo, ¿se puso fin así a todo guerrear?

      No. Desde la II Guerra Mundial ha habido más de 150 guerras menores, en las que han muerto más de 19.000.000 de personas. Es patente que el gran plan —la ONU— todavía no ha traído seguridad internacional.

  • ¿Tendrán éxito los planes para la seguridad internacional?
    La Atalaya 1992 | 1 de marzo
    • Los representantes del CEI no son los únicos que enlazan a Dios con los planes del hombre para la seguridad internacional. En abril de 1991, poco después de la guerra en el golfo Pérsico, el papa Juan Pablo envió al que entonces era secretario general de la ONU, Javier Pérez de Cuéllar, el siguiente mensaje: “Los obispos de las iglesias católicas del Oriente Medio y de Occidente confían en la labor de las Naciones Unidas [...] Esperan que, mediante las Naciones Unidas y sus organizaciones especializadas, los que están en grave necesidad debido a la guerra reciente sean objeto de la comprensión y la solidaridad internacionales”.

      Además, el Vaticano estuvo entre los 35 estados que formularon y firmaron tanto el Acuerdo de Helsinki de 1975 como el Documento de Estocolmo de 1986. Cuando las Naciones Unidas proclamaron el año 1986 como el “Año Internacional de la Paz”, el papa respondió invitando a representantes de las religiones principales del mundo a participar en una celebración de la “Jornada Ecuménica de Oración por la Paz”. En octubre de 1986, representantes de las fes budista, hindú, islámica, sintoísta, anglicana, luterana, ortodoxa griega, judía y otras se sentaron juntos en Asís, Italia y se turnaron en orar por la paz mundial.

      Unos años después, el arzobispo anglicano de Canterbury presentó en Roma un sermón en que recordó a los presentes aquella ocasión. “En Asís —dijo— vimos que el obispo de Roma [el papa] pudo reunir a las iglesias cristianas. Pudimos orar, hablar y obrar juntos por la paz y el bienestar de la humanidad [...] Mi impresión ante aquella iniciativa de orar por la paz mundial fue que estaba en la presencia del Dios que dijo: ‘Mira, estoy haciendo algo nuevo’.”

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