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Jehová, “el Dios que da paz”La Atalaya 2011 | 15 de agosto
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Jehová, “el Dios que da paz”
“Que el Dios que da paz esté con todos ustedes.” (ROM. 15:33)
1, 2. ¿Qué tensa situación se narra en los capítulos 32 y 33 de Génesis, y cuál fue el desenlace?
NO MUY lejos de Penuel, al este del río Jordán, cerca del valle de Jaboq, van a reencontrarse dos hermanos gemelos que llevan mucho tiempo distanciados. Se trata de Esaú y Jacob. Aunque ya hace veinte años que Jacob le compró a su hermano sus derechos de primogénito, teme que aún esté enojado y pretenda asesinarlo. Por eso, cuando se entera de que Esaú ha reunido 400 hombres y viene a su encuentro, trata de ganarse su favor. Para ello, le envía una comitiva tras otra con varios lotes de ganado. En total, le obsequia 550 animales, y cada vez que un grupo de siervos llega hasta Esaú, le recuerdan que se trata de un regalo de su hermano.
2 Por fin llega la hora del reencuentro. Jacob camina con decisión hacia su hermano mayor, deteniéndose nada menos que siete veces para postrarse en señal de respeto. Eso sí, primero ha dado un paso mucho más importante para ablandarle el corazón: pedir la ayuda de Dios. Y es obvio que Jehová contestó su ruego, pues el relato señala que “Esaú fue corriendo a su encuentro, y empezó a abrazarlo y a caer sobre su cuello y besarlo” (Gén. 32:11-20; 33:1-4).
3. ¿Qué aprendemos de la forma en que Jacob manejó su problema con Esaú?
3 ¿Qué aprendemos de este relato? Que cuando tengamos un problema con otro cristiano, debemos hacer todo lo que esté en nuestra mano para solucionarlo y no poner en peligro la paz de la congregación. Esto es cierto incluso si estamos convencidos de que no hemos hecho nada malo y no le debemos ninguna disculpa a nadie. Jacob tenía motivos para pensar así, pues era Esaú quien había menospreciado sus derechos como hijo mayor y se los había vendido por un plato de lentejas (Gén. 25:31-34; Heb. 12:16). Pero al igual que Jacob, debemos orar a Jehová y estar dispuestos a hacer grandes esfuerzos con tal de mantener la paz. Sin duda, Jehová bendecirá nuestro empeño. A continuación veremos otros ejemplos bíblicos que nos enseñan a promover la paz.
El ejemplo perfecto
4. ¿Qué ha hecho Dios para salvar a la humanidad del pecado y la muerte?
4 Nadie en el universo ha hecho tanto a favor de la paz como Jehová. No en vano, la Biblia lo llama “el Dios que da paz” (Rom. 15:33). Pensemos en el inmenso sacrificio que realizó para que pudiéramos tener una buena relación con él. No olvidemos que, como descendientes de Adán y Eva, somos pecadores y, por ello, merecemos como “salario” —o castigo— la muerte (Rom. 6:23). Sin embargo, Jehová nos amó tanto que envió a su Hijo a la Tierra para que naciera como hombre perfecto y nos salvara. Jesús aceptó la voluntad de su Padre y permitió que sus enemigos lo asesinaran (Juan 10:17, 18). Después fue resucitado y presentó ante Dios el rescate —el valor de su sangre derramada—, el cual libraría de la muerte eterna a quienes se arrepintieran de sus pecados (léase Hebreos 9:14, 24).
5, 6. ¿Qué efecto ha tenido el sacrificio de Jesús en nuestra relación con Dios?
5 Isaías 53:5 expresa así el efecto que ha tenido en nuestra relación con Dios la muerte de Cristo: “El castigo que era para [conseguir] nuestra paz estuvo sobre él, y a causa de sus heridas ha habido una curación para nosotros”. Aunque seguimos siendo pecadores, si demostramos fe en este sacrificio, Jehová ya no nos considera sus enemigos, sino que nos permite estar en paz con él y disfrutar de su amistad. En efecto, “por medio de [Jesús] tenemos la liberación por rescate mediante la sangre de ese, sí, el perdón de nuestras ofensas” (Efe. 1:7).
6 La Biblia también afirma acerca de Cristo: “Dios tuvo a bien el que toda la plenitud morara en él”. Como vemos, Jesús es la figura clave en el cumplimiento del propósito divino. ¿Y qué propósito tiene Jehová? “Reconciliar de nuevo consigo mismo todas las otras cosas, haciendo la paz mediante la sangre que derramó [Jesucristo].” Notemos que, al hablar de “todas las otras cosas” a las que Dios reconcilia consigo mismo, se mencionan dos grupos: “las cosas en los cielos” y “las cosas sobre la tierra”. ¿A quiénes se refieren estas expresiones? (Léase Colosenses 1:19, 20.)
7. ¿Quiénes son “las cosas en los cielos” y “las cosas sobre la tierra” a las que Dios reconcilia consigo mismo?
7 ¿A quiénes se les llama “las cosas en los cielos”? A los cristianos ungidos, quienes gracias al rescate son “declarados justos” como hijos de Dios y gozan de paz con él (léase Romanos 5:1). Se les llama así porque tienen la esperanza de ir al cielo para “reinar sobre la tierra” y servir como sacerdotes de Dios (Rev. 5:10). ¿Y quiénes son “las cosas sobre la tierra”? Las personas que se arrepienten de sus pecados y esperan vivir eternamente en este planeta (Sal. 37:29).
8. ¿Cómo nos sentimos al reflexionar en todo lo que ha hecho Jehová para que estemos en paz con él?
8 En su carta a los cristianos ungidos de Éfeso, Pablo escribió: “Dios, que es rico en misericordia, [...] nos vivificó junto con el Cristo, aun cuando estábamos muertos en ofensas”. Y añadió: “Por bondad inmerecida han sido salvados ustedes” (Efe. 2:4, 5). ¡Cuánta gratitud por el rescate revelan estas palabras! Todos nosotros, sea que esperemos vivir eternamente en el cielo o en la Tierra, tenemos una gran deuda con Jehová. Al comprender el enorme sacrificio que hizo para que pudiéramos disfrutar de paz con él, nuestro corazón rebosa de agradecimiento por su bondad y misericordia. Sin duda, Jehová demuestra a la perfección lo que significa promover la paz. Hacemos bien en tener siempre presente su ejemplo e imitarlo, sobre todo cuando surgen situaciones que ponen en peligro la armonía y la unidad de la congregación.
El ejemplo de Abrahán e Isaac
9, 10. ¿Cómo demostró Abrahán que de verdad quería mantener la paz con Lot cuando surgió un conflicto entre sus pastores?
9 Otro ejemplo digno de imitar es el de Abrahán, de quien leemos: “‘Abrahán puso fe en Jehová, y le fue contado por justicia’, y vino a ser llamado ‘amigo de Jehová’” (Sant. 2:23). ¿Cuál fue una de las formas en que demostró fe en Dios? Trabajando por la paz. En cierta ocasión, sus pastores se pusieron a discutir con los de su sobrino, Lot, porque no había suficientes pastos y agua para sus crecientes rebaños (Gén. 12:5; 13:7). La solución más evidente era que tío y sobrino se separaran. ¿Qué hizo Abrahán en esta situación? Aunque él tenía más edad y era un representante de Dios, dejó que fuera Lot quien eligiera la región a la que deseaba ir. Es obvio que lo que más le interesaba era mantener la paz.
10 Veamos lo que le dijo a Lot: “Por favor, que no continúe riña alguna entre yo y tú y entre mis manaderos y tus manaderos, porque somos hermanos. ¿No está a tu disposición todo el país? Por favor, sepárate de mí. Si tú vas a la izquierda, entonces yo ciertamente iré a la derecha; pero si tú vas a la derecha, entonces yo ciertamente iré a la izquierda”. El sobrino eligió la región más fértil (Gén. 13:8-11). ¿Le guardó rencor Abrahán por ello? Es patente que no, pues tiempo después, cuando Lot fue capturado por un ejército invasor, no dudó ni un segundo en acudir en su auxilio (Gén. 14:14-16).
11. ¿Cómo logró Abrahán mantener la paz con los filisteos?
11 Analicemos ahora una ocasión en la que Abrahán procuró mantener la paz con sus vecinos de Canaán. Unos filisteos de las cercanías “se habían apoderado con violencia” de un pozo de Beer-seba que habían excavado los servidores del patriarca. Sin duda, él tenía los medios necesarios para defenderse, como había dejado claro al derrotar a los cuatro reyes que capturaron a su sobrino. ¿Cómo reaccionaría ante el robo del pozo? En vez de lanzar una ofensiva para recuperarlo, decidió no tomar medidas por el momento. Lo hizo más tarde, al recibir la visita del rey de los filisteos. Cuando este le pidió que se comprometiera a no atacarlo a él ni a sus descendientes, Abrahán aceptó con un juramento aquel acuerdo de paz, y entonces le mencionó el robo del pozo. El rey le indicó que no sabía que se lo hubieran quitado, y accedió a devolvérselo. Abrahán siguió viviendo en paz en aquella tierra extranjera (Gén. 21:22-31, 34).
12, 13. a) ¿Cómo imitó Isaac a su padre? b) ¿Cómo recompensó Jehová la actitud de Isaac?
12 El hijo de Abrahán, Isaac, también fue un amante de la paz. Veamos lo que sucedió cuando, para escapar del hambre, dejó la árida región donde vivía (Beer-lahai-roí, en el Négueb) y se mudó al norte, a la ciudad de Guerar, en territorio filisteo. En aquella fértil región, Jehová lo bendijo con abundantes cosechas y mucho ganado. Pero los filisteos se morían de envidia. No querían que prosperara tanto como Abrahán, y por eso cegaron los pozos que este había mandado excavar. Finalmente, el rey le ordenó a Isaac: “Múdate de nuestra vecindad”. ¿Y qué hizo él? A fin de evitar contiendas, obedeció (Gén. 24:62; 26:1, 12-17).
13 Isaac trasladó su extenso campamento a una nueva ubicación, donde sus pastores abrieron otro pozo. Sin embargo, los ganaderos filisteos vinieron a protestar, asegurándole que aquella agua les pertenecía a ellos. Nuevamente, él siguió el ejemplo de su padre. En vez de pelear, mandó a sus hombres que excavaran otro pozo en un terreno diferente. Pero los filisteos también lo reclamaron como suyo. Para mantener la paz, se mudó con toda su gente a otro lugar, donde mandó perforar un nuevo pozo, al que llamó Rehobot. ¿Bendijo Jehová su actitud? Sí, pues tiempo después, cuando se fue a vivir a Beer-seba, una región más fértil, Dios le dijo: “No tengas miedo, porque yo estoy contigo, y ciertamente te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia por causa de Abrahán mi siervo” (Gén. 26:17-25).
14. ¿Cómo demostró Isaac su interés en mantener las buenas relaciones cuando el rey filisteo le propuso un acuerdo de paz?
14 ¿Podría haber luchado Isaac para defender sus pozos? Sin duda alguna. A fin de cuentas, contaba con la protección de Dios. Así lo reconocieron más tarde el rey filisteo y dos de sus oficiales cuando fueron a verlo en Beer-seba para concertar un acuerdo de paz. Le dijeron: “Hemos visto, innegablemente, que Jehová ha resultado estar contigo”. Entonces, ¿por qué había preferido Isaac mudarse en los casos anteriores? Para evitar la confrontación. Ahora, durante la visita del rey filisteo y sus acompañantes, volvió a demostrar que su mayor interés era mantener las buenas relaciones: “Les hizo un banquete y comieron y bebieron. A la mañana siguiente madrugaron y se hicieron declaraciones juradas el uno al otro. Después Isaac los envió [...] en paz” (Gén. 26:26-31).
El ejemplo de José
15. ¿Por qué trataron a José con tanta hostilidad sus hermanos?
15 Jacob, uno de los hijos de Isaac, fue un hombre intachable (Gén. 25:27). Como vimos al principio del artículo, él hizo todo lo que estuvo en su mano por reconciliarse con Esaú. Sin duda, había aprendido de su padre a ser una persona pacífica. Pero ¿qué puede decirse de sus doce hijos varones? Su hijo predilecto, José, fue un joven ejemplar, que siempre le respetó, le obedeció y veló por sus intereses (Gén. 37:2, 14). Pero ¡qué diferentes eran sus hermanos mayores! Le tenían tanta envidia que ni siquiera podían hablar con él sin perder los estribos. Eran tan crueles que llegaron a venderlo como esclavo y luego le dijeron a su padre que lo había matado una fiera (Gén. 37:4, 28, 31-33).
16, 17. ¿Cómo demostró José que era una persona amante de la paz?
16 Jehová bendijo a José, quien años más tarde se convirtió en la mano derecha del faraón al ser nombrado primer ministro de Egipto. Sus hermanos decidieron viajar a aquel país para conseguir comida porque el hambre hacía estragos en Canaán. Llegaron a comparecer ante José, pero no lo reconocieron, tal vez porque estaba vestido con el atuendo propio de su cargo (Gén. 42:5-7). ¡Qué fácil le habría sido aprovechar su autoridad para vengarse! Pero aunque habían sido tan crueles con él y con su padre, prefirió hacer las paces. Cuando tuvo claro que estaban arrepentidos, les reveló su verdadera identidad. “No se sientan heridos —les dijo— y no se encolericen contra ustedes mismos por haberme vendido acá; porque para la conservación de vida me ha enviado Dios delante de ustedes.” Luego, “se puso a besar a todos sus hermanos y a llorar” (Gén. 45:1, 5, 15).
17 Tiempo después, su padre Jacob falleció, y los hermanos de José temieron que él fuera a aprovechar la situación para tomar represalias. Al enterarse de sus temores, volvió a demostrar cuánto amaba la paz. Conmovido, rompió a llorar y les dijo: “No tengan miedo. Yo mismo seguiré proveyéndoles alimento a ustedes y a sus niñitos”. Además, “los consoló y les habló alentadoramente” (Gén. 50:15-21).
Historias “escritas para nuestra instrucción”
18, 19. a) ¿Qué hemos aprendido de los ejemplos de este artículo? b) ¿Qué veremos en el próximo artículo?
18 Pablo escribió: “Todas las cosas que fueron escritas en tiempo pasado fueron escritas para nuestra instrucción, para que mediante nuestro aguante y mediante el consuelo de las Escrituras tengamos esperanza” (Rom. 15:4). Ciertamente, aprendemos muchísimo del ejemplo perfecto de Jehová y de los relatos bíblicos de Abrahán, Isaac, Jacob y José.
19 ¿Cómo nos sentimos al ver todo lo que Jehová ha hecho para reconciliar consigo a la humanidad? Sin duda, la gratitud nos impulsa a trabajar por la paz en nuestras relaciones con los demás. Por otro lado, los ejemplos de Abrahán, Isaac, Jacob y José muestran cuánto influyen los padres en la forma de ser de sus hijos. También nos enseñan que Jehová bendice a quienes se esfuerzan por mantener buenas relaciones con el prójimo. Y es lógico, pues, como señala Pablo, es “el Dios que da paz” (léanse Romanos 15:33 y 16:20). En el próximo artículo veremos por qué destacó tanto el apóstol la necesidad de promover la paz y cómo podemos hacerlo.
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Busquemos la pazLa Atalaya 2011 | 15 de agosto
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Busquemos la paz
“Sigamos tras las cosas que contribuyen a la paz.” (ROM. 14:19)
1, 2. ¿Por qué razones reinan la paz y la concordia entre los testigos de Jehová?
EL MUNDO actual no disfruta de verdadera paz. Ni siquiera viven unidos quienes pertenecen al mismo país y hablan el mismo idioma, pues a menudo los separan cuestiones religiosas, políticas y sociales. ¡Qué diferente es el pueblo de Jehová! En él reina la paz, a pesar de que en su seno están representadas “todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas” (Rev. 7:9).
2 Pero esta bendición no es casualidad. ¿Qué razones explican que el pueblo de Jehová viva en armonía? La primera y más importante es que sus integrantes están en “paz con Dios”, ya que han cifrado su fe en Jesús y han sido redimidos por su sangre (Rom. 5:1; Efe. 1:7). La segunda razón es que, como sirven lealmente a Jehová, reciben el espíritu santo, el cual produce como fruto diversas cualidades, entre ellas la paz (Gál. 5:22). La tercera razón es que “no son parte del mundo” (Juan 15:19). Siempre se mantienen neutrales en asuntos políticos y nunca participan en las guerras, sean dentro o fuera de su país, pues han convertido “sus espadas en rejas de arado” (Isa. 2:4).
3. ¿A qué nos impulsa la paz de que gozamos, y qué veremos en este artículo?
3 Ahora bien, la paz de que gozamos no solo nos lleva a evitar hacer daño a nuestros hermanos. Nos mueve a amarlos, sin importar su raza o cultura (Juan 15:17). En efecto, nos impulsa a hacer “lo que es bueno para con todos, pero especialmente para con los que están relacionados con nosotros en la fe” (Gál. 6:10). Vivimos en un auténtico paraíso espiritual que debemos valorar y proteger. Por eso, es bueno examinar cómo podemos buscar la paz en la congregación.
Cuando un hermano ofende a otro
4. ¿Qué debemos hacer si hemos ofendido a alguien?
4 Santiago escribió: “Todos tropezamos muchas veces. Si alguno no tropieza en palabra, este es varón perfecto” (Sant. 3:2). Por tanto, es inevitable que se produzcan malentendidos y desavenencias entre hermanos (Fili. 4:2, 3). Pero ¿es posible resolverlos sin perturbar la paz de la congregación? Desde luego que sí. La Biblia indica qué pasos debemos dar si notamos que hemos ofendido a alguien (léase Mateo 5:23, 24).
5. ¿De qué forma buscamos la paz cuando un hermano nos ofende?
5 Pero ¿y si es el otro el que ha cometido una ofensa contra nosotros? ¿Deberíamos razonar que es él quien tiene que dar el primer paso y disculparse? No. Recordemos que el verdadero amor “no lleva cuenta del daño” (1 Cor. 13:5). Cuando se trata de problemas de poca importancia, es mucho mejor hacer borrón y cuenta nueva, o sea, perdonar y olvidar (léase Colosenses 3:13). Al actuar así, estaremos en paz con los demás y con nosotros mismos. ¡Con razón dice la Biblia que es una “hermosura [...] pasar por alto la transgresión”! (Pro. 19:11.)
6. ¿Qué deberíamos hacer si no logramos pasar por alto cierta ofensa?
6 ¿Y si no logramos pasar por alto lo sucedido? ¿Sacaremos algo contándoselo a todo el que esté dispuesto a escucharnos? Con eso lo único que conseguiremos será perturbar la paz de la congregación. Mateo 18:15 nos indica cómo resolver el problema de forma pacífica: “Si tu hermano comete un pecado, ve y pon al descubierto su falta entre tú y él a solas. Si te escucha, has ganado a tu hermano”. Es cierto que en el contexto inmediato (versículos 15 a 17) se está hablando de ofensas graves. Sin embargo, el versículo 15 contiene un principio aplicable a la situación de la que hablamos: debemos abordar en privado a quien nos ha ofendido, haciéndolo con respeto y tratando de arreglar las cosas.a
7. ¿Por qué es importante resolver los problemas lo antes posible?
7 El apóstol Pablo escribió: “Estén airados, y, no obstante, no pequen; que no se ponga el sol estando ustedes en estado [de irritación], ni dejen lugar para el Diablo” (Efe. 4:26, 27). Y Jesús aconsejó: “Ocúpate en arreglar prestamente los asuntos con el que se queja contra ti en juicio” (Mat. 5:25). En ambos textos se subraya la importancia de actuar sin demora para mantener la paz y evitar que se agraven las heridas. Nunca dejemos que el orgullo, la envidia o la codicia nos impidan resolver rápidamente los problemas (Sant. 4:1-6).
Cuando hay varios implicados
8, 9. a) ¿Qué polémica surgió entre los cristianos de Roma? b) ¿Qué consejos dio Pablo?
8 Supongamos que el problema no se limita a dos hermanos, sino que hay varios implicados. Eso fue lo que sucedió en el siglo primero entre los cristianos de Roma, algunos de los cuales eran de origen judío y otros no. Parece que la polémica surgió porque había quienes menospreciaban a los que tenían una conciencia “débil” —es decir, muy restrictiva— y los criticaban por decisiones estrictamente personales. ¿Qué consejos dio Pablo por inspiración? (Rom. 14:1-6.)
9 El apóstol se dirigió a ambas partes. Al que tenía muy claro que no era necesario obedecer la Ley mosaica, le advirtió que no se creyera mejor que quienes aún no lo tenían tan claro y consideraban repulsivos los alimentos que esta prohibía (Rom. 14:2, 10). Si trataba con desprecio a estos hermanos, podría hundirlos espiritualmente. “Deja de demoler la obra de Dios simplemente por causa de alimento —escribió Pablo—. [...] Es bueno no comer carne, ni beber vino, ni hacer cosa alguna por la cual tu hermano tropiece.” (Rom. 14:14, 15, 20, 21.) Por otra parte, al cristiano de conciencia más restrictiva le aconsejó que no criticara a quienes no compartían su criterio (Rom. 14:13). Anteriormente ya les había hecho esta exhortación: “Digo a cada uno que está allí entre ustedes que no piense más de sí mismo de lo que sea necesario pensar” (Rom. 12:3). Y ahora les recomendó: “Sigamos tras las cosas que contribuyen a la paz y las cosas que sirven para edificación mutua” (Rom. 14:19).
10. Al igual que los cristianos de Roma, ¿qué debemos hacer para solucionar las diferencias?
10 ¿Cómo respondieron los romanos a las palabras de Pablo? Sin duda, le escucharon y corrigieron su forma de actuar. Hoy día, los cristianos deben demostrar la misma actitud cuando surgen diferencias entre ellos. Han de analizar los principios bíblicos pertinentes y aplicarlos con amor y humildad. Claro está, para que “mantengan [la] paz”, es probable que todas las partes involucradas necesiten hacer cambios, tal y como hicieron los cristianos de Roma (Mar. 9:50).
Cuando los ancianos dan ayuda
11. ¿Qué deben hacer los ancianos cuando alguien les cuente que tiene un problema con otro cristiano?
11 Imaginémonos que un hermano acude a un anciano para contarle cierto problema que tiene con alguien de la familia o de la congregación. ¿Qué hará el superintendente? En primer lugar, escucharle con atención, pues recuerda la siguiente advertencia: “Cualquiera que tapa su oído al clamor [...] del de condición humilde [...] clamará y no se le responderá” (Pro. 21:13). Ahora bien, evitará ponerse automáticamente de parte del ofendido, pues otro proverbio señala: “El primero que da su versión parece que dice la verdad, hasta que llega el otro y lo desmiente” (Pro. 18:17, Nueva Biblia al Día). Por lo general, después de escucharle, le preguntará si ha hablado con la otra persona. Además, le mostrará con la Palabra de Dios los pasos que puede dar a fin de restablecer la paz.
12. ¿Qué ejemplos ilustran el peligro de emitir un juicio sobre un conflicto sin haber oído antes a todas las partes?
12 Ciertamente, formarse una opinión sin conocer antes las dos versiones es muy peligroso. Así lo demuestra el ejemplo de tres personajes bíblicos. El primero es Potifar, quien creyó a su esposa cuando esta le contó que José había intentado violarla. Se enojó tanto con él que lo encarceló injustamente (Gén. 39:19, 20). El segundo es el rey David. Cuando Zibá aseguró que su amo, Mefibóset, se había pasado al enemigo, David no comprobó si era cierto. Simplemente le dijo: “¡Mira! Tuyo es todo lo que pertenece a Mefibóset” (2 Sam. 16:4; 19:25-27). El tercero es Artajerjes, rey de Persia. En cierta ocasión recibió un informe de que los judíos estaban reedificando las murallas de Jerusalén e iban a rebelarse contra él. La acusación era falsa, pero el monarca la dio por verdadera y ordenó paralizar todas las obras. Como consecuencia, se detuvo la reconstrucción del templo de Dios (Esd. 4:11-13, 23, 24). Estos casos contienen una importante lección para los ancianos: antes de emitir cualquier juicio, deben informarse bien y, como aconsejó Pablo, evitar a toda costa el favoritismo (léase 1 Timoteo 5:21).
13, 14. a) ¿Qué debemos recordar cuando hay un problema entre dos personas? b) ¿Con qué ayuda cuentan los superintendentes a la hora de emitir un juicio?
13 ¿Es suficiente con escuchar las dos versiones de un conflicto? No; a menudo hace falta algo más. La Biblia indica que “si alguien piensa que ha adquirido conocimiento de algo, todavía no lo sabe exactamente como debe saberlo” (1 Cor. 8:2). Es muy probable que nos falten datos sobre el origen del problema o sobre las circunstancias de los implicados. Cuando los ancianos juzgan algún asunto, deben tener cuidado para no dejarse llevar por manipulaciones, mentiras o rumores. Han de recordar que Jesucristo, el Juez que Dios ha nombrado, siempre actúa con justicia, tal como se había profetizado: “No juzgará por la mera apariencia de las cosas a sus ojos, ni [...] simplemente según lo que oigan sus oídos” (Isa. 11:3, 4). Además, él sigue en todo momento la guía del espíritu de Jehová, y lo mismo deben hacer ellos.
14 Por eso es tan necesario que, antes de emitir un juicio, le pidan a Jehová su espíritu y busquen su guía consultando las Escrituras y las publicaciones del “esclavo fiel y discreto” (Mat. 24:45).
Algo más importante que conservar la paz
15. ¿Cuándo debemos hacerles saber a los ancianos que un hermano ha cometido un pecado grave?
15 Es cierto que los cristianos debemos buscar siempre la paz. Con todo, la Biblia afirma: “La sabiduría de arriba es primeramente casta, luego pacífica” (Sant. 3:17). Como vemos, Jehová considera que mantener la castidad —es decir, la pureza moral y espiritual— es aún más importante que conservar la paz. Por eso, si nos enteramos de que un hermano ha cometido un pecado grave, debemos animarle a que se lo confiese a los ancianos (1 Cor. 6:9, 10; Sant. 5:14-16). Pero si no lo hace, tenemos el deber de informárselo nosotros. Sería un grave error quedarnos callados, tal vez creyendo que así mantenemos la paz con el pecador. Si lo hiciéramos, nos convertiríamos en sus cómplices (Lev. 5:1; léase Proverbios 29:24).
16. ¿Qué nos enseña el relato de Jehú y el rey Jehoram?
16 Cierto episodio de la vida de Jehú demuestra que es más importante defender la justicia divina que buscar la paz. Jehová envió a Jehú a castigar a la familia del rey Acab. Cuando el malvado rey Jehoram, hijo de Acab y Jezabel, salió a su encuentro en su carro, le dijo: “¿Hay paz, Jehú?”. Su respuesta fue contundente: “¿Qué paz podría haber mientras haya las fornicaciones de Jezabel tu madre y sus muchas hechicerías?” (2 Rey. 9:22). De inmediato, Jehú le disparó una flecha que le atravesó el corazón. ¿Qué lección pueden extraer de este relato los ancianos de la actualidad? Que cuando alguien peca y se niega a arrepentirse, no pueden tolerar su mala conducta solo por mantener la paz con esa persona. Deben expulsarla, pues así la congregación podrá seguir disfrutando de paz con Dios (1 Cor. 5:1, 2, 11-13).
17. ¿Cómo contribuimos a que la congregación sea un oasis de paz?
17 Afortunadamente, la mayoría de los problemas entre hermanos no tienen que ver con pecados graves ni requieren la formación de un comité judicial. En tales casos, el amor dicta que perdonemos y pasemos la página. La Biblia asegura: “El que encubre la transgresión busca amor, y el que sigue hablando de un asunto separa a los que se han familiarizado entre sí” (Pro. 17:9). Si nos esforzamos por pasar por alto los errores de nuestros hermanos, la congregación será un oasis de paz. Y, lo que es más, conservaremos la buena relación con Jehová (Mat. 6:14, 15).
Las bendiciones de buscar la paz
18, 19. ¿Qué bendiciones recibiremos si nos esforzamos por buscar la paz?
18 El cristiano que busca “las cosas que contribuyen a la paz” recibirá grandes bendiciones. Para empezar, como imita la personalidad de Jehová, gozará de su amistad y estará colaborando para que todos disfrutemos de armonía y unidad en nuestro paraíso espiritual. Por otro lado, al promover las buenas relaciones en la congregación, le resultará más fácil hacer lo mismo en el territorio cuando predica “las buenas nuevas de la paz” (Efe. 6:15). Así logrará “ser amable para con todos” y mantenerse “reprimido”, o controlado, cuando lo traten mal (2 Tim. 2:24).
19 Además, verá hacerse realidad esta promesa: “Va a haber resurrección así de justos como de injustos” (Hech. 24:15). Cuando eso suceda en la Tierra, volverán a la vida millones de personas de todos los orígenes, culturas, personalidades y épocas, desde la actualidad hasta los tiempos de “la fundación del mundo” (Luc. 11:50, 51). Dado que entonces tendremos el gran honor de enseñarles los caminos de la paz, ¡qué importante es que ya estemos andando en ellos!
[Nota]
a La Atalaya del 15 de octubre de 1999, páginas 17 a 22, expone consejos bíblicos aplicables a casos graves, como la calumnia y el fraude.
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